12. ¿Quién es Ezra Mackey?
Toco el timbre para luego posicionarme al lado de mi mamá, mientras esperamos a ser atendidas.
No pasa mucho cuando Donovan aparece por la puerta de su casa, sonriéndonos de manera amable.
—Pasen, por favor —pide, haciéndose a un lado para que podamos ingresar a su hogar.
Mi mamá y él se saludan con un tímido beso en los labios, y aunque quiera fingir lo contrario, no puedo negar que se me hizo algo incómodo.
Donovan nos dirige hacia el comedor, y para ser sincera, esperaba encontrarme con personas ya sentadas o algo por el estilo, ya que él le dijo a mi mamá de venir para presentarle a su familia.
Al parecer las cosas entre ellos van así de serio.
—¿Estaremos solos? —inquiere mi mamá, girando a verlo algo confundida.
—No, mi hija y su novio ya están por llegar —responde Donovan, a la vez que hace señas con sus manos para que tomemos asiento.
—Oh, ¿y tus otros hijos? —cuestiona mi mamá, tomando asiento al lado de él y yo me siento al lado de ella.
—Mi hijo mayor no pudo venir por la universidad, y mi hijo menor vive en el noroeste del país con mi ex esposa, así que sólo está ella que, por suerte, está en el país por un par de días, así que quise aprovechar el momento.
—Creí que teníamos la misma edad con tu hija —hablo, llamando la atención de ambos.
—No, ella es tres años mayor que tú —responde, sonriendo con amabilidad y asiento con mi cabeza.
—¿Está estudiando en otro Estado? —inquiero, tratando de no quedar en silencio que resulte incómodo para mí.
—No, ella decidió no estudiar para irse de... —Se calla al escuchar dos voces provenir de la entrada de la casa.
Las voces y risas cada vez se acercan más a dónde estamos y yo frunzo el ceño. Esas voces se me hacen conocidas, ¿pero de dónde?
—Ya estamos pa... Ah, hola.
Mi mamá se levanta para saludarlos de manera amable, pero yo no puedo dejar de ver al par de rubios frente a mí.
Creo que me quedé sin oxígeno de repente o es sólo que me olvidé de cómo se respira, incluso estoy segura de que me olvidé de cómo hablar.
—Hola —saludan ambos a unísono, sonrientes y mirándome de manera amable.
Intento responder, pero la verdad es que la voz no sale de mi garganta y no hago más que mover mis labios como tarada.
—Uhm, ¿estás bien? —inquiere el rubio mirándome ligeramente preocupado.
—Tú, tú eres Francis, y tú, tú eres Halia —tartamudeo, mientras los señalo con mis dedos, sin poder creer que los tengo frente a mí.
Ambos se miran de reojo, para luego volver a verme y asentir con la cabeza.
—¿Los conoces? —cuestiona mi mamá, mirándome con el ceño ligeramente fruncido, ya que está bastante confundida por mi reacción.
—¿Qué si los conozco? ¡Por Dios! ¡Ellos son integrantes de Outlet Time! —chillo eufórica, para luego prácticamente saltar de la silla para abrazar a Francis, quien para mi suerte me recibe con los brazos abiertos a la vez que suelta una risa por lo bajo.
Me alejo de él para ahora abrazar a Halia, quien al igual que Francis, no me rechaza.
—¿Cómo estás? —cuestiona sin alejarse de mí y sobre todo con un tono de voz como si fuéramos amigas de toda la vida.
Quizá ahora hasta seamos hermanastras. Gracias, Dios.
—Muy bien, ¿y tú? —inquiero, alejándome de ella, aunque no del todo porque la agarro de las manos y giro a ver a Francis para agregar—: ¿cómo están ambos? ¿Qué tal la gira? Déjenme decirles que la vi por internet y Dios mío, no es porque sea fan ni nada, pero estoy segura que fueron los mejores shows que he visto en toda mi vida.
—Mejor ya nos sentemos a comer y de paso nos cuentan todo —propone Donovan y todos aceptamos.
La verdad es que Donovan tiene un talento nato para la cocina, porque la comida estuvo deliciosa.
Aunque lo mejor es charlar y reír con Halia y Francis, y darme cuenta que en efecto son tal cual siempre los describen. Amables, divertidos y humildes.
Cuando llega el momento del postre, mi celular comienza a sonar haciendo que todos giren a verme.
—Lo siento —digo, después colgar la llamada al ver que se trata de un número desconocido—. Sigan.
No pasa mucho cuando vuelven a llamar, el mismo número. De nuevo cuelgo la llamada y esta vez pongo mi celular en vibrador.
Cinco minutos después, llaman de nuevo.
—Yo creo que deberías contestar —opina Francis, ajeno a la conversación de Donovan y Halia—, podría ser importante.
Lo miro dudosa por unos segundos, para después asentir con la cabeza.
Murmuro un «disculpen», a la vez que me levanto de la mesa con mi celular en mano y camino hacia la sala, pero en cuanto cruzo la puerta atiendo.
—¿Hola?
—No sabía que tenía que sacar un turno para que me contestes una estúpida llamada, eh.
Suspiro con frustración a la vez que me siento en el apoya brazo del sofá.
—¿Cómo conseguiste mi número?
—Eso no importa —responde y yo giro mis ojos—. Te llamaba para preguntarte si la tutoría podría ser hoy en mi casa.
Frunzo el ceño ante su comentario, ya que si no estoy mal, creo que nadie en el instituto sabe cómo es la casa de Ezra, es más, creo que nadie sabe dónde vive siquiera.
—¿Por qué en tu casa? —inquiero un poco a la defensiva y con algo de nervios.
—No tengo por qué darte explicaciones, pero para que te quedes más tranquila, es porque mi papá me pidió que hiciera algo aquí en la casa y no me da tiempo de ir hasta la cafetería —explica sin mucho ánimo y asiento con la cabeza, aunque no me pueda ver—. ¿Entonces? ¿Puedes venir o no?
—Eh... —Rasco mi cabeza, pensando en las posibilidades—. Bien, mándame la dirección por WhatsApp. Nos vemos que estoy en un almuerzo.
No le doy tiempo a decir nada más que cuelgo la llamada.
Me quedo viendo su número en la pantalla de mi celular, para después suspirar y agendarlo como «insoportable».
Vuelvo al comedor, donde todos están riendo por algo que, aparentemente, dijo Francis.
En cuanto me siento, mi celular vibra avisando que tengo una notificación y cuando la veo noto que es de WhatsApp.
Al abrir la aplicación, veo el mensaje de Ezra, diciéndome a la hora que debo ir junto a la ubicación de su casa.
Le respondo que ahí nos vemos y vuelvo a bloquear el celular para seguir comiendo de mi helado y concentrarme en la conversación.
Después de una hora, Francis y Halia me dejan frente a la puerta de la mansión -porque esa no es una casa- de Ezra.
Toco el timbre y espero a ser atendida, sintiéndome bastante nerviosa de repente.
Me sorprendo al ver que quien abre la puerta es Gavin.
Ambos nos miramos sorprendidos, sin saber muy bien qué decir, pero es él quien reacciona primero entre los dos.
—Hola —saluda a la vez que me otorga una linda sonrisa.
—Hola —correspondo el saludo y la sonrisa.
Gavin mira hacia alguna parte de la casa, para después volver a verme aun sonriendo.
—Nos vemos, Ava —se despide, dándome un fugaz beso en la mejilla, para luego pasar a mi lado dejándome anonadada.
Ezra no tarda en aparecer en mi campo de visión, frunciendo el ceño y mirando atrás de mí.
Giro para ver qué es lo que ve, pero se trata de Gavin yéndose a quien sabe dónde.
Vuelvo a ver a Ezra, quien ya se encuentra viéndome. Abro la boca para decirle algo, pero él se da la vuelta y camina hacia alguna parte del interior de su casa, dejándome sola aquí afuera. Cierro la boca e ingreso al lugar sintiéndome pequeña de lo inmenso que es.
Después de cerrar la puerta, camino hacia dónde creo vi a Ezra irse, pasando al lado de un jarrón incluso más alto y ancho que yo en todos los sentidos. Todo aquí es enorme o yo soy muy pequeña.
Llego hasta una sala de estar muy linda, donde se encuentra Ezra alzando unos papeles de una mesa.
—Guau, es impresionante —admito, sin dejar de ver todo a mi alrededor.
—Es mi casa, Malkovich, obviamente va a ser impresionante —comenta con altanería, haciendo que lo mire a la vez que hago una mueca.
—Lástima que no te representa en nada —menciono, soltando un leve suspiro mientras me encojo de hombros y chasqueo mi lengua—. En fin, ¿estudiamos?
Veo como la comisura derecha de su labio tiembla al intentar no sonreír, pero relame su labio inferior borrando aquella acción.
—Esto no lo diré dos veces, así que escúchalo bien —aconseja, haciendo que le preste el doble de atención—, pero cada día estás respondiendo mejor, con más ingenio. —Carraspea y camina hasta un pasillo—. Vamos, es por aquí.
Me quedo un momento en mi lugar y cuando menos me doy cuenta, estoy sonriendo al darme cuenta que acaba de halagarme, a su forma, pero lo hizo.
Escucho su grito por el pasillo sobre no perder su paso y me dispongo a caminar. Lo sigo hasta una puerta doble de madera color blanco, la cual desliza e ingresamos y me doy cuenta que se trata de una biblioteca.
Me siento como la primera vez que vi la escena donde la Bestia le enseña la biblioteca de su castillo a Bella: maravillada. Claramente esa biblioteca a esta no se parecen en tamaño, pero aun así hay demasiados libros aquí y eso no deja de sorprenderme.
No me da tiempo a ver el lugar con detenimiento que camina hacia una de las dos mesas que hay en el centro del cuarto y se sienta sobre una de las sillas.
Suspiro y camino hasta la mesa, sentándome en la silla que se encuentra frente a él.
Lo veo acomodar los papeles que recogió anteriormente, para luego dejarlos a un lado de la mesa.
—¿Con qué empezamos? —inquiero, apoyando el rostro sobre mis manos.
No estaba segura si hoy lo vería, así que opté por no traer mis cosas, por ende, lamentablemente, solo me dedicaré a verlo.
—No sé, ¿geografía? —propone un poco dudoso, sacando sus cosas de la mochila que no vi que ya estaba aquí.
Asiento con la cabeza en el microsegundo que posa sus ojos sobre mí y comienza a sacar las cosas correspondientes para dicha materia.
Luego de diez minutos, me doy cuenta que no podré estar tranquila hasta que no libere las preguntas que rondan por mi cabeza.
—¿Puedo hacerte una pregunta sin obtener una respuesta tajante o irónica de tu parte? —curioseo, jugando con mis dedos sobre la mesa y mis ojos sobre él.
Ezra suelta un suspiro bastante fuerte y pesado, pero aun así no levanta su cabeza y sigue escribiendo en su cuaderno.
—No pienso responderte la pregunta, así que no gastes saliva si no te va a gustar el resultado —aconseja con voz calma, muy concentrado en el deber de geografía.
La verdad ya gasté saliva en decirle lo anterior, porque de todas formas pienso preguntar ya que me vale lo que diga.
—¿De qué trabaja tu papá? —cuestiono sin más, mirando su reacción.
Frunce el ceño y deja de escribir, para alzar la cabeza en mi dirección y posar sus ojos sobre los míos.
—Es ingeniero nuclear —responde algo confundido, sin dejar de fruncir su ceño—. ¿Esa era tu duda?
—Sí, pero tengo más preguntas —admito sonriendo con inocencia y gira los ojos a la vez que vuelve a suspirar.
—Lo sabía, siempre tienes preguntas.
Río por lo bajo, algo nerviosa e incómoda al darme cuenta que tiene razón.
—Es que no te conozco —me justifico y se encoge de hombros, demostrando que no le interesa—, y la verdad es que cada vez siento más curiosidad hacia ti, hacia tu persona —confieso y, aunque quiso disimularlo, la sorpresa se expande por su rostro, pero en un parpadeo logra borrar aquella expresión.
—Tienes dos preguntas más que puedo responder, así que piénsalas bien —menciona, volviendo a centrarse en su cuaderno.
La verdad no necesito pensarlas porque ya las tengo en mi cabeza desde que pisé esta casa, quizá incluso desde un poco antes.
—Que honor —comento con burla y lo escucho bufar con un deje diversión—. Bueno a ver, la siguiente que tengo es: ¿de qué trabaja tu mamá?
La verdad es que en Claxton nadie sabe sobre los padres de Ezra más que son ricos, pero nada más. Incluso creo que nadie conoce a sus padres, o siquiera a uno de ellos.
Ahora que lo pienso, cuando entré tampoco vi fotos familiares.
En mi casa hay fotos de mí y mis mamás por donde veas. Bueno quizá no así de exagerado, pero hay.
Noto como sus músculos se tensan al ver como las venas de sus manos se muestran de repente al apretar con fuerza el bolígrafo.
—Profesora de periodismo en la universidad —responde luego de algunos segundos y puedo notar el cambio en el tono de su voz al hablar de su mamá.
Acción que generó más curiosidad en mí, pero sé que no es momento de hablar de eso.
Me pasa lo mismo cuando mencionan a mi mamá.
—Bien, la tercera pregunta es... —Finjo pensar la siguiente pregunta, cosa que parece relajarlo—. ¿Qué pasó entre tú y Gavin?
Al parecer mis preguntas fueron de mal en peor para él. Aunque creo que se puso peor con el tema de su mamá que con Gavin, pero eso no quiere decir que no se haya vuelto a tensar.
—¿Por qué tuvo que haber pasado algo? —cuestiona a la defensiva, sin alzar la cabeza hacia mí, incluso cuando ya no está escribiendo.
—Porque eso es lo que él me dijo —admito, elevando un hombro, haciendo que maldiga por lo bajo y cierre los ojos con pesar.
—Estúpido —murmura entre labios, para después restregarse los ojos con las manos—. Pregúntaselo a él —dice luego de unos segundos, viéndome de forma seria.
—No soy pelota de ping pong para que me manden de un lado a otro —me quejo, cruzándome de brazos a la vez que me apoyo contra el respaldar de la silla.
Hace una mueca de desinterés total mientras se encoge de hombros y alza sus manos en un acto de «me importa un rábano».
—Entonces deja de andar de cotilla y no serás la pelota de ping pong de nadie —asegura, mirándome con obviedad y giro mis ojos ante su comentario.
—Ay ya, sigue haciendo tus deberes —ordeno, apoyándome contra la mesa y señalando su cuaderno con mi dedo.
Por primera vez, decide hacerme caso, cosa que me sorprende porque suele llevarme la contraria.
Luego de -creo yo- cuarenta minutos en silencio, en los cuales me dediqué a dibujar en una hoja que él mismo me dio para, según sus palabras «deje de molestar», ingresa un señor elegante y me pregunto si será su papá.
—Buenas tardes, señorita —saluda de manera cordial a la vez que hace un ligero movimiento con la cabeza.
—Buenas tardes —respondo algo nervosa, también con un movimiento de cabeza mientras acomodo mis lentes sobre la nariz.
—¿Qué pasa Will? —inquiere Ezra, soltando un pequeño suspiro y agarrándose el puente de su nariz.
—Sólo venía a avisarle que su padre ya está en camino —anuncia mirándolo fijo, pero no se me pasa por alto la fugaz mirada que me da.
Entendí eso. Debo irme antes de que el padre de Ezra venga.
Me hago la tonta, pero también noto la fugaz mirada que me da Ezra antes de mirar al tal Will y asentir con la cabeza.
—Bien, puedes irte.
Will mueve su cabeza de forma cordial a modo de saludo antes de salir del cuarto.
El ambiente tranquilo que había antes se esfumó y ahora solo hay uno incómodo.
Pienso en decirle alguna excusa para irme y así él no deba pensar en alguna forma de decirme que me vaya sin sonar del todo grosero, pero habla antes de que se me pueda ocurrir algo.
—Bueno, ya vete —dice sin más, dejándome anonadada por un momento, observando cómo se estira en su lugar.
Y yo que pensaba que me echaría con más cordialidad. Ingenua.
Reacciono de inmediato y asiento con la cabeza, mientras doblo la hoja con el dibujo que hice.
—Sí, igual justo estaba por decirte que ya me iba porque tengo que ir al barrio chino a comprar cosas para mi mamá —anuncio de forma rápida y me maldigo al decir aquello.
Uno, porque es mentira. Dos, porque no tengo por qué darle explicaciones. Tres, porque soné patética.
Me levanto de mi asiento mientras agarro el pequeño bolso que traje, para luego acomodar la silla como estaba antes y todo esto bajo la atenta mirada de Ezra.
—¿Te puedo acompañar?
Su pregunta hace que deje de mover la silla y quede viendo mis manos sobre el respaldar de esta, procesando lo que acaba de decir.
—¿Quieres acompañarme? —inquiero extraña, levantando la vista hacia él y viendo cómo se encoge de hombros desinteresado.
—En realidad no quiero estar en mi casa —contesta con sinceridad, sin apartar sus ojos de los míos.
Abro la boca dispuesta a preguntarle por qué y si eso tiene algo que ver con su papá, pero el pensamiento de que es mala idea hacerlo llega más rápido por suerte y decido cambiar las palabras que salen de mi boca.
—Eh, pues... Si quieres —cedo, elevando un hombro sin saber qué más hacer.
Ezra asiente con la cabeza y se dispone a guardar todas las cosas, para luego agarrar los papeles que en un principio había dejado lejos de nosotros.
Se levanta de la silla y sin más me hace una seña para que lo siga.
Me dice que me adelante hasta la sala en el momento que ingresa en un cuarto que, por lo poco que vi, pude notar que se trata de una oficina.
¿Qué mierda voy a comprar ahora en el barrio Chino? ¿Por qué dije que tenía que ir ahí? Mi mamá y yo ni siquiera comemos comida china. Dios, soy estúpida.
No tengo tiempo de maldecirme un rato más porque Ezra hace presencia y con un movimiento de cabeza me indica que lo siga.
Agarra unas llaves de un pequeño mueble y sale de la casa seguido por mí. Camina hasta su moto, se sube y enciende el motor, para luego ponerse su casco y pasarme uno para mí.
En lo que me lo estoy poniendo, veo como aprieta el botón de una de sus llaves y el portón comienza abrirse.
—Sube.
Sin más, le hago caso y me subo atrás de su moto, agarrando su camiseta entre mis manos.
En el momento que estamos saliendo de su casa, un auto está ingresando y no lo voy a negar, es incómodo el momento que cruzamos mirada con el señor que conduce aquel auto.
El papá de Ezra.
Lo sé por el parecido y por lo intimidante que también es.
Sacudo mi cabeza para borrar aquella mirada fría sobre mí.
El viaje es tranquilo y en silencio. La verdad es que muy pocas veces he andado en moto con Ezra, pero cada vez siento que me pongo menos nerviosa al subirme en ella.
Llegamos al barrio Chino y, como Ezra no tiene paciencia para andar por estas calles demasiado transitadas, decide dejar la moto en un aparcamiento.
Comenzamos a caminar por las calles en silencio.
—¿Y? —pregunta luego de un rato.
—¿Y qué? —inquiero confundida, girando a verlo.
—¿Qué es lo que tienes que comprar? —cuestiona de manera obvia y ahí recuerdo para qué estamos aquí.
—Oh, si —respondo sin poder ocultar la sorpresa en el tono de mi voz, haciendo que frunza el ceño—. Eh... —Miro hacia todos lados, hasta que doy con un Bazar—. Ahí tenemos que ir. —Señalo el lugar y el ojiazul gira a ver.
No le doy tiempo a preguntar nada, que agarro su mano y tiro de él para dirigirnos a la tienda.
Al ingresar suelto su mano y comienzo a caminar maravillada en el lugar.
Voy admitirlo: amo los bazares.
Ezra me sigue el paso algo aburrido, tocando de vez en cuando ciertos objetos.
Me detengo frente a una bufanda de plumas y por jugar me la pongo, mostrándole a Ezra como me queda a la vez que hago una pose ridícula.
Me mira como si fuera tonta y sigue caminando, haciendo que lo mire mal y vuelva a dejar la bufanda en su lugar.
—Aburrido —murmuro un poco alto para que me escuche.
Y sé que lo hace, porque sé encoge de hombros.
Seguimos viendo un par de cosas más y yo, claramente, sigo jugando con lo que encuentre que se puede tocar sin ser regañada.
Miro un sombrero que capta por completo mi atención por lo hermoso que es y corro hacia el para probármelo.
Pero en cuanto me lo pongo, mi cabello abultado y esponjoso no colabora, haciendo que el gorro salga disparado de mi cabeza directo al suelo.
Ezra comienza a reírse a carcajadas ante tal acto, haciendo que lo mire mal y con los brazos cruzados, pero mi expresión seria no dura mucho cuando su risa se me contagia.
Y no sé cómo, pero ambos empezamos a jugar con las cosas del lugar y a divertirnos de por medio.
Terminamos en la sección de disfraces y cosas para fiestas.
Él se pone un sombrero de disfraz que viene con cabello falso, para luego decir algo tonto. Después yo me pongo una capa y unos lentes enormes, para luego también hacer algo tonto. Y así con varios accesorios más.
A lo lejos diviso unas orejas de animales y voy a ellas. Agarro unas de jirafa y me las pongo, para luego girarme a él y hacer una pose tierna, cosa que lo hace sonreír y girar los ojos.
Vuelvo a ver las orejas y agarro unas de osito y camino hasta él, haciendo que me vea extraño a la vez que le extiendo las orejas.
—No me pienso poner eso —asegura con voz firme y hago un pequeño mohín con mi labio inferior.
—Por favor —suplico, juntando mis manos y haciendo una expresión que, según yo, es tierna—. Sólo un ratito, ¿sí?
—No.
—Sólo quiero ver cómo te queda, por fa —pido, agarrando su brazo con confianza y moviéndolo un poco, haciendo que él vea mi agarre pero sin embargo no dice ni hace nada, así que aprovecho para seguir moviendo su brazo.
—No, Malkovich.
—Por fis, por fis, por fis, es un ratito, te lo juro, es solo para ver cómo te queda, ¿sí? —inquiero, alargando la "i", soltando su brazo para volver a unir mis manos y acercarlas a mi rostro.
Suelta un suspiro a la vez que mira el local completo, como si alguien aquí nos estuviera prestando atención, antes de inclinarse un poco hacia adelante con las manos en su espalda.
Me sorprendo de verlo tan cerca de mi rostro, pero me hace una mueca y comprendo de inmediato a lo que se refiere, así que me sorprendo el doble.
Sin dudarlo ni un segundo más, llevo las orejas de oso hasta su cabeza y se las coloco, para luego él volver a enderezarse.
—¿Feliz? —cuestiona algo borde y yo sonrío emocionada a la vez que muevo mi cabeza con euforia.
—Muy —admito, haciendo que la comisura de su labio tiemble, pero la sonrisa no aparece—. Estás tan tierno —digo con un tono de voz que demuestra sinceridad, pero a la vez burla.
—¿Ya me la puedo quitar? —pregunta aburrido, señalando su cabeza.
—¡No! —exclamo, alzando mis manos en señal de que no lo haga—. Quiero una foto —confieso, sonriendo con inocencia en el momento que alza una ceja.
—Ni loco.
Después de veinte minutos más dentro del bazar, salimos con unas compras que hice ahí y con una foto de nosotros dos con orejitas de animales en mi celular.
Ahora nos encontramos caminando por las calles del barrio Chino comiendo helado y jugando a empujarnos cada tanto, pero a Ezra se le va un poco la fuerza cuando me empuja con su cuerpo, haciendo que pierda la estabilidad y termine estampillada contra el cuerpo de otra persona, pero eso no es lo peor, si no que le ensucié la ropa con mi helado el cual ahora está destruido sobre la espalda del chico.
—¡¿Pero qué te pasa, imbécil?! —brama el chico, dándose la vuelta para encararme.
—Perdón, yo no... —tartamudeo, al ver lo enorme que es, su cuerpo tranquilamente podría pasar de ropero en una obra escolar.
—Yo no, yo no —imita mi voz, haciendo que sus tres amigos atrás de él se rían—. Tú sí, me vas a pagar esto.
—Claro, ¿cuánto? —inquiero de inmediato, agarrando mi pequeño bolso, dispuesta a sacar dinero para darle.
—No lo sé —contesta con un tono de voz que no me agrada para nada, para luego tirar de mí del tirante de mi bolso, acercándome a él—. ¿Ustedes cuánto creen que salga, chicos? —cuestiona a sus amigos sin apartar la mirada de mí, pero sobre todo, sin soltar su agarre.
Lleva una mano hasta mi cabello, agarrando un mechón y lo enreda en su dedo, pero antes de que pueda hacerlo por completo, siento como tiran de la correa de la parte de atrás de mi bolso, alejándome por completo del sujeto y, adelante de mí se posiciona Ezra, encarando a los tres chicos.
—¿Qué pasa, guapito? ¿Quieres hacerte el héroe? —habla uno de ellos, sonriendo divertido.
El pelinegro frente a mí me agarra el brazo, para comenzar a tirar de mí.
—Vámonos —ordena con voz seria y decido no responder, pero sí hacerle caso.
Antes de que podamos dar otro paso, los tres se posicionan delante nuestro impidiendo nuestro caminar.
—¿A dónde? —inquiere el que me agarro, mirando a Ezra a los ojos—. Si quieres puedes irte, pero ella se queda —comenta seguro, señalándome con su mentón, cosa que hace que me tense.
—¿Te quieres quedar con ellos? —cuestiona Ezra, girando a verme y lo veo como si estuviera loco, pero de todas formas niego con la cabeza a modo de respuesta y él vuelve a mirar a los tres—. Dice que no quiere, así que córranse.
—¿Y si no queremos? —pregunta el tercero de ellos que faltaba por hablar—. ¿Y si queremos que ella se quede? ¿Qué vas hacer? —inquiere, empujando el hombro de Ezra con su dedo.
Antes de que Ezra pueda hacer algo, le doy una patada en los huevos a uno de ellos aprovechando que estaban distraídos pensando en golpear al ojiazul, y sin dudarlo, agarro su mano para tirar de él y así comenzar a correr por la calle.
Cada tanto miramos hacia atrás, notando que nos siguen los tres, aunque al que patee corre con un poco de dificultad.
Aumentamos la velocidad sin soltar el agarre en nuestras manos y ahora es Ezra quien me guía a mí.
Doblamos en una esquina, ganando unos minutos de ventaja en los cuales Ezra toma la decisión de introducirnos a un pequeño callejón y nos escondemos detrás de unas cajas.
Estoy apoyada contra la pared, mientras que Ezra acorrala mi cuerpo con el suyo y sus manos a apoyadas en la pared a los costados de mi cabeza, ambos con la respiración irregular debido a la carrera que acabamos de hacer.
Cierro mis ojos con fuerza y presiono mis labios para evitar hacer algún ruido, a la vez que Ezra se pega más a mí para no ser visto en el momento que escuchamos sus voces y pasos.
Luego de algunos segundos donde no se escucha nada, decido abrir mis ojos, encontrándome directamente con dos esferas azules como el océano, ya viéndome directamente y siento como algo se remueve en mi estómago a la vez que la respiración se atora en mi garganta.
Me mira de una forma que no entiendo, que hace que no lo entienda a él.
Después de todo, Ezra Mackey siempre me resultará un enigma difícil de comprender.
———💜———
¡Hola, hola, hola! ¿Cómo están?
He tardado meses en aparecer por aquí, lo sé y lo lamento, pero he vuelto y ya para quedarme, lo prometo 💜
Okey, primero que nada quiero decirles que sé que los tengo un poco confundidos acerca del nombre del instituto, pero se llama Claxton ahora, okey? Ya cuando tenga tiempo, arreglaré los errores del principio, pero ya está definido, el nombre del instituto es Claxton.
Segundo, qué piensan de qué Gavin estaba en casa de Ezra?
Tercero, qué les pareció el cap?
Por cierto, miren esto (se los he querido enseñar desde hace mucho, pero como no podía actualizar, aja, tenía que esperar ajhsjaja)
El fondo no lo dibujé yo, oks? Lo encontré en pinterest ajsjsjajaja
No se asusten, no será la nueva portada, solo me pareció bonita y quería mostrársela ajsjajaja
En fin, ya saben, publicar en la madrugada is my pasión
Los amo💜
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