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14. ¿Por qué lo hiciste?

Siento como mi cuerpo choca contra el metal de los casilleros, generando un -no tan- estruendoso ruido en el momento que una mano choca contra mis libros, haciendo que estos se caigan al suelo.

Varias risas se escuchan de fondo, pero yo aún tengo los ojos cerrados.

Si no los abro, puedo hacer como que nada de esto está pasando. Sólo debo aguantar un poco más las risas y listo.

—Pídele perdón y levanta eso —habla alguien con un tono de voz firme, seguro e incluso puedo atreverme a decir que autoritario.

—¿Qué? —inquiere Sierra, asombrada y con un ligero deje de enfado en su voz.

Inhalo hondo y exhalo lo más lento posible, tratando de armarme de valor para abrir los ojos, porque realmente tampoco soy capaz de creer lo que acabo de escuchar.

Empiezo abrir los ojos despacio y, mis ojos confirman lo que mis oídos escucharon.

Ezra está aquí, mirando a Sierra y sus secuaces con cara de pocos amigos.

—Pídanle perdón y, levanten sus cosas —repite Ezra, pero esta vez no sólo de manera autoritaria, sino que también de forma lenta, como si así les fuera más fácil comprender.

Estoy inmóvil en mi lugar, ni siquiera me animo a respirar por temor a que se den cuenta que estoy aquí.

—¿Qué te pasa amigo? ¿Ahora se te da ser moralista y defensor del pueblo? —se burla Jason, amigo de Sierra y Ezra, mirando sorprendido al ojiazul delante de ellos.

—No lo pienso repetir tres veces, Jason —omite las preguntas, sin apartar sus ojos de los del moreno.

—¿En serio estás defendiendo a la gárgola? —inquiere Sierra, realmente sorprendida. Lo curioso es que su sonrisa demuestra burla, pero sus ojos irradian enfado.

Ezra la mira de pies a cabeza de manera lenta y con un notable aburrimiento en su expresión, hasta que sus ojos terminan en los de la rubia, que no deja de verlo.

—¿En serio a ti no te aburre esto ya? —contraataca, haciendo una mueca de fastidio—. Porque a mí sí, ya me aburrió.

—¿Pero qué hablas? —jadea divertido Charles, el "casi algo" de Sierra—. Molestarla era tu cosa favorita del día.

—¿Y tú qué carajos sabes qué era o no mi cosa favorita del día? —cuestiona Ezra, mirando de mala forma al rubio—. Ni siquiera te metas en esto —dice y veo como traga saliva, para luego chasquear con la lengua—. No, sí, hazlo —se contradice a los segundos, logrando confundirnos a todos los presentes—. Pídele perdón por empujarla —ordena, señalándome con su mentón, pero sin apartar los ojos de los de Charles—. Hazlo, si no quieres que ahora tú y yo en serio tengamos un problema.

Se siente la tensión en el aire, y es que, los rumores dicen que Ezra y Sierra eran pareja, pero luego ella lo engañó con Charles, aunque estos dos nunca han formalizado desde entonces, lo cual es tonto, porque ante todos actúan como pareja. La cuestión es que, las malas lenguas también dicen que Ezra y Sierra se siguen viendo cada tanto.

Mi duda aquí es: ¿será cierto?

Porque si es así, que poco amor propio se tiene Ezra, la verdad.

Noto la mandíbula de Charles tensarse en el momento que aprieta los dientes y veo su nuez de Adán subir y bajar en cuanto traga con fuerza, notablemente molesto por la petición de Ezra.

—Lo siento —termina diciendo muy a su pesar, pero ni siquiera me mira de reojo, nada, sólo se dedica a mirar a Ezra, para luego entrelazar sus dedos con los de Sierra—. Listo. Si tanto quieres los libros, recógelos tú —dictamina, pateando mis cosas hasta Ezra antes de girarse y comenzar a caminar por los pasillos, alejándose de nosotros y llevando a Sierra básicamente a rastras, haciendo que los demás lo sigan.

Antes de irse del todo, Sierra y yo cruzamos miradas y puedo notar el fastidio en sus ojos celestes, entonces me hace recordar algo en lo cual, para ser sincera, no venía pensando:

La apuesta.

Ella cree que estoy ganando.

Me quedo en mi lugar sin saber qué hacer, porque la verdad es que sólo puedo escuchar la respiración agitada de Ezra.

—Si crees que los voy a alzar por ti, estás muy equivocada —asegura, asustándome debido a que no estaba prestándole atención. Lo miro sorprendida y no por lo que dijo, sino por cómo lo dijo. Está molesto, pero sin embargo al hablarme lo hace tranquilo—. Deberías empezar a defenderte si no quieres que esto siga ocurriendo —ahora sí lo dice molesto.

No digo nada, sólo me dedico a bajar la mirada hasta mis libros, para luego soltar un suspiro y acercarme a ellos para recogerlos, pero Ezra me lo impide posicionándose delante de mí, a un paso de distancia.

—¿Por qué mierda no te defiendes, Ava?

—No siempre sale bien defenderse —admito en voz alta, mirándolo a los ojos—, a veces eso empeora todo —aseguro sin apartar mi mirada de la suya, con un tono de voz acusatorio y él sé da cuenta.

Sabe perfectamente de lo que estoy hablando. Del día y momento al que me refiero, sin necesidad de tener que decirlo directamente.

Lo veo tragar saliva, para luego girar los ojos al mismo tiempo que suspira y me rodea, para continuar caminando, alejándose de mí y mis pobres libros en el suelo.

Exhalo y no es hasta ahora, que siento como me duelen los músculos de tan tensionados que estaban por tener que aguantar toda esta situación.

Me agacho y empiezo a recoger mis libros, entonces veo una mano tenderme varias hojas que se escaparon de uno de ellos.

Levanto la mirada, notando que se trata de Tess, quien me mira curiosa, molesta y, como siempre que me sucede esto, triste.

Suspiro en respuesta a su mirada y ella hace una mueca, comprendiéndome sin palabras, así que, sin que se lo pida, me ayuda a terminar de recoger mis cosas para luego enderezarnos.

Abro la boca, pero antes de que pueda decir algo, me rodea con sus brazos sin dudarlo, apretándome con fuerza contra su cuerpo. Dándome uno de esos abrazos que te aseguran que, pase lo que pase, la tengo a ella.

—Ay cariño, no puedes con todo esto tú sola —murmura sin soltar su agarre de mi cuerpo y sus palabras forman un nudo en mi garganta—, es demasiado para cualquier persona, incluso para ti.

Niego con la cabeza a la vez que me alejo de ella y limpio rápidamente una lágrima que se escapa de mi ojo, para luego tragar saliva tratando de que el nudo desaparezca y sonrío intentando verme bien.

—Estoy bien, Tess —aseguro, pero no sé si esas palabras fueron para ella o para mí—. Estoy acostumbrada, en algún momento acabará.

—Ese es el problema, Ava —contesta tranquila, frunciendo el ceño—. No deberías estar acostumbrada a esto. No deberías pasar por esto cada mañana. No deberías haberlo pasado desde un inicio, de hecho.

—Bueno, pues no es algo que podamos elegir, ¿no? —digo, para luego elevar un hombro intentando restarle importancia al asunto—. Lo curioso es que ellos sí son los que pueden elegir a quién hacerle estas cosas y a quién no.

—Pero eres tú quien elige ponerle un fin o no —afirma, agarrándome por los hombros y mirándome más seria que nunca—. Es momento de que lo hagas, Ava.

—¿Te refieres a la apuesta o...? —dejo la pregunta al aire en cuanto noto su expresión.

Como yo, ella también la olvidó por unos instantes.

—Me debes odiar por haberte metido en esto, ¿no? —Hace una mueca que no expresa más que lo apenada que se siente y niego con la cabeza, sorprendiéndola por completo.

—No puedo ni aunque lo intente —bromeo para cortar con la intensidad del momento y lo consigo, ya que ella sonríe ladinamente divertida—. Pero, como dices, yo pude haber dicho que no en ese momento. Sabes que puedo aguantar esto porque no quiero problemas, pero no soy de las que hace cosas que no quiere.

La expresión de la morena frente a mí se suaviza, a la vez que asiente con la cabeza de manera lenta, analizando mis palabras, pero parece que hay algo que no comprende porque su entrecejo comienza a fruncirse de manera lenta.

—¿Entonces por qué lo hiciste? —inquiere, mirándome intrigada—. ¿Por qué aceptaste?

La miro a los ojos por varios segundos, incluso podría decir que minutos porque la verdad es que mi mente está en blanco, sin respuesta alguna para ella.

—No lo sé —admito, haciendo que su entrecejo se frunza aun más—, y para serte sincera tampoco sé por qué continúo con esto.

—Entonces corta con todo esto de raíz —opina, agarrando mi mano para darme ánimos.

Ambas nos dedicamos a mirarnos a los ojos, sin decir nada, porque todo ya está dicho y lo que no, lo expresamos con la mirada.

Nuestro momento se ve interrumpido en el momento que alguien pasa sus brazos por los hombros de ambas, interponiéndose en el medio de Tess y yo.

—¿Me perdí de algo? —cuestiona Max, mirándonos a ambas curiosa, pero su mirada termina en la de Tess—. ¿Entonces ya le dijiste lo que veníamos hablando? —inquiere, logrando confundirnos y veo a Tess fruncir nuevamente el ceño, sin comprender las palabras de su novia, entonces añade—: ¿Le propusiste que seamos un trío amoroso? ¿Entonces sí aceptas? —pregunta, girando a verme divertida y me es inevitable no sonreír ante lo dicho.

—Tess podría, quizá, entrar en mis estándares, pero tú no eres mi tipo, Max —respondo apenada, haciendo una pequeña mueca que logra hacer reír por lo bajo a mi mejor amiga y desencajar a la pequeña pelinegra que abre su boca formando perfectamente la cuarta vocal.

Me alejo de su abrazo a la vez que me encojo de hombros, para luego girar sobre mis talones y comenzar a caminar por el pasillo a mi siguiente clase, historia colonial.

—¡Espera! —exclama Max, haciendo que mi sonrisa se ensanche—. ¡Yo soy el tipo de persona ideal para cualquiera! —asegura y escucho unos pasos correr atrás de mí—. ¡Si no pregúntale a ella! —propone, no necesito girar para saber que se refiere a mi mejor amiga, quien suelta una carcajada.

Río por lo bajo, ignorándola, pero la verdad es que la conversación con Tess aún resuena en mi cabeza y pensar en lo sucedido hace un rato con Ezra no hace más que darme dolor de cabeza.

Tess tiene razón. Debo cortar con todo esto de raíz y eso pienso hacer esta misma tarde. 

Ya no más vueltas, no más rodeos, no más apuesta.

*****

Quedamos con Ezra en la misma cafetería de siempre, ya que hoy tiene tutoría y, para mi sorpresa, es la primera vez que me confirma que vendrá.

Siento mi celular vibrar en la mesa y lo agarro, notando que es un mensaje y me sorprendo al ver que se trata de Ezra, avisándome que se demoró pero que si viene. Esto es nuevo.

Mis manos están húmedas por la transpiración debido a lo nerviosa que me siento de tan sólo pensar que dentro de unos minutos acabará todo, de tan sólo pensar en su reacción, la cuál es más que obvia que no será buena, o quizá sí, no lo sé y eso me tiene los pelos de punta.

Yo en su lugar me sentiría ofendida, pero creo que no me enojaría con él, ya que no siento nada en plan romántico hacia su persona, entonces no me afectaría para nada la apuesta, aunque claramente como dije, sí estaría ofendida por su intención, pero a la vez muy agradecida de que haya decidido no continuarla y me lo haya dicho.

Suspiro con rendición a la vez que me inclino hacia adelante, apoyando mi frente contra la madera de la mesa, sintiéndome muy cansada de repente.

Tess tiene razón, de nuevo, esto es demasiado para mí sola.

—Yo digo que al segundo golpe sí logras romper la mesa.

Me sobresalto al oír su voz y me enderezo de golpe, notando que tiene una ceja alzada y una sonrisa burlona levemente notoria.

—Que rápido —digo sin pensar, logrando confundirlo, así que añado—: hace menos de diez minutos me dijiste que estabas demorado, pero llegabas. Creí que tardarías más —explico en lo que él toma asiento delante de mí.

—Sí, la moto se descompuso al venir aquí, así que tuve que hacer una parada en el mecánico y dejarla ahí, entonces tuve que venir caminando —cuenta algo frustrado, mientras comienza a sacar sus cuadernos—. No fue un buen día —bromea, logrando sorprenderme ya que él no bromea conmigo, sobre mí sí, pero conmigo jamás.

—Al parecer no lo fue para ninguno de los dos —comento más para mí que para él y no es hasta que lo digo, que me doy cuenta que lo dije en voz alta.

Ambos nos miramos fijamente y puedo notar algo que nunca antes noté en su mirada. Vergüenza. 

—Voy a ordenar. ¿Quieres algo? —cuestiona, sorprendiéndome una vez más en el día.

—Eh... —recuerdo que no traje dinero, así que niego con la cabeza—. No, gracias —termino por decir y él asiente con la cabeza de manera lenta.

Lo veo levantarse del asiento para ir al mostrador a ordenar, pero vuelvo la mirada a mi bolso mientras siento un cosquilleo en mi estómago, al cual lo denominaré nerviosismo.

No hay retorno. Debo cortar con esto por raíz.

No sé cuánto tiempo habré estado mirando mi bolso, pero me sorprendo en cuanto una rebanada de pastel de chocolate con almendras es posicionado frente a mí.

Levanto la mirada, para ver a Ezra con un batido de fresas y un sándwich de jamón y queso, sentarse delante de mí despreocupado, como si no acabara de comprarme algo.

—¿Qué? —cuestiono sin saber qué decir, mirando anonadada al pelinegro.

Ezra mira su comida por unos segundos antes de suspirar con rendición. Levanta la mirada y clava sus ojos en los míos, logrando dejarme muda. Es la primera vez que me ve así, al punto que me deja sin respiración.

—No es un mal día porque se me haya quedado la moto, bueno, eso fue el broche de oro, pero... lo es porque no dejo de pensar en lo que me dijiste esta mañana —admite, sin apartar sus ojos de los míos.

Escapo de su intensa mirada, sin poder aguantarla por más tiempo, mientras intento recordar qué le dije. Entonces lo recuerdo.

<<No siempre sale bien defenderse, a veces eso empeora todo.>>

Quiero decir algo, pero la verdad es que ni siquiera me animo a mirarlo nuevamente a los ojos como para poder hacerlo.

—He tratado de no pensar en aquella vez, pero a veces no puedo y me pregunto qué te pasó, qué hubiera pasado si te habría ayudado tal cual me lo pediste —murmura en voz baja, delatando la pena que siente y me es inevitable no alzar la mirada a él, totalmente confundida ante sus palabras. Frunzo el ceño, viendo como mira el plato, apenado de mirarme—. Si yo no hubiera hecho la vista gorda esa noche, quizá...

Siento como si me tiraran un balde de agua fría y como un escalofrío recorre mi espalda, mientras mi pulso se acelera, mi boca se reseca y tengo nauseas.

Yo no hablaba de esa noche. Yo hablaba de otra cosa. 

Creía que estábamos sincronizados en el mismo recuerdo, pero parece que me equivoqué.

—¿Por qué lo hiciste? —me atrevo a preguntar, y aunque me gustaría decir que la voz me salió segura, no es cierto, mi voz salió en un murmuro tan bajo que me sorprende que me haya escuchado—. ¿Por qué te fuiste esa noche sin ayudarme? Que va, ¿por qué lo hiciste sin siquiera mirar hacia atrás?

¡Hola, hola! Cómo están?

Tardo demasiado, lo . Pido mil disculpas 😭❤

Pero hey, dicen que meta esta historia a los wattys? 👀

Qué creen que sucedió esa noche de la que habla Ezra?

En qué recuerdo creen que pensaba Ava?

Creen realmente que Ava no sabe el motivo de por qué aceptó la apuesta?

En el próximo capítulo:
Una pelea con heridas de por medio, una borrachera que logra ponerte inconsciente, una ventana por la cual entrar y una historia al fin contada.

Los amo ❤

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