(21) Romper vínculos
La tensión en la sala es palpable, cada mirada dirigida hacia nosotros cargada de juicio y sospecha. Puedo sentir cómo se clavan en mi piel, haciendo que mi corazón lata con fuerza y mi respiración se vuelva pesada.
Oliver y yo intercambiamos una mirada, ambos conscientes de que algo muy grave está sucediendo, aunque todavía no entendemos qué.
—Me temo que hay algunos asuntos... delicados que deben discutirse —dice mi padre, su voz impregnada de un tono casi triunfal—. Asuntos que podrían afectar el futuro de nuestras familias y de todo el reino.
Mi corazón late con fuerza mientras me pregunto qué ha podido contarles. ¿Ha revelado lo que pasó en el hospital? ¿Ha manipulado la situación para su propio beneficio? Cada segundo que pasa aumenta mi miedo y mi incertidumbre, y me siento más perdida que nunca.
Padre, ¿qué es lo que has hecho?
El duque Henri da un paso adelante, su rostro grave y sus ojos fijos en los nuestros.
—Malik Al Rashid nos ha hecho saber que hay preocupantes rumores sobre mi hija, la princesa Gabriella —comienza, su voz solemne—. Rumores que, de ser ciertos, pondrían en riesgo no solo el compromiso entre Layla y Oliver, sino la estabilidad de nuestras naciones.
Oliver frunce el ceño, su mirada se endurece al dirigirse a mi padre.
—¿Qué clase de rumores? —pregunta, su voz llena de desafío.
—Que la princesa ha estado involucrada en... conductas inapropiadas —responde el duque Henri, su mirada desviándose hacia mí por un momento antes de volver a Oliver—. Conductas que podrían considerarse una traición al compromiso y a su familia.
—¡Eso es una mentira! —exclamo, mi voz temblando de rabia—. Gabriella no ha hecho nada malo.
El duque Henri asiente lentamente, su rostro todavía grave.
—No desconfío de tu padre, querida Layla —dice con un tono deliberado—. Conozco a mi hija, y sé lo impulsiva que puede ser a veces. Es por eso que debo tomar medidas adecuadas ahora que el compromiso se está acercando.
Oliver, incapaz de contenerse, da un paso adelante, su voz llena de indignación.
—¡Mi hermana no ha hecho nada inapropiado! —exclama—. Y el amor que siento por Layla es más fuerte que nunca. Es por eso que hemos decidido adelantar la boda.
La habitación queda en un silencio atónito, todos los presentes claramente sorprendidos por la nueva noticia. Mi padre frunce el ceño, su expresión de sorpresa rápidamente reemplazada por una mirada de sospecha.
—¿Adelantar la boda? —repite, su voz cargada de incredulidad—. ¿Y cuándo exactamente planean hacerlo?
—La semana que viene —responde Oliver con firmeza—. Queremos demostrar a todos que nuestro compromiso es verdadero. Que lo que sentimos el uno por el otro es amor.
Todos parecen estar atentos a las siguientes palabras de Oliver. El príncipe pasa la mano por detrás de mi cintura para hacer la confesión más creíble, su gesto transmitiendo un apoyo y afecto que me reconforta.
—Desde el ataque inesperado el día de la gala, todo ha estado patas arriba. El pueblo de Luxemburgo tiene miedo de la inestabilidad y de lo que pueda suceder. Adelantar la boda no solo mostrará nuestra unidad, sino que también brindará un sentido de normalidad y esperanza a nuestra gente.
El duque Henri asiente, comprendiendo las implicaciones. Los otros presentes murmuran entre ellos, considerando las palabras de Oliver. Mi padre, sin embargo, no parece del todo convencido.
—Si me permiten —dice mi padre, su voz más controlada, pero aún tensa—, quisiera hablar en privado con mi hija un momento.
Mi estómago se contrae, y siento un nudo en la garganta. Miro a Oliver, quien me observa con preocupación. Trago saliva y asiento lentamente, tratando de mostrarle que no se preocupe.
—Está bien, padre —respondo con voz firme, aunque mis piernas tiemblan ligeramente.
Nos dirigimos a un rincón apartado del salón, donde pueden seguir observándonos, pero no oyen lo que decimos.
Mantenerme a la vista de todos hace que mi miedo disminuya. Sé que mi padre no me hará nada que pueda romper esa fachada de modestia y amabilidad que se ha autoimpuesto
—Layla —comienza, su tono bajo y amenazante—. Hace unas horas en el hospital parecías tan encaprichada con esa chica que decías estar enamorada, y ahora vienes con que quieres adelantar la boda. No soy tan estúpido como crees niña.
Mi corazón se acelera, y sé que tengo que ser muy cuidadosa con mis palabras.
—Padre, he visto que... —digo, tratando de sonar convincente—. He visto que estaba equivocada. Entiendo la importancia de nuestra familia, de nuestro pueblo. Adelantar la boda es la mejor manera de demostrar nuestra lealtad y compromiso con nuestras responsabilidades.
Él me observa, su expresión severa y escéptica.
—¿De verdad esperas que te crea? —dice con un susurro lleno de desdén—. No puedes simplemente cambiar de opinión de la noche a la mañana y esperar que todos lo acepten.
Trago saliva, tratando de mantener la calma.
—Lo que ocurrió en el hospital fue un momento de debilidad —miento, manteniendo mi mirada firme—. Pero he reflexionado y entiendo lo que se espera de mí. Adelantar la boda no solo mostrará nuestra unidad, sino que también brindará un sentido de normalidad y esperanza a nuestra gente, especialmente después de los recientes eventos.
Mi padre se queda en silencio por un momento, evaluando mis palabras. Finalmente, asiente lentamente, aunque su expresión sigue siendo dura.
—Espero que por una vez estés diciendo la verdad, Layla. Porque si descubro que todo esto es una farsa, las consecuencias serán severas, no solo para ti, sino para todos los que te rodean.
Asiento, sintiendo un nudo en la garganta.—Lo entiendo, padre.
Antes de irse, levanta el dedo índice de forma amenazante, acercándose un poco más.
—Hay cosas que ya no te voy a perdonar, Layla —dice con una frialdad que me hace estremecer—. Quitarte el hiyab, contestarme de las maneras que lo hiciste... Si esperas que, después de todo eso, seas recibida en nuestra familia otra vez... estás muy equivocada. Después de la boda ya no hace falta que te consideres una Al-Rashid.
¿Estoy escuchando bien? Mi corazón se acelera y el miedo se apodera de mí. Pero él no ha terminado.
—Una vez el apellido del príncipe pase a ser el tuyo, ya no serás de nuestra familia.
Sus palabras me golpean como una bofetada. Lo miro, buscando algún rastro de compasión en su rostro, pero solo veo una dureza implacable. La amargura y el dolor en su mirada me hacen sentir aún más pequeña.
—Pero... padre... —trato de protestar, mi voz temblorosa.
—Esas son las consecuencias de tus decisiones, Layla. Espero que estés preparada para enfrentarlas —dice con una frialdad cortante antes de girarse y marcharse, dejándome sola con mis pensamientos y el eco de sus palabras resonando en mi mente.
Mi padre, mi propio padre, ha decidido abandonarme, excluirme de la familia. Todo por seguir mis sentimientos, por intentar ser yo misma. Me siento perdida, como si estuviera caminando en la oscuridad sin un rumbo claro.
La amargura y la dureza en sus ojos me persiguen, recordándome que no importa cuánto intente justificar mis acciones, para él siempre seré una deshonra.
El miedo se apodera de mí. Miedo a lo desconocido, a enfrentar un futuro sin el apoyo de mi familia. Miedo a no ser aceptada, a ser rechazada por quienes deberían amarme incondicionalmente.
¿Alguna vez encontraré un lugar donde realmente pueda pertenecer?
De repente, siento una mano suave apoyarse en mi hombro. Me giro y veo a Aisha, mi doncella de cámara y amiga fiel. Sus ojos reflejan una mezcla de preocupación y ternura.
—¿Está todo bien?—pregunta con suavidad.
Sin poder contenerme más, la abrazo con fuerza. Es un consuelo sentir su presencia después de todo lo que ha pasado. No la había visto desde la noche de la gala, y su abrazo es un ancla en medio de mi tormenta emocional.
Nos separamos ligeramente y Aisha me observa con atención.
—Has estado más tensa de lo normal —dice con perspicacia—. Creo que sería mejor que te acompañara a tu habitación. Cuéntame qué ha pasado estos días desde la gala.
Asiento, agradecida por su apoyo. Caminamos juntas hacia mi habitación, y en el trayecto, empiezo a relatarle todo lo que ha sucedido. Las revelaciones, las confrontaciones, el miedo y la incertidumbre que me han estado atormentando.
Una vez en mi habitación, nos sentamos en el borde de la cama. Aisha sigue escuchándome en silencio.
—No sé qué hacer, Aisha —digo finalmente, mi voz quebrándose—. Hay tantos planes en marcha ahora mismo... Siento que estoy perdiendo. Ya no sé si estoy haciendo lo correcto...
Aisha toma mis manos entre las suyas, su contacto reconfortante.
—Layla, estaré aquí para apoyarte en todo. Desde que llegaste al palacio, has transformado mi vida. Nunca antes había tenido a una persona a quien servía que me tratara como un igual. Eso dice mucho de ti como persona. No mereces pasar por esto sola. Siempre te apoyaré, sin importar lo que pase.
Siento un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. Aisha siempre ha estado a mi lado, y su lealtad significa más de lo que puedo expresar.
—Gracias, Aisha —respondo, apretando sus manos—. No sabes cuánto significa esto para mí. Sin ti, no sé cómo habría soportado todo esto. Eres más que una amiga, eres como una hermana para mí.
Aisha sonríe, sus ojos brillando con emoción.
—Y tú eres como una hermana para mí. Juntas enfrentaremos lo que venga. No permitas que las palabras de tu padre te destruyan. Eres fuerte, y tienes un corazón noble. Estoy segura de que tomes la decisión que tomes, siempre será la correcta.
La abrazo de nuevo, sintiendo una mezcla de gratitud y esperanza. —Prometo que lucharé por lo que creo —digo con determinación—. Y lo haré con el apoyo de aquellos que realmente me quieren y me entienden.
Aisha asiente, su expresión llena de orgullo y solidaridad.
—Esa es la Layla que conozco y admiro. Por cierto, por cómo me has hablado sobre la princesa... parece que hay algo entre vosotras, ¿no?
Siento el calor subir a mis mejillas.— Gabriella significa mucho para mí... es... más que una amiga. Es alguien que ha cambiado mi vida de formas que nunca imaginé.
Ella sonríe, sus ojos brillando de emoción.—Me alegro por ti, Layla. Mereces encontrar el amor y la felicidad. Pero, ¿y Oliver? ¿Cómo se siente él respecto a todo esto?
Suspiro, sintiendo el peso de la situación.
—Oliver ha sido increíblemente comprensivo. Él sabe que Gabriella y yo... bueno, que nos gustamos. A pesar de eso, ha decidido ayudarnos a enfrentar todo esto. Incluso planea rechazar el compromiso públicamente para que yo tenga la libertad de elegir mi propio destino.
—Es un gesto muy noble por parte del príncipe. Pero, ¿qué pasa con la princesa Gabriella? ¿Cuándo estará de regreso en el palacio? Se ha notado su ausencia estos días desde la gala.
—Espero que mañana le den el alta. Ha sido difícil para ella también, pero está decidida a volver y terminar con todo esto por una vez.
Aisha sonríe, su expresión llena de cariño.—Entonces será mejor que te deje descansar para mañana. Entiendo que con todo esto ha sido un día duro. Ya verás cómo mañana todo mejorará con la princesa por aquí. Cuídate mucho, señorita Layla.
Asiento, sintiendo el agotamiento del día pesar sobre mis hombros.—Gracias, Aisha. Por escucharme y siempre ayudarme cuando lo necesito.
Ella me regala una sonrisa y se retira de la habitación, dejándome sola con mis pensamientos.
Me dejo caer sobre la cama, el silencio de la noche envolviéndome como una manta pesada. Los eventos del día me han dejado exhausta, pero sé que no podré dormir hasta enfrentar lo que he estado evitando.
Con un suspiro, tomo mi teléfono del escritorio. Lo había mantenido apagado desde la polémica de la gala, temiendo las reacciones y comentarios que podrían estar esperándome. Pero ahora, con el corazón latiendo rápido, lo enciendo y abro la galería de fotos.
La primera imagen que aparece es de la última cena familiar en Turquía. Veo a mi tía sonriendo mientras sirve comida, mi padre con una expresión orgullosa y mis primos riendo juntos. Es una escena de felicidad, de unidad, de un tiempo en el que creía que siempre seríamos una familia.
Ellos estaban orgullosos de mí al enterarse qué, gracias al compromiso, podríamos volver a nuestra tierra... ¿Seguirán orgullosos ahora?
Deslizo el dedo y aparecen más recuerdos.
Cada foto es un recordatorio de los momentos felices que ahora parecen tan lejanos, tan imposibles de recuperar. Siento un nudo formarse en mi garganta mientras las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos.
Nunca más podré llamar a esa gente mi familia. El dolor de esa realidad me atraviesa, dejándome con una sensación de vacío y pérdida.
Ser exiliada de tu país y luego perder a tu familia... Es un dolor casi indescriptible, una herida que no sé si alguna vez sanará por completo.
Sé que he decepcionado a mi padre. Ver su mirada de desdén y escuchar sus palabras de rechazo han dejado una marca imborrable en mi corazón. Siempre quise hacerle sentir orgulloso, pero al parecer, nunca nada de lo que he hecho ha sido suficiente.
Sin embargo, también sé que debo ser fuerte. Gabriella, Oliver y Aisha me han mostrado que no estoy sola, que hay personas que me quieren y me apoyan incondicionalmente.
Tengo que aferrarme a eso, a la esperanza de que algún día encontraré mi lugar y mi felicidad, incluso si ese lugar ya no es con la familia que me vio crecer.
Apago el teléfono y me acurruco bajo las sábanas, dejando que el cansancio finalmente me arrastre hacia un sueño inquieto.
Mañana es un nuevo día, y con la llegada de la princesa todo cambiará.
Gabriella es fuerte y decidida, siempre tiene un plan. ¿Qué podría salir mal?
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