» 27 «
—¿Cómo me encontraron? —pregunté en un hilo de voz.
—Recibimos un reporte en la Estación de Policía, era sobre una aparente desaparición que sucedió al atardecer —el policía habló con firmeza—. Hay ocasiones en las que una desaparición no es más que una confusión, sin embargo, hay un tiempo establecido para esclarecer una denuncia de manera inmediata.
Intentaba procesar sus palabras.
Por un momento creí que mi mentira había sido descubierta.
Así que esperé, fingiendo estar atenta a lo que escuchaba.
Sin embargo, me sentía mareada y muy cansada, desde luego.
Entonces reparé de inmotivado el sabor de la sangre en mi boca, que era algo al que no estaba acostumbrada. Sin embargo, el aroma duró poco tiempo y algo en mi interior se revolvió. Era como si un hilo grueso tirara en lo más profundo de mis entrañas y se alzaba como humo ardiente.
Tras unos segundos de consternación, nada pasó pero seguía digiriendo aún el sabor metálico de la sangre.
—... de las unidades se presentó, realizaron varias preguntas y sus padres afirmaron que usted aún no estaba de vuelta en casa —el policía, no mayor de cuarenta años, se cruzó de brazos y me miró con algo de intriga—. Efectuamos una búsqueda en los lugares más cercanos, ya que no necesariamente tienen que pasar 24 horas para poder acreditar una desaparición... espere, ¿está segura que no quiere que la llevemos al hospital? Se ve usted muy pálida.
Parpadeé un par de veces.
—No, descuide. Solo quiero irme a casa.
—De acuerdo. Por ahora, será mejor esperar a sus padres.
Y eso hice.
Busqué mi teléfono con aparente tranquilidad y reprimí las lágrimas al ver los mensajes, las llamadas perdidas y diversas notificaciones disponibles en mis redes sociales. Algunos eran de Hanna, otros de mamá y papá, y... también de Hunter.
Mi corazón dio un salto de alegría en mi pecho y empecé a temblar.
Había funcionado.
Realmente había funcionado.
La verdad me sentía feliz y muy emocionada, y podría decir que hasta nostálgica, porque estaba deseando que llegara este momento y ahora era incierto lo que me esperaba... solo temía que mis padres o mis amigos no se enteraran.
¿Cómo puede ser eso real?
Es decir, ofrecí un reloj y... ¿eso trajo a Hunter de vuelta? Yo no creía en la magia y cosas así, solo que el efecto parece poco creíble.
Aparté ese pensamiento de mi cabeza lo mejor que pude.
Minutos después, cuando mis padres finalmente llegaron, lo primero que hicieron fue preguntarme si estaba bien. Ambos me abrazaron, llenos de ansiedad. Mientras yo formulaba una respuesta, que parecía poco alentadora, les pedí que me llevaran a casa.
Sin embargo, la policía los retuvo un buen rato y les hicieron varias preguntas.
Minutos después, nos dejaron ir.
Durante la trayectoria, con los ojos ya cerrados, no dejaba de pensar en lo sucedido. De reojo podía advertir que mis padres murmuraban y hacían gestos en mi dirección, sin darse cuenta que yo no estaba totalmente dormida.
Al llegar a casa, lo primero que hice fue subir a mi habitación y dormir.
Pero, la mirada seria y amedrentadora de papá no pasó inadvertida y me decía que llevarían a cabo un interrogatorio más profundo y exhaustivo que la que me hicieron los policías. Así que, mientras me quedaba dormida, pensé en las posibles preguntas que me haría y también mis respuestas que usaría para defenderme.
Afuera, podía escuchar un ruido que era amortiguado por las paredes.
Pronto el agotamiento, el hambre y mi agitación me derribaron con facilidad y no hubo nada que interrumpiera mi ansiado descanso.
Dormí once horas seguidas.
Al abrir los ojos, noté que el silencio en mi habitación era gradual. Estaba enredada en las sábanas, entonces estiré las piernas y los brazos, escuchando un leve crujido de mis articulaciones. La desorientación trajo consigo un ligero malestar en mi cabeza.
Me puse derecha, apreciando mejor la ventana con las cortinas corridas y la penumbra que bañaba cada rincón de mi dormitorio.
Abajo, probablemente en la sala, podía escuchar una melodía suave, tranquila y relajante que me hizo sonreír. Por el ritmo musical y la ejecución propia del piano, supe que se trataba de Spring Waltz, de George Davidson. Era una de las favoritas de papá y no me sorprendía que la escuchara en un momento tenso como este.
Además, significaba que él conversaría conmigo sin alterarse demasiado.
Me di una ducha caliente, sin mucha prisa. Cuando acabé, me sentía mejor. Lamentaba que el agua no me quitara aquella carga de culpabilidad que sostenía, aun así, me armé de valentía y me hice cargo de ella.
Tardé en secarme el cabello, como era de esperarse. Luego, elegí ropa cómoda para usar, una vez hecho eso, bajé a la cocina.
Era momento de enfrentarme a mis padres.
—¿Cómo te sientes? —murmuró papá al verme entrar.
Di un respingo y me detuve.
Además, me di cuenta que la música provenía del teléfono de papá, conectado una pequeña pero potente bocina instalada por encima del refrigerador.
Retomé el paso y me senté, frente a ellos, con la expresión relajada.
—Mejor, desde luego —dije, sonriendo.
—¿Quieres comer algo? —murmuró Mamá, que estaba sentada en la mesa, junto a papá.
—Sí, por favor.
Se puso de pie y me sirvió una taza de café humeante.
—Bebe esto, mientras te sirvo lo demás.
Asentí con la cabeza.
Papá se aclaró la garganta de manera intencional y apagó la música.
Apreté los dientes y me preparé para el inminente bombardeo.
—Dime, Miranda, ¿qué hacías en el Cementerio Stone?
—No... lo sé, papá.
Él arrugó la frente.
—¿Hunter tuvo que ver con todo esto? —cuestionó y fue como recibir una bofetada.
Estaba muy nerviosa e incómoda.
Y no era por el cambio en mis hormonas de cada mes, precisamente.
—¿Hu-unter? —me costó pronunciar su nombre, casi como si estuviera hecho plomo y no me permitía seguir hablando—. ¿Por qué él haría algo así? —repuse, sintiéndome inquieta por dentro.
(Entrégate a él, Miranda).
(Entrégate a él).
—¿Entregarme? ¿Qué quieres decir con eso, papá?
—¿Actuaste sola? —remató papá, cruzándose de brazos en un gesto impaciente y endurecido.
—¡Claro que no!
—Estamos en 2012, Miranda. El mundo cambia y a veces la vida promete mucho, excepto que tú uses la cabeza de forma coherente alguna vez.
—¡Papá! —exclamé, al borde de las lágrimas—. ¿Por qué me dices eso?
(Hazlo ahora, Miranda).
—¿Hacer qué cosa, papá? —chillé, desesperada.
Él se volvió para verme, completamente irritado.
(Te estamos esperando).
Las voces se mezclaban y se perdían en mi cabeza.
(Ya es hora).
—¿Hora de qué?
—¿Es cierto que incendiaste el cementerio?
—Qué tontería. Jamás hice eso. Ni siquiera soy capaz de quemar una indefensa hormiga usando una lupa —le reclamé.
—Sí, me queda claro.
El rostro de papá se suavizó.
Fatal. Me sentía fatal, aún más porque no entendía nada.
El comportamiento de mis padres me tenía más preocupada que mis acciones.
(Eso es, Miranda. Lo haces muy bien)
—¿Quién dijo eso?
Él me miró con impaciencia.
—¿Decirte qué?
—Entregarme y hacer no sé qué cosa...
—¿Te sienes bien?
—¡Sí, claro que sí!
—De acuerdo, ve a descansar, entonces.
Sacudí la cabeza, aturdida.
—¿Qué? ¿No van a castigarme ni nada?
—¿Por qué lo haría? —preguntó papá.
—Hice mal las cosas...
—Al menos estás con nosotros, sana y salva.
—Pero...
—Será mejor que descanses. Mañana tienes que ir al colegio —repuso papá, con calma.
No quise cuestionarlos o empeoraría las coas. Además, tenía toda una historia armada para poder defenderme de ellos, pero al parecer, no la usaría.
Y eso estaba bien, después de todo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro