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19. Planes para Halloween

April.

Los humanos somos capaces de lograr cualquier cosa cuando nos lo proponemos, inclusive de olvidar malos momentos como un accidente de auto, pero cuando se trata de la muerte de un ser querido... Eso no es tan sencillo.

Sin embargo, cuando no estás sola y cuentas con el apoyo de otras personas que te aman, el enfrentamiento hacia la realidad no resulta ser tan doloroso como debería ser.

Hace pocos meses que trabajo como niñera para Adam Sangster (para ser exacta, casi tres meses), un famoso millonario del cual no sabía su existencia o mejor dicho, nunca le presté atención a los periódicos donde aparece casi siempre. Su hijo, Dylan, es el niño más tierno, noble y sincero que he conocido en lo que llevo de vida, y a pesar de que mi objetivo sólo era trabajar de niñera por un tiempo hasta conseguir un empleo como Astrofísica, siendo sincera me resulta extraño pensar en mí trabajando como lo que soy.

Dylan Sangster se ha ganado mucho más que mi cariño, se ha ganado mi corazón completo y es extraño pensar en irme.

Cuando llegué a esta casa le dejé muy en claro a Adam que al conseguir otra oportunidad mucho mejor que ser niñera, de inmediato me marcharía. Esos eran mis términos para así poder quedarme; ahora dudo poder cumplirlos.

Hace unos días estaba devastada por la muerte de mi padre. Mathew y yo nos sentíamos culpables por haber accedido a no visitarlo en ese Sanatorio debido su enfermedad. Según él, prefería mil veces no vernos nunca más a saber que cada vez que fuéramos, él no nos reconocería y sería más doloroso para ambos.

Muchas veces me he preguntado, ¿por qué los padres son así?, ¿por qué en ocasiones piensan que lo que ellos deciden es lo mejor para nosotros cuando no es así? Siempre me he preguntado eso y varias veces he generado y maldecido porque creen saber todo cuando no es así; sin embargo, desde que trabajo para Adam me he dado cuenta que estoy equivocada. Él es padre es incluso piensa igual que como mi padre lo hacía. Cuando le conté lo que sucedió, entendió lo que mi padre eligió y estuvo de acuerdo con él. Según sus palabras "No podemos entender las elecciones de nuestros padres hasta que nos convertimos en uno"

Después todo, él me hizo entender que mi padre prefirió alejarse de nosotros antes de vernos sufrir más de lo que ya lo hacíamos, y ahora entiendo que fue mucho más duro para él dejarnos ir, que para nosotros.

Me sentía tan mal que conjugado con la anemia, y las estrictas normas de Adam al no dejarme hacer nada, quise deprimirme más de lo que ya me encontraba. Sin embargo, cierta personita lo no lo permitió, y gracias a sus dulces cuidados y a la forma de levantarme el ánimo, hoy el doctor me ha dicho que ya estoy citada y puedo volver a mis labores de siempre.

— ¿Entonces Aplil puede llevalme de nuevo a la escuela?—Pregunta Dylan al doctor.

Me encuentro en el consultorio del doctor que me atendió hace algunas semanas después de lo sucedido con Dylan y los gritos de Adam.

Desde hace días que me he sentido mucho mejor. Ya no tengo mareos ni me siento cansada y mucho menos falla mi coordinación, lo cual es excelente porque así no tendré ningún otro accidente con Dylan.

Hemos venido después del Jardín de Niños de Dylan, mientras Adam se encuentra trabajando.

Se preguntarán, ¿cómo fue que Adam se fue a trabajar después de que me obligó por varios días a no hacer nada mientras él y Dylan me cuidaban?

Bueno, sólo diré que usé métodos de persuasión, o sea, psicología inversa y así logré que me dejara salir e ir por Dylan para después venir a un chequeo con el doctor.

—Claro que sí pequeño. April ya está recuperada al cien por ciento y puede volver a hacer todo lo que hacía antes. —Le responde con una sonrisa. Deja de mirarlo y se gira hacia mí. — Sólo trata de no estresante demasiado y de comer bien, ¿de acuerdo?

—De acuerdo doctor—respondo asintiendo.

—Entonces eso es todo April. Espero no verte pronto por aquí—me dice en tono de burla. Dylan y yo nos levantamos de las sillas frente a su escritorio y éste nos ofrece su mano en señal de despedida

—Gracias doctor, y hasta pronto.

—Hasta pronto, April. Y hasta luego pequeño Dylan

—Adiós doctol.

Mi pequeño niño le ofrece una enorme sonrisa al doctor Woeds y a continuación salimos del consultorio del hospital.

Mientras camino con Dylan a mi costado tomándome de la mano, ambos observamos a nuestro alrededor. Las enfermeras y doctores viene y van, algunos corren y otros van caminando tranquilamente, el incluso a otros se les nota que se van cayendo de sueño.

Siempre he admirado a estas personas. La valentía con la que les ofrecen las malas noticias a las familias de los pacientes y el coraje con el que sacan cualquier operación y circunstancia que se les presenta con tal de salvar a su pacientes es digno de admiración.

Yo nunca podría hacer lo que ellos hacen. Soy demasiado cobarde como para sostener un bisturí y abrir a una persona, pero sobre todo soy demasiado cobarde para poder mirar o sostener sangre entre mis manos.

Al salir del hospital, la brisa de la fresca tarde de Shining City nos azota cual ola salvaje en el mar y los pocos rayos del sol impregnan nuestra piel haciéndonos saber que pronto se terminará Octubre y que sólo estamos a un mes y unas cuantas semanas para que llegue la Navidad.

Nos detenemos en el umbral y me giró para mirar a Dylan; sin dejar de soltarle la mano me pongo en cuclillas y tomo su otra mano. Él me observa con esa ternura que me y me hace cuestionarme qué pensará al verme que se le ilumina ese pequeño rostro de ángel.

—Oye Dylan, sólo falta una semana para que sea Halloween y... No sé, ¿te gustaría disfrazarte y salir a pedir dulces?

«Pero que pregunta tan más tonta April, por supuesto que querrá, es un niño de cuatro años y muy pronto de cinco» me reclamó mi mente.

Cierto, el cumpleaños número veintitrés de Adam había sido hace sólo unos meses y el de Dylan se acercaba en Noviembre.

Es difícil imaginar que Adam tiene apenas veintitrés y Dylan ya tendrá cinco años. Y pensar que antes de que fuera niñera fue mi cumpleaños número veinte.

— ¡Sí, sí quielo disflazalme!—exclama emocionado. Es entonces cuando un plan surge en mi cabeza como por arte de magia y justo es para sorprender a mi pequeño Dylan.

— ¡Genial! Qué te parece si vamos al centro comercial a buscar trajes de niños y después hablamos con tu padre.

— ¡Sí, vamos!

Esbozo un amplia sonrisa y sin previo aviso paso mis manos alrededor de la cintura de Dylan y lo levanto del suelo hasta elevarlo hacia mis hombros. Él sonríe y me rodea el cuello con sus pequeños bracitos.

Mi cerebro se paraliza metafóricamente por un momento al ver sus hermosos ojos avellana como los de su padre y por un momento me hacen acordarme de mi hermano cuando éramos pequeños. Pensar que mi hermano mayor ha sido eso y mi mejor amigo desde hace años me hace ponerme melancólica y ahora que veo a Dylan, lo único que puedo pensar es que si algún día llego a tener un hijo, deseo que sea igual que este pequeño angelito que ha llegado a mi vida.

—Eles helmosa—habla de pronto. Levanta su mano derecha y la coloca en mi mejilla para después comenzar a acariciarla tiernamente. Justo ahora me siento como una muñeca de porcelana a la que Dylan teme romper. Me acaricia tan tiernamente y a la vez con tanta delicadeza, que es como si temiera que me fuera a romper.

—Y tú eres un niño muy guapo—le digo sonriendo. Lo levanto un poco para poder acomodarlo en mi regazo y él sigue acariciando mi mejilla.—¿Qué piensas Dylan? Siempre que me ves tú rostro se ilumina de una manera que me hace sentir alguien muy especial en el mundo. Siento como si fuera algo muy importante para ti.

Se queda en silencio por unos momentos pero no deja de acariciar mi mejilla y ahora, hasta sonríe.

—Mi papi, una vez me contó un cuento de una plincesa con una hada y un oso de peluche que quelía mucho—comienza a hablar tratando de explicarme.—Ese osito ela lo más impoltante pala ella, pelo un día la bluja mala lo destluyó y ella lloló mucho. Hasta que el hada lo alegló y ella volvió a sonleil.

—Entonces yo soy... ¿Ese oso?—Le pregunto arqueando una ceja.

El asiente rodeándome de nuevo mi cuello con sus bracitos.

— ¡Tú eles mi oso de peluche!—Exclama feliz, y espontáneamente me da un beso en la frente.

Esto me toma por sorpresa pero me provoca una especie de calidez y a la vez una especie de... No sé cómo explicarlo, sólo sé que es algo que se forma dentro de mí y me dan ganas de llenar a Dylan de besos por todo su rostro, de abrazarlo y no soltarlo por un buen rato.

—Ok. Yo soy tu oso de peluche.

Y entonces lo hago, le doy un beso en su mejilla propiciándole lápiz labial.

—Ahora vámonos de aquí y comencemos con la búsqueda de tu disfraz.

...

— ¡Espera, Dylan, no corras!— le grito tratando de detenerlo.

Íbamos subiendo las escaleras eléctricas cuando Dylan divisó una librería.

Aún no llega a la librería cuando logro alcanzarlo, inclinándome levemente hacia delante mientras corro—pero sin caerme—, y por fin lo tomo entre mis brazos.

— ¡Te alcance! —Le digo levantándolo en el aire. Él está de espaldas, con su mochila del Jardín de Niños en sus manos, pero a pesar de encontrarse de espaldas hacia mí, puedo escuchar su risa e imaginar su rostro sonriendo.

Le propicio miles de besos en el cuello y esto provoca que ría mucho más.

Al cabo de unos segundos, lo bajo y él se voltea hacia mí mientras que yo me pongo en cuclillas.

—No vuelvas a correr Dylan, puede sucederte algo.—Él asiente y lo promete.—¿Quieres comprar cuentos infantiles?—Le pregunto alzando ambas cejas.

—Sí.

—Entonces vamos.

Me incorporo y tomándolo de la mano mientras que sostengo en la otra su pequeña mochila, nos dirigimos a la enorme librería que nos aguarda.

Dylan se asombra cuando ve tantos libros y lo grande que es el establecimiento.

Jamás había visto a un niño de su edad asombrarse por ver libros. Los niños de hoy en día se asombran por otras cosas que no son importantes, y ver que Dylan se asombra por esto es realmente gratificante.

Por lo que me cuenta, desde más pequeño, Adam siempre le ha contado cuentos antes de dormir, e incluso cuando tiene demasiado trabajo ha encontrado el tiempo necesario para hacerlo.

Si sigue fomentándole la lectura, Dylan será un adolescente y un adulto como pocos. Será un lector; y eso es algo que al menos para mí es mucho mejor que alguien que se la vive al lado de su teléfono.

Recorremos todos los estantes hasta dar con la sección de niños. Dylan se pone buscar entre los libros hasta que encuentra unos cuantos de su agrado (por no decir que quería todos).

Al final, vamos a la caja y nos llevamos cinco nuevos cuentos para el estante de su habitación.

Al salir de la librería, Dylan me convence de ir a la empresa de su padre para invitarlo a comer.

Aunque claro, no tengo idea de dónde está la empresa de Adam, por lo que llamo a Amber y me envía la dirección por mensaje.

Subimos a un taxi y le doy la dirección al chofer.

Durante el trayecto, Dylan y yo platicamos de muchas cosas, entre ellas está mi futuro cumpleaños, Navidad y Halloween.

Me causa mucha gracia y ternura el que faltan muchos meses para que sea mi cumpleaños y Dylan ya piensa en organizarme una enorme fiesta sorpresa.

Bueno, en la mente e imaginación de Dylan, será una fiesta sorpresa porque la realidad es que ya no lo será después de todo.

Cada minuto que pasa, cada día, cada hora y cada mes que transcurre, me doy cuenta de que Dylan es simplemente extraordinario.

La forma cómo trató de explicarme hace unos momentos de que soy especial para él, y al compararme con un osos de peluche y decir que soy su oso de peluche, es... No saben lo que este niño está haciendo conmigo.

Después de tanto charlas sobre él, me hace contarle lo que hacía en mi infancia en compañía de Mathew.

—Recuerdo que una vez, unas niñas malas me molestaban por llevar dos coletas en lugar de una, y mi hermano me defendió de esas niñas horribles. Íbamos en el mismo colegio y aunque estaba unos años más adelantado, después de clases preparó algo para hacerles ver a esas niñas horribles que no estaba sola— relato con Dylan sobre mis piernas.

— ¿Y qué les hizo?—Pregunta con curiosidad. Está tan impresionado y atento, que me hace sentir como si le estuviese contando un cuento en lugar de estarle relatando una experiencia de hace siglos.

—Bueno pues...

—Llegamos—nos informa el chófer interrumpiéndome. El auto se ha detenido y debemos bajar de él.

Antes de pagar, me asomo por la ventanilla y me encuentro con un enorme rascacielos frente a nosotros.

— ¿Aquí trabaja tu padre?—Pregunto asombrada.

—Sí, aquí tlabaja mi papi—dice Dylan, orgulloso.

Le pago al chófer lo que es debido y bajamos del taxi para adentrarnos a ese enorme edificio.

Dentro de este hay una recepcionista que nos indica que subamos al piso número cuarenta y tres, que es donde está la oficina de Adam y la de Amber.

El ascensor sube y sube hasta que por fin llega al número deseado y de detiene para abrir sus puertas. El piso está algo solitario pero supongo que los otros no deben estar así.

Me sigo preguntando en qué trabaja Adam y aunque llevo algo de tiempo trabajando para él, no tengo ni la más remota idea de lo que hace.

Avanzamos por el pasillo hasta toparnos con una joven de mediana edad sentada frente a un enorme escritorio.

—Disculpe, ¿se les... ¡Dylan!— Exclama emocionada al reconocerlo.—¿Qué haces aquí?

—Soy la niñera de Dylan y vinimos a visitar a Adam y a llevarlo a comer—le explico.

Al verme, su rostro cambia a uno despectivo y eso me hace fruncir el ceño.

«Ni siquiera me conoce y ya le he caído mal, genial April»

— ¿Podemos pasar a verlo?—Le pregunto al ver que no habla y sólo me mira.

—Tengo que anunciarla antes— dice levantando el teléfono a su lado pero yo la detengo.

—Descuide, es su hijo, dudo mucho que necesitemos ser anunciados. Así que con permiso.

Tomo a Dylan de la mano y sin saber muy bien dónde está su oficina, camino por el pasillo dejándome guiar por mi instinto.

Sólo que nunca he sido muy buena con él, así que terminó perdida hasta que Dylan me indica el camino.

Gracias a él, nos dirigimos por el camino correcto hasta llegar a la puerta de una enorme oficina.

—Vamos a sorprender a tu papi—le digo sonriendo a Dylan.

Tal vez esta vez mi instinto​ no falló o qué sé yo, pero algo me hace hacer que Dylan quede un poco lejos de mí antes de abrir la puerta.

No se me ocurre tocar, sólo tomo la perilla de la puerta y la abro sin previo aviso.

Y antes de que pueda decir su nombre, me encuentro con algo que no debía ver.

Abro los ojos como platos y de inmediato cierro la puerta antes de que Dylan pueda entrar.

—¿No está mi papi?

—Creo que será mejor irnos.

—Pero...

No dejo que termine la oración, simplemente lo tomo entre mis brazos y nos vamos de ahí.

Jamás debí abrir esa puerta. Es asqueroso lo que mis ojos acaban de presenciar.









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