2. Empecemos con esto
Suspiro por milésima vez, mientras miro el reloj colgado en la pared y tamborileo con mis dedos sobre el libro de algebra.
Estoy comenzando a desesperarme y, al parecer, la persona que está delante de mí también, porque me mira como si lo estuviera hartando, cosa que probablemente estoy haciendo.
En cuanto pienso decirle que me iré y que pienso regresar en otro momento, o en cuando él me llame, la puerta es abierta.
Ambos giramos a ver a Ezra ingresar por esta, con su aire cargado de confianza por sí mismo y egocentrismo.
Al verme, se detiene y frunce el ceño, sin llegar a comprender por qué estoy en la misma habitación que él.
Pienso en salir corriendo, no por él, sino por lo que estoy por hacer, pero la voz de Tess resonando en mi cabeza diciéndome que ni piense en abandonar esto, hace que me quede sentada en mi lugar sin moverme ni un centímetro.
—Tome asiento, señor Mackey, no tenemos todo el día —asegura el director Díaz, mientras señala la silla que está a mi lado.
Ezra sin dejar de verme comienza a caminar y no es hasta que toma asiento, que aleja su mirada de mí para centrarla en el director.
—¿Qué pasó? —cuestiona Ezra, con un tono de voz tan relajado que me sorprende.
Si yo fuera a la que llamara el director, estaría temblando como buen chihuahua.
Pero claro, él debe estar muy acostumbrado, ya que el director lo llama siempre.
Mi mirada está centrada en el director, porque realmente el ver a Ezra me pone nerviosa y no porque él me intimide o algo por el estilo, sino porque si lo veo me voy arrepentir de todo esto y me sentiré realmente mal por ser una pésima persona.
El karma me va a cobrar esto, por estar apostando con Sierra a espaldas de Ezra.
—¿Vio sus calificaciones del año pasado? —cuestiona el director, viendo fijamente a Ezra, quien niega con su cabeza totalmente desinteresado—. Bueno, déjeme decirle que dan pena. Son un tremendo asco. —Abro mis ojos al escucharlo decir eso. Si yo fuera el pelinegro a mi lado, estaría quejándome porque el director no puede decirle algo así a un alumno, pero de reojo puedo ver a Ezra acomodarse mejor en su silla, plenamente aburrido y sin interés alguno—. Así que, a la señorita... —Carraspeo fuerte para que sepa que no debe decir nada y al parecer él lo comprende porque asiente con la cabeza disimuladamente—. La señorita Malkovich será su tutora por todo el año, o por lo menos, gran parte de este para que pueda graduarse.
Siento de inmediato la mirada de Ezra sobre mí, haciendo que yo gire a ver a otro lado.
Esto fue algo que se me ocurrió anoche y a Tess le pareció una forma correcta para acercarme a Ezra, sin que parezca muy extraño mi repentino "interés" hacia él. Así que esta mañana vine a la oficina del director y se lo plantee. Le dije que me gustaría ser la tutora de Ezra y, a pesar de que él lo dudo por unos momentos puesto que sabe mi relación con él, terminó aceptando e hizo llamar de inmediato a Mackey.
Pero él llegó treinta minutos después de que lo llamaran, sin importarle en lo más mínimo.
—¿Y si yo no quiero una tutora? —habla Ezra, luego de varios minutos.
Su pregunta logra sorprenderme, ya que creí que diría algo sobre que no quiere que yo sea su tutora. Pero veo que le da lo mismo quien sea, porque la verdad es que no quiere una.
—Desaprobará y no podrá graduarse junto a sus compañeros —responde el director de manera calmada y sin despegar su vista de Ezra.
—¿Y por qué ella? —inquiere, señalándome con su dedo pulgar. Ahí está, justo ese es el comentario que estaba esperando—. ¿No puede ser otro ya que no me queda alternativa?
—Lo siento, señor Mackey —comenta el director, encogiéndose de hombros, para quitarle importancia al asunto—. Pero la señorita Malkovich es la mejor de su grado y no veo que haya nadie mejor que ella para ayudarlo.
O mejor dicho, no cree que haya otra persona dispuesta a desperdiciar su tarde para ayudarlo.
Ezra bufa y se cruza de brazos como un niño chiquito, pero sin embargo no dice nada, cosa que me sorprende. Creí que se opondría por más tiempo, incluso discutiría con el director y me gritaría, pero no, simplemente lo aceptó y ya.
Luego de eso, el director nos dijo que los horarios lo acordamos nosotros, pero que si no ve una mejora para las primeras evaluaciones, que le cambiará el tutor a Ezra.
Ambos salimos de la oficina del director sin decir una palabra.
—Podemos juntarnos esta misma tarde si dese...
Me callo en cuanto él suspira y comienza a caminar, alejándose de mí.
Inhalo hondo, tratando de buscar paz y sabiendo que esto no será para nada fácil, pero no pienso rendirme así de fácil.
Corro detrás de él y me posiciono delante, haciendo que deje de caminar para mirarme fijamente.
—Es de mala educación dejar a una persona hablando sola —regaño, cruzándome de brazos.
—¿Y a mí me importa por qué...?
—¿Crees que yo quiero ser tu maldita tutora o qué? —inquiero a la defensiva, mientras elevo una ceja.
«Si, por eso lo pediste», pienso y me maldigo por ser tan sincera conmigo misma.
—Mira, fea, ni siquiera sé por qué estoy hablando contigo —admite y yo giro los ojos ante su adjetivo hacia mí—, pero a mí tampoco me interesa que seas mi tutora, ni siquiera quiero pasar más tiempo contigo —asegura, mirándome de pies a cabeza y yo miro hacia otro lado, tratando de encontrar paciencia—. Así que, ¿por qué en vez de ser mi tutora no me haces los deberes y listo?
Suelto una gran carcajada, llena de ironía y diversión, mientras lo miro incrédula.
—Tú sí que eres idiota e ingenuo al creer que yo podría hacer algo así —afirmo, haciendo que él frunza el ceño ante mi comentario—. Mira, si no quieres que le diga al director todo esto, propongo que nos juntemos hoy a las cuatro en Breaking Coffee.
—Yo no...
—No me interesa.
Me doy la vuelta y comienzo a caminar por el pasillo, apretando mis libros contra mi pecho, sintiéndome victoriosa.
Pienso en mirar por encima de mi hombro, pero decido que mejor no, porque no vaya a ser que él decida venir detrás de mí a discutir y realmente no deseo eso.
Si quiero enamorarlo, debo buscar la forma de hacerlo, sin tener que discutir con él, porque eso en vez de hacer que quiera estar con él me hace dar ganas de golpearlo hasta el cansancio con un libro muy, muy, gordo.
Antes de que pueda llegar al salón, Sierra pasa a mi lado y me empuja con su hombro, haciendo que mis libros se caigan de mis manos y escucho a su sequito reír como tontas.
Miro enfurecida a Sierra y me acerco a ella a paso firme, haciendo que me vea con una ceja alzada.
—Teníamos un trato —le recuerdo en un murmuro, mirándola fijamente.
Sierra sonríe de lado e inclina su cabeza hacia la izquierda, mientras eleva una ceja.
—No, ugly. Jamás dije que no te molestaría en todo este tiempo —comenta y, odio admitirlo, pero es cierto. Nunca acordamos eso—. Dije que no lo haría, sólo si ganas, mientras, haré lo que quiera —asegura, colocando su dedo índice en mi frente para empujarme.
Me tropiezo con mi libro y eso hace que me caiga de trasero al suelo, cosa que hace a todos los presentes reír.
De reojo puedo ver una figura acercarse a nosotros a paso rápido y logro levantarme del suelo justo a tiempo para agarrar a Tess, quien no duda en querer lanzársele a Sierra.
—¡Pídele disculpas! —ordena mi mejor amiga, señalando a la castaña, mientras que yo logro atraparla y alejarla de Sierra, antes de que esta quede con la nariz rota.
Sierra la mira con asco y se tapa la nariz, para luego mirar a sus amigas.
—Qué asco. Aquí ya olía feo con la presencia de la gárgola, pero con la presencia de esta huele asqueroso —asegura, haciendo que todas sus amigas también se tapen la nariz y nos miren con horror—. Vámonos —ordena, chasqueando sus dedos y acto seguido todas ingresan al salón.
Una vez que Tess deja de moverse entre mis brazos, la suelto y giro a verla, notando que me mira molesta.
—¿Por qué no me dejaste darle una buena paliza? —inquiere, suspirando frustrada para después agacharse y ayudarme a recoger mis libros.
—Porque Sierra no vale una suspensión por eso —respondo, aceptando los libros que me tiende—. Pero gracias por defenderme.
—Sí, pero debes empezar hacerlo tú —opina, enganchando su brazo con el mío.
—Lo haré —prometo y ella sonríe, confiando en mi palabra.
—Prometo que este año, si tú no te defiendes de estos brabucones, no me quedaré quieta y les haré pagar todo lo que te han hecho estos años —garantiza y yo suelto una pequeña risa nerviosa.
Me río, teniendo esperanzas de que ella realmente no haga eso, aunque sé que sus palabras no tuvieron ni una pizca de broma.
Las clases transcurrieron normales y por suerte no me crucé con Ezra ni con Sierra, cosa de lo cual estoy realmente agradecida porque es muy molesto discutir con ellos siempre, a toda hora, en todo momento.
Me despido de Tess con la mano y comienzo a caminar en dirección contraria a ella, para ir a la parada de mi autobús.
De camino, un motociclista pasa por mi lado, logrando salpicarme con un gran charco de agua que estaba ahí.
—¡Imbécil! —grito en cuanto veo cómo se va sin importarle nada.
Ni siquiera se detuvo para preguntarme si estaba bien o para pedirme disculpas. Es un tremendo idiota.
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Llego a mi casa refunfuñando por mi mala suerte y arrastrando mis pies del cansancio.
Maldito chofer que no me dejó subir al autobús por culpa del imbécil de la motocicleta. ¡Yo no pedí que me salpicara con su estúpida motocicleta!
Inhalo hondo, al darme cuenta que estoy de tan mal humor que empiezo a maldecir todo. Debo calmarme, esto no le hará bien a mi salud.
Me dirijo hacia la cocina por busca de algo para tomar, pero en el camino mi rodilla choca contra la punta de una pequeña mesa y suelto un quejido mientras agarro mi pierna.
—¡Pero la madre que me parió! —grito, para después mirar el mueble—. Estúpida mesa, ojalá jamás hubieran cortado aquel árbol para construirte, desgraciada —maldigo, mientras pateo una de sus patas, aunque no con demasiado fuerza porque sé que me dolerá—. Te odio a ti, al chofer y al motociclista. Los maldigo, pedazos de mier...
—Así que no estás de humor.
Dejo de patear la mesa, para girar a ver a mi mamá, quien está con una taza de café entre sus manos y me mira con una ceja alzada.
La miro de una forma en la que ella pueda entender que, en efecto, no estoy para nada de humor.
Paso por su lado, quitándole su taza de café y retomo mi camino hacia la cocina mientras la escucho quejarse por su café, pero ahora mismo no me interesa.
—Fue un día espantoso —comento, dejando la taza en la pequeña isla de la cocina.
—¿Y qué culpa tiene mi pequeña mesa? —inquiere mi mamá, tomando asiento en una de las banquetas, viéndome divertida.
—Entrometerse en mi camino, haciendo que me golpee la rodilla —contesto, buscando el pan en la alacena, para luego dirigirme hacia la heladera y sacar la mermelada y a continuación buscar un plato y un cuchillo—. Y ya sé, no está bien enojarse así, porque le hace mal al corazón —repito las palabras de ella, mientras abro la mermelada.
—Es cierto, por eso tu mamá siempre decía...
—Mejor sacarlo, que guardarlo —termino la frase por ella y de reojo la puedo ver asentir con la cabeza.
—Sí, y si insultar una mesa te saca ese mal humor que cargas, mejor para mí —asegura y yo río por lo bajo.
Una vez que termino de preparar mi sándwich, me doy la vuelta para dejar todo nuevamente en su lugar. Pero en cuanto vuelvo lista para morder aquella delicia, puedo verla a ella haciéndolo.
—¿Qué? ¡Oye, no! —me quejo, viéndola disfrutar de mi sándwich.
Mi mamá se ríe divertida, para después salir corriendo de la cocina. Sonrío divertida y no lo dudo, así que de inmediato empiezo a correr detrás de ella.
Llegamos hasta la sala, que es cuando logro atraparla y nos tiramos al sofá, luchando por el sándwich.
No duramos mucho, cuando gano –o me deja ganar- pero ya de nada me sirve, cuando lo veo todo aplastado y totalmente destrozado.
Hago una mueca de asco, pero no tengo permitido desperdiciar nada. No porque mi mamá me diga algo al respecto, sino porque sé que hay miles de niños que ahora no tienen nada para comer, como para que yo venga a desperdiciar esto, sólo porque está aplastado.
Veo de reojo a mi mamá mirar su reloj de muñeca, para después soltar un suspiro.
—Ya me tengo que ir —anuncia, levantándose del sofá, para agarrar su celular de la mesa ratonera que hay frente a este.
—Por cierto, ma —hablo con la boca llena, haciendo que ella me mire mal y sonrío apenada. Una vez que trago todo, vuelvo hablar—: Hoy saldré.
—¿Con Tess? —inquiere, arreglando su maletín y yo niego con la cabeza, aun cuando ella no me está viendo.
—No —respondo, logrando que gire a verme con el ceño fruncido.
—¿Entonces?
—El director me pidió si podía ser tutora de uno de mis compañeros —miento, aunque no del todo.
—Ah, qué bien —contesta, retomando accionar de acomodar sus cosas para irse a trabajar—. ¿De quién? ¿Lo conozco?
—Para tu desgracia y la mía, sí —respondo, haciendo que gire a verme con el ceño fruncido—. Ezra Mackey.
—¿Qué? —cuestiona, incrédula.
Deja de hacer lo que está haciendo, para caminar hacia mí y sentarse sobre la pequeña mesa de vidrio y mirarme fijamente.
—Eso. Debo ser tutora de Ezra y esta tarde nos juntaremos en el café que está aquí a dos cuadras.
—¿Quieres que hable con el director? —propone, mirándome no muy segura de esto—. Es que es increíble. ¿Cómo a ese hombre se le ocurre ponerte de tutora con el chico que más bullying te ha hecho?
—No pasa nada, ma —hablo y ella me mira con las cejas alzadas—. En serio, un par de clases no me afecta en nada, además, me ayudan en puntos extras.
—Patrañas, tú no necesitas puntos extras —asegura y yo meneo mi cabeza de un lado a otro.
—Puede que tengas razón, pero puntos extras no le hacen mal a nadie —opino y puedo verla insegura aun así—. Estaré bien ma, lo prometo.
Mi mamá mira su reloj de muñeca y suspira, para volver a verme.
—De acuerdo, pero si ese jovencito te hace algo, no dudes en llamarme al hospital que iré corriendo, ¿bien? —cuestiona y yo río por lo bajo ante su comentario, pero sin embargo asiento con la cabeza—. Adiós tesoro, no te olvides de comer algo.
Me da un beso en la frente y sin más, se va.
Me recuesto mejor en el sofá y apoyo mi cabeza en el respaldar, mientras miro el techo de mi casa y pienso en las miles de razones de por qué no debería hacer esto, sin embargo, no sé por qué lo sigo haciendo.
Inhalo hondo y miro a lo lejos una fotografía de mi mamá y sonrío de lado, algo melancólica.
Me levanto del sofá y camino hasta el mueble, para tomar el cuadro entre mis manos y paso un dedo contorneando la foto de mi mamá.
—Ojalá estuvieras aquí —murmuro y suelto un suspiro—. No creo que te diría lo que estoy haciendo, pero sé que tú sabrías que estoy haciendo algo y me aconsejarías al respecto, aún sin saber qué es eso que estoy haciendo con exactitud —aseguro y sonrío de lado—. Te extraño y mucho. Estoy segura que Daphne también te extraña, ¿sabes?
Le doy un beso a la fotografía, para volver a dejar el cuadro justo donde estaba.
Me fijo en mi celular, notando que tengo varias notificaciones de wettpad, y un par de mensajes de Tess. Pero lo que realmente me importa es la hora. Aún falta una hora para mi encuentro con Ezra, tengo tiempo para dormir un poco siquiera.
Vuelvo al sofá, ya que no tengo ganas ni de quitarme el uniforme, ni de ir a mi cuarto y me acuesto sobre este, pero ya el cansancio se fue y suspiro ante eso.
Decido ver mis notificaciones, notando que actualizaron dos de mis historias favoritas.
Me decepciono al ver que de una, es una nota de la autora, pero me alegro al ver que de la otra historia sí es un capítulo y comienzo a leerlo sin duda alguna.
Por chicos como los que salen en los libros, es que mis expectativas son tan altas y no sé si eso sea bueno o malo.
Cuando menos me doy cuenta, el capítulo acabó y me estiro sobre el sofá, al sentirme feliz por lo que acabo de leer. ¡Al fin se besaron!
Veo la hora y toda la felicidad que sentía se esfuma al darme cuenta que voy tarde por cinco minutos y yo odio la impuntualidad.
Me levanto de un salto y comienzo a sacarme el uniforme como puedo mientras camino por toda la casa.
Paso por el cuarto de lavado y meto todo mi uniforme sucio a lavar, para después agarrar un pantalón corto del cesto de ropa limpia y una camiseta que me va grande y larga, pero no me interesa.
Subo corriendo las escaleras y descalza, hasta que llego a mi cuarto y al entrar, me coloco las primeras zapatillas que encuentro y me las ato lo mejor que puedo, para después bajar nuevamente corriendo las escaleras.
Tomo mi bolso de la entrada de la casa junto con las llaves, para después salir corriendo y comenzar a correr hacia la cafetería.
Llego al lugar indicado y antes de ingresar, me detengo afuera para inclinarme y agarrar mis rodillas con mis manos, mientras intento recuperar un poco el aire. Definitivamente el deporte no es lo mío.
Me enderezo una vez que me siento mejor y antes de que pueda dar un paso, la puerta del local es abierta y por esta sale Ezra, que al verme eleva una ceja.
—Puedo explicarte —aseguro con la respiración entre cortada.
Bien, parece que aún no me recuperé del todo.
—¿Sabías que es de mala educación llegar tarde? —inquiere, viéndome con cara de pocos amigos mientras se cruza de brazos.
—Ay por favor, ni que fuera tan tarde —comento y comienzo a tocar los bolsillos traseros de mi short, para después buscar entre mi pequeña mochila—. Mierda —murmuro, al darme cuenta que olvidé mi celular.
—Veinticinco minutos tarde —anuncia, mirando la hora en su celular, para después volver a verme—. Lástima gárgola, es tu culpa y se lo diré al director, para que me cambie de tutor.
Pasa por mi lado, dispuesto a irse pero lo agarro del brazo, haciendo que se detenga y gire a verme, para luego ver mi mano en su brazo. La alejo de inmediato y le sonrío apenada.
—Lo siento —comento a lo que él se acomoda la camisa—. Pero vamos, ya llegué. Mejor tarde que nunca, ¿no? Empecemos con esto.
Sin darle tiempo a responder nada, me tomo el atrevimiento de rodearlo y poner mis manos en su espalda, para comenzar a empujar de él hacia la cafetería.
Por suerte, se digna en abrir la puerta mientras que yo sigo empujándolo.
Busco un lugar libre, hasta que encuentro una mesa al lado de una ventana y lo dirijo hacia él. Al parecer va cómodo, porque se está dejando guiar.
Una vez que llegamos, alejo mis manos de su espalda y me encamino a mi lugar para tomar asiento, pero él se queda parado, mirándome como si estuviera loca.
Suspiro y giro los ojos, para luego señalarle el asiento delante de mí.
Ezra mira a su alrededor, para después mirar algo en su celular. Suelta un suspiro y, por fin, se sienta.
—Que sepas que no pienso quedarme más de media hora —anuncia y yo giro los ojos, sin embargo, asiento con la cabeza.
—Tampoco planeo desperdiciar mi tarde más de media hora contigo —aseguro, mientras saco un cuaderno de mi mochila y lo escucho bufar divertido, cosa que me hace volver a verlo—. ¿Qué?
—Como si tuvieras algo mejor que hacer —se mofa y yo lo miro ofendida.
—Tengo muchas cosas —afirmo, aunque sé que estoy mintiendo.
Ezra alza sus cejas y apoya sus codos sobre la mesa, para mirarme con más atención.
—Dime tres cosas que debas hacer después de esto —ordena y yo elevo una ceja—. Seguramente no llegas ni a dos.
—Pues... —Me callo al darme cuenta que es cierto. Esto era lo único que debía hacer por el día de hoy—. Debo hacer los deberes.
—Eso no cuenta. Hablo de cosas divertidas.
—Salir con Tess —suelto sin pensarlo y él asiente con la cabeza, mientras eleva un dedo. Piensa Ava, piensa—. Salir a comer... —miento y él eleva una ceja, no muy creyente de mis palabras—. Y..., bueno, ¿qué importa? Dime en qué materias necesitas tutoría y dejemos de divagar.
Ezra se me queda viendo por unos momentos, para después sonreír de lado, victorioso y burlón.
—Eres una pequeña mentirosa, Malkovich —asegura y yo miro hacia otro lado, para que no note mi sorpresa. Es la primera vez que me llama por mi nombre, apellido en este caso. Siempre anda con adjetivos descalificativos—. Me va mal en biología, literatura, ciencias, cálculos, historia y geografía —responde, señalando cada asignatura con sus dedos—. Creo que son todos.
—¿Seguro? —inquiero, realmente sorprendida—. ¿No te faltó nombrar el baño, el receso y dirección? —comento sarcástica y él gira los ojos.
—No, esos los apruebo con diez, fíjate —responde igual de sarcástico que yo.
Vuelvo a girar los ojos y suelto un suspiro, para después apuntar su mochila.
—¿Con cuál quieres comenzar? —averiguo, sacando mi estuche con mis lápices de colores y fibras.
De pequeña, mi mamá me explicaba algo que yo no entendía, a base de colores y de una forma que resultaba entretenido.
Pensé que con él podría hacer lo mismo. A lo mejor y así se le hace más fácil y entretenido y decide estudiar por su cuenta.
—Con la que sea, de todas formas te queda poco tiempo —responde, mostrándome la hora en su celular.
Ya pasaron quince minutos desde que estamos aquí. Es decir que tengo otros quince minutos antes de que él se vaya, rayos.
—Bien, que sea con ciencias —propongo y él asiente con la cabeza—. ¿No piensas sacar nada? —inquiero, señalando su mochila y él gira a verla.
—No es la del instituto, así que no —responde, desinteresado y yo trato de calmar mi tic nervioso del ojo.
—Vale, entonces... —No puedo seguir hablando, cuando la presencia de alguien nos interrumpe.
—¿Qué desean ordenar?
Esa voz.
Elevo mi cabeza y al verlo, puedo sentir como mis mejillas se sonrojan levemente.
—Un licuado de fresas está bien —respondo algo nerviosa, pero deseando que no se me note en la voz mientras le sonrío y él me corresponde el gesto, haciendo que mi corazón comience a latir a lo loco.
—A mi tráeme sólo una dona —ordena Ezra y el chico asiente con la cabeza, mientras anota el pedido.
Sin decir nada más, se da la vuelta y comienza a caminar hacia la cocina.
Mis ojos no pueden dejar de verlo, incluso cuando desaparece de mi campo visual, quedo mirando hacia donde se fue.
No puede ser tan hermoso. Es un ser perfecto. Estoy segura que él sería el personaje principal perfecto de cualquier historia.
Sin querer se me escapa un pequeño suspiro y un carraspeo hace que vuelva al presente.
—Disculpa —murmuro totalmente apenada, pero Ezra sonríe divertido.
—Así que a la fea le gustan los chicos —comenta más para él que para mí.
—Soy humana, por más que sea fea —respondo y él menea su cabeza de un lado a otro.
—Tal vez, pero creí que te gustaban las mujeres —admite y yo frunzo el ceño.
—¿Por qué...? —Suspiro y niego con la cabeza—. ¿Sabes qué? No importa.
—No, no, háblame más —pide, haciendo que lo mire extraño—. Si vas a ser mi tutora, quiero conocerte. Así que dime, ¿te gustan los mayores? —inquiere, pero su pregunta suena a toral burla.
—¿Por qué lo dices?
—Oh vamos, ese es un vejestorio —asegura, señalando por donde se fue el chico que nos atendió.
—No es un vejestorio. Sólo es un par de años mayor que nosotros y ya está en la universidad —respondo, sonriendo como tonta al recordar a ese chico castaño con sonrisa encantadora.
—Oh vaya —Ríe con burla, logrando hacer que mi concentración vuelva a él—. Estás enamorada —se mofa y yo bufo, tratando de parecer divertida.
—Obvio no.
—No sabes nada de él, absolutamente nada de él y estás locamente enamorada —sigue burlándose, sin importarle lo que acabo de decirle—. Encima de fea, eres patética, si te diste cuenta, ¿no?
—¿Patética por qué? —cuestiono a la defensiva—. ¿Por qué me gusta alguien físicamente?
—No. Por estar enamorada de alguien que no sabes nada y probablemente esa persona no sabe nada de ti —responde, cruzándose de brazos para apoyarse en el respaldar de su asiento.
No puedo responderle nada, cuando otro chico, un rubio, nos deja nuestros pedidos y aunque Ezra se dedica a comer su dona, yo no toco mi batido.
—Para que te guste una persona, no es necesario que la otra sepa cosas de ti, ¿lo sabías? —inquiero bastante ofendida.
—O sea que sí te gusta —comenta, para después beber de mi bebida, sin importarle que sea mía—. Pero en serio Malkovich, mínimo deberías saber su nombre.
—Diego —respondo sin dudarlo y lo veo mirarme con los ojos entre cerrados
—¿Qué?
—Se llama Diego —repito, pero esta vez menos segura ya que él vuelve a sonreír.
—Bueno, algo es algo —alienta, elevando un hombro para restarle importancia.
—Bueno ya. Continuemos —ordeno, señalando mi cuaderno.
Él le da otra bebida a mi batido y yo lo miro de mala forma, mientras se termina el ultimo pedazo de su dona, para levantarse de su asiento.
—Es una pena, pero mí tiempo ya acabo —asegura, enseñándome su celular.
Sin decir nada más, se da la vuelta y comienza a caminar, hasta que sale del local.
No lo puedo creer. Ezra Mackey es mucho más inteligente de lo que creí.
Suelto un jadeo lleno de sorpresa e indignación.
No pidió bebida, porque sabía que se iba acabar la mía en cuanto pedí una. Me hizo hablar de mí, para perder tiempo y no tener que ser su tutora y así decirle al director para que pueda cambiarme por otro estudiante. Me hizo arrastrarlo hasta aquí.
Pero eso no es lo más sorprendente. Sino que se fue sin pagar. Yo debo pagar ahora su maldita dona.
Por lo menos fue generoso y pidió sólo una.
Suspiro y me apoyo contra el respaldar de mi asiento, mirando el vaso donde se supone debería haber un batido de fresas, pero sólo hay un poco de este.
¿Cómo haré esto?
———🧡———
¡Hola, hola, hola! ¿Cómo están?
Espero que les haya gustado esto.
Espero que les guste mi nuevo proyecto, tanto como me está gustando a mí.
Los amo🧡
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