19. Acabemos con esto.
Estamos a dos semanas de que se acabe el año escolar, y con ello, la preparatoria, dándonos paso a la vida universitaria.
En estos casi tres meses no he sabido mucho sobre Ezra, debido a que me evita donde sea que nos crucemos, ni siquiera me mira, actúa tal como dijo, fingiendo que no existo. Sierra por otro lado, me sorprendió al saber que sí cumplió con su trato. Estos meses han sido totalmente tranquilos para mí y no lo voy a negar, me encanta la paz que siento al caminar por los pasillos, por más que una que otra mirada y cuchicheo existen a mis espaldas, pero hace más de una semana que los rumores de la fiesta dejaron de circular.
Mientras tanto Gavin ha decidido darme espacio para pensar bien todo lo que pasó, pero ciertamente creo que él era quien necesitaba más que nada ese espacio. Según sus propias palabras, no pensaba que yo era del tipo de persona que le gustaba apostar sobre otra persona. Lo entiendo, yo tampoco sabía eso de mí.
—¡Ava, correspondencia! —grita Donovan, desde la planta baja.
Suelto un suspiro y me levanto de la cama, para salir de mi cuarto y bajar las escaleras, encontrándome con la dulce pareja en la sala, viendo una película en el televisor.
Sin decirme nada, ambos me señalan la mesa del teléfono y ahí veo tres cartas de universidades. Inhalo hondo, tratando de armarme de valor.
Agarro la que más me interesa y, aunque están viendo televisión, sé que su atención está completamente en mí, haciendo que mis nervios aumenten.
La universidad de Blasky. La mejor universidad de cinematografía del país. Ezra no le erro a algo cuando discutimos, sí quiero ser actriz. Se lo conté un día y no creía que lo recordara.
Siento mis manos temblar, mientras miro el sobre, sin animarme a abrirlo.
—¿Y si no me aceptaron? —murmuro en voz alta, sin dejar de ver el sobre en mi mano.
—No es el fin del mundo —responde mi mamá y de reojo puedo ver como me observa, así que trago saliva—. No la única universidad dónde podrás estudiar actuación, que tenga un buen rendimiento académico, no quiere decir que sin ella no llegarás lejos.
Asiento con la cabeza, dándole la razón y sin más, rasgo el sobre y saco la carta de su interior.
Comienzo a leer sintiendo un nudo en mi garganta, mientras la tensión ronda por el aire y de repente, alzo la mirada para ver a mi mamá, quien no ha quitado los ojos de mí.
—¡Entre! —chillo feliz, haciendo que ella se levante del sofá de un salto y corra hacia mí para abrazarme.
Nos fundimos en un fuerte abrazo, aun sin poder creerlo.
Me alejo de ella y abrazo a Donovan, quien también se levantó del sofá para felicitarme y sonrío entre sus brazos.
Nunca supe lo que se siente un abrazo paternal, pero creo sospechar que así se siente, después de todo, él ya ha dado muchos abrazos de estos a sus hijos.
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—¿Podemos hablar?
Me sorprendo no sólo de verlo parado frente a mí, sino también de escuchar nuevamente su voz dirigida a mi.
Creí que no volvería a suceder.
Tartamudeo un poco, pero termino soltando un "si" que suena más sorprendido de lo que me hubiera gustado.
Veo que esta indeciso sobre si hacerlo o no, así que me aclaro la garganta.
—¿Qué pasa? —inquiero, animándolo a hablar, a que diga lo que realmente quiere decir.
—Pasa que te culpe de algo que me merecía —dice Ezra, soltando un suspiro de por medio, haciendo que frunza el ceño confundida—. No digo que esta bien lo que hiciste, pero después de todo, ¿quién soy yo para decir qué es moralmente correcto y que no? —cuestiona para si mismo, sin animarse a verme a los ojos—. Pero ese no es el punto, no es lo que quiero decirte.
—¿Entonces? —cuestiono al no entender a dónde quiere llegar.
—En serio quiero pedirte disculpas por todo el daño que te ocasioné estos años, Malkovich —afirma, sin apartar sus ojos de los míos—. No te merecías nada, pero nada, de lo que te hice, y sé que esto me lo busqué yo mismo, porque después de todo, si no te hubiera molestado todos estos años, tú no me hubieras odiado tanto como para aceptar esa estúpida apuesta, ¿cierto? Así que, como dije, me lo busqué.
—De todas formas... —Suelto un suspiro, mientras cierro los ojos, tratando de controlar mi pulso—. Te pido disculpas por lo que sucedió —digo, abriendo nuevamente los ojos para encontrarme con su mirada—. No soy quién para decidir qué o quién, incluso cómo, debería de ser tu karma, es decir... —Suspiro de nuevo y niego con la cabeza—. No quiero quedar con rencores, ¿sabes?
—Yo tampoco —se apresura a decir—. Acepto tus disculpas —asegura, sin apartar sus ojos de los míos, buscando algo, ¿qué? No tengo idea—, y espero, realmente espero, que algún día tú puedas aceptar las mías.
Suspiro por tercera vez desde que comenzó esta conversación, pero esta vez es un suspiro más profundo, dónde me animé a inhalar tan hondo como pude, para luego exhalar todo de manera lenta y dolorosa, hasta sentir que mis pulmones no pueden soltar más aire del que creo.
—También espero que algún día pueda perdonarte, Ezra —confieso, logrando sorprenderlo, pero inmediatamente la decepción sustituye la sorpresa en su mirada—. Estoy trabajando en mí misma, para no odiarme por ya no odiarte, ¿sabes? Pero, realmente no sé si algún día pueda perdonarte —admito, mordiendo mi labio inferior, queriendo callarme, pero realmente siento que no puedo, así que continúo—: Si el ya no odiarte hace que me odie yo misma, no sé qué sería de mí si te perdono, ¿entiendes? —cuestiono, esperanzada de que lo haga, pero no hace ni dice nada—. De todas formas, tenías razón.
—¿En qué? —inquiere, frunciendo el ceño, extrañado por mis palabras.
—Cuando me dijiste que en realidad no tengo autoestima —respondo, recordando sus palabras y puedo ver su mandíbula tensarse—. Es cierto. No puedo permitir a nadie que me quiera, porque no me lo creo. No me creo realmente nada cuando alguien me dice algo bonito, incluso un te quiero. Tampoco me creo atractiva, y, joder siento que podría volver a odiarte por hacerme dar cuenta de eso —menciono, soltando un pequeño suspiro junto a una risa, mientras lo veo hacer una mueca apenado—. Pero tenías razón.
Después de todo, siempre creí que burlándome de mí misma era algo bueno, pero no es así. Siempre fue una forma de protegerme, diciéndome que si me burlaba primero de mí misma, sería menos doloroso cuando los demás lo hagan. Mentira. Era igual de doloroso.
Siempre supe que ellos jamás se burlaban conmigo, sino que se burlaban de mí, pero nunca creí descubrir que yo misma me unía a ellos para darle razones para burlarse de mí.
Todos estos meses me han servido para conocerme más, luego de las palabras de Ezra, que me han tenido sin dormir por una semana, porque sabía que tenía razón, tiene razón, pero cómo deseo a veces que no fuera así.
Mi mamá también tiene razón. Que jodido es el ego disfrazado de falsa autoestima. Porque cuando se va, quedas sin nada, sintiéndote más vacía que nunca.
—Quizá por eso es que yo jamás podría llegar a gustarte —habla, logrando que vuelva a la realidad y lo miro curiosa, así que añade—: No porque crea que no tienes autoestima, más bien porque no puedes perdonarme.
—No entiendo —aseguro, frunciendo el ceño, confundida ante sus palabras.
—Si el sólo hecho de sentir que ya no me odias, hace que te odies a ti misma... —Suspira y se encoge de hombros—, piénsalo. ¿Gustar de mí? Eso suena descabellado incluso para ti, incluso para mí. De hecho, creo que sólo debes forjar bien tu autoestima, porque si no la tuvieras, probablemente si te hubiera gustado.
—¿Por qué lo crees? —inquiero, sin dejar de fruncir mi ceño.
—Porque nadie que no se ame, aunque sea un poco, se permitiría lastimarse al punto de empezar a sentir cosas por alguien que sólo la ha lastimado —contesta de manera obvia, sin apartar sus ojos de los míos—. Y estoy más que seguro que jamás cruzó por tu cabeza el hecho de que yo podría gustarte.
No digo nada, porque tiene razón.
Desde el momento uno que comenzó todo esto, supe que él jamás podría gustarme. ¿Cómo podría? Después de todo lo que me ha hecho.
Como dijo, si tan sólo descubrir que ya no lo odio hizo que me odie a mí misma, el pensar que podría llegar a gustarme me parece descabellada y sin sentido.
—No sé qué esperas que diga ahora —menciono, incómoda por el silencio que se acaba de formar entre nosotros.
—Espero que seas feliz, Ava —dice sin más, con toda la sinceridad que puede cargar encima—. Que logres superar todo aquello que no te permite ver lo valiosa que eres, para que empieces a brillar como deberías.
Sonrío sin poder evitarlo, con algo de nostalgia, mientras veo como la comisura izquierda de su labio se inclina un poco hacia arriba.
—También espero que puedas ser feliz, Ezra —aseguro, moviendo mi cabeza en una afirmación—. Que puedas superar tus traumas, salir de tu casa y ser feliz de verdad.
Ninguno de los dos necesita decir nada más, que giramos sobre nuestros talones antes de otorgarnos la última sonrisa, y comenzamos a caminar alejándonos del otro.
No me giro, porque realmente siento que no tengo la necesidad de ver si él se ha marchado, quedado o volteado.
Estoy tranquila con la decisión que acabo de tomar.
Ya no odio a Ezra Mackey, pero tampoco lo perdono.
Vivir con remordimiento no le hace mal a nadie que no pueda perdonar.
No llego muy lejos, que choco contra el cuerpo de Gavin por ir pensativa, por suerte logra agarrarme antes de que me caiga al suelo.
Me suelta una vez que se asegura que estoy bien y ambos nos alejamos una paso, para mantener distancia. Nos miramos sin saber muy bien qué hacer, o qué decir.
Luego de algunos segundos, los cuales me dediqué a rehuir a su mirada, decido que lo mejor será irme, pero entonces habla, deteniéndome.
—¿Podemos hablar?
Intento no reír sin gracia, al descubrir que al parecer todos quieren decirme eso el día de hoy.
Levanto la vista y me encuentro con sus preciosos ojos color café, dándome cuenta que no puedo negarme a su petición, así que asiento con la cabeza.
Ante mi atenta mirada, agarra mi mano y al ver que no lo rechazo, comienza a tirar de mí por los pasillos del instituto, hasta que llegamos a las mesas que hay afuera del Instituto.
Me libera de su agarre, para luego hacer una seña, indicándome que tome asiento y eso hago al mismo tiempo que él.
—¿Entonces...? —cuestiono, mirándolo, no soportando más este silencio.
—Quiero que seas sincera conmigo —suelta de repente, logrando tomarme por sorpresa y frunzo el ceño—. El día que discutiste con Ezra, el día de la fiesta, yo los escuché —admite y parece estar avergonzado por ello, pero aún así continua—: Y escuché cómo le decías a Ezra que lo que sentías por mí era diferente, que... No sabes lo que sientes, pero sabías que era diferente —menciona, recordándome mis propias palabras, entonces siento un nudo en la boca de mi estómago—. Dime, de corazón, ¿qué sientes por mí? Porque creo que te he dicho y demostrado cuanto me gustas, pero tú... —Suspira, sin apartar sus ojos de los míos—. No soy de los tipos que le gusta andar con rodeos, Ava. Me gusta que sean directos conmigo, sin importar cuánto duela la verdad. Así que, necesito que lo digas.
Bajo la vista a mis manos, las cuales se encuentran con los dedos entrelazados sobre la mesa, mientras rebusco las palabras correctas para poder explicarme.
—No es que no sepa qué siento por ti, lo sé, me gustas —admito, levantando la vista para mirar sus ojos y noto la sorpresa en ellos, más la emoción, así que me apresuro en añadir—: pero... —La emoción se va de su rostro, haciendo que trague saliva—, no sé si me gustas porque eres tú o me gustas porque fuiste el primer chico que me trato como, teóricamente, cualquier persona debería de tratar a otra persona, es decir, de manera respetuosa. Fuiste el primer chico que no me insultó, burló o cualquier cosa a la cual estaba acostumbrada —aseguro y puedo verlo asentir con la cabeza de manera lenta, comprendiendo mis palabras—. Así que necesito averiguarlo, ¿sabes? Saber si me gustas por ti, o me gustas por mí. Porque contigo me siento segura, porque no me tratas mal.
Ambos nos quedamos callados, sin saber qué más decir.
La verdad es que siento que me he quitado una tonelada de la espalda, hace mucho quería decírselo, pero no sabía cómo, además de que me daba miedo el cómo podía reaccionar.
—Entiendo —dice, cortando con el silencio y levantando la vista para posarla en mis ojos—. Espero que por lo menos podamos quedar como amigos —propone, sonriendo un poco, aunque más parece una mueca—. Quizá el día de mañana, cuando descubras que todo el mundo debería de tratarte bien, pueda gustarte por lo que soy y tengamos una oportunidad —comenta, elevando un hombro para restarle importancia al asunto—, mientras, me gustaría seguir siendo tu amigo.
—¿Puedo abrazarte? —cuestiono, mordiendo mi labio inferior, bastante nerviosa.
Pero todo nervio se va de mí, al verlo sonreír tan amigable como siempre.
Sin decir nada, se levanta de su asiento, para luego rodear la mesa y extenderme una mano para así ayudarme a levantarme. No tarda mucho en atraerme a su cuerpo, para ambos fundirnos en un fuerte abrazo.
Quedamos en que podríamos seguir siendo amigos, pero la verdad es que nunca nada me ha sabido más a una despedida que este abrazo.
Así que, sin dudarlo, me aferro fuertemente a su camisa y él hace lo mismo conmigo, inhalando hondo y aspirando la fragancia del shampoo que suelo utilizar, mientras que yo siento sus músculos tensarse en cuanto afianza más el abrazo, si es que eso es posible.
Nos alejamos con en las películas, de manera lenta y sintiendo el dolor por tener que hacerlo, mientras soltamos un suspiro.
Después de todo, la vida siempre tiene sorpresas para ti.
Empecé todo esto porque quería demostrar un punto, pero resulta ser que Ezra tenía razón, sólo buscaba una excusa para demostrarme desesperadamente a mí misma que valgo lo suficiente como para que alguien, incluso el chico que creía odiarme, se voltee a verme con otros ojos.
Se suponía que yo debía contarle a mis hijos el día de mañana cómo es que, a pesar del bullying que recibía por mi apariencia, yo seguía amándome sin importarme nada, pero... Creo que ahora tendré que contarles como, después de una tonta apuesta, no me tocó más que aprender a hacerlo cuando todo se me derrumbó.
Amarse a uno mismo es más que verse bien, es sentirse bien. Amarse a uno mismo, es no conformarte con lo que ves en el espejo, pero también aceptar de manera saludable que de todas formas no tienes nada malo incluso con esa apariencia, pero al no gustarte, prefieres cambiarla para sentirte bien contigo misma, y lo haces de una forma sana, aceptando cada cambio que quieras hacer por y para ti.
Encasillarte en algo, creyendo que no te sientes como te lo dicen, es una forma de autodestruirte también. Porque después de todo, si te cuentan mal una historia, por más que tu te sepas la verdadera, si te la cuentan muchas veces mal, terminas creyendo que esa es la verdadera y comienzas a olvidar la correcta, la que sabías.
Eso me pasó a mí. De tantas veces que me han catalogado como la fea, terminé creyéndomelo, aunque sin admitirlo a ciencias cierta, porque ni yo quería creer que había terminado acostumbrándome a esa versión de la historia, que a la que yo sabía.
Me encerré en mi apariencia que, sabía perfectamente que no me gustaba, por intentar demostrar un punto, cuando en realidad solamente lo hacía para ocultarme, por miedo a intentar cambiar y que no me guste. Mintiéndome todos los días, sin saber que no porque me den limones siempre debo hacer limonada. Diciéndome a mí misma que ese aspecto que veía todos los días frente al espejo era lo "mejor que podía hacer", conformándome con algo que no me gustaba para nada, pero temía salir de ahí.
Aprendí que si la vida te da limones, no hagas limonada con ellos si no te gusta. Véndelos y con el dinero que ganes con ellos, cómprate la maldita fruta que más te guste y consiéntete, hazte el jugo del sabor que a ti te gusta, no de la que te dan y te obligan a conformarte.
¡Hola, hola, hola! ¿Cómo están?
Nos vemos en el epílogo ❤
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