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—¿Estás nerviosa? —preguntó Hanna.

—Demasiado.

—¿Llevas lo necesario?

Examinó mis expresiones y mis gestos un tanto frenéticos.

—Por supuesto. ¿Creíste que me olvidaría del mínimo detalle?

Encogió los hombros sin exceso de preocupación.

—Siendo honesta contigo, sí.

Miré a Hanna con enojo fingido.

—¿Cliff sabe de esto?

—Claro que no. Me pediste que no le dijera nada a nadie, ¿recuerdas?

La miré con aprobación.

—Gracias, Hanna. Te debo una.

Ella chasqueó la lengua.

—Tonterías. Recuerda que es un placer ayudarte.

Suspiré, tratando de relajarme.

Estábamos en los baños, a pocos minutos de que nuestro descanso finalizara. Éramos las únicas que ocupábamos aquel sitio. Hanna me estaba ayudando a arreglar mi cabello y aplicarme algo de maquillaje.

—¿A qué hora piensas ir al cementerio? —me preguntó.

—Después de clases. Así puedo usar la excusa de tener que ir a la biblioteca.

Mientras ella acomodaba los mechones sueltos de mi cabello frente al espejo, me dio un ligero empujón con las costillas.

Protesté, devolviéndole el empujón.

—¿No crees que ya estás abusando de la confianza de tus padres? —me regañó Hanna.

—Juro que esta será la última vez.

Hanna resopló y entrecerró los ojos.

—Sí, claro.

—¿En serio no me crees?

—Lo intento —respondió sin entusiasmo—. Bien, creo que ya quedó —dijo en voz baja—. Te ves preciosa, ¿a qué sí?

Por suerte, el asunto del maquillaje pudo ocultar el enrojecimiento de mis mejillas.

Arregló las arrugas que se atrevían a asomarse en mi ropa y esbozó una sonrisa.

—Ya es hora.

En un intento de hacerme ver presentable para la ocasión, volvimos a clases junto al torrente de estudiantes que se disponían a hacer lo mismo. El cuchicheo de mis compañeros estaba en pleno apogeo y algunos voltearon a verme al momento de entrar.

Cliff me guiñó el ojo en señal de aprobación.

Ocupé mi lugar, algo nerviosa.

Luego de tantas semanas de evadir aquella dolorosa idea, esa tarde por fin sería la primera y muy probablemente única vez que visitaría la tumba de Hunter. Se había vuelto una obsesión negarme a hacerlo, porque me sobraban razones. Pero, aquella nueva oportunidad quizá me haría replantear mis sueños y objetivos en esta vida.

Aunque Hunter ya no esté en ella, lo que vendría después, será siempre por él.

No le tomé tanta importancia a los temas que impartió el profesor Miller, mi mente estaba en otro lugar que no fuese el salón de clases y el ajetreo a mi alrededor.

Mientras veía que mis compañeros guardaban sus cosas y algunos se disponían en marcharse, me quedé en mi lugar y esperé que la clase estuviera vacía, excepto por la presencia eventual de Hanna y Cliff.

Ella se aproximó en mi dirección.

—¿Estás lista?

Cliff le serpenteó entre los escritorios y se unió a nosotras.

—¿Lista para qué? —quiso saber él.

—Vaya, creí que no volverías a hablarme —le reprochó Hanna, cruzándose de brazos.

—Lo siento. Siento no responder tus llamadas y numerosos mensajes —Cliff se rascó la nuca—. Es que no me he sentido bien últimamente y, para evitar problemas, decidí que sería prudente no involucrarte en mis asuntos —me miró, melancólico—. Lo mismo va para ti, Miranda. Sé que no ha sido fácil lidiar lo de Hunter y créeme, quisiera hacer algo para ayudarte.

Acepté sus disculpas y traté de entenderlo, ya que en más de una ocasión hice lo mismo.

—No te preocupes. Hanna y yo te extrañamos, pero, hay algo que creo necesitas saber.

Hanna y yo intercambiamos una mirada furtiva, llena de desconsuelo.

—¿Es eso completamente necesario?

—Si no quieres hacerlo, por mí está bien —aclaró Cliff.

Mi sonrisa estaba cargada de pena y aflicción.

—No es nada malo. En realidad, solo iré a visitar a Hunter y dejarle una cosas —me levanté de mi asiento, colgué la mochila en mis hombros y eché a andar; con Cliff y Hanna siguiéndome los talones—. No lo he hecho desde que fue enterrado y si no lo hacía aunque fuese una sola vez, jamás me lo perdonaría.

—Ya, entiendo. ¿Quieres que vayamos contigo?

Hanna chasqueó la lengua.

—No, bobo. Tiene que hacerlo ella sola —le explicó—. ¿Sí recuerdas que es algo personal y es importante darle privacidad?

—Oh, sí, es verdad. De acuerdo, entonces te acompañaremos hasta que tú nos digas cuándo es momento de dejarte, ¿está bien?

—Se los agradecería —respondí.

El Cementerio Stone quedaba a unas cuadras de distancia entre el Colegio Bryn, para llegar allí, teníamos que cruzar parte de la 7ª avenida al Sur y algunos lugares que Hunter y yo frecuentábamos tiempo atrás.

El trayecto resultó agradable, ya que Cliff y Hanna no paraban de hacer bromas y hacerme reír con comentarios sarcásticos.

A unos metros de la entrada al cementerio, paré en seco y suspiré.

—Chicos, creo que debo seguir yo sola —murmuré, mi pecho subiendo y bajando en una mezcla de miedo y emoción.

Hanna asintió y, por su expresión, me pareció que estaba dudando.

—Ten mucho cuidado —pidió ella.

—Llámanos, por si pasa algo —sugirió Cliff.

—Está bien. Nos vemos.

Todavía no había dado los primeros pasos, cuando unas manos me detuvieron y me hicieron girar sobre mi eje. Era Hanna y estaba muy nerviosa.

Me abrazó y me apretó con fuerza.

—¿Qué pasa?

—La tumba de Hunter se sitúa en la parte norte, del lado derecho hay una estatua de un ángel sosteniendo un libro y en sus alas cuelgan unas cadenas —dijo en voz baja—. Creo que tenías que saberlo.

—Gracias, Hanna.

Finalmente me soltó.

Me alejé lo más rápido que pude y me interné en las vías irregulares del cementerio.

La ubicación que me había dado Hanna no era del todo precisa, sin embargo, logré orientarme, leyendo los nombres de los fallecidos tallados en su lapidas y también de las decoraciones que me parecían recientes que la mayoría.

Tardé varios minutos en hallar el sepulcro, la cual decía:

Hunter Armentrout

Diciembre 1994 / septiembre 2012
"Vive en la memoria de su familia y seres queridos"

Mi estómago se sacudió al ver la edificación donde estaban depositados los restos de Hunter, y junto a él, estaba la de su padre. Las dimensiones del mausoleo familiar eran considerables y los materiales que habían usado eran sofisticados. En el interior había muchas flores y decoraciones fúnebres; incluso habían colocado en lo alto una foto suya enmarcada.

Únicamente una reja era lo que nos separaba.

Detrás de mis ojos estalló una oscuridad y tan pronto como no quise, estaba llorando.

—Lo siento, Hunter. Lo siento tanto...

Apreté con fuerza una de las barras y sentí que me clavaba las uñas hasta hacer sangrar mi mano

—Lamento no haber venido antes y sin embargo, aquí estoy.

Me recosté sobre verja y traté de calmarme.

—Solo quiero que sepas que te amaré, te amaré por siempre. Pero... tengo que dejarte ir —sollocé.

Rebusqué en mi mochila y tomé su reloj con cuidado para no estropearlo.

—Esto es lo único que me queda de ti. Y lo apreciaré con mi propia vida.

Cerré los ojos y seguí llorando.

—No te olvidaré, Hunter. Jamás lo haré...

Haciendo memoria de los mejores momentos que habíamos pasando Hunter y yo, el valor de su amistad, la confianza que se tenía a sí mismo y a nosotros también; las veces que hacía de su presencia algo bueno y lo bien que toleraba las diversas situaciones, me quedé dormida.

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