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Il Salviatino

Se había producido un breve silencio, pero el actor lo cortó con una pregunta hacia ella.

—¿Y qué me cuentas de ti?

—Terminé la carrera de Relaciones Públicas cuando tenía 21 años, decidí conseguir trabajo de lo que estudié, aunque mis papás no querían que trabajara, porque me veían muy joven y porque por aquel entonces no había tanta necesidad de que saliera a trabajar —notificó y volvió a hablar—, hasta que se desbarajustó todo cuando se cayó una parte del techo y quedó un agujero. —Contestó—. Sí o sí me puse las pilas para conseguir un trabajo, me ayudó Bruno también a buscar algo de lo que había estudiado, a los dos meses de terminar la carrera conseguí una pasantía en una empresa y después me tomaron de manera permanente, con sueldo y todo, al año subí como jefa del área de relaciones públicas, organizaba todo, desde reuniones hasta viajes. Era la más joven de ahí y me veían como una trepadora —expresó—, porque no podían creer que una piba de mi edad estuviera a cargo de semejante puesto de trabajo, a mí la verdad me importaba un huevo por qué me habían subido —habló sin vueltas—, solo quería juntar plata para pedir un crédito y arreglar el techo de la casa, porque con el trabajo de mi papá era imposible mantenernos y arreglar el agujero que era necesario.

—¿Qué hace tu papá?

—Arregla muebles antiguos, modernos, lo que sea y los hace a medida también.

—Es buenísimo saberlo.

—Sí, si necesitas algo, él te lo hará.

—No lo dudo... —respondió y cambió al tema anterior—. Y después de eso, ¿cómo siguió?

—Siguió bien, cuando fui juntando el sueldo, pedí el crédito, me lo dieron, pagué la primera cuota y me echaron del trabajo —rio como si estaba contando un chiste—. Así fue, después me puse a pensar que el tipo me habría subido de puesto solo para tener algo conmigo, y si abría la boca me bajaba del puesto. Fui más clara de lo que él pensaba, le partí la cara y chau sueldo —volvió a reír—. No iba a quedarme a trabajar tampoco si el tipo se disculpaba, porque no me aseguraba si intentaba hacer otra cosa, así que, si no me echaba, iba a renunciar.

—Me sorprende la actitud que tienes en todo esto, como lo enfrentaste y cómo saliste adelante.

—Me sentí mal en su momento porque me dio mucha impotencia y rabia, rabia por perder el sueldo porque fui yo quien les insistió a mis papás en que sacáramos el crédito, e impotencia porque es una situación de mierda, perdón por mi vocabulario, pero así lo siento, porque no podés defenderte. El hombre cree que, por tener el título de jefe, tiene derecho sobre su empleada o empleado, porque hay jefes gays, o jefas que acosan a sus empleados o empleadas también. Es como que ejercen una especie de poder sobre ellos porque creen que les da el derecho para rebajarlos a su antojo, sobre todo con la parte sexual. —Manifestó sacando todo lo que pensaba sobre esa situación entre jefe/empleada y bebió de su gaseosa, y luego comió un pedazo de su comida—. Obvio que no todos son así, pero son quizás pocos con los que te sentís segura a la hora de trabajar para alguien.

—Te entiendo y mucho. Por lo menos pudiste salir de ahí.

—Sí y fue Bruno quien me picó para aceptar este trabajo, me dijo que de una u otra manera iba a meterme dentro de su mundo —le hizo las comillas con los dedos en la palabra mundo.

—Bruno es terrible —rio cuando se lo contó—. Pero es un tipo agradable y buena onda.

—Brunito es como el hermano que nunca tuve.

A Amarilis le brillaban los ojos cada vez que hablaba de él.

—¿Sus padres lo aceptan como es?

—Su madre, su padre no quiso saber nada con él cuando les dijo que era gay. El matrimonio tuvo muchas discusiones con ese tema hasta que Martina se cansó de él y le dijo que iba a apoyar a su hijo. Al saber eso, Juan se fue de la casa. Hace años que no se ven.

—Si no va a aportar nada bueno, es mejor que no se vean.

—Sí, pero es horrible que un padre no acepte a un hijo por una decisión sexual que eligió.

—Lo sé, pero lamentablemente en estos tiempos se siguen viendo esas cosas —respondió Demetrio.

Cuando terminaron de cenar y se retiraron del restaurante, el hombre recibió una llamada de su hermana con la voz temblorosa.

—Mellea... —la nombró asustándose—, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?

—Demi... ¿Pu... puedes venir? Mamá está diiiis-cu-cutiendo con Vince. No qui... No quiere que va-vaya de viaje con él.

—Intenta calmarte, estoy seguro de que Vincenzo sabrá qué hacer.

—Hace una hora que es-están así.

Demetrio se apretó el puente de su nariz y volvió a hablarle:

—Está bien, pero no llegaré para la discusión, me tomará como mínimo cuatro horas en llegar y aparte tengo que ver si hay boletos de tren para Roma, estoy con Amarilis en Florencia.

—Oh... lo siento, no lo sabía... —dijo llorando—, no fue mi... no fue mi inten-ción molestarte.

—No te preocupes. Sé que no es tu culpa tampoco, Mellea, es nuestra madre que siempre quiere tenernos a su lado, pero ninguno de los dos somos adolescentes ya. Debemos vivir nuestra vida como más queramos, ¿qué quieres tú?

Su hermana lo escuchó con atención.

—Ser modelo y estar con Vincenzo.

—Lo de modelo no sé si se podría, pero el estar con quien amas sí. Tienes que enfrentarla y decirle lo que en verdad quieres, es la única manera para que entienda que sus hijos ya son grandes y toman sus propias decisiones.

—Lo intentaré, pe-pero ya sabes co-como es mamá.

—Lo sé, pero debes decirle las cosas porque siempre será así. ¿Quieres eso o estar con Vincenzo?

—Estar con Vincenzo.

—Entonces habla con ella, aunque discutan y tú comiences a tartamudear, y a decir malas palabras.

—De acuerdo.

Mientras Demetrio hablaba con Mellea, Amarilis se dirigió a la conserjería para preguntar por un auto para alquilar, sabiendo que era con urgencia para el actor, lo consiguió en menos de quince minutos.

El italiano cortó la llamada y no la encontró a su lado, caminó hacia el lobby para ir a los ascensores porque pensaba que estaba en el cuarto, pero se sorprendió cuando la vio hablando con el hombre de la recepción y se acercó a ellos.

—¿Necesitabas algo? —Quiso saber.

—Le pedí un auto para el viaje de regreso a Roma. Vamos a tardar menos en llegar que si viajamos en tren.

—Estás loca, tienes que descansar, Amarilis.

—Creo que tu hermana te necesitas más. Yo manejaré y no me vas a discutir.

El conserje le acercó la llave del coche y los papeles por si los necesitaba durante el viaje.

—Cuando lleguen a Roma, solo les pido que dejen el coche en la zona del hotel Villa Spalletti Trivelli, tiene convenio con nosotros, ya que pertenece a la cadena de Small Luxury Hotels of the Word, me avisa apenas lo dejan ahí y alguien se encargará del coche.

—Muchas gracias por tu amabilidad —contestó Amarilis.

Ambos subieron a la habitación y él le habló apenas entraron.

—Amarilis, escúchame, aunque viajemos hoy, llegaremos de madrugada y nadie estará despierto.

—No importa, por lo menos estarás para ella, así sabe que su hermano la apoya y la defiende. No es como si te desligaras de la situación, Mellea no se merece lo que le está haciendo tu mamá, perdón si me meto, pero tu mamá tendría que apoyarla en vez de hundirla —le respondió mientras juntaba sus pertenencias y las metía dentro de la maleta—. Entiendo que Mellea tiene una condición, pero supo vivir con lo que tiene, es normal que tu mamá se sienta así también, pero debe y necesita despegarse para poder vivir la vida, tanto tu hermana como tus padres. De esa manera ninguno de los tres vive y tampoco vos porque de alguna forma estás en el medio de la situación y es lógico que no podés mirar para otro lado como si no te interesara.

Demetrio no sabía qué hacer al terminar de escuchar las palabras de su asistente, no sabía si abrazarla, darle un beso en la mejilla o simplemente darle las gracias. Optó por lo último.

—Te agradezco esto que estás haciendo —expresó con la cara contrita de preocupación—, la verdad es que la situación parece ir de mal en peor y me cansa. Llegué a pensar en hacerme responsable de Mellea, como una especie de tutor para ella porque nuestra madre se pone pesada, pero esto implicaría psicólogos y cosas en las que quizás no estamos tan preparados, por eso opté por quedarme con el título de hermano y defenderla desde mi lado.

—Ella no necesita un tutor o alguien responsable de ella, tiene a sus papás y a su hermano, sabe que su hermano estará para ella, y tiene las herramientas necesarias para ser ella misma, para vivir por su propia cuenta sin necesidad de que alguien más le haga las cosas por ella. Me lo dejó claro a mí también cuando compartimos el cuarto de hotel. Tu hermana no es ninguna atrasada, solo quiere que su madre la apoye en las decisiones que toma y hacerle entender que ella puede sola.

—Es así como dices, solo espero que no sea tarde para que mi madre entienda eso.

—Ojalá que no —dijo con incertidumbre ella también.

En menos de una hora se metieron dentro del auto luego de haber hecho el registro de salida en el hotel y Amarilis manejó con precaución, pero apretando un poco el acelerador del auto. La chica se guiaba por lo que le iba indicando Demetrio y por el GPS que tenía activado en el celular.

—Antes que me lo preguntes, no me tomé la pastilla que me tocaba a la noche, solo para estar más alerta en la ruta, ya sabemos que me da sueño.

—No debiste saltarte la pastilla, Amarilis.

—Me la tomaré cuando lleguemos. Solo serán unas horas, nada más.


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Roma

Tres horas y media después, el actor y su asistente dejaron el coche en donde les había indicado el conserje del hotel, y él llevó las maletas para meterlas dentro del taxi que había pedido.

—Iremos directamente a la casa de mis padres, sé que tengo que dejarte en el departamento, pero no quiero perder tiempo.

—Lo entiendo, no hay problema —asintió con la cabeza mientras lo miraba en la penumbra del vehículo.

Demetrio llamó a su padre para saber si estaban despiertos aún a pesar del horario tan tarde que era. Este le había dicho que la cosa seguía igual o peor que antes.

—Bueno, yo estoy yendo a la casa junto con Amarilis, acabamos de llegar de Florencia.

—Intenté que entendiera, pero es imposible.

—Ya me va a escuchar a mí.

Cortó la llamada y se metió el aparato en el bolsillo del abrigo.

Al llegar y entrar a la casa de los padres de Demetrio, los gritos de ambas mujeres se escuchaban bien claros. Vincenzo se había ido desde hacía tiempo porque se lo pidieron Mellea y Enrico, pero desde ahí la cosa había aumentado con gritos y negaciones por parte de Zinerva.

—¿¡Qué mierda está pasando acá!? —preguntó exclamando Demetrio.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó su madre mirándolo perplejo.

—Me tienes podrido, ¿lo sabías? —habló con seriedad—, Mellea me llamó llorando porque a ti se te ocurrió no dejarla ir de viaje con Vincenzo, su novio.

—Algo descabellado en que vaya de viaje, jamás salió de Roma, ¿no te parece que es arriesgado? Solo conoce la ciudad.

—A mí me parece que la quieres tener siempre bajo tu vista, sin dejar que viva su vida, no somos más adolescentes que tenemos que pedirte permiso para ir a algún lugar —escupió Demetrio con enojo en su voz.

—Tiene Tourette, la van a ver como una tonta si comienza a tener sus tics y tartamudeos, peor si empieza a decir malas palabras sin sentido.

—Está medicada, hizo y sigue haciendo terapia conductual, está Vincenzo que no la va a dejar sola, no te entiendo. Aquí lo único que vas a conseguir es que ninguno de los dos te hable, quieres acaparar todo, pero las cosas cambiaron, tu hija tiene veintisiete años, yo tengo treinta y tres años. Sin ir más lejos, mi asistente tiene veintitrés años y sus padres la dejaron viajar.

—Me importa un comino si sus padres son liberales y la dejan viajar a donde se les da la gana, señal de que la señorita es ligera, ¿no? —contestó con burla.

—Señora, ubíquese con lo que dice, ni mis padres son liberales ni yo soy ligera —dijo enojada—. Si no era por mí, su hijo habría seguido perdiendo trabajos.

—No lo creo —rio con ironía—, tenía a alguien más capacitada para el puesto, pero no lo quiso.

—Solo a ti se te ocurre buscar una mujer así, con tus gustos y tus aires de sofisticación. Te das cuenta de que tú no hiciste una mierda cuando me fui de la casa, ¿no? Ahora no vengas a decirme que me apoyas porque antes me dijiste que me iba a cagar de hambre con la carrera que elegía, sin embargo, tú también disfrutas de las presentaciones que tengo cuando voy a otros países. No me vengas a joder con eso. Y te aclaro desde ahora, Mellea se va de viaje con su novio, te guste o no. Amarilis seguirá siendo mi asistente, te guste o no. —Respondió tan frío que a la chica se le pusieron los vellos de los antebrazos de punta—, en vez de apoyar a tu hija en las cosas que ella quiere, te pones como una perra en negarte, en vez de ser amiga de tu hija, le das la espalda en negarle cosas, en negarle cosas que sabes bien necesita para seguir adelante. Ni siquiera tu marido te soporta, ¿no lo ves? —contestó desesperado.

Zinerva quedó callada y sus ojos se pusieron vidriosos.

—No quiero que se vaya, te fuiste tú y sé que luego se irá ella. No quiero —dijo con la voz quebrada y lloró.

—Tus reacciones son muy malas, madre. En vez de apoyar a Mellea, la tienes como si no sabría hacer nada, como si fuese una nena.

Mellea y Amarilis se encontraban en un rincón, pero esta primera se sentía dolida con su madre por la discusión que habían tenido, la asistente de su hermano le frotaba la espalda en señal de apoyo.

—Tranquila, estoy segura de que tu hermano va a solucionar esto.

—Me tiene muy mal esto, no me hace bien, caaazzooo, cazzoooo.

Mellea gritó cuando sintió sus piernas y dedos de las manos agarrotarse, ante el estrés que estaba viviendo, su cuerpo le produjo un espasmo muscular intenso, y la sostuvo como pudo Amarilis, que esta apretó los dientes sintiendo el dolor en el costado del torso.

Demetrio fue el primero en llegar a su hermana y sus padres quedaron a un costado.

—Mellea, ¿me escuchas?

Ella movió los ojos hacia él dándole a entender que lo escuchaba.

—Tienes que relajarte, ya mamá entendió, no va a negarte algo más, te lo aseguro. Afloja el cuerpo de a poco.

El actor levantó en brazos a su hermana y la llevó a la cama. Amarilis quedó de rodillas intentando levantarse del piso mientras que su costado punzaba de dolor. Fue Enrico quien la ayudó sosteniéndola de un brazo.

—Grazie —le expresó con los ojos llenos de lágrimas.

—Prego, parla spagnolo che qui ti capiamo.

—Okey.

—¿Cómo te sientes del golpe?

—Bien hasta que se me va el efecto del analgésico —frunció el ceño sosteniéndose el lado afectado.

Madre e hijo salieron del cuarto de Mellea dejándola sola para que descansara. Amarilis se sintió como una intrusa.

—Creo que me tomaré un taxi y volveré al departamento —les comentó.

—Volveré contigo.

—No, mejor te quedas. Necesitan hablar, yo regreso al departamento, tengo las llaves y llamaré a un taxi. Supongo que están toda la noche de servicio.

—Sí, pero no es la idea en que vuelvas sola.

—No me va a pasar nada, Demetrio, tranquilo. Es mejor que te quedes con ellos, creo que les vendrá bien hablar.

—Amarilis, soy responsable de ti, tus padres me matan si te pasa algo.

—Conozco bastante bien la ciudad, me oriento bastante bien, tendré cuidado, no te preocupes. Ya agendé desde hace tiempo una agencia de taxis, es llamar y listo. En serio, quedate con ellos, no necesitas ser mi guardaespaldas, me pagas para organizar tus cosas y lo que me pidas, no al revés —rio.

—¿No te gustaría una taza de té o un café con leche antes? —Le ofreció Enrico.

—No, gracias —lo miró al hombre y luego observó a Demetrio.

—Deja que te acompañe a la entrada.

—No, mañana nos vemos si querés o el primero de junio, no te hagas problema por mí, Demetrio. Mañana llamaré al hotel para cancelar la reserva.

—De acuerdo —asintió con la cabeza.

—Buenas noches —les dijo a los tres.

—Buenas noches —le respondieron los tres también.

El actor cerró la puerta recargando la frente contra la misma cuando se dio cuenta de lo estúpido que había quedado.

Amarilis esperó por diez minutos en la reja de la entrada y cuando el taxi llegó, Enrico abrió la reja desde adentro.

El marido de la mujer le habló claro.

—Esta noche te pasaste de la raya, Zinerva. La actitud que tuviste con tus hijos y con Amarilis fue el colmo. Ni yo te estoy aguantando y estoy haciendo un esfuerzo enorme para no abrir la puerta y dejarte sola —contestó con enojo en su voz.

La mujer levantó la cabeza para mirarlo y lloró aún más cuando lo escuchó.

—Siento que me voy a quedar sola, Demetrio se fue de casa y ahora Mellea.

—¿Por qué crees que Mellea se va a ir? —preguntó su marido y vio que su hijo se sentaba a su lado.

—Porque si Vincenzo se la quiere llevar de viaje es por algo. No son vacaciones. Lo pinta como tal, pero sé que no es así. Mi instinto de madre dice que es para algo más importante el viaje —lloró mientras se secaba las lágrimas con una carilina.

—¿Tú estás al tanto de eso? —cuestionó Enrico a su hijo.

—Sí y yo le di mi aprobación. Yo le dije que se la llevara aun sabiendo que nuestra madre se iba a poner como ya vimos.

—Es que... la veo tan nena que no acepto que se vaya de viaje con su novio —siguió llorando.

—Mamá, lo vas a tener que aceptar, Vincenzo le va a pedir matrimonio. Tiene edad suficiente para ya comenzar a hacer su propia vida, tiene a un hombre que la ama, sin importarle su condición. ¿No te alegra saber que alguien la quiere de verdad?

—Sí, pero es difícil —admitió con congoja.

—No eres una madre mala, pero tienes que aceptar que tus hijos ya son grandes y toman sus propias decisiones, eso no significa que te van a dejar de querer o de visitar, pero a veces tus actitudes me repelen.

—No quiero que te sientas así, me siento frustrada en parte porque sé que hice mal en no darte mi apoyo cuando decidiste elegir otro camino y no el que yo quería para ti.

—Ya pasó mamá.

Zinerva no pudo hablar, solo se sintió tan mal y triste que lloró con desconsuelo. Demetrio no sabía qué hacer, pero se levantó de la silla y se acercó a ella para abrazarla por los hombros.

—Tranquila, ya pasó.

—¿No crees que tiene el síndrome del nido vacío? —inquirió su marido mirándola y pensando en lo primera que se le vino a la mente.

—No tengo idea de eso, papá. Puede que sí, pero no sé. Sería un poco raro que lo tenga ahora cuando yo me fui de la casa hace cinco años atrás.

—Pudo retrasarse y ahora lo está atravesando con Mellea, tanto lo tuyo como lo de tu hermana.

—Mamá, ¿no quisieras pedir una cita con la psicóloga?

—¿Crees que funcionará? —Lo miró a los ojos.

—Yo creo que te va a ayudar mucho. Necesitas el apoyo de alguien más.

—De acuerdo, mañana buscaré.

A Demetrio le llegó un mensaje a su WhatsApp. Era Amarilis avisándole que ya estaba dentro del departamento.

En la vivienda donde estaba la chica, ella desde hacía tiempo estaba dentro de la cama y sentada, intentando calmarse por el dolor punzante que tenía en el costado, aun cuando se había tomado la pastilla, el dolor era intenso. Y se sintió peor cuando la madre de su jefe había insultado a sus padres y a ella también.

De a poco comenzó a quedarse dormida sosteniéndose el costado y con lágrimas rezagadas, antes de dormirse por completo sentada, dejó el celular sobre la mesa de noche y como pudo se acostó en la cama.

En la casa de los Cabassi, Demetrio le dijo a su madre que no tenía por qué tratar de esa manera a su asistente, la chica estaba haciendo un gran trabajo con su carrera y no tenía que haberla insultado como lo hizo.

—¿No te diste cuenta de que Mellea cambió apenas la conoció? Era bastante retraída antes y desde que se conocieron que ella la ve como una amiga.

—Es un disparate.

—Para Mellea no lo es, me dijo que si yo la había contratado fue porque era buena, y ella confía en su hermano. Así que, vas a tener que aceptar la amistad entre tu hija y mi asistente también. Y lo que dijiste de sus padres, fue desubicado de tu parte. Amarilis nunca te dijo algo malo y si te contestó así hace un rato fue para defender a sus padres y a ella misma porque la atacaste sin motivo. Solo porque no te gusta que sea mi asistente.

—Pudiste buscar una mejor que ella, más de tu edad, sensata, seria y sabiendo lo que quiere.

—¿Y qué te hace pensar que todo eso no lo tiene Amarilis? ¿Su edad? Hay chicas de su edad que piensan con coherencia, con los pies en la tierra y hay mujeres de mi edad o un poco más chicas que piensan tonterías y viven en una nube de pedos.

—Tiene razón Demetrio. No puedes pensar que porque es más joven que nuestra hija sea una chica sin los pies sobre la tierra —admitió Enrico mirando a su esposa.

—Si no fuese por ella, yo hubiera viajado mañana en tren durante cuatro horas o más, pero Amarilis decidió viajar hoy, estamos despiertos desde ayer a la mañana, no descansamos, llegamos a Florencia para el festival, caminamos después por la ciudad para encontrar un hotel disponible porque como tengo días libres, le dije de quedarnos en el centro de Florencia, pero Mellea llamó y mi asistente decidió venir, ella condujo desde donde estábamos hacia aquí, condujo teniendo un dolor atroz en el costado. Evitó tomarse la pastilla que le calma el dolor por miedo a que se quedara dormida en la carretera, es mi asistente no mi mula —dijo con el ceño fruncido y algo enojado aún—. Y eso también lo debes entender mamá —manifestó con seriedad—, le pago a Amarilis para que sea mi asistente en el horario laboral normal, no para que lo sea fuera del mismo, pero escuchó la desesperación de Mellea a través del teléfono y sin consultarme pidió el coche. Puedes pensar lo que quieras, pero Amarilis no necesita tu desprecio hacia ella, al contrario, se está descuidando su recuperación para tratar de ayudar a Mellea y a mí. En serio, que espero y quiero que después de esta discusión, las cosas cambien entre nosotros y que aceptes que tus hijos necesitan vivir su propia vida fuera de la casa de sus padres, nadie piensa dejar de visitarlos o de encontrarse en otros lugares, solo es la ley de la vida que deban hacer un nido aparte del nido parental. Me iré a dormir, buenas noches —habló y le besó la mejilla a su madre teniéndola abrazada de los hombros.

Luego le dio un abrazo a su padre, el cual este correspondió también.

Los padres se quedaron un rato más conversando y Zinerva diciéndole que cambiaría por el bien de todos y por el bien de ella principalmente, porque no quería que sus hijos la odiaran y que su marido tampoco le tuviera odio. Enrico la abrazó por los hombros, le dio un beso en la frente, apagaron las luces y caminaron hacia su dormitorio.

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