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28. Navidad y regalos.

Adam.

Al despertar por un momento creí que sería Dylan quien vendría a despertarme, solo que me he equivocado. Esta vez no es como todas las mañanas desde que pudo dormir solo, no, esta vez sé que se encuentra con April, durmiendo plácidamente con la chica de ojos azules que por obra del destino o lo que sea que haya sido se cruzó en nuestra vida hace meses.

Ayer, antes de que me marchara de la puerta de la habitación de April pude escuchar cómo mi pequeño le pedía a su niñera que, si podía dormir con ella, por supuesto no se negó, cómo podría hacerlo, era algo imposible.

Desde anoche las palabras que Emily le dijo por última vez a nuestro hijo no dejan de retumbar en mi cabeza. "Ha llegado la persona que cuidará de ti y de tu padre..." Sigo cuestionándome si Emily se refiere a que entre April y yo... ¿Ella lo sabe? Dios, miles de preguntas se formulan en mi cabeza desde hace horas y no puedo detenerlas, no hasta que obtenga una respuesta clara para todas ellas.

Suspiro con el fin de relajarme un poco pero ciertamente eso es imposible, no puedo ni podré relajarme por más que lo desee. Sin más, aparto las sábanas de mi cuerpo y descalzo atravieso la entrada de mi habitación para dirigirme a la de April, al llegar me encuentro con lo que ya suponía, April y Dylan duermen plácidamente en la cama, los brazos de su niñera rodean su cuerpo y éste se encuentra aferrado a los mismos como si de un ancla se tratara.

«No sería mala idea prepararles el desayuno, para qué molestarlos» pienso observando la escena.

Al darme media vuelta me dispongo a dirigirme a la cocina con el propósito de realizar un desayuno realmente delicioso; tomo un tazón, cinco huevos, tocino, y demás ingredientes para que todo salga a la perfección.

«Créeme»

Me sobresalto al escuchar esa voz y siento cómo los vellos de mis brazos se erizan. Esa voz era de... Emily.

—No, no puede ser ella—niego con la cabeza entrecerrando los ojos—tú estás... Todo lo de ayer me tiene estupefacto, esto es...

Sigo negando con la cabeza y me obligo a sólo pensar en continuar con el desayuno y no pensar en otra cosa. Hoy es Navidad y se supone que Dylan ya debió de haberse despertado y levantado hace horas, ayer estaba muy emocionado porque hoy recibirá regalos, pero para ser honesto estaba más emocionado porque anoche volvería April. Mi hijo puede ser un niño, sin embargo, los regalos y demás cosas materiales no le emocionan demasiado.

La preparación del enorme festín que les estoy preparando continúa hasta que al cabo de algunos cuantos minutos al fin finaliza, coloco cada alimento en sus platos pertinentes y la bebida—que no es más que jugo de naranja—lo vierto en tres vasos de vidrio grandes, todo ello para colocarlo en una enorme charola y a continuación subir hasta la habitación de April.

Al llegar toco levemente la puerta para no molestar, sólo que no hace falta porque ellos siguen profundamente dormidos abrazados el uno del otro.

Después de dejar la charola sobre la cajonera de madera que tiene April, me acerco con sumo cuidado a la cama; Dylan parece un ángel dormido, su rostro luce tan tierno que siempre que lo veo de esta manera quiero tomarlo entre mis brazos y besarle las mejillas durante mucho tiempo, y April... Ella también luce tierna dormida, es como si fuese una de esas princesas que han caído bajo un hechizo, sin embargo, puedo asegurar que April es mucho mejor que una princesa dormida, ella tiene el cabello enmarañado y aun así luce preciosa.

—April—la llamo meneando un poco su cuerpo, pero sin ser brusco—. April, despierta, es hora de levantarse.

No consigo mi objetivo. Esta chica tiene el sueño más pesado que ninguna otra. Al moverla sólo frunce el ceño como una niña pequeña y mueve sus brazos para que deje de molestarla.

Bueno, no he logrado despertarla a ella, pero a Dylan sí que lo haré.

—Hey, Dylan, pequeño es hora de despertar. Hoy es Navidad, cariño—menciono al moverlo ligeramente sobre la cama. —Despierta.

—Hmm... No quiero—aclara apartando mi mano de su hombro. —Déjame dormir.

—Bien, pero entonces no verás qué te trajo Santa—le hago saber alejándome de él.

— ¿Le trajo algo a April? —Inquiere sin abrir por completo los ojos.

—Ah... Bueno, eso tendrás que averiguarlo, y la única forma de hacerlo es despertando, bajar a la sala y despertar a April también. De otra forma ninguno de los dos sabrá nada y yo tendré que llevarme sus regalos para donarlos.

Los ojos de Dylan se abren por completo, su cuerpo se gira hacia mí y después de un bostezo se talla los ojos para eliminar las lagañas de ellos.

—No me importan los regalos, papi, pero... Sí quiero darle el suyo a April.

— ¿En verdad no te importan los regalos? — Cuestiono alzando ambas cejas mientras me cruzo de brazos.

Él niega con la cabeza.

— ¿Entonces no vas a querer lo que te trajeron?

Se lo piensa por un momento hasta que al cabo de unos segundos dice:

—Yo ya tengo mi regalo, papi—aclara mirando a April dormida a su lado. —Mi ma... —quiere decirme lo de su madre, pero no se atreve a contármelo.

—Dylan, ¿sucede algo? ¿Quieres contarme algo?

—Ah...

—Buenos días, Dylan—. La voz de April lo interrumpe al estirar su brazo fuera de las sábanas que la cubren para poder acariciar su mejilla. —Ah, Adam, estás aquí—habla con sorpresa al verme. —Yo... Dylan está aquí por...

—Lo sé, no te preocupes, y lo entiendo.

— ¿Lo sabes? ¿Cómo lo sabes? — Cuestiona alzando ambas cejas.

—Bueno... Los escuché anoche, y no estoy enfadado al saber que Dylan haya dormido contigo, pero, quiero decirte algo importante Dylan.

Mi pequeño nos observa sin saber qué decir o hacer, su mirada se mantiene baja como si estuviese avergonzado, como si hubiese hecho algo malo y no es así.

—Pese a ello, primero vamos a bajar para ver tus regalos, así que ven—digo estirando mi mano hacia él. Antes de tomarla dirige su mirada hacia April y después de que ella asiente él al fin toma mi mano. —Por cierto, les prepararé el desayuno—les hago saber señalando la charola sobre el mueble.

—Gracias, Adam. Lo llevaré abajo—sugiere bajando de la cama.

Los tres nos dirigimos a la sala hasta llegar al lugar donde se encuentra el árbol de navidad, debajo de este están varios regalos.

—Guau—dice April al verlos—Ve a abrirlos, Dylan. Son tuyos.

Dylan lo duda por un momento hasta que se decide y corre hacia ellos.

Al llegar los revisa y después de gira hacia April.

—Hay uno para ti, April.

— ¿Para mí? — Cuestiona sorprendida a lo que Dylan sólo asiente.

Con inseguridad avanza hasta Dylan y se arrodilla para tomar el regalo. Lo mira con detalle, pero no lo abre, sigue sin creer que sea de ella.

—Vamos, es tuyo, April, ábrelo—la animo para que así lo haga. Aún con duda decide abrirlo con sumo cuidado, como si dentro se encontrara algo de cristal que teme romper. Hasta que al fin el contenido es revelado.

—Son...

—Patines—concluye Dylan al abrir su regalo. —Los tuyos también, April.

Ambos rostros se giran para verme y me piden una respuesta.

—Tú querías patines, hijo—aseguro a lo que él asiente—, y... Hay una pista de patinaje no muy lejos de aquí, así que se me ocurrió que podría regalarles unos patines para poder salir los tres a patinar. ¿Recuerdas que desde hace algunos meses comenzamos las clases de patinaje, Dylan? Pero no las hemos concluido. Esta es una buena oportunidad, pequeño.

» Y April, bueno, quiero que pasemos más tiempo contigo. Después de todo te fuiste por casi un mes y te extrañamos. Ah, pero no crean que esos son todos sus regalos, ahí hay dos más para ti, hijo, y April, hay otro más para ti. Aguarda aquí.

Antes de que me pueda marchar April me detiene.

—Espera, yo también tengo uno para ustedes.

—Y yo tengo uno para ti, April—nos hace saber Dylan.

—En ese caso, subamos los tres—sugiero y ellos de inmediato me siguen. Al llegar al segundo piso los tres tomamos direcciones diferentes

Cuando llego a mi habitación tomo el sobre azul lleno de estrellas y bajo de inmediato a la sala, posteriormente baja Dylan y al final April.

—Hmm... ¿Quién quiere dar su regalo primero? — Cuestiona April sonriendo.

—Tú—hablamos al unísono Dylan y yo.

—Vaya, los dos chicos se ponen de acuerdo, pero está bien, seré yo primero.

Nos muestra una pequeña caja color azul rey con un moño blanco sobre ella.

—Este regalo es para ambos, así que espero que les guste a los dos—. A continuación, nos entrega la caja y Dylan la toma. Dentro de ella se encuentran dos bolsitas de tela transparente atadas con un listón dorado, cada uno toma una y desata el moño.

Al abrirla me encuentro con un dije, un dije en forma circular con un reloj añadido en él. Dentro hay dos compartimentos para fotos en donde se encuentran dos fotografías ya puestas, una de Dylan y otra de Emily. Al ver el dije de Dylan me percato que es el mismo a excepción de su fotografía, la suya fue reemplazada por una mía y, además, contiene un compartimento extra en donde viene incluida una fotografía suya.

—Es mi mami, tú y April—dice con lágrimas en los ojos.

—En el tuyo, Dylan, me incluí a mí porque aquella vez en que te hice la pintura... Bueno, me dijiste que hacía falta yo, y, a pesar de que no me quería incluir, Amber y mi hermano terminaron convenciéndome.

» Espero que no te moleste, Adam.

—Por supuesto que no me molesta, me parece una idea estupenda, sobre todo si Dylan está de acuerdo.

—April... Gracias. Me gusta mucho, mucho. Sobre todo, porque tú también estás aquí.

Antes de que April pueda pronunciar palabra Dylan se lanza a sus brazos y le rodeándole el cuello con sus bracitos la abraza fuertemente.

—Gracias, mam... April—repite con lágrimas en los ojos.

Al separarse los observo por un momento y presiono mis labios para no llorar.

—Ahora, yo tengo otro regalo para ustedes, Aunque no creo que supere el tuyo, April—bromeo.

Le hago entrega del sobre azul lleno de estrellas y a Dylan una caja. Dentro de la caja de Dylan se encuentra la primera fotografía que nos tomé a su madre, a mí y a él cuando nació.

—Es tu mami, yo y tú, cuando naciste. Fue nuestra primera fotografía como familia; no te la había dado porque... No sé ni siquiera por qué, pero fue un error porque te privé de la libertad de tener a tu madre contigo, aunque fuese sólo en fotos. Y también quiero decirte que no creo que estés loco, escuché lo que le dijiste a April ayer, sé que no mientes al decir que tu madre venía a visitarte todas las noches, sé que no mientes porque te conozco, hijo, te conozco y por nada del mundo creería que estás loco, jamás; ¿sabes lo que creo? Pienso que eres un niño muy especial y afortunado, porque a mí me hubiera gustado ver a tu madre, ¿sabes? Verla sería lo más maravilloso del mundo, sólo que ella eligió verte a ti porque sabía que la necesitabas, quiso estar contigo hasta que...

—Hasta que llegara April. Ella dijo que la estuvo esperando.

—Hasta que llegara ella—repite mirándolo con ternura.

—¿De verdad no crees que esté loco?

Tomó su barbilla con mi mano y con firmeza digo:

—Mira mis ojos, nunca creeré eso de ti.

—¿Aunque los otros niños digan que soy un fenómeno?

—Tú no eres un fenómeno, Dylan—le asegura April tomándolo de los hombros por detrás. —Cree cuando te decimos que eres el niño más fantástico del mundo, y si ellos niños se siguen atreviendo a llamarte de eso modo o de cualquier otro, te juro que se las verán conmigo.

» Puede que no pueda golpearlos, pero sí puedo hacerles saber unas cuantas cosas a sus madres. No estás solo, no estás solo.

Mi pequeño asiente y vuelve a los brazos de April.

Ahora sé que Emily no estaba equivocada, April es la chica que estaba esperando.

...

April.

—Aún sigo sin entender por qué hiciste eso—hablo mientras ambos patinamos. Hace unas horas, Adam decidió que sería buena idea venir a patinar y estrenar los patines que nos ha comprado a Dylan y a mí, inclusive quiso llamar a Amber y Mathew para que nos acompañaran.

Ahora estamos en la pista de patinaje, ambos vamos patinando, pero la verdad es que yo trato de caminar mientras me aferro a las orillas de la pista, y es que no sé patinar, pero Dylan ha insistido en que entrara a la pista con ellos, así que no pude negarme.

Dylan no está con nosotros porque desde hace cinco minutos que pidió irse con Mathew y Amber, en un principio, cuando llegamos aquí, Adam comenzó a patinar con él, pero al cabo de unos minutos decidió irse con ellos son motivo aparente.

—Créelo—dice Adam a mi lado. —No fue nada hacerlo, sólo quiero...

—Que pasemos tiempo juntos. Ya lo dijiste. Lo que no termino por entender es cuándo cambiaste de opinión respecto a mi relación con Dylan, en qué momento te diste cuenta que no quiero lastimar a Dylan.

—Es extraño, pero creo que fue desde la noche de Halloween. Y luego, la fiesta de cumpleaños de Dylan, y cuando decidiste que no irías a Houston para la entrevista... Eso fue lo que terminó por abrirme los ojos—aclara con la mirada en el suelo.

—Me alegro. Digo, me alegro que te hayas dado cuenta de que el amor que siento por Dylan es verdadero, que se ganó mi corazón sin siquiera pretenderlo y que yo tengo el suyo.

—¿Sabes? No he tenido la oportunidad de agradecerte por el regalo—dice tomando el dije que le he regalado y que ahora lleva en el cuello. —Y no sólo tengo que agradecerte por el dije, o por la gabardina que me diste en mi cumpleaños, o por hacer lo que hiciste por Dylan en su fiesta, quiero agradecerte por todo, por lo que has hecho por mi hijo e incluso por mí, yo... Lo que has hecho por ambos no tengo cómo pagarlo.

—Lo he hecho por Dylan, Adam. Todo...

—Sí, sé qué gran parte lo has hecho por él, pero eso no quita que has hecho cosas por mí, y que al hacer feliz a mi hijo me haces feliz a mí, porque Dylan es todo para mí.

—Si buscas una forma de pagarme lo que he hecho por ustedes, por Dylan, te diré que la única forma de hacerlo es no alejarme de ustedes, dejar que lo quiera, que siga haciendo cosas por ustedes y... Adam, mi mejor paga es hacerlos felices, a ambos; porque debo admitir que hasta por ti siento cariño.

«Oh, oh. No debí decir eso, ¿por qué salió eso de mis labios?»

Adam no dice nada, simplemente se queda callado y sinceramente yo no sé cómo salir de esta.

—Oye, papi—Dylan se acerca a nosotros y toma la mano de su padre. —¿Por qué no le enseñas a April a patinar?

—Ah...

—Puedes enseñarle mientras yo sigo patinando con Amber y Mathew—sugiere. —Así ella pierde el miedo.

—Excelente idea—habla Amber sonriendo—. Tú le enseñas a April y nosotros nos divertimos con Dylan.

Sin decir nada, Dylan dirige la mano de su padre hasta la mía.

Cuando la mano de Adam toca la mía siento que mi corazón se acelera y que mia mejillas se tornan rojas.

Hecho esto los tres se marchan y nos dejan solos.

—¿Te gustaría aprender a patinar? —Pregunta con cierta inseguridad en su voz.

—Creo que... Sí.

Comenzamos a avanzar con lentitud y poco a poco Adam hace que acelere el paso.

—Espera, creo que vas demasiado, Adam.

—Lo siento, es que se supone que debemos acelerar el paso. ¿Te parece si te tomo de la cintura para que tengas confianza y aceleres?

—Creo que está bien—digo asintiendo. Él rodea mi cintura con su mano y así ambos seguimos avanzando con mayor velocidad. En un principio quiero frenar, pero Adam hace que confíe poco a poco hasta que mis piernas se aflojan y siga el ritmo.

—Lo estás haciendo bien, April—me hace saber con media sonrisa. —Aprendes rápido.

—No lo creo, sigo teniendo miedo.

—Vamos, sólo es cuestión de dejar el miedo de lado, sólo déjate llevar.

Dicho esto, me suelta por un momento y mis patines se deslizan por el hielo demasiado rápido.

—¡Adam, no! —Exclamo hasta que siento que alguien me toma de las manos y me frena.

—Tranquila, te dije que sólo debes perder el miedo. Ven.


(🎶 Soundtrack en
multimedia 🎶)


Me desliza sobre el hielo y posteriormente suelta una de mis manos y me da una vuelta como si fuese una bailarina.

A los pocos minutos comienza una danza en el hielo y poco a poco comienzo a divertirme.

Adam me desliza por el hielo como si fuera una muñeca, pero al cabo de unos minutos pierdo el miedo y pronto los dos patinamos.

Él me da vueltas y después yo lo hago con él mientras ambos reímos. Es la primera vez que lo veo de esta forma, es la primera vez que Adam Sangster se ríe de verdad.

Jugamos como dos niños pequeños y bailamos como dos profesionales.

No, miento, bailamos improvisadamente y nuestro baile no es para nada lindo, es más gracioso que un show de chistes.

Todo va tan bien, por un momento nos olvidamos de todo y todos los que nos rodean, nos perdemos en nuestras miradas, hasta que un par de niños se atraviesan frente a nosotros.

Todo sucede demasiado rápido, tratamos de esquivarlos, pero sólo logramos que nuestros patines se derrapen en la dirección incorrecta mientras tratamos de frenar hasta, que caemos.

Ahora tengo a Adam encima de mí y me duele la cabeza debido al golpe.

—Lo siento—se disculpa mirándome a los ojos.

—No, tú no...—El problema es que a pesar de lo que acaba de suceder no puedo terminar la oración. Mis ojos se pierden en los suyos y no quiero que se aparte de mí.

...

Adam.

Todo sucedió tan rápido, quisimos evitar chocar con esos niños y derrapando, ahora por tratar de hacerlo estamos en el suelo, en medio de toda la multitud. Pese a ello, no me importa que haya gente a nuestro alrededor.

Sus ojos me observan y provocan que me pierda en ellos. No quiero apartarme de ella.

Involuntariamente acerco mi mano a su rostro y aparto un mechón de cabello de su frente.

—Eres... Eres muy linda, April.

—Y tú... Eres... Fabuloso—dice con nerviosismo.

Trato de no hacerlo, les juro que trato de que no suceda, pero algo me domina y sin que pueda evitarlo mi rostro se acerca lentamente al suyo, hasta que la distancia termina y nuestros labios se unen.

Nadie se aparta, ambos movemos nuestros labios al compás, este beso es algo que en cierta forma esperábamos.

Y me gusta, Dios, no puedo evitar pensarlo.

De no ser porque tenemos que respirar, tal vez no nos hubiésemos separado.

—Adam, yo...

Nos miramos.

No hay palabras.

—Hey, chicos, ¿están bien? Dios, creímos que...—Pregunta Amber por detrás al vernos en el suelo.

Sólo eso basta para traerme a la realidad.

Me aparto rápidamente de April y la ayudo a levantarse.

—Adam...

—¿Te encuentras bien?—Cuestiono.

—Sí, yo estoy bien.

Silencio. Sé que debo decir algo, ella espera que diga algo, pero no puedo.

—Yo...—Trato de hablar antes de que Amber o Mathew se acerquen pero las palabras no salen.

No hasta que sin pensarlo dos veces se formulan dentro de mí.—Lo siento, yo... Esto fue un error. No debí hacerlo.

Ella me observa confundida y yo no hago más que darme media vuelta y marcharme hacia donde se encuentra Dylan.

Lo que acaba de suceder fue un error, ese beso no debió pasar y no pienso repetirlo.















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