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Me acuesto y cierro los ojos.

(Intrusa).

Al abrirlos, mis pensamientos se transforman con una rapidez envidiable y llego a la conclusión de que, lamentablemente, mi rutina jamás volverá a ser la misma...

(Intrusa en Hillertown).

Bueno, quizá un poco.

La estadía de Holly aún no cumplía una semana y presiento que ha notado el cambio en el entorno, y no por el aire denso y agitado precisamente, porque la energía en las calles, en los restaurantes, en el parque incluso en el colegio, parecía ganar fuerza y eso me asustaba.

(Intrusa).

Sí, las voces también.

Caí en cuenta que Holly no las escuchaba, o fingía no hacerlo, porque no mostraba signos de alteración cuanto estas se referían a ella.

(Intrusa en Hillertown).

Me repetía que tal vez mi mente me engañaba y me hacía creer que me encontraba en una jaula llena de hostilidad oculta, y lo peor era que aún me oponía y no quería aceptar que todo eso era verdad. Una verdad cruel y peligrosa.

(Hay una intrusa en Hillertown).

Sé que por las situaciones pasadas, me encerré en una burbuja de dolor y pesar, evitando con rudeza hacer algún tipo de contacto con cualquiera, eso contaba a mis amigos y familiares más cercanos.

Y Hunter, también.

Si bien mi relación con él pintaba maravillas de principio a fin, sentía que algo importante hacía falta, algo que pasaba ante mis ojos y no era capaz de darle forma. Parecía una cortina de humo que me distrae de mi entorno y me invitaba a deambular en otra realidad.

Pues desde de lo ocurrido en el restaurante chino, el reloj de arena, los dibujos y las voces, nada parecía encajar

—¿Ya notaste sus ojos? —indicó mi prima el otro día, mientras íbamos de compras en el centro de Hillertown.

—Sí, debe ser una enfermedad o algo —respondí.

—No creo —repuso Holly, mirando con disimulo a las personas—, parecen... ser del mismo color. ¿No te parece raro?

No supe qué responderle.

Sin embargo, sé que ella ha notado que algo no andaba bien conmigo.

Amabas dormíamos en mi habitación, yo no tenía ningún inconveniente con respecto a eso, porque su compañía era agradable y tenerla cerca me ayudaba a controlar mis emociones que me atormentaban. Pero, recientemente, eso cambió.

Unos ruidos la despertaron a mitad de la noche y al tratar de advertirme lo que pasaba, descubrió que yo no dormía a su lado. Desconcertada, apartó las sábanas y activó el interruptor de la luz; cayó en cuenta por qué no estaba en la cama.

Era yo la que hacía los ruidos, al tratar de dibujar con mis uñas destrozadas, aquel paisaje que llevaba semanas haciendo en las paredes, en el suelo y la puerta, solo que esta vez con mi propia sangre que brotaban de la punta de mis dedos.

—¡Miranda, detente! —escuché su voz en la lejanía.

Holly corrió y me detuvo, me despertó y trató de encontrar una explicación a mi raro comportamiento.

—Esto... esto...

Jadeando, me llevó al baño.

El ardor en mis dedos aceleraba el pulso de mi corazón.

—Sufro de sonambulismo —le mentí, entrando en pánico—, llevo tiempo queriendo controlar eso, pero no he podido.

—Shh, tranquila, tenemos que curarte.

Me dolían las manos y la sangre empezaba a secarse ya; Holly no dudó un segundo y buscó algo para curar mis lesiones. Una limpieza profunda y dolorosa reveló que parte de mis uñas estaban dañadas.

Fui llevada al médico para recibir pronta atención y seguir un estricto tratamiento, que actualmente alivia los dolores, porque a medida que mis uñas nuevas crecen y reemplazan las dañadas, el escozor no permitía que realizara actividades ordinarias con normalidad.

Por ahora, mi vida daba asco, lo admito.

Y no estaba acostumbrada a eso, en absoluto.

—Espero que hoy sea un día estupendo para ti —dijo Holly, sentada conmigo en la cocina.

—Gracias, lo mismo deseo yo —respondí.

—¿Dónde piensas hacerlo?

La mirada de Holly era comprensiva.

—Afuera del colegio.

—Será todo un espectáculo —repuso Holly.

—Esa es la idea.

Le había contado a ella lo que pensaba y estuvo de acuerdo conmigo.

Holly afirmó que lo notaba y creían que Hunter poseía un tipo de poder que provocaba daños a los demás y disfrutaba hacerlo. Eso me aterró bastante.

Pero, tenía sentido.

Por ese motivo, aquel mismo jueves iba a cortar con Hunter e iba a pedirle que dejara de ser un idiota, porque no ganaba nada haciendo males a las personas que intentaban ser buenas conmigo.

(Intrusa en Hillertown).

Luego de internarlo varias veces, no podía bloquear el murmullo colectivo en mi cabeza.

(Intrusa en Hillertown).

Tal vez si los ignoraba, dejarían de hacer tanto escándalo.

(Intrusa en Hillertown).

Antes de abandonar mi habitación, me fijé que el flujo de la arena del reloj estaba hasta el tope: el tiempo se iba agotando. Parpadeé un par de veces, confundida.

Guardé mis llaves y finalmente me alejé, siguiendo mi ruta hacia al Colegio Bryn.

Papá fue temprano al trabajo, así que tuve que esperar sola el bus.

Me sentía incomoda, ya que no estaba acostumbrada a realizar actividades tan ordinarias como esa, sin la compañía de alguien que me generara confianza y seguridad. Especialmente en un medio de transporte bastante grande, que permitía la entrada a gente agradable, otras no tanto y quizá uno que otro pervertido al acecho.

Me mantuve en alerta durante la trayectoria, que duraba al menos unos veinte minutos.

Ya en el colegio, las cosas teñían una situación todavía peor.

Se sentía fuera de lo normal.

Encontré a Hanna al pie de las escaleras, movía una de sus piernas de forma impaciente, con la mirada fija en un punto en concreto a la distancia; Cliff estaba con ella y me saludó al verme llegar.

—Creí que no vendrías.

(Es hora de entregarte a él, Miranda).

—Lo pensé, ¿sabes? —respondí, sonriendo.

Hanna reaccionó de inmediato sacudiendo la cabeza, aclarando sus sentidos.

—¿Has hablado con Hunter? —preguntó Cliff.

Los ojos dorados de mis amigos emitieron un destello inquieto.

(No te resistas más).

—No, la verdad no —repuse.

—¿Qué piensas hacer? —quiso saber Hanna.

(No podemos esperar).

Rendida, le contesté:

—Cortar con él. Supongo que ya era hora.

(No lo hagas).

—Bien por ti, cariño —comentó Hanna con una sonrisa.

(No lo hagas).

Los tres guardamos silencio, contemplando la parte externa del colegio. Varios estudiantes pasaban a nuestro lado y nos ignoraban completamente; vi pasar al director y aparté la vista, nerviosa.

—Hace frío, ¿no? —murmuró Cliff de repente.

Moví los ojos por puro instinto más allá de mi entorno.

(El Circulo).

—El pronóstico de hoy no decía nada sobre bajas temperaturas —comentó Hanna.

(Es ahora).

—Será mejor que entremos ya —expresó Cliff, retrocediendo.

(Tu hogar).

Hanna y yo la imitamos, pero, cuando giré sobre mis talones, choqué contra una superficie sauve y delgada. Di un traspié y, tratando de recuperar el equilibrio, me aferré a la pared más cercana a mí.

Primero noté el brillo en sus ojos, fue aumentando hasta adquirir un color dorado; eso hizo que mi respiración se acelerara, mi corazón saltaba en mi pecho y mi cuerpo se agitaba al advertir su presencia muy cerca de mí.

Era Hunter.

Y parecía furioso.

—Necesitamos hablar, Miranda.

—No, Hunter —declaré con irritación—. Se terminó. No me busques más.

—¿De qué estás hablando?

—Eres una amenaza para mí —siseé, apretando los dientes—. No quiero verte.

(No lo hagas)

(Detente)

—No lo entiendes, Miranda.

(A salvo).

(Estarás a salvo).

—Claro que lo entiendo, Hunter. Tú...

—Ven conmigo al refugio —rogó Hunter, tomando mi brazo a la fuerza.

(No te resistas).

—Estás loco —luché por liberarme y lo logré, aunque su agarré dejó marcas rojas en forma de sus dedos sobre mi piel. Gruñí al sentir el ardor que empezaba a sentir.

(Estarás a salvo).

—El refugio nos espera —repuso Hunter, avanzando de manera peligrosa—. Todos nos están esperando.

¿Ellos? ¿Todos? ¿A quiénes se refería?

(No te resistas más).

(Sabemos qué hacer contigo).

—¡No! —chillé—. ¡No quiero verte!

Salí corriendo en dirección al salón de clases, bajo la mirada desafiante de los ojos dorados que inundaban todo el colegio.

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