Once
En poco tiempo, descubrí porque besar era algo que la gente tanto deseaba. Lo había visto en películas, sabía que quitaba el sueño a muchísima gente, pero era tan ingenua que desconocía todo eso. Nos besamos no solo en la playa, en la rueda de la fortuna, en los puestos de comida, sino también en el auto, el hall del hotel y, finalmente, en la cama.
Rebotamos sobre la cama cuando caímos sobre el colchón, no sé cómo terminamos ahí y en realidad tampoco me importaba cómo. Con Declan los momentos eran demasiado borrosos por los sentimientos que estaba sintiendo a su lado. Ni siquiera recordaba cómo habíamos llegado a la habitación y mucho menos como estaba sobre la cama.
La misma cama que tanto me había dado miedo horas atrás y en ese momento me parecía lo más normal del mundo estar con él encima.
Su boca me buscaba y a mi no me importaba corresponderle de la manera que había aprendido con tanta facilidad. Nadie me había dicho que fácil podía aprender a besar o tal vez Declan tenía algo que me daba la posibilidad de aprender rápido. No me daba respiro y si bien al principio me pareció todo muy abrumador, yo misma comencé a sentir un hambre que jamás había sentido. Quería besarlo más y más, sin importarme en la situación en la que estábamos.
Sus manos habían estado todo este tiempo en mi cuello, sin dejarme escapar de su tacto y yo tampoco quería hacerlo, pero fue diferente cuando una de ellas fue hacia mi cadera. Sentí escalofríos en ese instante, como si su contacto me quemara y me generara miles de sensaciones diferentes.
—Creo que deberíamos detenernos —susurró sobre la piel de mi cuello, generando en mí una pequeña descarga eléctrica nueva. Sí, creía lo mismo pero no sabía que tanto deseaba eso en realidad.
No creía que pudiese perder con tanta facilidad el miedo por estar a solas con un hombre, pero en ese momento había mejorado bastante y estaba agradecida. Declan dejó un beso suave sobre mis labios y se alejó dejandome sola en la cama. El techo estaba demasiado limpio, no como mis pensamientos. Me quedé unos segundos observando la pintura, sin realmente verla, sino pensando en todo lo que había pasado y que tanto eso destruía mi imagen.
Había una realidad, si bien en mi país natal la reputación era realmente importante, mucho se hablaba y poco era real. No era común casarse virgen o sin haber besado jamás en su vida. Sabía que muchas habladurías eran mentiras cuando conocía las historias horribles que mis amigas habían vivido con otros coreanos. Se idealizaba mucho y nada era totalmente verdad.
No quería sentirme sucia, no cuando todo había sido demasiado bonito y perfecto. Declan se había encargado de volverlo así para mí y me preguntaba si lo había hecho con ese propósito. Para hacerme sentir bien.
—¿Quieres comer algo? Puedo pedir para los dos —comentó mientras se acomodaba la ropa y yo me sentaba en el borde de la cama. Lo observé por unos segundos comprobando lo bonito que era, lo bien que lucía con esa ropa y como parecía una persona totalmente despreocupada con su aire rebelde y divertido—. ¿Pizza? Aunque aquí tienen muy buena comida asiática...
—Nada como en casa —le respondí con una sonrisa—. Te encantaría Corea, la comida picante, la cantidad de platos...
—Me encantaría ir, algún día.
Nos quedamos en silencio cuando dijimos eso porque la idea existía, pero no sabíamos que estábamos seguros de querer lograr algo como eso. Ir a Corea significaba que tenía que cumplir el mandato de mi padre y eso no incluía en la ecuación a Declan. En ese momento, sentía que estábamos en una cuerda floja y ninguno de los dos quería caer. Las conversaciones podían ser un campo minado y un paso en falso haría estallar todo. Me pregunté por cuánto tiempo íbamos a vivir así.
—¿Te molesta si pido pizza y hablamos de trabajo? —me preguntó y negué con la cabeza. A fin de cuentas, habíamos pasado toda la tarde a los besos en vez de hacer algo por nuestros trabajos. El viaje comenzaba a ser una excusa para estar solos y ninguno de los dos quería dejar nuestra pasión.
Declan pidió comida y yo me bañé porque el calor de Los Ángeles era extraño para mí. Si bien estaba acostumbrada a temperaturas altas, me di cuenta que no del todo. O en realidad necesitaba limpiar mi mente de todo lo que había sucedido. Me puse el pijama más largo y cómodo que tenía y volví a la habitación.
Él estaba en el suelo, la caja de pizza abierta y movía la cabeza levemente con el sonido de su teléfono tirado junto a él. Me reí sin poder evitarlo porque la visión que estaba teniendo era una de las más graciosas que había visto en mucho tiempo. Declan era ese chico impredecible que me hacía reír con sus locuras.
—¿Tienen esto en Corea, uh?
—¿La pizza grasienta y asquerosa o Declan Scott? —le pregunté riéndome mientras me sentaba a su lado y apoyaba la espalda en la cama. La pizza tenía una pinta asquerosa, grasosa y fría, pero en ese momento tenía demasiada hambre como para quejarme.
—Son tan aburridos que no tienen ninguna de las dos opciones, puff.
Negué con mi cabeza mientras extendía mi mano y Declan le dio un pequeño golpe, cortando él como buen caballero que era. Estuvimos un buen tiempo comiendo, amando esa pizza asquerosa pero demasiado hambrientos como para quejarnos de eso. La música que Declan escuchaba era entretenida, como el soundtrack de una película romántica y me alegraba. También lo hacía su forma de ser, su sonrisa preciosa y su manera de mirarme.
Hablamos mientras comíamos, aunque yo trataba de no hacerlo por educación. Declan me contó las ideas que tenía para la novela y escuché atenta anotando todo mentalmente, sin poder dejar de ser la asistente de mi jefe. Encontrar una novela perfecta era complicado y sobre todo cuando todo podía estar en desventaja. La editorial Scott era nueva, teníamos que encontrar una manera de mantenerla y no fallar.
—Podemos entrar a plataformas y buscar lo más leído. Eso siempre ayuda —propuse mientras estiraba mis piernas sobre la alfombra del hotel. Declan se había puesto de pie pensativo, mirando por la ventana la ciudad que nunca parecía dormir—. Marcus siempre dice que ahí hay mucho más talento del que creemos y a Lizzie le encantaba leer ahí.
—Pero eso es por lo seguro. Buscar lo más leído, lo que funciona para ese tipo de gente. No quiero solamente llegar a lectores en plataformas, quiero llegar a todos —me explicó con determinación. Nunca había visto a Declan leyendo en su vida, aun así manejaba una parte de la editorial de su hermano. Marcus si era un lector y lo había visto mil veces interesado en novelas o leyendo alguna que otra.
Me limpié la boca con una servilleta y lo observé desde donde estaba. Declan no parecía ser el chico destinado a ser un editor y aunque yo amaba ese puesto, empecé a creer que él estaba destinado a algo más.
—Declan, no busco ofenderte ni algo así... pero, ¿has pensado que tal vez la editorial no es para ti?
El silencio reinó en nuestra habitación porque una canción terminó y la siguiente tardó en comenzar, con un instrumental muy largo. Declan llevó las manos a su pantalón y se quedó unos largos segundos observando las luces de la ciudad. Quise preguntarle mil cosas, tratar de entender qué le pasaba por la cabeza y si había estado mal, pero me mantuve firme con mi pregunta. De hecho, seguí.
—¿Te lo has preguntado alguna vez? Es decir, yo me lo pregunto siempre... pero estoy decidida. A veces... a veces creo que quieres hacer algo grande, pero no sabes qué.
—Siempre, Sunsun. Siempre.
Un pensamiento intruso llegó a mi mente y recordé que estábamos muy lejos de casa, con una idea que había salido de su mente y que se había formado casi de manera impulsiva. Declan solía hacer eso, tener sensaciones o movimientos impulsivos que podían mover montañas para ser logrados. Y cuando los lograba, se lo notaba vacío. A veces se obsesionaba con algo y luego lo abandonaba por completo. Mi mente fue más allá, buscó explicaciones y motivos por el comportamiento ajeno y una sola llegó a mi cabeza.
No.
No quería pensar en eso.
Me puse de pie para acercarme a él, alejando mis pensamientos preocupados y temerosos por su salud mental, esperando que todo fuese el diagnóstico acelerado de mis pensamientos. Me puse detrás de él y lo abracé por la espalda, apoyando mi mejilla en su espalda. Lo sorprendió al inicio, pero luego se dejó abrazar luego de dejar un largo suspiro. Sus manos se apoyaron sobre mis brazos y nos quedamos un rato ahí, con una bonita canción de fondo que hablaba sobre encontrarse.
Se dio vuelta con lentitud y yo lo solté con suavidad, llevando mis brazos a sus hombros. Una pequeña sonrisa salió de su rostro cuando comprendió lo que estaba haciendo en ese momento y me tomó la mano. Nos moviamos suavemente sobre el lugar, meciendonos en un baile tan lento e íntimo. Lo tenía tan cerca que sentía su colonia cara a mi alrededor y su respiración regular demasiado cerca.
Tal vez Declan no me había besado en el hotel, pero habíamos vivido ese momento en silencio que me había llegado al corazón. En ese momento sentí que éramos nosotros contra el mundo, con nuestros miedos e inseguridades. Bailaba de la mano de Declan sin importar que la música estuviera demasiado baja o que era hora de hacer algo con nuestras vidas. No teníamos destino, pero nos importaba más el viaje.
Desperté cuando la alarma de mi teléfono sonó y me di cuenta que me había quedado dormida en los brazos de Declan. Me levanté como pude del sillón y comprendí que nos habíamos quedado dormidos en algún momento sobre el sillón. El suelo estaba lleno de comida chatarra y la televisión encendida, con un mensaje si seguíamos viendo la serie. Obviamente nos habíamos quedado dormidos en algún momento y ninguno lo había notado.
Me incorporé como pude, sintiendo todo mi cuerpo adolorido por la mala postura y me dio algo de gracia ver la cama perfectamente armada y sin usar. Tanto miedo me había dado dormir con un hombre y había terminado haciéndolo. Aunque sobre un sillón.
—Declan, tenemos que ir a la productora. Levántate.
Le pedí mientras me perdía en el baño y salía a los veinte minutos. Necesitaba más tiempo para arreglarme, pero era lo mejor que podía hacer en ese momento. Declan estaba en la mitad de la habitación y me dio risa su expresión de sueño total. Tenía el cabello totalmente despeinado y la camisa mal abotonada.
—Hay que dormir de noche —lo molesté mientras lo ayudaba a ponerse bien la camisa. Por suerte, tenía una camiseta blanca debajo, aunque eso me hizo pensar que se iba a morir de calor. Mi cerebro también había pensado en que verlo sin camisa sería mejor. Pero no podía decirlo ni en voz alta. Iba a morir de vergüenza—. ¿Puedes seguir? Iré a robar lo que pueda para desayunar y nos veremos en... veinte minutos en el auto.
Asintió, dormido, refregándose la cara y cuando di un paso hacia atrás, tomó mi brazo. Mi cuerpo se golpeó contra el suyo y me dejó un beso en la frente. Me había olvidado que ahora podíamos hacer esas cosas, que estaba permitido.
—¿Te tengo que enseñar todo? Besos por la mañana, siempre.
Me sonrojé al entenderle y me reí un poco, dando un paso hacia atrás. Anotado: besos por la mañana o sino el señorito se enojaba.
—Si no te lavas los dientes no hay besos de mañana.
Puso los ojos en blanco y me soltó, porque los dos sabíamos que yo tenía razón. A regañadientes, lo vi caminar hacia el baño quejándose de lo injusta que era la vida, que él nunca tenía mal aliento y que era perfecto. Negué con la cabeza y abandoné la habitación por fin.
Con una buena taza de café, un muffin de arándanos que había robado y la energía de una niña exploradora, caminaba con mucha ansiedad por los pasillos del plató. Declan iba detrás de mi cansado, con anteojos negros y quejandose de lo temprano que era. A veces se callaba para tomar café, pero la mayoría del tiempo iba diciendo tonterías que yo no escuchaba.
Teníamos cita con las mismas personas y yo tenía algunas cosas preparadas. En la noche, mientras bailábamos y veíamos una serie, comencé a armar mi presentación para tratar de convencer a la autora. Tenía miles de ideas en mente y estaba segura que íbamos a lograrlo. Solo teníamos que demostrarle que nos necesitaba, crearle esa necesidad.
—No estoy muy segura de esto —dijo una voz y me detuve en seco antes de entrar a la sala asignada. La secretaría nos había indicado la sala de espera, pero yo quería estar lo más cerca posible de la sala de reunión. Declan se detuvo también, sobre todo porque yo me detuve en seco de la nada y fue una suerte que sus reflejos fuesen tan buenos—. Nunca he trabajado con una editorial, pero dudo que esta sea la indicada. Hice una búsqueda de Google del chico... y solo vi malas cosas.
—¿Le hiciste una búsqueda de Google a una persona?
La voz del CEO se escuchó y me quedé petrificada, porque sabía que estaban hablando de Declan y de la editorial. No sabía si quería escuchar a la gente juzgando a otra y mucho menos Declan. Sin embargo, nos quedamos porque estábamos demasiado sorprendidos por la situación.
—No te burles, necesitaba hacer un pequeño chequeo. Existen editoriales falsas y no iba a vender mi libro a dos chicos que vienen aquí a venderse solo porque eras amigo del dueño —la voz de la autora sonaba diferente a la vez anterior, como si tuviera asco—. Leí que el chico, el Declan Scott, es un niñito mimado de la sociedad de Seattle. Que la mayoría del tiempo se la pasa borracho de fiesta en fiesta y que tu amigo Marcus no sabe qué hacer.
Sentí a Declan tensarse a mi lado y quise echarlo, porque no tenía porque escuchar algo así de horrible. Sin embargo, los dos nos quedamos escuchando como si fuéramos masoquistas.
—No voy a darle mi libro a un borracho y a una niñita que se cree editora. Es mi primer libro, mi primera novela... lo siento, no lo haré no importa que me digan hoy.
Tal vez fue el miedo, tal vez quería que sucediera, pero en ese momento se me cayeron los papeles de las manos junto al café que estaba vacío. El ruido los sobresaltó y aparecieron en medio del pasillo para ver qué había sucedido. Declan estaba quieto en el mismo lugar que había estado todo ese tiempo y yo trataba de levantar las cosas que se me habían caído. Me temblaban las manos y quería ponerme a llorar fuerte. Una niñita que se cree editora. Eso era.
—Oh, maldición, no quería que escucharan eso...
—Yo seré un borracho, pero tú serás una escritora mediocre toda tu vida. Sigue escribiendo guiones para una serie horrible que seguro cancelan pronto.
Las palabras de Declan me sorprendieron y lo miré mientras me ponía de pie. Sabía que la mujer estaba siendo cruel con nosotros sin conocernos, pero podía llegar a entender su miedo al dejarnos su primera novela. Me quedé en silencio sintiendo que me estaba haciendo cada vez más chiquita y ellos más grandes, pero nada era así. Declan se dio la vuelta y se marchó, diciendo un millón de malas palabras que yo no quería repetir o escuchar.
—Lo siento mucho, Suni, no era mi intención...
—De verdad queríamos tu historia —susurré con mucha tristeza mientras daba un paso hacia atrás y ni siquiera me quedaba a escuchar sus disculpas.
Me encontré con Declan en el auto y quise hablarle pero me lo impidió completamente. Sabía que era complicado hablarle en ese momento y tenía que darle espacio, pero no podía. A fin de cuentas, a mi también me habían tratado mal. Apretaba el volante con fuerza mientras avanzábamos y no podía creer cómo alguien podía ser tan insegura o juzgona. Éramos dos personas inexpertas, sería nuestro primer proyecto juntos, pero eso no significaba que íbamos a hacerlo mal.
En un semáforo en rojo, Declan se bajó de la nada.
Descubrí que en Los Ángeles había un clima bastante inestable y cuando se bajó, la lluvia comenzó a caer sobre nosotros. Me quedé horrorizada al darme cuenta que Declan estaba solo bajo el agua y yo no podía estar ahí para él. Tenía que ayudarlo, se suponía que eso era lo que yo hacía. Pude aparcar cerca y bajé sin preocuparme en sacar el paraguas del bolso, porque tenía uno bonito y rosa que había comprado para un momento como ese.
Declan avanzaba con rapidez sin escucharme, contra el viento y la lluvia sin darme oportunidad de llegar a él. El viento era fuerte y me empujaba hacia atrás, haciendo más dificultoso ver por como me golpeaba el agua en la cara. ¡Que día horrible! El tiempo estaba tan feo como nuestro ánimo.
—¡Declan, por favor, para!
—¿Para qué? ¿Para qué quieres parar? ¿Para convencerme de que no soy un nefasto? —grtitaba enfadado. Habíamos llegado a la playa y Declan, ignorante de lo que podía pasar en una tormenta, caminó sin dudarlo. Me preocupaba lo que podía llegar a hacer y al mismo tiempo sentía que tenía que llamar a Marcus. Declan se estaba volviendo incontrolable para mí—. ¡Soy un fracaso! ¡Un borracho!
Me quité los zapatos para caminar mejor y no fue la mejor opción, pero sí una que sirvió para avanzar por la arena empapada. Como sospechaba, la playa no era la mejor opción para una tormenta y la gente corría en busca de un techo. No solo los truenos eran peligrosos, sino también las ventiscas de arena. En mi país solíamos tener muchas debido a las lluvias insoportables que vivíamos.
Él empezó a quitarse la ropa mientras avanzaba hacia lo que más temía, el mar. Comencé a entrar en pánico mientras no podía alcanzarlo y cada vez estaba más lejos de mí. Lo perdía, lo estaba perdiendo en ese momento mientras me dejaba sola en la plata. La lluvia se hizo más fuerte y me costó verlo. De repente, me sentí sola en medio de una tormenta de arena, lluvia y mis propias lágrimas.
Había encontrado a Declan y lo había vuelto a perder.
Nota de autora:
No me toquen, estoy llorando.
Les cuento que esta novela es cortita, no llega a los 20 capítulos asi que disfruten que estamos entrando del conflicto más grande, segundo acto. Preparen servilletas.
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