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16. El beso soñado

Me muevo en la cama al mismo tiempo que abro los ojos, encontrándome con el cuerpo de Ezra y su ceño levemente fruncido.

Sonrío divertida al pensar que incluso durmiendo parece enojado con el mundo entero.

Suspiro al verlo en el suelo. Es un necio.

Por suerte logré encontrar el colchón inflable que compramos una vez con mi mamá por accidente, así que pudimos inflarlo para que durmiera ahí, porque si por él fuera, hubiera dormido en el suelo con solo una manta y una almohada a pesar de que le dije que podía dormir yo en mi pequeño sofá y él en la cama.

Me levanto de la cama tratando de no tocarlo, pisarlo o hacer cualquier cosa que logre despertarlo, porque, por raro que parezca, no quiero hacerlo. Se ve demasiado tranquilo durmiendo, demasiado en paz que no me gustaría arruinarle eso.

Salgo de mi habitación sintiéndome molesta conmigo misma al darme cuenta que, quizá, Ezra me importe más de lo que me gustaría. No debería. De hecho, no debería sentir nada por él, para ser sincera.

Bajo las escaleras aun regañándome mentalmente por lo idiota que puedo llegar a ser, y me dirijo a la cocina, encontrándome con mi mamá, quien al verme no hace más que activar mi alerta y mi nerviosismo.

—Hola ma —saludo intentando sonar normal, pero mi tono de voz agudo no ayuda, así que me aclaro la garganta antes de continuar—: ¿Qué tal dormiste?

Camino de manera despreocupada por la cocina, acercándome a la mesada para agarrar la jarra de jugo y un vaso que están ahí.

—Hola tesoro —responde con su tono de voz maternal como siempre, mientras sigue prestándole atención al huevo revuelto que está preparando.

Antes de que pueda decir algo más, alguien ingresa a la cocina y, aunque no me gustaría, me sorprendo al ver a Donovan con el cabello revuelto y vestido con lo que, creo yo, es su pijama. Una camiseta vieja de color verde, un pantalón deportivo color gris y, unas pantuflas. Al parecer esas cosas ya se encuentran en mi casa, porque no me lo imagino trayendo todo eso en su mochila para una "pijamada" con mi mamá.

—Oh, buenos días Ava —saluda también bastante sorprendido al verme, pero sus ojos no reflejan nada más que amabilidad—. ¿Qué tal dormiste?

Río por lo bajo por su pregunta, ya que es exactamente la misma que le hice hace unos minutos a mi mamá. Me mira curioso y con el ceño levemente fruncido, mientras se sirve café en una taza que le regalé a mi mamá para su cumpleaños, la cual tiene la frase «mamás como tú, solo una: tú».

—Buen día, Donovan —saludo de manera amable, otorgándole una sonrisa que no duda en corresponder antes de beber café—. Justo eso le había preguntado a mi mamá antes de que entraras —explico el porqué de mi risa y lo veo asentir con la cabeza, comprendiéndome—, y respondiéndote... Dormí bien, digo, tengo un poco de sueño porque... —me callo al darme cuenta que, si dejaba las cosas en «dormí bien» no tenía que seguir hablando, pero ya continué y cavé mi propia tumba, así que debo pensar rápido una excusa—: Me dio hambre en la noche, así que me desperté para comer y bueno, ya se me cortó el sueño y así... Que rico está este jugo —aseguro, bebiéndome todo el jugo de repente, haciendo que Donovan alce las cejas sorprendido—. ¿Ustedes qué tal, eh?

Donovan abre su boca para responder, pero la voz de mi mamá se adelanta en hacerlo.

—Estábamos durmiendo bien, hasta que alrededor de las tres de la madrugada escuchamos un ruido —comenta despreocupada, pero sus palabras no hacen más que lograr que me tense, aunque intento fingir que no mientras muevo mi cabeza de manera comprensiva—. ¿No lo escuchaste? —inquiere, girando a verme por encima de su hombro, con una ceja alzada y trago saliva con cuidado de que no se me note el nerviosismo.

—Puede que haya sido yo —contesto sin detenerme a pensarlo mucho, haciendo que ambos me miren con el ceño fruncido—, como dije, me desperté porque tenía hambre así que bajé a ver si había algo para comer —les recuerdo y, me sale natural porque, de hecho, no es mentira lo que acabo de decir. No del todo.

Ambos se miran de una forma que me hace pensar que saben algo que yo no, para luego ver a mi mamá asentir con la cabeza de manera lenta.

—Oh, sí, eso lo explicaría —asegura sin dejar de mover su cabeza en un asentimiento lento, logrando que mi cuerpo sienta un repentino alivio—. Bien, el desayuno ya está listo —menciona, apagando la hornalla eléctrica, para después pasar a servir el tocino y los huevos revueltos en un plato—. Cariño, hazme un favor, ¿sí? —inquiere y, aunque no me esté mirando, sé perfectamente que me habla a mí.

—Claro ma, dime —pido, mientras bebo un poco más de jugo.

—Ve a despertar a Ezra para que baje a desayunar —ordena de manera amable, sin dejar de servir el desayuno, sin darse cuenta del efecto que tienen esas palabras en mí al momento que comienzo a toser debido a que me ahogo con el jugo—, claro, si es que no se ha ido ya.

—Con eso de que los jóvenes entran en la madrugada y se van muy temprano por la mañana... uno no sabe ya —interviene Donovan, haciéndose el pensativo mientras asiente levemente con la cabeza antes de tomar un poco más de café.

—¿Qué? Pero... —tartamudeo, tratando de procesar la información de que mi mamá y su novio saben sobre la presencia de Ezra en esta casa.

—Cariño, el señorito estaba lo suficientemente ebrio como para no hablar tan bajo en el momento que hablaba contigo por celular, para pedirte que lo dejarás entrar en la casa —menciona mi mamá, dándose la vuelta con dos platos en su mano y dejándolos en la mesa, antes de volver por los otros dos.

—Pero lo suficientemente ebrio como para subir con agilidad por la enredadera sin caerse —asegura Donovan, hasta parece asombrado por la "habilidad" de un Ezra casi ebrio—. De hecho, estoy cien por ciento seguro que estaba lo suficientemente ebrio como para armarse de valor y venir hacia aquí, pero no bebió tanto como para olvidarse de lo que sea que haya ocurrido anoche en tu habitación.

Su insinuación no hace más que sienta todo mi rostro arder ante el sonrojamiento que, por obvias razones, no puedo ocultar porque siento hasta mi frente ardiente.

—Mamá te juro que no ha pasado nada —me apresuro en decir, mirando fijamente a mi madre a los ojos—. Solo hemos hablado y...

—Lo sé —asegura con voz calma, logrando tranquilizarme un poco—. Como he dicho antes, hemos escuchado todo lo que te ha dicho al teléfono, lo cual luego nos resultó un poco tonto porque tranquilamente pudo haberte gritado a tu ventana sin necesidad de la llamada ya que, como dije, no ha sido nada silencioso ni discreto ese momento. —Ambos ríen por lo bajo, como si eso fuera un chiste íntimo entre los dos que aun, por mi edad y experiencias, no logro comprender—. Escuché como te decía que se había peleado con su padre —confiesa, haciendo una mueca que logra borrar cualquier rastro de diversión que tenía hace unos cinco segundos, suelto un suspiro al recordar lo que me contó y asiento con la cabeza lentamente—, sólo por eso no los interrumpí, ni lo eché.

Con mi mamá no tengo secretos de nada, excepto cuando son situaciones en las que sí debo mantenerme callada. Ezra no entra, en su totalidad, en una de esas situaciones.

Mi mamá no lo quiere por obvias razones, razones por las cuales yo tampoco debería de dejar ablandar así mi corazón, pero está claro que no pude y, para que ella no lo odiara tanto, la mantenía al tanto de cada encuentro que tenía con Ezra. Y si bien lo que me contó Gavin no fue algo que me haya contado Ezra, no pude no contarle a mi mamá, haciéndome caer en cuenta del por qué la tarde que tuve que correr al hospital por su alergia, me quedé hasta tarde ya que ningún familiar de él apareció.

Ambas queremos creer que esa noche su papá sí fue a buscarlo, pero la verdad es que ya no estoy tan segura de eso.

Desde entonces, mi mamá como que siente pena por Ezra, o no sé bien qué siente hacia su persona, pero ahora cada que lo menciona o yo lo hago, no hace una mueca de disgusto.

—¿Y bien? —habla nuevamente, mirándome intrigada al ver que me he quedado quieta en mi lugar y callada—. ¿No irás por él para que desayune? —cuestiona con el ceño fruncido—. Esos no son los modales que te he enseñado, Ava. Anda, ve —ordena, moviendo mi mano para que empiece a caminar hacia mi cuarto.

Salgo de la cocina dejándolos a ambos hablando de algo total ajeno a mí, dirigiéndome a la escalera totalmente aturdida todavía por todo lo que acaba de ocurrir.

Anoche casi me dan mil infartos al creer que mi mamá podría escucharnos y resulta que ella lo sabía en todo momento, incluso se durmió tranquila sabiéndolo. Increíble.

Entro en mi cuarto justo en el momento que Ezra se sienta en el colchón inflable, mirando a su alrededor bastante confundido mientras pasa una mano por su cabello, desordenándolo más, hasta que sus ojos se encuentran con los míos y parece caer en la realidad, y por primera vez veo algo que creí jamás ver en mi vida... Ezra sonrojado.

—Buen día —murmura apenas audible, bajando al vista a sus manos las cuales están sobre su regazo, totalmente apenado—. Eh... —Se aclara la garganta, debido a que aún tiene la voz ronca y adormilada—. Ava, quería... Quiero, sí, quiero agradecerte por dejarme pasar la noche aquí, porque sinceramente no tenía a dónde más ir, pero también quiero disculparme por si te ocasioné algún problema, te juro que no era mi intención, échame la culpa de todo y yo me...

—Mi mamá pregunta que si quieres desayunar —lo interrumpo, sintiéndome extraña de verlo tan nervioso, apenado y, sorpresivamente, aún sonrojado.

Alza la cabeza de golpe, clavando su mirada en la mía, reflejando pura incredulidad en su rostro. Me mira como si esperara que le diga que es una broma, pero al darse cuenta que no lo es, puedo notar como su manzana de Adán sube y baja en el momento que traga saliva.

—¿Tu... Tu mamá? —inquiere anonadado, sin animarse a moverse siquiera, temiendo dar un paso en falso.

—Sí, también está Donovan —respondo y puedo ver su ceño fruncirse levemente ante la confusión—, su pareja —le recuerdo, ya que le hablé de él en algún momento.

Sus ojos se fijan por unos segundos en un punto fijo mientras su ceño se frunce aún más, intentando recordar de quién hablo, hasta que al parecer lo logra, porque su expresión se relaja y vuelve a centrar su vista en la mía.

—Pero, cómo... ¿Le constaste a tu mamá que estoy aquí? —cuestiona entre sorprendido y horrorizado, viéndome con los ojos abiertos de par en par.

—No tuve necesidad —admito, encogiéndome de hombros para restarle importancia al asunto—, resulta ser que ellos te vieron anoche —cuento lo que ambos señores me han dicho en la cocina y puedo ver nuevamente sus mejillas teñirse de un carmesí—. No preguntes el por qué no te echó en la madrugada, porque tampoco lo sé —miento, pasando la lengua por mis labios, sin apartar la mirada de sus ojos que me parecen más sorprendentes ahora—. Sólo sé que me dijo de venir a despertarte para que bajes a desayunar, pero claro que no estás obligado, digo, si te quieres ir puedes hacerlo sin problema alguno...

Lo miro pensarlo por unos segundos, antes de asentir con la cabeza en señal de que irá a desayunar con nosotros.

En cuanto se levanta del colchón, es que recuerdo que anoche me preguntó si me molestaría que se saque la camiseta y, medio dormida le dije que no.

Siento mis mejillas arder y aparto apresuradamente la vista de su torso desnudo, mientras lo escucho aclararse la voz igual de incómodo que yo.

—¿Qué pasa, Malkovich? ¿Nunca viste a alguien tan bueno como yo? —bromea para intentar cortar con la incomodidad y, para mi sorpresa, funciona porque sonrío divertida y me siento más aliviada.

—¡Ja! ¿Acaso no ves televisión? —cuestiono, mirando de reojo como se pone la camiseta—. He visto a Cole Sprouse, así que no te creas la gran cosa —aseguro a modo de broma, ahora sí mirándolo mientras se pone sus zapatillas y puedo notar la sonrisa divertida en su rostro.

—Es lo mismo que yo te diga que vi a Anne Hathaway, obviamente eso no cuenta —menciona seguro de sus palabras, acercándose a mí y yo camino hacia la puerta.

—¿Te gusta Anne? —inquiero sorprendida, mirándolo de reojo, notando como eleva un hombro despreocupado mientras salimos de mi habitación.

—¿A ti no?

Touché —respondo sonriendo divertida—. Pero aun así no quita que sea una señora que doblega nuestra edad.

—¿Y? Sigue siendo una mujer muy hermosa —asegura, siguiéndome los pasos al bajar por la escalera—. ¿La viste en El diario de la princesa? Es bellísima.

Llego al último peldaño y me giro para encararlo y apoyo una mano en su pecho para que se detenga, cosa que hace y mira mi mano por unos segundos antes de mirarme a los ojos con curiosidad.

—Puedes burlarte de mis mamás lesbianas y toda esa estupidez que sueles decirme cuando estoy sola, pero delante de mi mamá no —hablo de manera seria, sin apartar mi mano de él y mucho menos mis ojos de los suyos—. Ni siquiera quiero que nombres a mi otra mamá, que hagas un comentario referente, nada. No tienes derecho aquí. Tampoco quiero que hagas bromas al respecto de mi mamá y su pareja, ni preguntes nada que no sea realmente de tu inconveniencia —sentencio, segura de mis palabras y lo veo tragar saliva—. De mí puedes burlarte de lo que sea, pero frente a mi mamá no, en mi casa... no.

Asiente con la cabeza de manera lenta, asegurándose de que sepa que ha entendido cada palabra que he soltado por mi boca.

—Te lo prometo —dice sin apartarse ni un centímetro de mí—. Sé comportarme, Ava.

Lo miro por unos segundos más a los ojos, intentando descifrar algo que me diga que está mintiendo o burlándose de mí, pero no encuentro nada y no sé si eso me alivia o no.

Suspiro al mismo tiempo que alejo mi mano de él y doy un paso atrás, dándole su espacio personal.

Nos miramos unos segundos más a los ojos, antes de girar sobre mis talones y continuar caminando por la casa, hasta guiarlo a la cocina y encontrarnos con mi mamá y Donovan riendo por, al parecer, la cara manchada de Donovan por el queso crema. ¿Cómo llegó eso ahí? No tengo idea, pero me es inevitable no sonreír al verla tan feliz.

Al darse cuenta de nuestra presencia, ambos se callan y veo a Donovan limpiarse el rostro disimuladamente, mientras que mi mamá mira fijamente a Ezra, analizándolo o, quizá, analizándose a sí misma.

Tiene cara de que quiere saltar a su yugular, pero también de que quiere abrazarlo con fuerza, como una mamá protectora, en ambos casos.

—Él es Ezra —hablo para cortar con el incómodo silencio, luego de que me haya aclarado la garganta, temiendo que no me saliera la voz—. Ezra, ella es mi mamá, Daphne —los presento y ambos se estrechan la mano, aunque no hace falta presentación con ellos porque ya se conocen—, y él es Donovan, el novio de mi mamá —digo, mientras veo como ambos se estrechan la mano también.

Muevo mi cabeza para que se siente y ambos lo hacemos, quedando él de frente a mi mamá y en medio de Donovan y yo.

Mi mamá lo observa un instante más, en lo que Ezra solo mantiene la cabeza gacha, bastante avergonzado como para mirar a mi madre a los ojos. Lo entiendo. Yo también estaría avergonzada de mirar a los ojos a la madre de la persona a la cual me he dedicado de molestar por años, incluso después de haber tenido una que otra discusión con ella en el instituto con el director.

Ellos dos sí que se conocen.

La escucho soltar un suspiro a mi lado, indicando que, por esta vez, decide dejar pasar todo ese remordimiento y entonces habla:

—Ahí te dejé una pastilla para la resaca, espero que te ayude —menciona con un tono de voz que aparenta ser normal para quien no la conoce, pero para mí no lo es, sé perfectamente que su tono de voz normal es amable, pero me alegra que lo intente—. Tómala antes de comer.

Ezra levanta la cabeza hacia ella, mirándola totalmente sorprendido y, a su vez, agradecido.

—Gracias —responde en voz baja, sin poder quitar la vergüenza de sí.

Agarra la pastilla que se encuentra en el centro de la mesa y la traga con un poco de jugo, cerrando los ojos como si eso es lo que hubiera necesitado todo este tiempo: jugo de naranja.

—En fin, Ava no sabes lo que me acaba de hacer tu madre —habla Donovan, cortando con la incomodidad del momento, haciendo que todos nos relajemos un poco mientras posa sus ojos sobre los míos.

Sus palabras no hacen más que mi mamá vuelva a reír, logrando llenarme de curiosidad, aunque de reojo veo a Ezra como empieza a comer en silencio.

—¡No es mi culpa que no te sepas ese chiste! —exclama entre risas mi mamá, e inmediatamente sé de cual habla.

—¿Por eso tenías la cara así? —inquiero divertida, intentando no reír al darme cuenta que cayó redondito, pero su cara de fastidio me arrebata pequeñas risas.

—¿Qué chiste? —interviene Ezra, mirándonos curioso y confundido, mientras unta queso crema en un pan tostado.

Mi mamá y yo nos miramos de reojo con cierta maldad, antes de que volvamos a posar nuestra atención y vista en el pelinegro.

—Más que un chiste es un juego tonto —respondo desinteresada, viendo cómo sigue untando queso—. ¿Conoces este que dice... El burro que se quedó esperando? —cuestiono, viéndolo divertida y puedo escuchar a mi mamá intentar contener la risa.

Ezra frunce el ceño y niega con la cabeza.

—No —responde, mordiendo de su tostada, mirándome totalmente atento.

—¿Cómo qué no? ¡Es buenísimo! —aseguro, fingiendo sorpresa de que no lo conozca. No puede hacerlo. Este es un juego que inventó mi mamá cuando era niña—. ¿Y el de... El burro con expresión aturdida? —inquiero, pero su ceño se frunce aún más, totalmente confundido mientras niega con la cabeza—. Oh vamos, no conoces nada, ¿y el del burro que hace...? —inmediatamente jadeo de sorpresa, logrando confundirlo aún más.

—No estoy entendiendo el punto —admite, aun con su ceño fruncido—. ¿Qué burro hace...? —En el momento que suelta un pequeño jadeo, golpeo con mi mano su tostada, haciendo que su cara se llene de queso crema al mismo tiempo que jadea sorprendido de verdad.

Las risas no tardan en llegar, mientras lo vemos parpadear sorprendido.

—Así es como hace —aseguro entre risas, chocando mi mano con la de mi mamá.

Sonríe de manera amable antes de pasarle una servilleta de papel para que se limpie y Ezra la acepta, devolviéndole la sonrisa lo mejor que puede, para luego mirarme desafiante.

—Caí en la misma trampa —habla Donovan, dándole leves palmadas de consuelo en el hombro de Ezra—, pero la verdad es que verlo es más divertido que sentirlo.

—La diferencia señor, es que ellas necesitan un cuento largo para hacer lo que hicieron —asegura Ezra, mirando fijamente a Donovan, mientras que yo sonrío con malicia mientras termino de untar mi tostada con mermelada de frambuesa—, en cambio nosotros podemos hacerlo directamente con acciones.

Y así es como con un pequeño toque, mi tostada, la cual antes había acercado a mi boca para morder, ahora se encuentra manchando mi rostro, provocando una risa en Donovan y mi mamá.

Dejo la tostada sobre la mesa, mientras acepto la servilleta que Ezra me otorga con una sonrisa llena de suficiencia, haciendo que sonría divertida.

—Dime Donovan —pide el novio de mi mamá, riendo divertido ante mi cara y, para este punto de nuestra relación, tenemos la suficiente confianza como para poder enseñarle mi dedo de en medio y que él no se enoje, es más, eso ocasiona que ría con más fuerza—, me agradas eh —asegura, mirando a Ezra que parece sorprendido por sus palabras.

No porque sea Donovan quien lo haya dicho, sino porque parece que es la primera vez que alguien se lo dice con sinceridad.

Ezra sonríe sin poder evitarlo y finge tener un sombrero en la cabeza, el cual se lo saca para hacer un tonto saludo de agradecimiento por sus palabras.

Los cuatros nos adentramos en una conversación animada, sobre cosas totalmente tribales y algunas tontas, pero de todas formas no deja de ser agradable.

El celular de mi mamá comienza a sonar en la isla y no duda en levantarse a contestar, mientras que yo veo a Donovan y Ezra tener una competencia de miradas, intentando no parpadear y pienso en qué momento llegamos a eso.

—¡Amelie, cariño! —exclama mi mamá muy alegre, llamando mi atención por completo, haciendo que gire a verla—. ¡¿Qué?! ¿En serio? ¿Y hasta ahora me vengo a enterar? —cuestiona y, aunque su rostro no parece preocupado, no puedo evitar sentirme preocupada. Amelie es mi tía favorita en todo el mundo, y claro, la única que tengo—. Oh Dios mío, ¡me alegro muchísimo por ti, cariño! Claro, claro que sí. Un honor sería para mí, prima —asegura, sonriendo de par en par, sin poder ocultar su emoción—. Te juro que siento que es una locura, pero una bien merecida. Claro bella, nos vemos en la semana. Adiós.

Cuelga la llamada, dejando el celular sobre la mesa y mira con el ceño fruncido a los dos hombres que no han dejado de verse fijamente a los ojos desde hace dos minutos, antes de soltar un suspiro y girar a verme.

—¿Qué pasó con la tía? —inquiero interesada, apoyando mis brazos sobre la mesa mientras como un poco de tocino.

Amelie es la prima materna de mi mamá, es una señora encantadora en todos los sentidos. Mi mamá no tiene hermanos y ella tampoco, así que básicamente es como si fueran hermanas, debido a que en su momento crecieron juntas.

—Se casa el próximo sábado —responde aun sorprendida, pero sin poder dejar de sonreír, mientras que yo alzo mis cejas y abro mis ojos de par en par.

—¡No te pases! —exclamo, golpeando la mesa con mi mano, totalmente anonadada—. ¿Con Enrique? ¿O...? —dejo la frase al aire, haciendo que mi mamá niegue con la cabeza.

—Obviamente que con Enrique, Ava, ¿con quién más si no? —cuestiona, mirándome como si fuera tonta—. Si Meli no se casara con ese hombre sería una idiota por perder tremenda oportunidad de al fin formar la familia que siempre ha anhelado, o peor aún, ¡perdería la oportunidad de tener a un hombre así en su vida!

—Espera, ¿qué? —cuestiona Donovan, dejando de mirar a Ezra para mirar a mi mamá confundido.

—¡Ja, ja, gané! —exclama Ezra, sonriendo triunfante mientras se come el último tocino feliz.

Mi mamá le guiña un ojo cómplice, haciendo que Donovan se dé cuenta que todo fue una treta para que perdiera.

—Eso es trampa, niño —se queja, mirando a Ezra quien come feliz el tocino, como si de un niño chiquito se tratara—. Dame la mitad, órdenes del juego.

Ezra ríe antes de aceptar y darle la mitad de la carne a Donovan, quien sonríe feliz ahora de no haber tenido que pelear demasiado con el pelinegro.

—Volviendo al tema de la tía —hablo, llamando la atención de mi mamá que después de reír por lo bajo le da un beso en la mejilla a Donovan—. Me alegra mucho de que ambos se vayan a casar, porque Enrique me parece un hombre encantador y adoro a su hija Amy, pero... ¿por qué tan pronto?

—Al parecer hace unos días Enrique le propuso matrimonio y, claramente, ella aceptó, entonces fueron al registro y se encontraron con que la fecha más cercana es este sábado, ya que la siguiente es para mayo —cuenta, encogiéndose de hombros y entiendo, faltan más de cinco meses para mayo—. Y la verdad es que, según lo que dijo, no quería esperar más. Así que eso, se casa el sábado. Quiere que sea su dama de honor y la testigo, como así también quiere que Brian y tú...

—O no, eso sí que no —me apresuro a decir, sin dejar que termine lo que sea que Amelie quiere—. Brian y yo nada. Brian y yo nunca.

—¿Quién es Brian? —inquiere Ezra, tratando de no parecer tan curioso por el tema, mirándome de reojo mientras come el ultimo trozo de tocino que le queda.

—Mi insoportable primo mayor —respondo, girando los ojos de solo recordarlo.

Nos llevamos sólo dos años de diferencia, pero él siempre acecha mi edad diciendo que por eso soy tan ingenua y tonta. Idiota.

—Ha cambiado —asegura mi mamá, haciendo que gire a verla con una ceja alzada—. Sabes bien que ahora va a la academia militar.

—¿Y? Eso no le va a quitar lo insoportable nunca —sentencio, cruzándome de brazos—. Es un prodigio intelectual —explico, mirando a Ezra, quien alza las cejas sorprendido—, y es un jodido grano en el culo por eso. Se cree superior a todos.

—Entonces lo inteligente viene de familia —comenta Ezra, y si bien sé que lo dijo como halago hacia mí, no puedo evitar sentir una punzada en mi pecho.

Brian y Amelie no son mi familia de sangre, ya que Daphne no es mi mamá de sangre.

—¿A quién más si no? —respondo, tratando de no hacer sentir incómodo a nadie con mi repentino silencio—. De todas formas, ma, amo a Amelie y estoy muy feliz por ella, pero no me pidas hacer nada con Brian si no quieres que terminemos a los golpes como la última vez.

Veo la sorpresa en el rostro de Donovan y Ezra, mientras que mi mamá suspira con pesadez y termina cediendo.

No fue a golpes como tal, pero si nos golpeamos con las almohadas en una guerra real. Todo empezó porque ninguno de los dos quería dar su brazo a torcer, entonces él me tiró su almohada y, claramente, no me quedé atrás así que le correspondí, y ambos terminamos al final golpeándonos con las almohadas, hasta que nuestras madres tuvieron que intervenir.

De eso habrán pasado unos seis o siete años. Cuando Amelie aún estaba casada con ese espantoso hombre, por suerte se separó de él y encontró alguien bueno como Enrique.

—Bien, le avisaré a Amelie el martes que debo verla para la prueba de vestido.

El desayuno transcurre normal y una vez que terminamos, Ezra se despide de mi mamá y Donovan, asegurando que le encantaría aceptar la invitación de mi mamá sobre quedarse a almorzar, pero tiene que enfrentar en algún momento sus problemas.

Dejamos a la feliz pareja en la cocina, hablando sobre el casamiento de mi tía, mientras que ambos volvemos a mi cuarto para que busque las cosas que ha dejado ahí.

Una vez con su chaqueta y celular en mano, volvemos a bajar las escaleras, no más que esta vez lo dirijo hasta la salida de mi casa.

Me quedo en el umbral, mientras que él se dedica a verme a los ojos, como si no supiera qué decir o qué hacer.

—Tu familia es genial —asegura, señalando con el mentón hacia el interior de mi casa.

Miro por encima de mi hombro en dirección al pasillo que te lleva a la cocina y sonrío antes de volver a verlo, asiento con la cabeza mientras suelto un suspiro.

—Donovan no es mi familia como tal, pero sí, gracias —respondo, sin dejar de sonreír de manera amigable.

Hace una mueca a la vez que se encoje de hombros, restándole importancia al asunto.

—Creo que deberías darle la oportunidad —opina, sin apartar sus ojos de los míos—. Entiendo que debe resultarte difícil o doloroso ver como tu mamá avanza con su vida, pero eso es algo normal, no puede amar toda la vida a tu otra mamá, ¿sabes? —cuestiona, pero inmediatamente cierra los ojos y niega con la cabeza—. Espera, eso ha sonado mal. Me refiero a que, estoy seguro que aún la ama con locura, pero no puede quedarse sola por siempre, es... —Suspira y se rasca la nuca nervioso—. Sabes a lo que me refiero.

—Tranquilo, lo sé —respondo riendo por lo bajo, resulta divertido verlo tan nervioso—. Entiendo tu punto, pero no es por eso que... —me callo, al darme cuenta que no tengo las palabras correctas para describir lo que siento, sin embargo, su mirada me incita a que lo intente. Lo miro por unos segundos más, antes de suspira y decir—: ¿Quieres caminar?

Al parecer mi pregunta lo aturde, pero no tarda en asentir con la cabeza y alejarse un poco para permitirme salir. Agarro las llaves y grito un «¡Ya vuelvo!» para avisarle a mi mamá, antes de salir de mi casa y cerrando la puerta tras de mí.

Ambos comenzamos a caminar en silencio, sin saber cómo comenzar con la conversación que dejamos, por temor a arruinarlo o por lo menos eso es lo que siento yo.

Pienso en las palabras que me ha dicho Max hace un tiempo, sobre que si yo no confío en él, no puedo esperar que él confíe en mí. No puedo esperar obtener algo, si no demuestro o doy algo a cambio, obviamente. Pero esta historia... La verdad es que nadie más que mi mamá y yo sabemos realmente todo, ni siquiera le he contado la verdad a Tess, y pensar en hacerlo con Ezra se siente extraño.

Pero por otra parte, siento que debo liberarlo en algún momento si quiero que al fin alguien me entienda.

Miro de reojo a Ezra, quien también parece ir pensativo y, por un breve segundo, creo que él podría ser el indicado para saberlo.

Inhalo hondo, armándome de valor antes de soltar las siguientes palabras:

—Daphne no es mi mamá.

Mis palabras parecen traerlo de regreso a la realidad, ya que parpadea un poco y gira a verme sin dejar de caminar, mirándome con el ceño fruncido, totalmente confundido.

—Bueno sí, eso es obvio, ¿no crees? —cuestiona, haciendo que sea ahora yo quien frunza el ceño confundida—. Mira, sé que a veces soy un tonto, pero sé perfectamente que en una relación lésbica cuando tienen un hijo, es una de las dos la que debe embarazarse, mientras que la otra no forma parte de nada más que de la educación, lo cual también es muy importante. No es necesario que sea tu madre biológica para que sea tu mamá.

Ambos llegamos hasta el parque y en silencio caminamos hasta el árbol en el que una vez nos acostamos bajo su sombra, y fue la primera vez que tuvimos una charla sensata. Creo que hablamos sobre los villanos, o algo relacionado a los gustos. No lo sé, pero sí recuerdo que fue agradable pasar esa tarde con él.

—Lo que pasa es que ellas no eran lesbianas —admito en voz alta por primera vez, generándome una sensación extraña, mientras ambos volvemos a sentarnos bajo la sombra de este gran árbol y apoyamos nuestras espaldas en el tronco.

—¿Qué? —cuestiona sorprendido, girando a verme y puedo ver la incredulidad en sus ojos.

—Mi mamá era camarera en un bar junto a Daphne, ambas trabajaban ahí para pagarse la universidad —comienzo a contar, mientras me dedico a ver la naturaleza frente a nosotros—, así se hicieron mejores amigas. En el último año de universidad, mi mamá en ese bar conoció a un chico, salieron un par de semanas, resultó embarazada de él, le pregunto si quería ser parte, claramente él se negó y ella decidió tenerme de todas formas.

—¿Te sientes mal por no conocer a tu papá? —cuestiona, llamando mi atención y haciendo que gire a verlo, notando que él mira su mano sobre su rodilla—. Digo, ¿estás resentida o algo así?

—La verdad es que no —admito, sorprendiéndolo y gira a verme directo a los ojos—. Mi mamá siempre dijo que así como era su decisión tenerme o no, ya que es su cuerpo, era decisión de mi progenitor también querer o no ser padre, y que claramente nadie debería obligarlo a serlo si no quiere desde un principio, y creo que tiene razón —aseguro, volviendo a ver al frente mientras asiente lentamente con la cabeza—. Me sentiría mal si ese señor se viera obligado a tratarme, ¿sabes? Es decir, pasarme dinero o cosas al respecto, creo que ahí sí sentiría realmente su ausencia, porque aunque en teoría estaría presente, no le importo y es por eso que no lo está del todo. No lo sé, sólo sé que mi mamá nunca le tuvo rencor por no querer formar parte, entonces comprendí que yo tampoco debía de hacerlo.

—Nunca lo había pensado así —confiesa y vuelvo a verlo, notando que él ya me está viendo—. Es cierto, es preferible no tener un padre que desde un principio no quiso serlo, a tenerlo por obligación y que te haga sentir mal al respecto.

Hago una mueca a la vez que suelto un suspiro, sin dejar de ver sus ojos.

—Lo siento mucho —respondo, sin saber muy bien qué decir, pero él sólo eleva un hombro para restarle importancia al asunto.

—Continúa —pide, moviendo su mano para que siga con el relato.

—Mi mamá pudo terminar su carrera, ya que el embarazo no fue impedimento para ella, además de que tenía mucha ayuda de Daphne, aprovechando que por ese año vivían juntas —explico, sonriendo levemente con nostalgia, al recordar las grandes historias que me contaba Daphne de ambas en la universidad—. Daphne es mi madrina de bautismo, y después, sin dejar de ser las mejores amigas del mundo, tomaron caminos distintos. Daphne era mi tía cool, la que viajaba por todos lados, con una carrera exitosa y sin ánimos de tener hijos, porque no eran lo suyo ya que, tener uno cortaría sus alas y no podría viajar o hacer las muchas cosas que le gustaba —cuento, sintiéndome mal de repente y decido mirar hacia los niños que se encuentran a lo lejos, jugando en los juegos del parque.

»Tenía siete años cuando le detectaron cáncer de mama a mi mamá. —Suspiro y siento un pequeño en mi nudo, pero sé que puedo seguir hablando, así que lo hago—: Lo malo es que se lo descubrieron demasiado tarde, lo bueno es que su sufrimiento sólo duró cinco meses. Meses en los cuales me había dedicado a vivir con Daphne, puesto que mi mamá no tenía más familiares y no conocíamos a nadie más de confianza. Antes de que ella muriera, le entregó mi custodia a Daphne, así que ella pasó a ser, en términos legales, mi tutora —cuento y hago una breve pausa, para mirarlo de reojo, notando que está procesando toda la información—. Al principio fue muy complicado la vivencia. En ese entonces no lo entendía y me comportaba como una niña rebelde que el único justificativo que tenía para sus actitudes era que su mamá se había muerto, pero a medida que fui creciendo comprendí muchísimas cosas que ayudaron que todo se vuelva más fácil entre Daphne y yo.

—¿Qué comprendiste? —cuestiona luego de unos segundos en los que decidí quedarme en silencio.

Giro a verlo, notando que me mira de una forma que nunca antes me había visto, con empatía. Esto es nuevo, seguramente se acerca el fin del mundo.

—Que yo había perdido mi mamá, pero ella perdió todo —respondo sintiéndome muy triste de repente, pero no por mí, por ella—. Daphne perdió a su mejor amiga, casi hermana, su libertad, se tuvo que ir del país al cual había decidido quedarse a vivir porque la corte tenía que supervisar nuestra vivencia antes de aceptar que yo podía vivir oficialmente con ella, así que también perdió el trabajo. Daphne perdió todo y, nunca, en ningún momento, me lo recriminó, pero estoy muy segura que ha tenido ganas de hacerlo cada que yo le gritaba que no me comprendía porque yo había perdido a mi mamá. —Río por lo bajo, sintiéndome egoísta y probablemente él piensa lo mismo, pero a estas alturas ¿qué más da?—. Ella me tuvo paciencia y me tiene muchísimo amor, porque no tenía por qué hacerse cargo de mí y aun así decidió tomar esa responsabilidad.

—Exacto —habla, interrumpiéndome y ganándose una mirada llena de confusión de mi parte—. Ella decidió la vida que lleva ahora mismo, Ava. No es tu culpa. Sólo eras una niña cuando tu mundo se desestabilizó por completo. Porque tú también tuviste que acostumbrarte a una nueva persona que, legalmente, estaba ahí para hacer de tu madre, era todo nuevo también para ti —asegura, soltando un suspiro y ahora me mira con admiración—. Eres muy fuerte, Malkovich, más de lo que creí. Pero hay algo que no entiendo, ¿por qué no quieres a Donovan?

Río por lo bajo y niego con la cabeza, dándole a entender que está equivocado.

—No es que no lo quiera, es que verlo me hace sentir culpable —confieso, sintiendo como un gran peso desaparece de mi pecho, como si lo hubiera tenido siempre ahí y al fin pude liberarlo—. No sé bien por qué, pero verlo me recuerda que Daphne tenía una vida muy feliz, y...

—¿Y crees que no es feliz contigo? —cuestiona, interrumpiéndome de nuevo, pero esta vez su mirada solo dice lo tonta que le resulto ahora—. Por Dios Malkovich, Daphne te ama demasiado para empezar, y eso está claro que no está en discusión —afirma mirándome, como si esperara que le lleve la contraria, pero obvio no puedo hacerlo—. Bien —dice, al darse cuenta que no lo contradeciré—. Segundo, ¿no te has puesto a pensar que si ella desde el momento uno en que ocurrió todo, hubiera sabido que ninguna de las dos sería feliz con la decisión de ella ser tu tutora, no se hubiera negado a serlo? Aceptó porque sabía que era lo mejor para ti, y es más que obvio que también lo hizo porque sabía que sería lo mejor para ella. Estoy seguro que no hay ni un día desde entonces, en el que se ha arrepentido de su decisión.

»Además, se ve que le alegra mucho haber encontrado a Donovan, porque se lo ve un hombre bueno y sensato. Un hombre que no tiene problema de que ella tenga una hija adolescente, porque ¿estamos de acuerdo que los años han hecho que se convierta en tu mamá, cierto? —cuestiona, mirándome fijamente a los ojos y asiento lentamente con la cabeza—. Bien, porque me sentiría realmente decepcionado de ti si me dijeras que no. Ojalá todos hubiéramos tenido la misma oportunidad que la vida te dio a ti, de tener una segunda mamá tan buena como lo es Daphne. Así que deja de pensar en esas tonterías y disfruta todo lo que tienes ahora, porque se nota que Donovan también te quiere.

Ambos nos quedamos en silencio, sin saber qué más decir. Luego de unos segundos, en los cuales descubro que me siento bien de repente con algo que, al parecer, no me sentía bien, me permito sonreír.

Choco mi hombro contra el suyo de manera amistosa, llamando su atención y haciendo que gire a verme, así que hago lo mismo y lo observo fijamente a los ojos.

—No se lo había contado nunca a nadie, ¿sabes? —cuestiono segura de mis palabras, para que sepa que hablo en serio y puedo ver un destello de sorpresa en sus ojos.

—Gracias por contármelo, entonces —contesta con voz calma, sin apartar su mirada de la mía—. Por confiar en mí.

Me encojo de hombros para restarle importancia al asunto y sonrío de manera amable.

—Tú también confiaste en mí anoche, al contarme lo de tu papá —admito y puedo ver como su mirada cambia—. Gracias por hacerlo —digo serena y ahora es su turno de sonreír con amabilidad.

—Bien, hablando del señor Mackey, creo que ya es momento de ir a enfrentarlo —asegura, soltando un suspiro cansino, para luego levantarse del suelo y tenderme una mano para ayudarme.

Acepto su ayuda y me levanto del suelo, sin soltar con nuestro agarre me sacudo el pantalón, para luego mirarlo a los ojos, notando que me sigue mirando fijamente.

—Creo que sí, que es lo mejor que puedes hacer —respondo, elevando un hombro—, no creo que huir sea la mejor idea.

Sonríe de lado, sin apartar sus ojos de los míos y hace algo que me sorprende totalmente.

Lleva mi mano hasta su boca y deposita un tierno beso en el dorso de mi mano, antes de volver a verme a los ojos.

—Gracias por todo, Ava, en serio.

Es todo lo que dice, antes de soltar su agarre de mi mano y comenzar a caminar en dirección a, según yo, su casa.

Me quedo en mi lugar, observando como desaparece en la lejanía, procesando todo lo que acaba de ocurrir. Definitivamente tengo que hablar de esto con alguien.

---+++---

Después de llegar a mi casa, me encierro en mi habitación y enciendo mi computadora, para hacer una video llamada con Tess y Max.

Por lo que sé, Tess se fue de día de campo con su familia y Max se fue a visitar a su hermana a la universidad, así que ninguna de las dos se encuentran en sus casas como para ir directamente allá y hablar en persona con ellas.

Después de unos minutos contestan la llamada y nos dedicamos a ponernos al tanto. Max nos cuenta sobre su loca hermana, Tess sobre que sus hermanos lograron pescar un pez enorme luego de que se cayeran en el río y, por último, yo les cuento todo lo sucedido.

No me interrumpen en ningún momento. Así que puedo contar todo desde que apareció en la madrugada en mi casa, hasta hace rato que nos despedimos en el parque. Evitando la verdadera historia de mis madres, porque suficiente de eso por hoy.

Termino de contar y me quedo en silencio, esperando sus reacciones, pero las dos tienen la misma expresión de sorpresa, sin emitir sonido alguno. Solo se dedican a parpadear y mantienen la boca ligeramente abierta.

La primera en salir del trance es Tess, quien da un pequeño golpe sobre la mesa que provoca que su celular se caiga y ahora, en vez de ver el rostro de Tess, observamos un gran cielo celeste, lleno de nubes. Qué lindo. Inmediatamente lo vuelve a colocar, para que veamos nuevamente su rostro.

—Es obvio que ya se está enamorando de ti —dice la morena, segura de sus palabras, logrando que Max salga de su transe y que yo frunza el ceño.

—¿Enamorarse? —inquiere Max, también no muy segura de las palabras de su novia—. Creo que eso es muy pronto, amor. Pero de que le gusta, eso es más que fijo.

—¡Por favor, le gusta hace mucho ya! —exclama Tess, apuntándome a través de la pantalla con su mano—. No digo que siempre le gusto, pero está claro que las sesiones de estudio y toda esa mierda ha hecho que ella le empiece a gustar —asegura. Abro la boca para quejarme, pero se me adelanta y añade—: Oh vamos, sino no hubiera hecho lo de acompañarte al barrio chino y todo lo que vivieron ese día, o no se interesaría en tus gustos y todas esas cosas. ¡Una vez los encontré casi a punto de besarse! Estoy segura que si no hubiera entrado, se habrían besado.

Tanto Max como yo estamos calladas, sin saber qué decir y puedo ver a la pelinegra abrir y cerrar la boca repetidas veces, como un pequeño pez.

—Bueno sí, tienes un gran punto ahí —concuerda Max, asintiendo con la cabeza lentamente—, ¿pero enamorarse?

—Si no estuviera enamorado, creo que jamás hubiera buscado a Ava para sentirse seguro —admite Tess, encogiéndose de hombros—. De todas formas, aquí no nos importa lo que sienta Ezra, aquí lo que por lo menos a mí me importa, es lo que sientas tú, Ava. Así que dinos, ¿qué sientes? —cuestiona, inclinándose hacia adelante para observarme mejor a través de la pantalla.

—Si creen que me gusta o algo parecido, están muy equivocadas —me apresuro en decir, observándolas a ambas, quienes mantienen una expresión neutra, evaluándome y analizándome—. Pero sí voy a admitir que no sé qué siento, estoy muy segura que no es nada relacionado al romance, pero... ¿ya no lo odio como creí que lo odiaba? No que va, estoy segura que ya ni siquiera siento odio hacia él.

—¿Y remordimiento? —inquiere Tess de inmediato, mirándome con una ceja alzada.

Le dio en el clavo.

Bajo la vista a mis uñas y comienzo a quitarme el esmalte color celeste de ellas, mientras pienso bien mis siguientes palabras.

—Sí —admito, soltando un suspiro y volviendo a verlas—. Digo, no lo odio y siento que me odio por no odiarlo, y creo que es por eso que mantengo mi remordimiento hacia él bien alto, o quizá no y realmente me cuesta perdonarlo, pero es que... —Suspiro, cerrando mis ojos, sintiéndome muy cansada mentalmente de repente—. No sé cómo sentirme al respecto.

—Y es completamente válido —habla Max, haciendo que abra mis ojos para ver como Tess asiente con la cabeza, estando de acuerdo con su novia—. Lo que te ha hecho Ezra por años es horrible, aun así no hayan sido años y haya sido un día, es horrible, porque no tenía por qué hacerlo —asegura y ahora es mi turno de asentir con la cabeza, dándole la razón—. Si no quieres perdonarlo, también es completamente válido, ¿sabes? A veces perdonar a alguien nos hace sentir peor que el no haberlo perdonado nunca.

—Gracias Max —digo con sinceridad, haciendo que la pelinegra sonría.

—¿Y la apuesta? —cuestiona Tess, mirándome preocupada y suelto un suspiro, recordando ese pequeño detalle—. Es obvio que vas ganando, pero...

—No sé si quiero seguir con esto —la interrumpo y cierra la boca, para prestarme total atención—. Una parte de mí, la rencorosa, me dice que siga, que se lo merece después de todo, y la otra parte que cree que podemos dejar las cosas en paz, me dice que le diga la verdad, que deje esta tontería atrás y evite hacerle un daño peor. Así que, en conclusión, estoy dividida sin saber qué hacer.

Veo que Max abre la boca, pero otra voz la interrumpe llamándola a gritos, entonces ella suspira con frustración.

—¡Ya voy, María, espérame cinco minutos!

—¡¿Crees que tengo tu tiempo, Max?! —exclama la otra voz, desde alguna parte de la casa—. ¡No, no lo tengo! ¡Así que mueve el culo y ven aquí!

Max gira los ojos molesta, antes de mirarnos apenada y soltar un suspiro.

—Lo siento chicas, me encantaría seguir con esta conversación, pero si no voy entra en dos minutos y estoy segura que no nos querrán ver pelear —comenta, logrando hacer que tanto Tess como yo riamos por lo bajo—. Ava, haz lo que dicte la primera voz de tu cabeza, siempre suele tener razón, no te dejes guiar por la segunda, porque esa suele ser la inseguridad.

Se despide de nosotras con un beso, antes de desaparecer de la pantalla, dejándonos solas a Tess y a mí.

Antes de que alguna pueda decir algo, la mamá de la morena la llama a comer, así que se despide de mí, también con palabras de aliento, antes de quedar yo sola mirando la pantalla de mi computadora.

Suelto un suspiro lleno de frustración, antes de apagarla y mirar el colchón inflable en el suelo, sabiendo que debo desinflarlo. Genial.

---+++---

Camino por el pasillo, dirigiéndome al comedor, cuando alguien se interpone en mi camino haciendo que detenga mi caminar.

Alzo la vista, encontrándome con la característica sonrisa amable de Gavin y sus bellos rulos castaños bailando sobre su frente, mientras me mira con nerviosismo.

—¿Cuánto tiempo más planeas seguir evitándome? —cuestiona, mordiendo ligeramente su labio inferior pero sin apartar sus ojos cafés de los míos—. Si hice algo o dije algo que te incomodara, lo siento mucho Ava, te juro que nunca fue mi intención hacerlo, pero me gustaría saber qué fue, para no volver a repetirlo, porque no quisiera que...

—Tranquilo —lo interrumpo, agarrando una de sus manos, ya que por los nervios comenzó a moverlas desenfrenadamente—. No hiciste ni dijiste nada malo —aseguro, pero aún no parece muy convencido, aun así no aleja su mano de la mía—, es sólo que... No sé, después de la fiesta no quería que pensaras que estoy malinterpretando las cosas —comento, bajando la vista hasta nuestras manos, notando que me encuentro jugando con su anillo por inercia—, aunque ahora que lo pienso, quizá actué un poco tonto, ¿no? —Río por lo bajo, volviendo a verlo a los ojos, notando que me mira curioso.

—Sí, lo hiciste —responde sin apartar su mirada de la mía, haciendo que trague en seco. Intento alejar disimuladamente mi mano de la suya, pero entrelaza nuestros dedos y da un paso en mi dirección, estando más cerca de mí—. ¿Encima malinterpretar qué? —cuestiona confundido, frunciendo levemente el ceño—. Según yo, creo que estoy dándote las indirectas justas para que lo interpretes todo de forma correcta —menciona, dando otro paso en mi dirección, haciendo que mi estómago se contraiga de los nervios—. ¿Necesitas que sea más específico, Ava?

Puedo sentir su aliento chocar contra mi rostro, oliendo perfectamente su aliento mentolado debido al chicle que está masticando.

Relamo mis labios al sentirlos de repente secos y puedo ver como su mirada baja a ellos, mira mis labios por unos segundos más antes de volver a verme a los ojos, esperando una respuesta.

—Gavin, yo... —Miro sus labios e inhalo hondo antes de posar mi mirada nuevamente sobre la suya—. No sé qué esperas que te diga.

Da el último paso, haciendo que la punta de nuestro calzado choquen y lo tengo tan cerca que, si se lo contara a mi vieja yo, se me reiría en la cara y me llamaría mentirosa.

—Si puedo mostrarte que no estás malinterpretando nada, o no —responde, mirando mis labios en todo momento. Me mira nuevamente a los ojos—. ¿Puedo?

Muevo mi cabeza en un asentimiento y no necesita más, para agarrar mi mentón entre sus dedos con su mano libre, ya que no suelta el agarre de mi mano, y me guía hasta que nuestros labios se unen en un dulce beso que logra estremecer hasta mi columna vertebral.

Suelta mi mano al mismo tiempo que suelta mi mentón, para poner una mano en mi cintura y acercarme más a él, mientras que su otra mano se dedica a agarrarme de la mejilla y parte de la nuca, profundizando el beso.

Llevo mis manos a su nuca y al parecer el tenerlas frías provoca escalofrío en él, porque se sacude bajo mi tacto, haciendo que ambos sonriamos en medio del beso.

Vuelve a unir nuestros labios por unos segundos más, antes de alejarse lo suficiente de mí como para mirarme a los ojos.

—¿Sigues creyendo que estás malinterpretando todo?

—Si te digo que sí, ¿qué sucederá? —bromeo divertida, sin poder creer que realmente acabo de besarme con mi crush de hace tres años y puedo verlo sonreír divertido.

Definitivamente este ha sido uno de los besos más soñados de toda mi vida.

¡Hola, hola, hola! ¿Cómo están?

Al parecer la presión hace efecto en mí, porque ando a mil inspirada ajsjjaja hasta este, el anterior había sido el más largo que había escrito, pero este lo superó!

Faltan 3 capítulos para que está historia llegue a su fin. Cómo se sienten al respecto?

Después de tanto, podremos saber qué ocurre después o durante la apuesta!

Qué les pareció el capítulo?

Los amo❤

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