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» 37 «

Estaba impaciente y asustada, esperando que el día acabara pronto.

Sin embargo, apenas había empezado y las voces de los profesores, compañeros y personas ajenas, harían que cada hora fuese un verdadero tormento.

Hunter no me volvió a hablar, pero parecía querer hacerlo, porque su mirada reflejaba aquella tenue resistencia quería salir a flote y arrastrarme consigo. Completé las primeras actividades planificadas para esa jornada y, al ser la primera en encontrar un tema de resumen, había avanzado en la redacción.

Quería terminar e irme lo más pronto posible.

Pero, fue un verdadero reto poder escribir y me frustraba no poder sujetar adecuadamente el bolígrafo, porque me dolían los dedos al ejercer presión, por lo que mi letra era ilegible. Supuse que quizá la profesora lo había hecho a propósito.

Y no me importó, en absoluto.

Me acerqué a la profesora Freeman para que revisara y calificara mi trabajo.

—Vaya, sí que tiene mucha prisa, señorita Roux —comentó ella con una sonrisa alegre, recibiendo mi cuaderno de apuntes.

Encogí los hombros en un gesto desinteresado.

Ella, la clase entera y yo guardamos silencio.

Moví la cabeza con disimulo para ver el avance de mis compañeros, pero estos estaban concentrados en sus apuntes que yacían encima de sus escritorios. Nadie se movía, solos sus manos parecían tener vida propia y eso me intrigó.

(Ven con nosotros, Miranda).

—¿Qué hará esta noche? —preguntó de repente la profesora sin verme.

—¿Disculpe? —me sobresalté al escuchar sus palabras.

(Ya es hora).

—¿Cómo está su prima?

(Intrusa).

—¿Holly? Ella... Bien... eso creo.

No supe con exactitud cómo la profesora Freeman sabía que Holly estaba en casa, tal vez entró en mi mente y...

(Intrusa en Hillertown).

—Me alegro bastante.

La profesora me devolvió el cuaderno, todavía con aquella rara sonrisa en sus labios y sus ojos dorados no se suavizaron.

—¿Me puedo ir ya? —le pregunté.

(Ven con nosotros, Miranda).

—Sí, claro —dijo ella.

(Hazlo ahora).

—Gracias —murmuré.

(No podemos esperar).

—Tenga mucho cuidado, señorita Roux —repuso ella. Pero, había sondado como una especie de advertencia o amenaza.

Con nerviosismo, guardé todas mis cosas y comencé a caminar en dirección a la puerta. Sin embargo, eché un último vistazo a la clase y advertí que todas las miradas estaban puestas en mí, incluso la de Hunter.

Aceleré el paso y abandoné los pasillos, una vez fuera, el aire fresco me trajo un alivio.

Volví a casa y lo primero que hice fue quedarme con Holly toda la tarde, platicando. Le hice un resumen de todo lo que había sucedido, aunque tuve que omitir ciertos detalles para que ella no sospechara del comportamiento errático de Hunter.

—¿Y funcionó? —preguntó ella.

—Sí, eso creo.

—¡Felicidades, Miranda! Menos mal que pudiste salir a tiempo de esa terrible relación, la cual pintaba ser muy mala para ti y tu salud emocional. ¿Cómo te sientes?

—Bien, creo.

—¡Genial! Yo por eso prefiero estar soltera.

—¿En serio? Pero, si eres muy guapa...

—Dante es guapo y está soltero —Holly encogió los hombros—, supongo que es decisión de cada persona qué hacer con su vida.

—Tienes razón.

Estábamos en mi habitación, tratando de administrar bien nuestra hora de descanso contando nuestras desgracias y darnos uno que otro consejo. Aparté la vista y miré por la ventana, la cabeza de lado y entrecerré los ojos.

Las paredes se alargaban más y más las sombras, como si intentaran alcanzar algo amenazante y lejano. Luego, con una lentitud abrumadora, el cristal desapareció. Podía sentir el aire gélido y el mundo quedó inmerso en una capa de penumbra, parecida a un eclipse, el mismo que...

Juraría que por el cristal había una figura mirándome con atención.

Dos puntos rojos sobresalían y...

—A propósito, ¿te puedo preguntar algo?

Pegué un sobresalto y sacudí la cabeza, había sido parte de mi imaginación.

—Claro, dime.

—¿Qué son esas cicatrices en tus brazos? La noche anterior, cuando tú pintabas...

—Nada, no es nada —respondí, nerviosa.

Holly se acercó a mí, y dijo:

—¿Qué te hizo eso?

—Nadie.

—Miranda, si tus padres te hacen daño físico o psicológico, debes buscar ayuda...

—¡Estoy bien!

—No es verdad, Miranda. Te despiertas por las noches, pareces huir de algo todo el tiempo y ahora que dejaste a tu novio, te volviste muy callada. ¿En serio pretendes que te crea?

Escuchaba todo en completo silencio, con los ojos vidriosos y la mirada en blanco. Quise realizar un par de comentarios y también varias observaciones falsas que eran habituales de mí; pero lo único que logre decir es que lo lamentaba mucho y que no volvería a pasar.

—Claro, lo siento —murmuró Holly—. Solo intentaba ayudarte. Parece que el pueblo entero está dispuesto a darte la espalda.

Y eso era completamente cierto.

Holly se hizo a un lado y guardó silencio.

Me sentí culpable por mi arranque de ira, ella no merecía esto, solo quería ayudar y yo había actuado como una tonta. Me prometí que se lo contaría, le contaría todo y esperaba que ella no me dijera loca y que había inventado cada detalle.

Después de cenar, Holly y yo nos entretuvimos viendo una película; mamá y papá nos sugirieron que evitáramos dormirnos tarde.

Ambas obedecimos.

—Hoy estuvieron muy callados —murmuró Holly.

—¿Quiénes?

—Tus padres.

—Ah... sí, es verdad.

—¿Siempre han sido así? La verdad me parece que no, recuerdo que ellos buscaban temas para platicar, pero... ahora parece no interesarles nada —explicó Holly, preocupada—. Ya se han ido a dormir y no preguntaron nada acerca de ti, del colegio o algo relacionado a Hunter.

—Deben estar cansados por tanto trabajar —comenté.

Holly no estuvo de acuerdo conmigo.

—Bien, creo que ya es hora de dormir —repuse con una sonrisa.

—En un momento te alcanzo —dijo mi prima.

Asentí con la cabeza, abandonando la sala y subiendo por las escaleras.

Minutos después, mientras Holly se cambiaba para poder dormir cómodamente, pasé al baño para refrescar mi rostro. Sin embargo, sobre el lavabo, encontré un bulto pequeño, de una textura áspera y de aspecto rocoso. Alargué la mano y lo tomé.

Temblando frenéticamente, contemplaba la galleta que sostenía ante mis ojos. ¿Cómo llegó hasta aquí? ¿Hunter se atrevió a depositarla sin que me diera cuenta? Si es así, ¿por qué hizo tal cosa? ¿Para molestarme, quizá?

Se lo preguntaría luego, de momento partí la galleta con furia y saqué el papelito que guardaba en su interior.

Aturdida, tuve que leer la inscripción más de una vez, tratando de darle sentido a cada palabra, porque no creía nada de lo que estaba escrito:

Tiempo y redención final.
El regreso glorioso muy cerca está.

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