10. Consejos y golpes
Llego hasta la cafetería y al ingresar noto que Ezra ya se encuentra en nuestra mesa habitual.
Que extraño es decir "nuestro" para referirme a él y a mí.
Suelto un suspiro y camino hacia él, logrando sorprenderlo y al ver que se trata de mí, guarda su móvil en el bolsillo de su chaqueta, para después mover su cabeza a modo de saludo, cosa que me sorprende ya que no suele saludarme mucho y si lo hace es porque yo lo saludé primero.
—¿Qué hay? —cuestiona, viéndome mientras me siento en frente de él.
—Hola —saludo, dejando mi bolso a mi lado, para después verlo—. ¿Con cuál materia quieres iniciar?
—¿Matemáticas? —propone algo desinteresado, a la vez que eleva un hombro para restarle importancia al asunto.
Asiento con la cabeza y saco mi libro de matemáticas a la vez que él comienza a sacar sus cosas para empezar a estudiar.
Después de media hora, me doy cuenta que ha entendido cada una de mi explicación, así que le digo que haga los deberes que dejó la profesora Galvan, mientras yo hago los de literatura.
Pero la verdad es que no estoy concentrada en mis deberes, por estarlo mirando fijamente.
«Pero en su mayoría tiene miedo de todo»
Recuerdo las palabras de Gavin y realmente no logro entender cómo es que gusta de Ezra. Lo entendería si fuera sólo un gusto físico, pero a él le gusta en serio.
Además que el pensar en eso hace que vuelva a sorprenderme ante la confesión del castaño. Jamás me vi venir que sea bisexual y mucho menos que le gustara Ezra.
Apoyo mis codos sobre la mesa y centro aún más mi mirada sobre el ojiazul, quien parece muy concentrado en sus deberes.
Entiendo que todos tengamos un lado bueno y malo, pero, ¿qué tan grande es su lado bueno? Según Gavin, bastante, pero lo oculta muy bien. Pero, ¿y si no es así? ¿Si en realidad oculta su lado malo con el bueno?
—Deja de absorber mi belleza —pide sin levantar la vista hacia mí.
Cosa que agradezco, porque inmediatamente siento mis mejillas arder debido a sus palabras.
Carraspeo intentando quitar la incomodidad repentina que empiezo a sentir y me remuevo en mi asiento.
—¿Cuál belleza? —cuestiono a la defensiva, haciendo que ahora sí levante la vista hacia mis ojos.
Eleva una ceja, sin creer que en serio haya preguntado eso, porque está bien, lo acepto, es guapo y él sabe que yo sé que es guapo.
—No me digas que ya te gusto y por eso me mirabas —se burla, dejando el bolígrafo sobre el banco a la vez que se apoya sobre el respaldar de su asiento y se cruza de brazos.
Suelto una risa bastante falsa, bastante cierta, pero algo alta haciendo que algunos de los presentes giren a vernos.
—Seré fea físicamente, pero no tengo feos gustos —respondo sin dejar de sonreír divertida y puedo ver la molestia en su rostro, cosa que hace ensanchar mi sonrisa.
—Claro, porque tenemos un ejemplo muy bonito de tus gustos, ¿no? —cuestiona, señalando a Diego –el camarero de la cafetería- con su cabeza.
Miro en dirección a donde está el castaño, para volver a verlo, notando la mirada triunfante que tiene ahora mismo.
—Él no cuenta, porque sólo me parecía lindo —me justifico, haciendo que asienta con la cabeza a modo de burla—. Pero para calmar tu duda, te miraba porque... —Me quedo callada al no saber cómo continuar, claramente no puedo decir la verdad, ¿o sí?—. Me das curiosidad.
Eleva una ceja, incrédulo y burlón, sin comprender del todo mis palabras.
—Explícate gárgola, porque no entiendo —comenta, inclinando su cabeza hacia la derecha y mirándome como si me estuviera inspeccionando.
Suelto un suspiro y giro los ojos ante su apodo hacia mí, para luego inhalar hondo y acomodarme mejor en mi asiento.
—Que por más que me hayas dicho que no te interesa ser mi amigo, se me hace imposible no querer conocerte —admito, sincerándome, cosa que lo toma por sorpresa, así que decido continuar—: Y claramente no puedo conocerte bien con un par de charlas triviales que tenemos, pero aun así me llenas de curiosidad, porque a veces me resultas insoportable al punto de querer darte un puñetazo en el rostro —Alza las cejas totalmente sorprendido ante mi confesión violenta—, pero otras... No lo sé, me resultas un algodón de azúcar, no sé si me explico, pero...
—¿Qué te hace creer eso? —inquiere, inclinándose sobre la mesa para mirarme fijamente a los ojos.
—Creo que ya te di mi opinión anteriormente —respondo, haciendo que frunza el ceño, intentando recordar cuando tuvimos esta plática—. La vez que hablamos sobre héroes y villanos —aclaro y puedo notar como sigue confundido—. Te dije lo que pensaba acerca de ambos, y es que claramente nadie es malvado en su totalidad, ni tampoco bueno, y tú no eres la excepción, Ezra Mackey.
Ambos nos quedamos callados por un momento, mirándonos a los ojos.
Por más que intento descifrar su mirada, no logro hacerlo. Supongo que está acostumbrado a fingir lo que siente o piensa, porque su rostro no expresa nada.
Eso sí admiro de él, que expresa lo que quiere y cuando lo quiere, mientras que yo no puedo ocultar alguna emoción repentina que surge de manera desprevenida.
—¿Entonces dices que tú tienes algo de maldad? —cuestiona, frunciendo levemente el ceño—. Porque no puedo creer que Ava Malkovich sea malvada ni con una hormiga —se burla, sonriendo de lado.
«Si supieras», pienso al recordar la apuesta y que, por esa razón, es que ahora mismo me encuentro frente a él, porque si no, no lo estaría nunca.
—Todos tenemos algo bueno y algo malo, Ezra, es ley de vida —aseguro, encogiéndome de hombros para restarle importancia.
—Si tú lo dices —comenta, soltando un leve suspiro—, pero aún sigo sin creer que puedas matar un mosquito siquiera, así si este te picara.
Ninguno dice nada, y él vuelve a centrarse en su tarea, mientras que yo intento centrarme en la mía, pero no logro hacerlo.
Mi mente queda dispersa por el resto de la tutoría, obligándome a concentrarme únicamente cuando debía explicarle algo de historia, la siguiente asignatura que vimos.
Ambos salimos de la cafetería y nos miramos, sin saber muy bien qué decir. Esto es incómodo.
—¿Vas a tu casa? —inquiere, señalando su moto con su dedo pulgar, pero sin apartar la mirada de mí.
¿Eso fue una propuesta para llevarme a mi casa? Esto se está haciendo costumbre.
Miro su moto y vuelvo a verlo, para negar con la cabeza.
—No, tengo cosas que hacer —respondo y asiente con la cabeza, para luego hacer una ligera mueca.
—De acuerdo.
Sin decir nada más, se da la vuelta y camina hasta su moto.
Decido no quedarme a ver cómo se va, porque siento que eso sería patético, así que me giro sobre mis talones para comenzar a caminar en dirección contraria a mi casa.
Llego hasta la parada del autobús y me siento en una de las bancas de espera, mientras saco mi celular y mis auriculares del bolso, para luego poner música de mi banda favorita: Outlet Time.
El autobús tarda unos diez minutos más o menos en llegar y después de subirme, busco un asiento vacío para sentarme allí y dedicarme a mirar por la ventana, creyendo que estoy en mi propio video musical.
Cinco canciones y media después, estoy bajándome del autobús, para comenzar a caminar hacia la calle indicada en el mensaje en mi celular.
Al llegar a la dirección acordada, me encuentro con una linda casa de ladrillos y me dedico a tocar el timbre.
No pasa mucho cuando la puerta principal de la casa es abierta, y una chica de baja estatura, delgada y cabellera negra sale para dirigirse a mí y abrirme la puerta de rejas.
—Hola —saluda amable, para luego darme un beso en la mejilla.
—Hola Max —respondo, ingresando junto con ella a su patio delantero.
Ambas caminamos por el pequeño camino de piedras hasta llegar a la entrada de su casa e ingresamos por una puerta blanca.
Me indica que puedo dejar mis cosas en la entrada y eso hago, menos mi celular que decido llevarlo conmigo por cualquier cosa.
Antes de que podamos dirigirnos hacia las escaleras, unas voces nos interrumpen.
—¡Max, ven aquí!
Miro a la pelinegra soltar un bufido a la vez que gira los ojos antes de ir hacia el lugar de donde provino aquella voz.
Voy detrás de ella, porque me incomoda quedarme sola en una parte de la casa, y sobre todo cuando es la primera vez que vengo.
Llegamos hasta la sala y puedo ver a una chica de cabello negro y un chico castaño, sentados en el suelo, jugando a las cartas en la pequeña mesa ratona que hay frente al sofá.
—¿Qué quieres? —inquiere mi amiga, mirándolos desganada.
—Dice Christian que no es válido poner un +2 sobre una carta +4 —explica la pelinegra, mirando a mi amiga—, ¿le puedes decir que es válido y que acepte levantar las seis malditas cartas, por favor?
El castaño, el cual al parecer se llama Christian, gira a ver a mi amiga, igual de exasperado que la pelinegra frente a él.
—Max —dice con un tono de voz que básicamente le ruega que esté de su lado—, dile a tu hermana que acepte ella que no siempre puede ganar en el uno.
—Que tú seas un perdedor de la vida no me hace a mí una mal perdedora —se defiende la pelinegra, totalmente ofendida.
—¡Pero es que lo que acabas de hacer es trampa! —exclama Christian, señalando las cartas sobre la mesa.
—¡Pregúntame si me importa! —pide la pelinegra, posando sus manos en la mesa de madera—. No es mi culpa que tú no sepas jugar.
—No te pienso preguntar nada, y sí sé jugar —se defiende el castaño, igual de molesto que ella.
—¡Por Dios, hasta Emily te ganó y a ella es super fácil hacerle trampa!
Antes de que pueda seguir escuchando su entretenida discusión, Max me agarra del brazo y tira de mí hacia las escaleras.
No suelta su agarre, hasta que estamos en su habitación y cierra la puerta soltando un suspiro algo cansado.
Me indica con un movimiento en su mano que puedo hacer lo que quiera, pero decido seguirla hasta su cama y ambas nos sentamos sobre ella.
—No sabía que tenías una hermana —comento divertida, aun pensando en aquella discusión.
—Hermanastra —me corrige, soltando otro suspiro—. Es hija de mi madrastra —explica, pero hace una pequeña mueca, para luego agregar—: Eso sonó como si mi papá se hubiera casado apenas el año pasado con mi mamá, cuando ya llevan como diez años juntos —comenta, riendo por lo bajo de ella misma.
—Yo no tengo hermanos —cuento, para luego mirar hacia la puerta y volver a verla—. Debe ser divertido tener eso casi todos los días, ¿no?
Max hace una mueca que me da a entender que no es así, antes de exhalar.
—Te la regalo a María dos días seguidos, verás que no es tan divertido como parece —asegura, haciéndome reír por lo bajo—. En serio te lo digo, esa chica está loca, pobre Chris que es su novio y le toca aguantarla —menciona señalando con su mentón hacia la puerta—. Una vez María envenenó a su mamá, o sea, a la mamá de él... Eso estuvo de locos —comenta y yo abro mis ojos de par en par, totalmente sorprendida.
—¿Qué?
—Te lo digo, está loca —dice, encogiéndose de hombros para restarle importancia—. No entiendo como tiene novio y amigos geniales, pero no niego que es leal como nadie así que supongo que por eso, no lo sé —comenta, encogiéndose de hombros nuevamente—. De todas formas últimamente no la veo mucho porque está en la universidad, ahora vino de visitas, pero se va en dos días si no estoy mal.
Ambas nos quedamos en silencio por un momento, procesando todo lo que acaba de contarme.
Hasta que recuerdo el por qué estoy aquí.
—En fin, ¿para qué me citaste? —cuestiono, volviéndola a ver a los ojos.
No es hasta que lo digo que parece recordarlo, porque sacude su cabeza y se centra en mí.
—Cierto, disculpa —responde algo apenada y se acomoda mejor en la cama—. Quiero hablarte de Tess.
Frunzo el ceño, extrañada por su seriedad repentina y eso, de cierta forma, me asusta.
—¿Qué pasa con Tess?
—Exacto —contesta, logrando confundirme aún más—. ¿Qué pasa con Tess? —cuestiona con un tono de voz ligeramente preocupado—. Porque a ver, claramente también has notado que está extraña, ¿no? Digo, la conoces desde antes que yo, debes saber qué le pasa.
Sus palabras me dejan en blanco porque, es cierto, la conozco hace seis años, pero no tengo idea de qué es lo que le pasa, y eso me sienta como patada al estómago, porque tampoco me detuve a preguntarle.
Sé que con Tess no debo preguntar nada, porque tarde o temprano ella me contará cuando se sienta cómoda de hacerlo, pero esto lleva ya dos semanas.
—No sé —admito algo apenada, bajando la vista a mis manos sobre mi regazo mientras la escucho suspirar—. Es que con Tess nunca es fácil descubrir qué le pasa, porque quiere solucionar sus problemas ella sola siempre.
—Pero no por eso hay que evadir lo que le está sucediendo —comenta y asiento con la cabeza.
—Tienes razón y me siento muy mal por haber decidido ignorar su comportamiento extraño —confieso, mordiendo mi labio inferior.
—Cuando yo conocí a Tess era una chica sonriente y amable con todos, también una persona que le hace frente a las injusticias, pero esta Tes... —Suspira profundo—. Esta Tess vive nerviosa, casi no habla y a veces responde de mala gana, como si estuviera a la defensiva constantemente.
No es hasta que lo dice, que caigo en cuenta que es cierto.
Los primeros dos días que noté su repentino cambio de humor le pregunté qué sucedía, pero al no decirme la verdad, supuse que ya me lo diría con el tiempo, pero no es así y todo se está intensificando.
—No nos va a decir a la primera qué le pasa —respondo luego de algunos minutos en silencio—, pero debemos ver la forma de que lo haga, porque claramente todo lo que le está pasando está siendo más fuerte que ella para que se comporte así, porque nunca antes lo ha hecho, ¿sabes?
—¿Qué propones entonces? —inquiere, apoyándose en la pared mientras lleva una almohada a sus piernas y la abraza.
Me quedo callada, pensando en algún plan genial, haciendo que abra y cierre mi boca varias veces, ilusionándola, pero todo lo que sale son balbuceos incoherentes.
—No tengo nada —respondo, resoplando a la vez que también agarro una almohada en forma de corazón para abrazarla.
—Y si... No lo sé, ¿le preguntas mañana? —propone y la miro incrédula—. Te tiene más confianza a ti que a mí, claramente porque son amigas de casi toda la vida, entonces capaz que ya está en su límite deseando que alguien le pregunte y, como ni tú ni yo lo hicimos, no nos contará por cuenta propia, ¿entiendes?
—Sí, creo que sí —contesto, algo insegura por su idea—. Creo que podría funcionar.
Sin más, empezamos a planear algunas ideas para hacer que Tess nos cuente lo que le sucede y nosotras podamos ayudarla.
Después de idear como cuatro planes más, ambas nos acostamos sobre su cama de dos plazas, mirando el techo.
—¿Y cómo vas con Ezra? —inquiere, girando a verme y yo suelto un suspiro.
—No avanzo nada —admito, algo fastidiada al darme cuenta de eso—. No confía en mí, ni yo en él, somos solo dos estudiantes que se ven por la tarde debido a la tutoría, nada más.
—¿Has intentado acercarte tú a él? —cuestiona y la miro con el ceño fruncido.
—Sí, y no funcionó —respondo, resoplando antes de volver a ver su techo con pegatinas de estrellas.
—No, pero a ver, me refiero a que ¿tú en serio has intentado ganarte su confianza o sólo has intentado que él se acerque a ti?
—No entiendo —confieso, mirándola confundida a la vez que frunzo el ceño.
—Si quieres su confianza, debes confiar en él —asegura, logrando confundirme aún más—. No sé él, pero yo no me enamoraría de alguien de quien no confío porque no me demuestra que confía en mí, ¿entiendes? —inquiere, mirándome fijamente a los ojos y, al ver mi confusión, suelta un suspiro y continúa—: Tú necesitas que Ezra se enamore de ti para ganar la apuesta, ¿cierto? —cuestiona y asiento con la cabeza—, bueno, entonces presta atención en lo que te estoy diciendo —pide, golpeándome con su almohada algo frustrada por mi confusión, cosa que me hace reír—. ¿Te enamorarías de alguien en quien no confías?
—No —respondo de inmediato, debido a que es cierto, no lo haría—. Pero, ¿cómo puedo hacer que él confíe en mí si yo no puedo confiar en él? —cuestiono, tratando de seguirle el hilo de la conversación.
—Cuéntale algún problema tonto que tengas o invéntate uno —idea, elevando un hombro para restarle importancia al asunto—. Cosa de que crea que confías en él como para contarle uno de tus problemas y así, poco a poco, irá confiando en ti, ¿entiendes?
—¿Quieres que mienta? —inquiero, algo insegura de su idea.
—Ya lo estás haciendo, ¿no? —acusa, y no puedo defenderme ante eso—, ¿cuál sería la diferencia de agregar una mentira más?
Me quedo callada, volviendo a ver el techo, dándome cuenta que tiene razón.
Jamás llegaré a ningún lado con él, si no doy el primer paso yo, porque está claro que Ezra no lo hará.
—Bien, te haré caso —cedo, haciendo que sonría feliz por aceptar su consejo.
---+++---
Voy de camino al baño a lavarme las manos porque Ezra "accidentalmente" puso su chicle mascado en la palma de mi mano izquierda y se fue riéndose con los estúpidos de sus amigos.
Trato de no pensar demasiado en lo asqueroso que es tener el chicle en mi mano, porque si no puedo ponerme a llorar ahora mismo. De verdad siento mucho asco.
Pero antes de poder llegar al baño, veo a Tess caminar hacia algún lado que desconozco y el chicle pasa a segundo plano, debido a que no la vi en todo el día y no pienso perder mi oportunidad.
La llamo, haciendo que detenga su caminar y se gire a verme, mientras que yo camino en su dirección.
—¿Pasó algo? —cuestiona, mirándome de pies a cabeza, inspeccionándome y yo niego con la cabeza.
—A mí no —respondo, logrando confundirla—, ¿y a ti?
—No entiendo —contesta, sonriendo de manera algo forzada—, ¿a qué te refieres?
—Tess, somos mejores amigas, puedes decirme si te sucede algo, yo te voy ayudar en lo que pueda —aseguro, decidiéndome ir directo al grano, sin rodeos absurdos.
—¿Qué me podría estar pasando? —inquiere a la defensiva, cruzándose de brazos y viéndome fijamente a los ojos con cierta molestia.
—Has estado comportándote muy extraña y no sólo conmigo, con Max también, ambas estamos preocupadas por ti —admito y a veo hacer una mueca, pero de inmediato vuelve a su pose defensiva.
—No tienen por qué, porque estoy perfecta, no me pasa nada —afirma, sin bajar sus brazos.
—Por favor Tess, no intentes engañarme, no a mí —pido, negando con mi cabeza—. Es claro que algo te pasa, por favor cuéntame, me preocupas y, si no quieres ayuda está bien, pero déjame ser tu apoyo aunque sea.
—Dios, te estoy diciendo que no me pasa nada, ¿por qué no escuchas? —inquiere, algo molesta de repente—. ¿Por qué me tiene que pasar algo sí o sí sólo porque tú o Max lo dicen? Déjenme en paz.
No me da tiempo a responder, que se da la vuelta y comienza a caminar a paso firme hacia algún lugar del instituto.
Inhalo hondo para después chillar con frustración a la vez que piso fuertemente el suelo, tratando de sacar todo el enojo que siento.
¡¿Por qué no se deja ayudar?! Ella siempre está ahí para mí, ¿por qué no me deja estar ahí para ella? Carajo.
Abro la puerta del baño con algo de fuerza, debido a que mi enojo no se fue del todo y al momento de tener que despegar el chicle de mi mano, mi enojo aumenta.
—Día de mierda —gruño, lavándome bien las manos con jabón, después de haber tirado el chicle en el tacho de basura.
Escucho como alguien sale de uno de los cubículos y de reojo puedo ver que se trata de Roma, quien se posa a mi lado para lavarse las manos en el otro lavamanos.
—Uy que humorcito, ¿eh? —se burla, para luego caminar hacia las toallas de papel y secarse las manos.
—No estoy de humor, Roma —sentencio, sin dejar de lavarme las manos.
—Si no me lo decías, te juro que ni me daba cuenta flaca —asegura, riendo por lo bajo pero se calla en cuanto giro a verla de mala gana—. ¿Qué te pasa? Ya sabes que puedes contarle todo a tu amiga del baño.
Dejo de lavar mis manos para soltar un suspiro a la vez que cierro la canilla, giro a verla y acepto las toallas de papel que me tiende.
—Gracias —digo, comenzando a secar mis manos—. Sucede que acabo de discutir con mi mejor amiga, porque algo le está pasando, pero no sé qué, ya que la niña es muy terca como para contarme y así poder ayudarla.
Roma asiente con la cabeza de manera lenta, para luego fruncir ligeramente el ceño.
—¿Tu mejor amiga es la morocha alta con la que soles andar? —inquiere algo dudosa y asiento con la cabeza—. ¿No será por qué la flaca estúpida que te molesta a vos la anda molestando a ella ahora?
Frunzo el ceño, totalmente extrañada ante su pregunta y tiro las bolas de papel en el tacho de basura, para volver a verla fijamente.
—Explícate —pido, cruzándome de brazos—. ¿Qué sabes, Roma?
—No sé mucho, pero el otro día la escuché burlarse de ella por ser lesbiana y al parecer la viene molestando hace mucho —responde, haciendo una mueca—. Aunque más que molestar, pareciera que la chantajea diciéndole que le contara sobre un beso que ella vio a toda la escuela, o algo así, no sé bien, pero la vi molestándola como unas tres veces la semana pasada.
No necesito escuchar más y tampoco le digo nada antes de salir del baño de mujeres, comenzando a caminar por los pasillos del instituto, sintiendo una furia dentro de mí que jamás creí experimentar.
A lo lejos diviso a Ezra con uno de sus amigos, apoyados contra los casilleros y camino hacia ellos.
—¿Viste a Sierra? —cuestiono, haciendo que ambos giren a verme, pero yo sólo tengo la mirada fija en el ojiazul.
—¿Tengo cara de saber dónde está ella o qué? —inquiere con mala gana, haciendo que su amigo suelte una pequeña risa por lo bajo—. Desaparece, no me molestes gárgola.
—¿Viste a Sierra sí o no? —repito, pero esta vez con un tono de voz más firme y sin atemorizarme por su cara de perro.
Me mira sorprendido por como lo traté y de reojo puedo notar que hasta su amigo está sorprendido.
—Creo que está en el patio —responde y asiento con la cabeza, para luego girarme y comenzar a caminar hacia el lugar indicado, pero no doy más de dos pasos que vuelve hablar—: ¿Estás bien?
Todo lo que hago, es levantar ambos dedos de en medio a modo de respuesta, sin girar a verlo y sin dejar de caminar.
Cuando llego al patio, diviso a Sierra con su grupo de amigos en una de las mesas.
Camino hacia ella y toco su hombro para que se gire a verme, al hacerlo su sonrisa desaparece, para automáticamente hacer una mueca de asco.
—¿Qué quieres, asco? —cuestiona, mirándome repulsiva a la vez que se limpia el hombro con su mano.
—¿Estás molestando a Tess? —inquiero, sin cuento previo y sin dejar de mirarla a los ojos.
—Así que es eso —comenta, sonriendo victoriosa—. Juro que nunca antes había visto un grupo de amigas más raro que el tuyo. La horrorosa, la emo y... si, la lesbiana enclosetada.
Sus amigas ríen detrás de ella debido a su "ingenioso" comentario.
Antes de que pueda siquiera pensarlo o controlarlo, cierro mi mano en un puño para luego golpear su rostro con él, haciendo que caiga hacia atrás y se escucha el jadeo de los estudiantes que están cerca de nosotros.
Sin darle tiempo a responder o reaccionar, me subo encima de ella y con una mano agarro su cabellera, para después con la otra comenzar a abofetearla una y otra vez.
—Con. —Bofetada—. Tess. —Otra más—. No. —Otra—. Te. —Una más—. Metas. —Aquí le doy dos, ya que separé la palabra en sílabas.
Por primera vez hay un rumor por los pasillos y no es burlándose sobre mí, aunque sí sigue siendo sobre mí.
«¿Se enteraron que la fea golpeó brutalmente a Sierra?»
———🧡———
¡Hola, hola, hola! ¿Cómo están?
De las amigas de Ava
#TeamMax o #TeamTess
¿Se esperaban la paliza de Ava contra Sierra?
¿Sospechaban acerca de lo que le estaba sucediendo a Tess?
¿Vieron que ya estamos casi a 3k de lectura? ¡Una locura! ¿Será que llegamos a las 3k hasta la próxima actualización?
Para los que leyeron Mala Suerte:
¿Quién más extrañaba a ese par? Yo los extraño bastante sjhdjsjs
Los amooo🧡
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