(20) Confrontación
Mi corazón late con fuerza mientras mi padre me arrastra por los largos pasillos del hospital.
Cada paso que damos aumenta mi miedo y mi incertidumbre. No sé qué va a pasar, y la inseguridad me consume. Pero, sobre todo, siento miedo.
Miedo de lo que pueda decirme, miedo de lo que pueda hacerme, miedo de que esta situación se vuelva aún más insostenible.
Finalmente, mi padre se detiene en un pasillo apartado, un rincón del palacio donde la luz apenas entra, creando sombras inquietantes en las paredes. Se gira hacia mí, su rostro endurecido por la ira.
—¿Qué clase de deshonra has traído a nuestra familia? —dice con voz baja, pero llena de veneno—. Primero, te quitas el hiyab, deshonrando nuestra fe y nuestras tradiciones. Y ahora esto... Me das asco. ¿Cómo puedes ser tan egoísta, Layla?
Su tono machista y homófobo me atraviesa como un cuchillo.
—Eres una mujer, tu deber es obedecer y respetar las decisiones de tu familia. No estás aquí para seguir tus caprichos. ¿Qué clase de ejemplo estás dando? ¡Estás comprometida con el príncipe Oliver! Y ahora resulta que prefieres... —su voz se llena de desprecio—... a una mujer.
Siento que las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos, pero me niego a dejarlas caer. No puedo mostrar debilidad frente a él.
—Padre, no es cuestión de egoísmo —digo con voz temblorosa pero decidida—. Esto no es un capricho. Gabriella significa mucho para mí, y no puedo seguir ignorando lo que siento.
—¡Amor! —escupe la palabra como si fuera veneno—. No sabes nada del amor. El amor es sacrificio y deber. Solo estás confusa. Te he criado para seguir nuestras tradiciones, para hacer lo que es correcto. ¿Y así es como me pagas? ¿Deshonrando nuestra familia de esta manera?
—No estoy deshonrando a nadie —respondo, tratando de mantener la calma—. Únicamente quiero ser feliz, ser yo misma. No puedo vivir una mentira solo para cumplir con expectativas que no reflejan quién soy realmente.
Su furia se intensifica y da un paso hacia mí, sus manos apretadas en puños.
—Eres una deshonra. Tu comportamiento es inaceptable. Estás destruyendo todo lo que hemos trabajado por construir. ¡Eres una egoísta, una vergüenza para nuestra familia!
—No, padre —digo con voz firme—. La verdadera deshonra es vivir una vida de mentira. Si querer ser feliz, ser quien soy, me convierte en una deshonra, entonces aceptaré esa etiqueta. Pero no renunciaré a mis sentimientos por nadie, ni siquiera por ti.
Él me mira con una mezcla de incredulidad y furia, su respiración pesada y sus ojos llenos de odio. Nos quedamos en silencio por un momento, el aire entre nosotros cargado de tensión.
—Si no cambias tu comportamiento, Layla —dice mi padre con voz helada—, me aseguraré de que nunca tengas permiso para volver al Emirato Al-Nur una vez que consiga volver al poder. Quedarás exiliada, sin posibilidad de ver a tu familia o tu tierra natal.
Mis ojos se abren de par en par. ¿No sería capaz de hacer eso, verdad? Me quedo paralizada, el miedo recorriendo todo mi cuerpo.
—¡No, padre! ¿Cómo puedes siquiera pensar en hacerme algo así? —protesto, la desesperación evidente en mi voz.
—¿Qué está pasando aquí? —La voz de Oliver interrumpe la discusión.
El príncipe aparece de repente, su mirada preocupada dirigida a mí.
Mi padre, ahora con un aire de victoria, se vuelve hacia él.
—No se preocupe, príncipe —dice con una sonrisa falsa—, solo estamos resolviendo un asunto familiar.
Oliver me mira con preocupación, leyendo claramente la tensión en el aire.—Layla, ¿estás bien? —pregunta, su voz suave, pero llena de preocupación.
—Estoy... —empiezo, pero me interrumpo, sin saber cómo expresar el torbellino de emociones dentro de mí.
Mi padre se despide con una inclinación de cabeza hacia Oliver, pero cuando pasa junto a mí, se inclina y susurra al oído:
—Veo que tu comportamiento por ahora es incorregible. Solo espero que no sea muy tarde para nuestro pueblo cuando te des cuenta de lo que estás diciendo y cómo te equivocas. Espero que puedas rectificar a tiempo...
Lo miro con incredulidad mientras se aleja, su figura desapareciendo por el pasillo. Me quedo allí, con la mirada fija en el suelo, sintiendo el peso de sus palabras como una losa.
—No sé qué hacer, Oliver... —susurro, mis ojos llenos de lágrimas—. Siento que cuanto más sé quién soy, más todo se desmorona a mi alrededor... ¿De verdad lo estoy haciendo bien?
Oliver se acerca hasta mi lado y posa su mano cálida sobre la mía.
—Layla, ya tienes hecho lo más difícil: ser honesta contigo misma. Ahora tu mayor enemigo es el miedo. Tienes miedo de perder a tu familia al encontrarte a ti misma. Siempre has vivido bajo las órdenes de tu padre, sin cuestionarlas, sin desafiarlo. Y ahora, cuando finalmente has encontrado el valor para enfrentarlo, te sientes más perdida que nunca.
Asiento, las lágrimas corriendo por mis mejillas.
—Nunca antes había tenido el valor de desafiar a mi padre. Siempre he hecho lo que se esperaba de mí, sin cuestionar nada. Y ahora, por primera vez, siento que estoy viviendo mi propia vida, pero al mismo tiempo, siento que estoy perdiendo todo lo que me importa.
Oliver me envuelve en un abrazo.— Layla, eres increíblemente valiente. Has dado un paso gigantesco al enfrentarte a tu padre. Eso demuestra una fuerza interior que pocos tienen. Sé que es difícil, sé que duele, pero no estás sola en esto. Gabriella y yo estamos contigo. Y te aseguro que no dejaremos que te enfrentes a esto sola.
Nos quedamos así por unos momentos, el calor de su abrazo calmando un poco el torbellino de emociones dentro de mí.
—Si tú has podido desafiar a tu padre —dice Oliver, su voz firme—, entonces yo también puedo encontrar el coraje para hablar con los míos. No podemos seguir viviendo con miedo, Layla. No podemos permitir que otros determinen nuestro destino. Tenemos que luchar por lo que queremos, por quienes somos.
—¿Crees que podrás hacerlo? —le pregunto, mi voz aún temblando.
—Tengo que hacerlo —responde Oliver, con una determinación que no había visto antes en él—. Por ti, por mí, por Gabriella... y por el futuro de nuestro reino. No podemos seguir pretendiendo que todo está bien cuando no lo está. Es hora de enfrentar la verdad, de ser honestos con nosotros mismos y con los demás.
—¿Y qué pasa con lo de actuar en las sombras? —le pregunto, respetando su decisión de imponerse, pero sintiéndome más confusa que nunca—. ¿Cómo pretendemos hacerlo ahora que todo está más confuso que nunca?
Antes de que Oliver pueda responder, escuchamos unos pasos suaves y arrastrados. Nos giramos y vemos a Gabriella, con la bata del hospital, acercándose a nosotros con una sonrisa en el rostro.
—Tengo un plan —dice ella, su voz suave pero firme—. Muy simple, en realidad.
Oliver y yo intercambiamos una mirada de sorpresa mientras Gabriella se detiene frente a nosotros, su sonrisa llena de determinación.
—No deberías estar levantada de la camilla, Gabs —dice Oliver con preocupación.
Gabriella se cruza de brazos y levanta una ceja.—¿Quieres oírlo o no?
—Sí, perdón —responde Oliver rápidamente.
Gabriella se aclara la garganta, mirándonos con seriedad.
—Adelantemos la boda.
Oliver y yo nos la miramos perplejos.
—La boda es a final de mes, ¿cuándo quieres hacerla? —pregunto, confusa.
—La semana que viene —responde ella, asintiendo, convencida.
—¿C-cómo? —decimos Oliver y yo al unísono.
—No te capto, Gabriella. ¿Cómo se supone que eso va a ayudarnos? —pregunta Oliver, frunciendo el ceño.
Gabriella sonríe, claramente disfrutando de nuestro desconcierto.
—Mostrar al pueblo y a nuestras familias que estamos dispuestos a continuar con el compromiso, a pesar de todo lo que ha pasado, reducirá la tensión en el país. Podremos manejar la situación de manera más efectiva desde dentro. Además, la boda pública y anticipada nos dará la oportunidad de hablar directamente con todos, explicarles lo que están haciendo en el emirato Al-Nur y ganar apoyo.
La idea empieza a cobrar sentido en mi mente, pero todavía tengo dudas.
—¿Quieres usar la boda, un evento que concentrará la atención de todo el país y que será televisado por toda Europa y el resto del mundo, como una plataforma para ser escuchados? —pregunto, tratando de asegurarme de que estoy entendiendo correctamente.
Gabriella asiente, su sonrisa se amplía.
—Exactamente. La boda será el momento en el que podremos hablar y ser escuchados. No solo por nuestro pueblo, sino por todos. Podremos exponer la verdad sobre lo que está pasando en Al-Nur y buscar apoyo internacional. Es nuestra oportunidad de cambiar las cosas desde dentro, de manera estratégica y efectiva.
Oliver mira no muy convencido a su hermana, todavía procesando la idea.
—¿Y estás segura de que esto funcionará? —pregunta, con una mezcla de esperanza y escepticismo.
Gabriella asiente con firmeza.
—Es nuestra mejor opción. El evento nos dará la atención y la plataforma que necesitamos. Y con esa atención, podremos llevar nuestro mensaje a todos, directamente, sin intermediarios ni manipulaciones.
Oliver y yo absorbemos la idea, pero entonces bajo la cabeza, sintiendo la preocupación crecer en mi pecho.
—¿Y qué hay de mi padre? —murmuro—. Desde que nos vio en la habitación...
Oliver frunce el ceño.—He visto a tu padre muy agitado, pero ¿qué es exactamente lo que ha visto?
Gabriella me lanza una mirada de apoyo antes de volverse hacia su hermano.
—Nos ha visto... a Layla y a mí... juntas, en un momento íntimo. —Su voz es firme, pero hay una nota de vulnerabilidad en ella—. No estábamos haciendo nada, pero la tensión entre nosotras era suficiente como para que haya notado que hay algo más entre nosotras...
Oliver se queda en silencio por un momento, asimilando la información. Luego, se gira hacia mí.—Entiendo. Eso complica las cosas, pero no cambia nuestro objetivo...
Me siento abrumada por recordar la situación que he vivido hace unos minutos.
—Mi padre... —empiezo, con la voz temblando—. Me dio un ultimátum. Si no cambio mi comportamiento, se asegurará de que nunca tenga permiso para volver al Emirato Al-Nur una vez que él vuelva al poder.
Oliver parece sorprendido y enfadado a la vez.
—¿En serio te dijo eso? —pregunta, su voz baja y controlada.
Asiento, con las lágrimas amenazando con brotar.
—Sí. Y no sé qué hacer. No quiero perder a mi pueblo, pero tampoco quiero renunciar a quién soy. Nunca antes había tenido el valor de desafiar a mi padre, siempre he vivido bajo sus órdenes... pero ahora...
Gabriella me toma de la mano y la aprieta con fuerza.
—Layla, has demostrado un coraje increíble al desafiar a tu padre. No te dejaremos enfrentar esto sola.
Oliver asiente y añade:
—Malik no sospechará de nada si seguimos adelante con el compromiso y, además, adelantamos la fecha de la boda. Él dejará de desconfiar de ti y estará contento al ver que "le has hecho caso" —dice, con una leve sonrisa al pronunciar la última parte.
Gabriella asiente, viendo la lógica en el plan de su hermano.
—Eso nos dará tiempo y una cobertura para trabajar en lo que realmente importa. Mientras tanto, podemos seguir actuando en las sombras, pero con una ventaja: la atención pública de la boda.
—Entonces... ¿Adelantamos la boda? —pregunto, buscando confirmación.
—Sí —responde Oliver—. Lo haremos por el bien de todos. Y, al mismo tiempo, encontraremos una manera de enfrentar a tu padre y asegurar que puedas tu pueblo no vaya a sufrir más consecuencias.
Gabriella sonríe, su confianza irradiando fuerza.
—Y juntos, llevaremos nuestro mensaje al mundo. Esta boda, que empezó siendo una pesadilla para todos, será nuestra oportunidad para hacer oír nuestras voces y mostrar al mundo lo que realmente está pasando.
Acompañamos a Gabriella de regreso a su habitación del hospital, despidiéndonos de ella mientras se acomoda en la camilla.
—¿Sabes cuándo podrás volver al palacio? —le pregunto, sintiendo una punzada de necesidad de tenerla cerca.
Mi subconsciente sabe que me siento más segura cuando ella está a mi lado.
Gabriella sonríe, aunque está visiblemente cansada.—Espero que mañana me den el alta. Entonces podremos dar la noticia del compromiso a nuestros padres y empezar a organizar todo.
Asiento, tratando de mantener la calma.
Nos despedimos y salimos de la habitación, dirigiéndonos hacia el coche. Sin embargo, antes de que pueda subir, Oliver me detiene con una mano en el hombro.
—Layla, no te preocupes por la boda —dice con una voz suave y comprensiva—. Antes de que se oficialice el compromiso, diré que no deseo casarme contigo. Eso te dará la capacidad de elegir que quieres hacer por ti misma. Solo te pido una cosa: cuida de mi hermanita por mí.
Sonrío, sintiendo una ola de gratitud y alivio.
—Gracias, Oliver. Agradezco tu compresión en todo esto, y ten por seguro que Gabriella es mi mayor prioridad ahora mismo.
Oliver asiente agradecido, y juntos subimos al coche para dirigirnos al palacio. El trayecto está lleno de pensamientos y emociones encontradas, pero el alivio de saber que Oliver y Gabriella me apoyan me da fuerzas.
Al llegar al palacio, vemos varios coches negros aparcados en la entrada. Nos miramos, extrañados, y bajamos del coche con cautela.
—¿De quiénes son? —pregunto, señalando los coches.
—No estoy seguro, pero parece que tenemos compañía importante —responde Oliver, con el ceño fruncido.
Entramos en el edificio y nos dirigimos hacia el salón.
Allí, encontramos a los duques, a mi padre Malik al Rashid, y a dos hombres vestidos con trajes muy formales. Oliver me susurra al oído:
—Esos son los mensajeros de la corte.
La conversación en el salón se detiene abruptamente cuando nos ven entrar. Todos los ojos se vuelven hacia nosotros, y el silencio se vuelve opresivo.
El duque Henri es el primero en romper el silencio.
—Layla, Oliver, justo a tiempo. Parece que tenemos asuntos importantes que discutir —dice con una voz que intenta ser calmada, pero con una clara tensión subyacente.
Todos nos observan con una mezcla de preocupación y curiosidad. Oliver da un paso adelante, tratando de tomar el control de la situación.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta, mirando a su padre y luego a mi padre.
Todo parece cobrar sentido cuando observo a mi padre sonreír malévolamente desde una esquina del salón.
De repente, un escalofrío recorre mi espalda. Sé que mi padre ha hecho algo terrible, algo que podría cambiarlo todo.
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