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Milán

Villa Necchi Campiglio

En la sala principal se encontraban los modelos, el equipo de ayudantes de la diseñadora, el catering, Demetrio y Amarilis, y la diseñadora.

—Antes de dar comienzo al desfile, me gustaría decir algunas palabras, lo que pasó hoy no me lo hubiera esperado, confiada como soy contraté varias empresas para que en el día de hoy decoraran y armaran el catering, sin saber que el día del evento iba a ser un completo desastre, me estafaron y terminé perdiendo bastante dinero, pero gracias a una persona que me ayudó, esto está funcionando como lo había planeado, hasta puedo asegurar que mejor de lo que yo lo había pensado. Gracias a todos por asistir, por ayudar y por poner un grano de arena para que el desfile se realice.

Todos aplaudieron y la diseñadora se acercó a Amarilis para darle las gracias una vez más.

—Repíteme tu nombre por favor.

—Amarilis, tranquila, con los nervios que debes de tener, es normal que se te olvide todo.

—Te lo agradezco de verdad por todo lo que has hecho hoy, estamos un poco atrasados, pero valió la pena todo —la abrazó de nuevo y la chica correspondió el abrazo—. Tengo que dar la apertura con unas palabras, ¿me acompañas, por favor?

—¿Estás segura? Lo has hecho muy bien hace un rato frente a los demás.

—Por favor.

—De acuerdo, pero déjame avisarle a mi jefe —expresó y la mujer asintió con la cabeza para luego Amarilis dirigirse hacia Demetrio—, la mujer me pidió que vaya con ella a darle la bienvenida a los invitados y quedarme a acompañarla en el pequeño discurso para abrir el desfile.

—Está bien —la miró a los ojos y ella quedó embelesada al ver sus ojos con un delineado interno en negro.

No era bello, era impresionantemente hermoso y el delineado resaltaba más su color de ojos.

—Te acompaño, pero hablarás tú, te corresponde a ti hablar siendo la diseñadora y quien organizó el evento.

—Está bien, pero por lo menos no estaré tan nerviosa.

Las dos caminaron riéndose hacia la entrada del jardín. Bajaron las escaleras y se detuvieron casi al inicio de la alfombra azul.

Luisa, que así se llamaba la diseñadora, habló con calma, pero también con algo de nervios, y les comentó que era su primer desfile importante en donde lanzaba una nueva colección masculina llamada Me. Les dio la bienvenida a todos, les dijo que esperaba que disfrutarán del desfile y todos aplaudieron.

Amarilis levantó el brazo para darle aviso al DJ en que cambiara la música y las dos volvieron adentro. Luisa les fue indicando que debían ir saliendo cuando el modelo de adelante ya estaba pegando la vuelta.

El primero que salió fue Demetrio quien abría el desfile y cuando lo vieron se llevaron una sorpresa porque no se lo esperaban, lo único que sabían los invitados era que la diseñadora tenía una grata sorpresa que verían en la pasarela.

Amarilis fue transmitiendo en vivo el desfile, desde que su jefe apareció en la alfombra azul hasta que lo cerró, donde lo tuvo frente a ella y este tiró un beso a la cámara.

Una hora y media después de haber transmitido, cortó el vivo y apagó el celular.

Los invitados aplaudieron y la diseñadora salió para darles las gracias junto con el modelo estrella que saludaba y sonreía también, y luego Luisa invitó a los demás al invernadero donde se realizaría el after party.

Había música, linda decoración, buena comida, dulces y bebida. Los invitados disfrutaban y Luisa quedó muy contenta del resultado de aquella noche, los modelos se sacaban fotos, los invitados también junto con ellos, el actor iba y venía para sacarse fotos también, todos comían y bebían, se reían y Amarilis aprovechó en sacar fotos de manera general y algunas otras específicas, personas, su jefe, la decoración, las personas que habían ayudado, la comida, los dulces, y las bebidas, y a medida que las fotografiaba las iba subiendo a su perfil, y las que eran solo de Demetrio o junto a otras personas, se las subió al perfil del actor.

La asistente decidió hacer un vivo dentro del evento y enganchó a Demetrio para que se acercara a decir unas palabras.

—No me voy a cansar de decirles que los quiero y que agradezco todo el apoyo que me dan, el desfile de esta noche ha sido un éxito, la verdad es que mi asistente es única, sin ella, este evento se cancelaba, así que gracias a ella también por haber conseguido todo y a la diseñadora por la invitación a su desfile. Les mando un beso —terminó de hablar y les tiró un beso.

La chica finalizó la grabación.

—Pudiste omitir eso de que sin mí no se hacía, si la diseñadora no lo organizaba, vos no participabas tampoco.

—Lo sé, pero hay que reconocer que tuviste la idea de ponerlo en las historias y conseguir todo en un abrir y cerrar de ojos. ¿Lo hiciste desde mi perfil?

—No, desde el mío. Supongo que vieron lo que dice mi bio y quisieron dar una mano también. Lo que haya sido, a Luisa la sacaron de un gran apuro.

—Deja el móvil y ven a bailar un rato —contestó sacándole de la mano el celular y guardándolo en el bolsillo de su saco.

—¿Qué clase de música querés bailar conmigo? —rio yendo hacia la multitud de personas.

—Música ochentosa, esa parece que pidió la diseñadora.

Demetrio la abrazó por la cintura y ella llegó a los hombros de él. La melodía no era tan lenta y agradeció ese detalle porque bailar con su jefe había pasado toda línea de profesionalismo. Era más que factible que algunos fueron sacando fotos de forma generalizada y en algún rincón estaban los dos bailando juntos.

Alrededor de las cuatro de la madrugada, se despidieron de Luisa, donde la mujer la abrazó de nuevo y le dijo que tenía su admiración total por ella. Amarilis se lo agradeció con una sonrisa.

El jefe y su asistente tomaron un taxi hacia el hotel, y la chica quedó sorprendida por la ciudad nocturna.

—Qué linda es la ciudad de noche. ¿Qué es aquello? —preguntó curiosa y Demetrio se agachó para mirar en su dirección.

—Es un hotel, el Mandarin Oriental de Milán.

—Es imponente —admitió la chica sorprendida de ver la preciosa fachada.

—Es uno de los hoteles más lindos que tiene la ciudad.

—Si sabía preguntaba ahí si había disponibilidad.

—Donde estamos está bien también, Amarilis. No tienes que preocuparte por esas cosas. ¿A ti no te gusta?

—Claro que sí, lo decía por vos.

—Ya te dije que lo que elijas estará bien para mí. Lo que hiciste esta noche, superó todo lo que pensaba de ti.

La argentina giró la cabeza para mirarlo con atención a los ojos.

—¿Y qué pensás de mí?

—Que eres única y extraordinaria.

—Muchas gracias —fue lo único que pudo decirle.

El taxista los dejó en la entrada del hotel y Demetrio le pagó. Se desearon las buenas noches y ambos se bajaron del asiento trasero.

Pidieron las tarjetas de sus habitaciones y subieron.

Mientras Amarilis se descalzaba, se desmaquillaba y se desvestía para ponerse el pijama, Demetrio se sacó todo lo que tenía puesto para tirarse en la cama y quedarse dormido enseguida.


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El día del descanso, Demetrio quiso llevar a su asistente a que conozca la tan renombrada galería Vittorio Emanuele II, una de las galerías de moda más caras del mundo donde se encontraban las mejores marcas y los restaurantes de alta cocina. La galería era vidriada y los escaparates le daban la bienvenida a mostrarle a la chica infinidad de atuendos preciosos.

—Qué preciosidad, es puro lujo.

—Sí, toda esta parte de Milán es lujo.

—¿Averiguaste por el hotel en Berlín?

—Esta noche lo haré.

—Okey, porque ya que no querés que yo me encargue de eso... Vos vas a tener que mover el culito para reservar.

Demetrio se rio mientras entraban a uno de los restaurantes de la galería a almorzar.


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Enrico Bartolini al Mudec

Pidieron una mesa cerca del ventanal y quien los atendió los llevó allí. Una vez que se sentaron frente a frente, se quitaron las chaquetas y charlaron mientras esperaban por ser atendidos.

—¿Cómo la pasaste anoche?

—Muy bien, estuvo muy lindo el evento, la verdad que ni yo sabía que iba a pasar eso, porque de haberlo sabido, no te animaba a que aceptaras.

—Lo sé, pero estuvo bien, salió todo bien y aunque a veces la marca es conocida de manera nacional, a veces pueden pasar esas cosas de anoche.

—Ya sé, pero bueno, por lo menos todo salió bien y cada modelo tiene su platita y las ropas que usaron en el desfile.

—Así es.

El actor sacó su teléfono móvil y tomó una foto de los dos que luego subió a sus historias.

—Gracias por avisarme —dijo con burla—, no me gusta que me expongas así y la subas a las historias de tu perfil. Tu perfil es tuyo, solo tenés que subir cosas tuyas, por favor.

—Amarilis, no te quejes tanto que más vieja pareces —rio—. En mi perfil hago lo que quiero y yo quiero subir una foto contigo, no me lo puedes prohibir.

—Pero a mí me seguís exponiendo y van a seguir pensando cosas que no son ciertas.

—A mí me importa poco y nada lo que piensen los demás, pero si creen tales cosas, no me importa tampoco, sé que repito siempre lo mismo cada vez que tengo la oportunidad en que no somos nada más que jefe y asistente, pero después de ahí, si no siguen creyendo eso, no puedo hacer mucho más —admitió con sinceridad mientras la miraba.

Los ojos de ambos con la claridad del ventanal se veían más claros que de costumbre y más cosas bonitas le producían al otro cuando se miraban.

—Aparte, estuve revisando perfiles en Instagram y hay muchas fanpages tuyas y de ambos.

—Normal que vos tengas páginas fans.

—No, de ambos, juntos. Como una especie de shippeo.

Amarilis se rio tapándose la boca para no quedar ridícula en el restaurante.

—¿Me estás jodiendo?

—Para nada —le dijo y buscó la página que los shippeaba—, mira —se lo mostró.

La argentina quedó sorprendida con el perfil, el nombre del usuario era demilis y la bio decía que shippeaba a Demetrio y Amarilis. Había fotos que él había subido en varias oportunidades de ella y de la presentación en Roma de Buio, y varias fotos más.

—¿Cuándo me sacaste esas fotos? Yo no me acuerdo haber posado y se suponía que la foto que me sacaste de cuando fuimos a Trentino no ibas a subirla.

—¿No ves mis historias? —preguntó con gracia.

—La verdad que no —sonrió—. Solo me dedico a subir las historias y las fotos para el feed, responder y confirmar cosas, nada más. No puedo creer que haya personas que shippeen la relación laboral que tenemos.

—Es muy normal cuando se trata del mundo del espectáculo. Y mira lo que encontré también —buscó la otra página y se la mostró también.

—Las Barreritas de Amarilis —abrió más los ojos cuando leyó el título de la bio—, ¿qué es eso?

—Tu apellido un poco distorsionado por así decirlo. ¿Reconoces a las chicas?

La chica las miró bien y se sorprendió al verlas.

—Son las tres chicas que se sacaron las fotos conmigo en Florencia —lo miró asombrada.

—Sí, me parece que estás arrasando tú también en este medio.

—Ni tengo intenciones de hacer tal cosa —sonrió de lado y levantó una de las cejas en señal de no estar del todo contenta con la situación que se estaba generando con la exposición que Demetrio le estaba dando sin que ella se diera cuenta—. A partir de ahora veré tus historias y si hay algo que no quiero que vean, lo borraré, al fin de cuentas, yo tengo el acceso a tu perfil también —sonrió de manera socarrona.

—Cambiaré la contraseña, te lo aseguro —emitió con firmeza y diversión en su tono de voz.

Amarilis se rio ante su respuesta.

—¿Serías capaz de eso?

—Por supuesto. Con tal de subir lo que yo quiero, soy capaz de cambiar la contraseña y no dártela.

—Cretino —dijo y luego se tapó la boca sorprendiéndose ella también—, perdón. Me salió sin darme cuenta.

—Veo que estamos teniendo más confianza que antes.

—Sí, pero no era mi intención terminar de decirte eso que te dije, lo siento, me fui de boca —se encogió de hombros y se sintió de repente avergonzada.

Durante todo el almuerzo Amarilis quedó incómoda y se limitaba a contestar cada vez él decía o preguntaba algo. Cuando salieron de allí después de una hora y poco más, ella se disculpó de nuevo con él.

—Lo siento en serio, no tenía por qué decirte eso —siguió caminando delante de él y Demetrio la alcanzó poniéndose frente a ella.

—No me sentí ofendido si eso te preocupa. Creo que a pesar de las pocas semanas que estamos trabajando juntos ya debemos tener cierta confianza.

—¿Te parece? —cuestionó sorprendida y levantando ambas cejas—. A veces soy muy lanzada con la boca y no mido. Me pareció extraño decirte eso cuando es poco el tiempo que nos conocemos.

—No te preocupes, la verdad es que me dio risa la manera en cómo me lo dijiste y a pesar de que es poco como dices, siento conocerte de mucho antes, ¿no lo crees así?

—No lo sé, me siento un poco extraña, no te puedo mentir, es como si sin hablarnos, nos entendemos.

—No es algo extraño porque me pasa lo mismo.

—¿Por qué no te fijas ahora lo del hotel en vez de hacerlo en la noche? —sugirió ella cambiando rotundamente de tema.

—De acuerdo, pero primero les volveré a preguntar si me confirman que vienen o no.

—Está bien.

Mientras él intentaba comunicarse con su madre, la muchacha aprovechó para mirar las vidrieras de la galería. Miraba algo que le había gustado, pero haciendo cálculos no estaba a su alcance.

—Si sacas cuentas, jamás vas a poder comprarte algo, Amarilis —le dijo él detrás de ella mientras esperaba a ser atendido—. Hola, mamá, ¿cómo estás? —Le habló y se alejó de su asistente.

Con indecisión entró a la tienda de zapatos y pidió probarse el par que se veía en la vidriera. La vendedora con una sonrisa y amabilidad le trajo el par del número que la chica tenía. Se sentó y se los calzó habiendo previamente quitado los que tenía puestos. Se miró en el espejo y se los vio lindos en los pies. Demetrio golpeó con suavidad la puerta de vidrio y ella levantó la vista. Lo único que vio de él fue una sonrisa y un okey con los dedos.

—¿Es Demetrio? —cuestionó la mujer sorprendida.

—Sí, mi jefe —le respondió antes que la vendedora le dijera algo más.

—Increíble, ¿está por trabajo aquí?

—Sí, tuvo un desfile anoche y una presentación de una colección de perfumes, mañana estará en la inauguración de una joyería.

—Soy muy fanática de él. ¿Habría alguna posibilidad para que se saque una foto? Sé que de seguro tiene muchas cosas que hacer, pero no puedo creer todavía que esté aquí.

—Se lo preguntaré.

La asistente caminó hacia la puerta y la abrió preguntándole si se sacaba una foto con la chica que atendía la tienda. Demetrio entró y la chica quedó asombrada cuando lo tuvo cerca.

—Pero... qué hombre —confesó abriendo con desmesura los ojos y levantando la cabeza.

—Buenas tardes, mi asistente me dijo que querías una foto.

—Sí —dijo nerviosa y buscó su teléfono móvil para activar la cámara.

Eran casi de la misma altura y él sostuvo el aparato para sacarse dos fotos con la señorita.

—Muchas gracias —sonrió con alegría.

—No fue nada —le dijo él con amabilidad y una sonrisa.

Amarilis seguía mirando los estantes ya con su propio calzado.

—¿Te los llevas? —preguntó el hombre y ella giró en su eje.

—Sí, me los llevo —afirmó.

La mujer que atendía se los puso dentro de su respectiva caja de zapatos y le armó una preciosa bolsa.

—Muchas gracias —expresó Lis.

—A ti por la compra y por la oportunidad de sacarme la foto con este gran actor.

—A él le tienes que agradecer, yo solo hago mi trabajo —le respondió la joven.

Demetrio le dio dos besos a la vendedora y salieron de la tienda.

—La primera vez que me compro un par de zapatos tan caros.

—Te pago para que tú también disfrutes de pequeños lujos. ¿No crees ser merecedora de lo que te compras o de los lujos?

—No es que me esté matando para conseguirlos.

—Sacrificaste tu vida de alguna manera para estar aquí.

—Pero hablo de que no es algo que tenga que sentarme para realizar el trabajo.

—Pero si bien no hay horarios más de los que son eventos en general, a veces tienes que quedarte hasta tarde e incluso viajar de noche, como cuando condujiste desde Florencia hasta Roma estando con un golpe que te tenía a mal traer.

—Eso es cierto, pero es parte de lo que me tocó.

—Te tocó llevarme la agenda laboral, no conducir tan tarde por cuestiones familiares mías.

—Ya pasó eso, ahora me siento mejor, por lo menos el golpe cada tanto me molesta, pero no es insoportable y con respecto a lo otro, creí que era lo mejor.

—Entonces, no digas más que no te estás matando para tener estas cosas, porque estás haciendo un trabajo que no todos los asistentes hacen —le contestó intentando que ella se diera cuenta de las cosas.

—Bueno, así soy, no puedo cambiar eso.

De a poco fueron caminando por la galería y por las calles más reconocidas a nivel mundial ya que eran de moda, estilo y lujo.

Una vez dentro del hotel y en el piso donde estaban, cada uno entró a su dormitorio no sin antes ella avisarle que mañana tenía la inauguración de la joyería a las cinco de la tarde.

El actor quedó un poco cortado porque ni siquiera le había dicho que luego se veían o cenaban juntos, pero tampoco quiso ser un pegote para ella.

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