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7. Paragua Roto

Desde lo ocurrido en casa de Tess el viernes, he intentado no cruzar mirada ni nada que tenga que ver con Ezra Mackey.

No sé cómo hablar con él después de lo que casi pasa entre nosotros.

¿Lo ignoro? ¿Hablo del tema? ¿Me voy del país?

Bueno, igual siento que me estoy haciendo mucho la cabeza, cuando en realidad él tampoco muestra interés en querer volver hablarme.

Estamos a miércoles, en teoría el lunes nos debíamos ver para nuestras sesiones de estudio, pero cuando nos cruzamos por el pasillo, ambos decidimos ignorarnos. No me animé hablarle para decirle si nos veríamos o no, y cómo él no se acercó a decirme nada, di por hecho que la clase se cancelaría.

Ayer, martes, todo volvió a la normalidad cuando me insultó en el pasillo, haciendo que varias personas presentes se rieran de mí.

Todo eso me ayudó para olvidar lo del viernes y recordar quien es realmente Ezra.

Un pobre diablo que no tiene nada más interesante que hacer en su vida, que molestar a los que, según él, son indefensos.

Por otro lado está Tess, quien no sólo está rara en general, también me presiona para hablar sobre lo ocurrido.

—Por el amor a Dios, Tess, no pasó nada esa noche —insisto, por milésima vez, soltando un suspiro.

Max se apoya en el casillero de brazos cruzado, también algo cansada de esta conversación repetitiva.

He tratado más con ella estos últimos cuatro días y ahora comprendo por qué a Tess le cae bien, ¿y cómo no? La chica es realmente cool.

—Porque llegué yo —me recuerda la morena, sacando las cosas de su casillero—. Si no dime, Ava, ¿qué habría pasado si no llegaba?

—Nada, no hubiera pasado nada —respondo, resoplando algo fastidiada.

Aunque sé que mi respuesta fue una mentira, porque la verdad es que no sé si no hubiera pasado nada.

¿Tenía ganas de besar a Ezra esa noche? Claro que sí.

Pero ella no tiene por qué saber eso.

—Eso dices ahora, pero...

—Ya, no seas molesta —interviene Max, haciendo que ambas giremos a verla—. Ava ya ha dicho que no hubiera pasado nada, ni tú, ni yo, ni ella le creemos, pero es lo que asegura ahora y listo, eso es todo lo que importa.

—Oye, que yo sí me creo —me quejo, cruzándome de brazos y ella sonríe de lado, divertida por mi necesidad repentina de que me crean.

—Ajá —responde Max burlesca y yo giro los ojos.

Tess cierra su casillero para después girarse con un libro entre sus brazos. Nos mira a ambas y abre la boca para darnos su opinión, pero algo –o alguien- a lo lejos capta su atención, haciendo que cierre la boca abruptamente.

—Nos vemos.

No dice nada más y se aleja de nosotras a paso rápido, logrando desconcentrarnos.

Max y yo nos miramos confundidas, para después volver a ver por donde se fue Tess.

—¿Sabes por qué está así? —cuestiono, preocupada por la nueva actitud de mi mejor amiga.

Últimamente anda nerviosa, pensativa y hasta puedo decir que distante, o por lo menos, eso es lo que pude observar desde el lunes.

—No, pero... —deja la frase a medio terminar cuando cruza mirada con Sierra, quien por primera vez no me mira burlona a mí, sino que mira así a Max quien se tensa a mi lado y su rostro deja la preocupación para pasar a ser uno serio—. Debo ir a clases. Nos vemos luego, Ava.

Veo cómo se aleja, para luego girar a ver a Sierra, quien se ríe con sus amigas, pero al sentir mi mirada en ella levanta la vista hacia mí.

Me mira con asco, hasta con sorna de pies a cabeza, para después decirle algo a sus amigas y entre todas empezar a reír mientras me miran.

Giro los ojos con fastidio y decido ir a mi respectivo salón, aun cuando todavía no ha tocado la campana.

De camino a literatura, me encuentro con Ezra y ambos al vernos nos quedamos quietos por un momento, para luego volver a ignorarnos.

Ambos pasamos por el lado del otro, ignorándonos como si nunca nos hubiéramos tratado, pero no es hasta que recuerdo algo que decido parar de caminar para girar a verlo.

—Ezra —lo llamo, pero no se detiene, por más que sé que sí me escucho, puesto que no estamos tan lejos como para que no lo haga.

Giro los ojos y vuelvo a llamarlo un poco más alto, pero de nuevo, no consigo nada.

Empiezo a caminar a paso rápido hacia él, debido que ya está bastante lejos de mí. Troto los últimos pasos para alcanzarlo y, en cuanto lo hago, lo agarro del antebrazo haciendo que gire a verme a la vez que se suelta de mi agarre.

—Te estoy hablando —digo, algo molesta de que me haya ignorado.

—Y yo no te respondí, así que creí que como eres tan inteligente, te darías cuenta de que es porque no tengo ganas de hablar contigo —responde con cierto sarcasmo y cierto fastidio en el tono de su voz.

Giro los ojos a la vez que suelto un suspiro y me cruzo de ojos para verlo a los ojos.

—¿Te crees que yo muero por hablar contigo o qué? —inquiero y él se encoge de hombros, pero no dice nada, así que decido continuar—. Hoy es miércoles —digo y asiente con la cabeza de manera lenta.

—Sí, y mañana es jueves, y ayer fue martes —dice de manera obvia, logrando desesperarme.

—Hoy tenemos sesión de estudio —le recuerdo, tratando de ignorar sus comentarios.

—No —responde seguro, haciendo que frunza el ceño—. Acabé con eso, gárgola.

Sin decir más, se da la vuelta y retoma su caminar, alejándose de mí.

Inhalo hondo antes de volver a trotar, hasta posicionarme delante de él, interponiéndome en su camino.

—Pues que lástima que no lo decides tú —comento mirándolo fijamente a los ojos—. Porque no sé si sabías, pero esto también me afecta a mí.

—Pégame por preguntarte si te afecta o no —responde con sequedad, logrando en serio llevarme a mi límite.

—¿Puedes no ser un imbécil por cinco minutos o es muy difícil para ti? —cuestiono, bastante molesta.

—La imbécil aquí parece que eres tú, que no entiendes que yo no voy a seguir con tus absurdas tutorías y que encima de eso, me vale mierda si puede o no afectarte en algo a ti. ¿Así o más claro, fea?

Para este punto de mi vida, se me olvidó por completo la apuesta y no me interesa nada ya.

—Vete a la mierda, Mackey —musito, sin apartar mis ojos de los suyos—, y espero que en el camino te dé diarrea y no haya baños a los alrededores.

Sin decir más, me doy la vuelta y retomo mi camino hacia la clase de literatura.

No tengo por qué seguir haciéndome mala sangre por este estúpido, inútil e inservible ser humano que no hace nada más que fastidiarme.

¿Sierra me quiere molestar hasta fin de año? Bien, que lo haga. Estoy cansada de intentar lidiar con puros imbéciles.

Por ir tan metida en mis pensamientos, no me doy cuenta cuando alguien choca conmigo, pero eso no es lo que me deja perpleja, sino el hecho de que tengo toda la ropa empapada.

Miro a Sierra y al vaso en su mano para luego ver mi ropa, manchada por café.

—Oops, i'm sorry gargolita —comenta, fingiendo pena a la vez que puedo escuchar a su sequito reír—. No te vi —se excusa, mientras intento terminar de procesar lo sucedido—, bueno entendible, eres un cero a la izquierda. Es normal que no te vea.

Decido no seguir escuchándola y paso a su lado, empujándola con el hombro para cambiar mi ruta. Ahora me dirijo al baño.

Al llegar me veo en el espejo, notando como mi bella camisa de color celeste tiene ahora una gran mancha de café en el centro, arruinándola por completo.

Genial. Esta era mi camiseta favorita, de todas las que tengo para el instituto.

—Ojalá a ti también te dé diarrea de camino a la mierda, Sierra —murmuro, totalmente molesta, intentando pensar en algo para limpiar la mancha.

Lo mejor que se me ocurre en el momento, es sacármela para intentar limpiar la mancha. Creo que puedo faltar a literatura, si con eso logro limpiarla.

Cuando termino de desprender hasta el último botón y la saco de adentro de la falda del uniforme, me la quito por completo y noto que dada vuelta no se nota tanto la mancha de café y se debe a que la tela de la camisa no es tan fina como otras, y es por eso que era mi favorita.

Estoy pasando un brazo por dentro de la camisa luego de darla vuelta, justo en el momento que alguien ingresa al baño.

Muy tarde me doy cuenta que se trata de Sierra y una de sus amigas como para intentar terminar de ponerme la camisa más rápido, porque Sierra es más rápida y enseguida empieza a sacarme fotos a la vez que se burla de mi físico.

—¡Por Dios, nena, que asco! —exclama Lana, su amiga, riéndose de mí.

—Gárgola, sabíamos que eres fea de cara, pero jamás creímos que de cuerpo también —le sigue Sierra, mirando la foto en su celular para luego enseñársela a su amiga.

—Sierra, borra eso —pido, terminando de prenderme la camisa—. Dale, no es divertido.

—¿No te da asco verte al espejo? —cuestiona, riéndose burlona a la vez que me enseña la foto donde se me ve en sostén y luego vuelve a verla—. ¿Eres anoréxica o algo así?

—Ni aunque seas la más flaca de todas serás linda, cari —menciona Lana entre risas, pero su mirada en mí no expresa más que asco.

—Sierra, borra esa fotografía —pido, nuevamente, sin saber si acercarme a ella para quitarle el celular y hacerlo por mi propia cuenta o no.

—No tienes curvas, ni... Nada —sigue Sierra, ignorándome por completo—. Estaca te voy a decir, y todo por lo flacucha asquerosa que eres y además, lo único grande que tienes es la cabeza debido a ese cabello horroroso que tienes —dice, inspeccionando mi cuerpo de una forma que hace que me cubra, porque me siento avergonzada de repente—. Aun así, siento que sería divertido publicar esta foto en Instagram y que todos te vean, ¿quién sabe? A lo mejor hay chicos que les gusten los huesos.

Me acerco a ella para intentar quitarle el celular, pero Lana se interpone, agarrándome para que no lo haga.

—Sierra, por favor —suplico, sintiéndome de repente desesperada al pensar que cualquier persona pueda verme así.

Sierra alza su mano con su celular en mano y puedo ver que, en efecto, está en Instagram y que apretando un botón va a publicar mi foto.

Abre la boca para decir algo, pero antes de que pueda hacerlo, alguien choca contra ella, haciendo que su celular se caiga al suelo, tomándola por sorpresa.

Estábamos tan metidas en nuestro asunto, que no escuchamos cuando alguien entró al baño.

Siento que el aire puede ingresar nuevamente a mis pulmones en cuanto veo que se trata de Roma. Mi amiga del baño.

—Ay flaca, disculpa no te vi —menciona, fingiendo sentirse apenada—. Deja, ya te lo alcanzo yo —asegura, dirigiéndose al celular que se encuentra en el suelo.

Cuando lo levanta mira la foto haciendo que frunza el ceño y, sin decir nada, hace algo en el móvil de la castaña, para luego encaminarse hacia uno de los cubículos y abrir la puerta, se gira para ver a Sierra, quien abre los ojos de par en par, para luego las tres, ver a Roma dejar caer el celular dentro del retrete sin remordimiento alguno.

—Uy flaca, perdón, se me resbaló —garantiza, para luego meter la mano dentro del inodoro para sacar el celular todo empapado—. Ahora mismo te lo limpio.

Se encamina hasta el lavamanos y empieza a lavar el celular, incluso utiliza jabón, para luego darse la vuelta y tenderle un móvil inservible a Sierra, quien mira todo atónita.

Antes de que ella pueda aceptarlo, Roma lo deja caer al suelo apropósito y a continuación lo pisa con tal fuerza que, ahora estoy segura, es un celular totalmente inservible y sin arreglo.

—¡¿Qué te pasa?! —chilla Sierra, después de salir del trance.

La entiendo, incluso yo estoy en shock por lo que la castaña frente a nosotras acaba de hacer.

—¿A mí? No querida, ¿qué te pasa a vos? ¿Cómo vas hacerle algo así a otra mina? —cuestiona, llevando un dedo a su sien y haciendo un movimiento, como dando a entender que Sierra está mal de la cabeza—. ¿Qué tan bosta tenes que ser para querer hacerle eso a una persona? ¿A una mina? Pedazo de mierda —sentencia, totalmente enfurecida.

Lana deja de agarrar mi cuerpo, para dar un paso hacia adelante en dirección a Roma, como si fuera a golpearla.

Creí que Roma se haría para atrás, intimidada o algo por el estilo, pero no. Ella en vez de dar un paso hacia atrás, da un paso hacia adelante, enfrentándola.

—Retráctate —ordena Lana, intentando intimidar a la chica de ojos de cristal.

—¿O qué? —cuestiona Roma, enfrentándola sin temor alguno, quedando a ella a tan solo un paso de distancia—. ¿Te crees picante? Pues yo también lo soy y no tengo problema en demostrártelo.

Lana la mira de pies a cabeza, para después alejarse de ella a la vez que me posiciono al lado de Roma.

—Me debes un celular —sentencia Sierra, señalándola con el dedo y la chica a mi lado se encoge de hombros, haciéndole saber que no le importa.

—Claro —responde, soltando un suspiro lleno de aburrimiento.

Sierra y Lana no dicen nada, y se van del baño, dejándonos a ambas solas.

Veo a Roma alzar el celular del suelo y meterlo en su bolsillo, haciendo que la mire extraña.

—¿Qué? El medioambiente está muy jodido como para tirar un celular al tacho de basura así como así —explica, encogiéndose de hombros y asiento con la cabeza, entendiendo su razón—. Pero en serio te lo digo Ava, deberías empezar a defenderte de esas gilas porque si no siempre van hacer lo que se les cante con vos y no da.

—Es que no me importa lo que me hagan —admito, mirándome en el reflejo del espejo, para luego verla a ella, notando que me está mirando con el ceño fruncido—. Para mí, nada de esto importa.

—Bueno, pero igual pienso que no deberías dejar que te pisoteen o quieran agredir tu intimidad —aconseja, poniéndose brillo labial—. Nadie debería tener tanto poder.

Ambas nos quedamos en silencio, mientras ella termina de ponerse el brillo y mirarse al espejo.

—Por cierto, gracias —comento y me mira de reojo, a la vez que una sonrisa empieza a surgir por sus labios.

—Na, no hay de qué nena —asegura, guardando su lápiz labial en el bolsillo de la falda—, para eso están las amigas del baño. Para salvarte el culo, cuando ocurre un incidente en el baño. —Río por lo bajo, haciendo que ella también ría—. Por cierto, ¿por qué estabas semi desnuda?

—Por esto —respondo, señalando la macha no tan visible en mi camisa dada vuelta.

—Oh —murmura, para luego verme a los ojos algo apenada—. Bueno, pero por suerte esa foto no se publicó y la mancha en tu camisa no se nota tanto —asegura y asiento con la cabeza.

El timbre suena, avisando que debemos ir a clase y ambas soltamos un suspiro que nos hace sonreír divertida.

Después de salir del baño, nos despedimos con la mano para cada una ir a su respectivo salón.

———+++———

Salgo de la clase de literatura, para ir a la última clase de hoy: Historia.

De camino al salón, me encuentro con Tess y sin decir palabra alguna, ambas comenzamos a caminar juntas ya que esta es una de las clases que compartimos.

—¿Por qué traes la camisa al revés? —cuestiona, dejando de caminar al verme.

Ella detesta lo "imperfecto" y la "mala moda". Claramente traer parte del uniforme así puede llegar a generarle un tic en el ojo.

Señalo mi pecho, ya que al parecer no se dio cuenta de la mancha que traigo conmigo. Después de verla, me mira con ojos curiosos y llenos de duda sobre qué me pasó, pero no tiene caso que le cuente, porque sería para pleito y suficiente con lo que hizo Roma.

—Me la puse al revés para no sentirme tan patética —menciono, riendo por lo bajo, tratando de quitarle importancia al asunto con ese gesto—. Fue un accidente —aseguro y la puedo ver asentir con la cabeza lentamente.

—Si ese es el caso, entonces... —Se calla, para buscar algo en su mochila.

La miro con concentración, sin saber exactamente qué hace, llenándome de curiosidad.

Saca un pequeño termo de color rosado, para luego destaparlo y, sin esperármelo, se echa un poco de lo que contenía sobre la camisa, logrando sorprenderme por completo.

—¿Qué haces? —cuestiono, totalmente anonadada, viendo la gran mancha en su camisa.

—Listo, ahora somos dos patéticas con una mancha de café en la camisa —asegura, sonriéndome con confianza.

—¿Por qué hiciste eso boba? —inquiero, sacando un pañuelo de mi mochila para tendérselo.

Sonríe de lado a la vez que eleva un hombro para restarle importancia, para luego entrelazar nuestros brazos y comenzar a caminar hacia el salón.

Las clases con la profesora Sanchez no suelen ser divertidas, más sin embargo, tampoco son de lo peor.

Hoy fue entretenido, porque se debatió sobre si la historia realmente sucedió como se dice en los libros o eso es lo que quieren que las generaciones futuras, es decir nosotros, creamos que sucedió.

Algunos daban puntos buenos, otros sólo te hacían perder por completo la fe en la humanidad, pero de todas formas fue interesante.

Al terminar la clase, salimos del salón para encaminarnos hacia la salida del instituto.

—Debo buscar algo en mi casillero —informo a Tess, quien asiente con la cabeza.

—Te esperamos afuera junto con Max —responde y muevo mi mano en afirmación.

Ambas nos alejamos para ir por caminos diferentes y no tardo demasiado en llegar a mi casillero.

Después de poner el código y abrir la puerta, guardo los libros que no necesito para sacar los que sí, para así poder hacer los deberes que debo presentar mañana.

Antes de terminar de sacar todo lo que necesito, alguien se me acerca logrando sobresaltarme.

—Tranquila, soy yo —dice Gavin, sonriendo divertido ante lo sucedido.

—Hola —saludo algo nerviosa por su cercanía, cerrando el casillero para prestarle atención.

—Hola —responde, otorgándome una linda sonrisa ladina a la vez que se apoya contra los casilleros y se cruza de brazos—. ¿Cómo estás?

Abro para boca para responderle, pero alguien me interrumpe.

—No te olvides que nos vemos hoy a la tarde

Cierro los ojos y suelto un suspiro al escuchar la voz de Ezra.

—¿No que no...?

—No tengo tiempo —me interrumpe, para empezar a caminar hacia la salida del instituto.

Me quedo en mi lugar, viendo como se aleja de nosotros, con ganas de ir y taclearlo por ser tan odioso.

Escucho una pequeña risa a mi lado, haciendo que salga de mi burbuja y gire a ver a Gavin, que también mira por donde se fue Ezra.

—Vaya, él en serio no cambia —comenta con una sonrisa ladina en su rostro, para después suspirar y volver a centrar su mirada en mí—. ¿Entonces? ¿Cómo estás?

—Ahora mismo frustrada porque debo lidiar con ese idiota en la tarde —respondo, señalando por donde se fue Ezra, haciendo que haga una mueca algo graciosa.

—Que gran pesar —bromea, a la vez que apretuja una de mis mejillas y hace un mohín con su labio inferior—. En fin, venía a ver si querías que vayamos juntos en el autobús —admite, logrando tomarme por sorpresa.

—No puedo —respondo muy a mi pesar en cuanto recuerdo que prometí a Tess en acompañarla al dentista—. Tengo cosas que hacer con Tess.

—Claro, no pasa nada —asegura, sonriendo con amabilidad—. ¿Lo dejamos para mañana? —cuestiona, alejándose del casillero para empezar a caminar hacia la salida pero de espaldas, ya que me está viendo todavía a la vez que me apunta con su dedo.

—Claro —contesto sin poder evitar sonreír como tonta.

Me guiña un ojo al mismo tiempo que muerde ligeramente su labio inferior para después darse la vuelta, dándome la espalda y así caminar mejor hacia la salida.

Suelto un suspiro de boba enamorada y sonrío feliz de solo pensar en mañana.

———+++————

Yo lo mato.

Llevo veinte minutos en la cafetería de siempre y ni luces de Ezra.

¿En serio me hizo venir para nada? ¿Para dejarme plantada? Esto es increíble.

Suelto un suspiro, mirando nuevamente la hora en la pantalla de mi celular. Encima ni siquiera tengo su número como para llamarlo y decirle de lo que hasta se va a morir si no piensa venir ya mismo.

En cuanto veo como ha pasado un minuto desde la última vez que vi la hora, es cuando decido no esperarlo más

Listo. No puedo.

Me levanto de la banca en la que me encuentro sentada y comienzo a caminar en dirección a mi casa.

Después de caminar una cuadra, diviso un perrito de tamaño mediano y pelaje algo rojizo a lo lejos, bastante aterrorizado al parecer.

Sin pensarlo dos veces me encamino hacia él y cuando ya estoy bastante cerca me ve y se asusta más, así que decido caminar lento para que no huya.

Hago ruido con mi boca a la vez que chasqueo mis dedos para que se acerque a mí una vez que me quedo quieta a un par de pasos del perro y me agacho para quedar a su altura.

—Ven perrito, no te haré nada —aseguro, sin dejar de chasquear mis dedos.

Mueve su naricita de una forma muy tierna en mi dirección, para luego caminar de forma lenta en mi dirección.

Huele mi mano extendida y yo lo tomo como permiso para acariciarlo, así que eso hago. En cuanto mi mano da contra su cabeza, el perrito termina de acercarse a mí por completo.

No es hasta ese momento que me doy cuenta que trae una correa atada a su collar.

—Así que tienes casa eh —comento sin dejar de acariciarlo y veo su collar, notando que no tiene una identificación—. Bien, te llevaré a mi casa hasta que encuentre a tu dueño o dueña, ¿te parece? —cuestiono, agarrándolo de la cara y lo único que recibo por su parte es un lamido en mi mejilla haciéndome sonreír.

Me enderezo y agarro la correa, para luego empezar a caminar y guiando al perrito.

No llego ni a la esquina de la cuadra que escucho como alguien grita:

—¡Hey, esa es mi perra!

Me giro y puedo ver a Gavin correr hacia mi dirección, tomándome por sorpresa.

Al estar tan ensimismada, el perro –perra parece ser- tira de mí para correr hacia su dueño y yo termino corriendo junto a ella.

Una vez que llegamos, suelto la correa para ver como la perra corre hacia Gavin quien la espera con los brazos abiertos.

Después de ese lindo encuentro, decido acercarme hasta ellos viendo como el castaño agarra la correa de su mascota.

—Podrían multarte, ¿lo sabías? —cuestiono a modo de broma, mientras me cruzo de brazos.

—Entré a comprar en una tienda y la dejé atada en una de las mesas, y bueno, parece que no lo hice bien —responde algo apenado, rascando su nuca.

—Te la voy a dejar pasar por esta vez y no te voy a denunciar —aseguro, haciéndolo sonreír divertido y asiente con la cabeza.

—Daisy y yo te lo agradecemos eternamente —comenta para luego ambos reír por lo bajo—, y como agradecimiento, te invitamos a comer o beber algo, ¿qué dices?

Lo pienso por algunos segundos, para después terminar asintiendo con la cabeza.

—Está bien, acepto.

—Vamos entonces —pide, moviendo su cabeza y ambos empezamos a caminar.

Siento mis manos temblar por lo nerviosa que estoy, pero también todo mi interior querer saltar de felicidad.

—¿Cuántos años tiene? —cuestiono, cortando con el silencio, señalando a Daisy.

—Ocho —responde, mirando también a su mascota—. Es mi amiga más leal.

—Yo siempre quise una mascota, pero mi mamá nunca me dejó tener uno —admito, haciendo una pequeña mueca.

—¿Por? ¿No le gustan o...? —deja la pregunta a medio terminar, para que lo haga yo.

—No, es más, le encantan los animales —contesto, logrando confundirlo—, y como le gustan tanto, sabe que merecen amor como cualquier otro ser vivo, y no sólo amor, atención y cuidado también, y como ninguna de las dos está demasiado en casa....

—Entiendo —dice, asintiendo con la cabeza de manera lenta—. Sería malo y cruel tener una mascota si no le van a dar la suficiente atención que merece.

—Si.

Ambos nos quedamos en silencio de nuevo, sin saber de qué más hablar.

Lo miro de reojo, sin poder creer lo hermoso que es.

Es que no sólo me gusta físicamente, si no todo él. Es educado, caballeroso, divertido, amable, es todo lo que alguien quisiera en un hombre.

—Oh, por cierto —habla, dejando de caminar y girando a verme—. El otro día te vi luchar con tu cabello, debido a que se va hacia tu cara —comenta, logrando hacer que me sonroje. Eso es bochornoso, o por lo menos, a mí me resulta vergonzoso que me haya visto sacarme pelo de la boca—, y no tuve oportunidad de darte esto desde entonces —menciona, para luego meter la mano en uno de los bolsillos de su mochila, sacando cuatro bellos broches para el cabello.

—No debiste...

Sin decir nada, acerca sus manos hacia mí y me coloca dos broches en uno de los lados de mi cabello, para después hacer lo mismo del otro lado.

Se aleja de mí para inspeccionarme y después de hacerlo, asiente con la cabeza a la vez que sonríe amable.

—Listo. Preciosa —asegura, para después volver a ponerse a mi lado y así continuar con la caminata.

Capaz y para él es nada, pero que me haya llamado así lo fue todo para mí, y sin poder evitarlo, una sonrisa nace en mí, por más que intento disimularla.

Un trueno logra asustarme y termino agarrada al brazo de Gavin, haciéndolo reír por lo bajo.

—No sabía que le tenías miedo a los truenos —comenta, mirándome divertido, pero no me corre de su lado.

Agarra mi mano para pasarla por debajo de su brazo, como un intento de protección.

—No les temo, sólo que... Me tomó imprevista —me justifico con una mentira, porque sí les tengo miedo.

—Ajá —responde burlón y yo lo empujo con mi cuerpo, arrebatándole una pequeña risa.

—En serio Gavin, no les tengo mie... —me callo en cuanto otro trueno suena por todo el lugar, haciendo que me pegue nuevamente a él.

Antes de que se pueda burlar de mí, empieza a llover.

Sin dudarlo, Gavin agarra mi mano para luego los tres –él, Daisy y yo- empezar a correr hacia un pequeño techo que hay a varios metros.

Cuando llegamos suelta mi mano y vemos a Daisy sacudirse por el agua, para luego él hacer lo mismo haciendo que frunza mi ceño.

—¿Qué? —cuestiona, viéndome inofensivo—. Es divertido, hazlo —propone y niego con la cabeza.

—Qué vergüenza, no —respondo riendo y él gira los ojos a la vez que sonríes.

—Te pierdes de lo divertido por la vergüenza —comenta, negando con la cabeza a modo reprobatorio, por más que sé que es broma—. Supongo que no nos queda más que esperar aquí hasta que la lluvia pase —menciona y hago un sonido con mi boca en concordancia con él.

—Supongo, pero la verdad no sé cuándo vaya a parar —digo, mirando el cielo, haciendo que él también lo vea.

Está completamente gris. Lleno de nubes con agua.

—Tienes razón —responde, mirando el cielo—. Tal vez llueve hasta la noche.

No es hasta ese momento, que recuerdo que tengo un paraguas en mi pequeña mochila, y me la saco para poder sacar el paraguas de ahí.

—No te preocupes, tengo nuestra salvación —aseguro, llamando su atención.

—¿Una balsa? —inquiere, señalando la calle.

Al verla de reojo, puedo notar como la fuerte lluvia hace que ciertas partes empiecen a llenarse de agua, cosa que me hace reír.

—No bobo, un paraguas —contesto, sacando mi paraguas rojo y enseñándoselo.

—Que precavida es, señorita Malkovich —halaga y sonrío ante eso.

—Lo sé —digo, haciéndolo reír por lo bajo.

Gavin se pega a mi lado para que ambos entremos debajo del paraguas y lo abro para luego colocarlo encima de nosotros.

Ambos nos miramos, para después asentir con la cabeza, decidiendo en silencio salir debajo del pequeño techo.

Después de dar un par de pasos, nos damos cuenta que igual nos estamos mojando y no comprendemos el por qué, hasta que miramos el paraguas y nos damos cuenta que está roto.

Gavin me mira y yo aún sostengo el paraguas, para luego él empezar a reír, logrando contagiarme su buen humor.

Gavin me arrebata el paraguas de la mano, haciendo que ahora sí nos mojemos por completo en cuanto lo cierra y yo lo miro confundida, aunque no lo puedo ver bien ya que mis lentes empiezan a llenarse de gotas.

—¡¿Qué haces?! —cuestiono, limpiando mis lentes con los dedos.

Completamente en vano, porque de todas formas no veo.

—¡¿Lista?! —inquiere, viéndome divertido y yo me siento confundida.

—¡¿Para qué?! —pregunto, sin entender su pregunta.

Sin esperarlo, Gavin me agarra de la mano para luego tirar el paraguas en el cesto de basura que está cerca de nosotros y empezar a correr, llevándome consigo y a él lo lleva Daisy.

Suelta una risa que hace que lo mire, notando que está sonriendo como nunca lo vi sonreír y, sin darme cuenta, yo también lo estoy haciendo.

Me siento libre y capaz de lo que sea, después de mucho tiempo.

Me siento bien ahora mismo corriendo debajo de la lluvia, gritando y riendo, agarrada de la mano de Gavin.

Lo irónico es que todo se lo debo a Ezra por no llegar a la sesión y a mi paraguas roto.

———👀———
¡Hola, hola, hola! ¿Cómo están?

1. ¿Les gusta la lluvia? ¿Les da miedo los truenos?

2. ¿Qué creen que le esté sucediendo a Tess?

3. ¿Les gusta los capítulos así de largos o prefieren más cortos?

4. Escriban "Ezra es mi..." y presionen 10 veces la palabra automática que les aparezca en el autocorrector. Veamos cual es su oración.

5. ¿Creen que Gavin pueda agradarles?

Los amo 💜🫐

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