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12.Sueño y cambios en casa.


Adam.

Estoy en un pasillo lúgubre, largo, frío y gris que me hace sentir un gran vacío en mi interior.

En un principio no puedo reconocer en dónde estoy, pero de un momento a otro llega a mi mente el lugar exacto de donde me encuentro y un dolor en el pecho me invade como si me cayera una gran piedra.

A pocos metros de donde me encuentro está una puerta que conduce hacia otra habitación.

Mis pies me indican que camine pero mi mente dice que haga todo lo contrario al igual que mi corazón. Sé perfectamente lo que se encuentra del otro lado de la puerta y no quiero verlo, no de nuevo.

Pese a las súplicas de mi corazón, mi cuerpo hace otra cosa y me conduce hasta la puerta, de la que a continuación sale un doctor que se detiene en el umbral para agachar la cabeza y negar sin emitir palabra, posteriormente voltea hacia dentro y suelta un gran suspiro lleno de tristeza y melancolía.

Cuando se marcha me acerco más a la puerta que ahora está cerrada y por un momento dudó en abrirla, pero sin embargo lo hago y entro.

La perilla se gira lentamente hasta hacer que la puerta se abra y cuando estoy dentro cierro la misma por detrás con toda la delicadeza del mundo.
Es entonces cuando a lo lejos de la habitación diviso una cama, y sobre ella se encuentra una persona totalmente demacrada por la enfermedad, triste, pero a pesar de eso le sonríe a alguien que tiene enfrente.

Dirijo mi mirada hacia esa persona y tragó saliva al ver que la persona que ella observa con tanta dulzura soy yo, sólo unos dos años atrás.

Sigo avanzando a pesar de que el miedo me invade todo el cuerpo y siento una gran necesidad de marcharme corriendo de ahí.

—Emily— decimos ambos Adam al unísono con un tono de tristeza en nuestras voces.

—Adam— susurra Emily con esfuerzo y tratando de esbozar una sola risa más grande de la que puede emitir.

El Adam del sueño la observa con un nudo en la garganta sabiendo que lo inevitable ha llegado. Sabiendo que a pesar de haber hecho hasta lo imposible, el día ha llegado y nadie puede hacer nada para contrarrestar lo que se viene a continuación.

—No, Emily, por favor no— dice el otro Adam derramando lágrimas.

—Los dos sabíamos que esto iba a llegar mi amor. Era inevitable— dice Emily acariciando lentamente y con debilidad en su mano la mano de Adam, mi mano.

—No, Emily. Tal vez esto no hubiera pasado si tuviéramos dinero. Hubiésemos podido comprar las medicinas necesarias, llevarte a los mejores médicos del mundo. Tú no tendrías por qué estar aquí.

—El hubiera no existe Adam, y aunque hubiésemos contado con el dinero necesario, eso no hubiera hecho ninguna diferencia y lo sabes bien. Además todo sucede por una razón y ha llegado el momento de que mi vida concluya.

Eso era cierto. Cuando le detectaron cáncer a Emily los doctores dijeron que ya le había invadido todo el cuerpo demasiado rápido.
Era un tipo de cáncer que se expandía rápidamente y que no tenía cura. Como el agua recorriendo la tierra húmeda, tan rápido como un huracán que se lleva todo a su paso, que se estaba llevando a Emily.

Pese a eso, fuimos contra todo pronóstico y aún así no sirvió de nada. No teníamos dinero y con su enfermedad, tuve que trabajar más duro de lo que ya lo hacía.

El doctor que nos ayudó fue un hombre al que hasta el día de hoy le agradecía lo que trató de hacer para salvarla pero sin embargo no lo logró.

Todo lo que habíamos hecho había sido en vano, Emily se estaba muriendo y había llegado el día de su descenso.

—No quiero que te vayas. No quiero que nos dejes solos— le suplica Adam como si eso fuera a hacer un milagro.

—Dame la mano— le indica ella ofreciéndole la mano libre.

Mi otro yo le hace caso y toma su mano aferrándose a ella como si eso fuera suficiente para no marcharse.

Veo la expresión que hago en esos momentos y sé perfectamente el por qué.

Aún recuerdo cuán fría estaba su mano.
Era como si estuviera muerta en vida. Y eso era lo que ella sentía. Porque la verdad era esa, estaba muerta en vida debido a los intensos dolores que sentía.
Yo lo sabía aunque ella nunca me hubiese dicho nada. En cierto modo yo me sentía como ella.

—Quiero que me prometas que no te vas a rendir.
Sé que serás un buen padre para Dylan y también sé que lo harás bien solo.

Dejo de mirarme a mí mismo y niego con la cabeza al igual que lo hace el yo del sueño.
A continuación siento que las lágrimas salen de mis ojos y comienzo a llorar ante ellos.

—Promete que lo cuidarás por los dos.

—Te... lo prometo— digo con dificultad.

—También quiero pedirte una cosa.

—Lo que quieras.

—No quiero que estés solo. No quiero que sólo seas tú y Dylan. Busca el amor. Sé feliz Adam.

Niego con la cabeza al igual que el otro Adam y éste habla.

—No. No me pidas eso. ¿Que acaso no entiendes que no podré estar sin ti?

—Dylan te dará fuerzas y claro que podrás seguir sin mí. Podrás enamorarte una vez más ¿y sabes por qué?

No le respondo porque soy incapaz de pensar en un porqué.

—Porque tu corazón es tan grande que habrá espacio para Dylan, para mí y para la persona que decidas amar.

—No Emily. Nunca me enamoraré de nuevo.

—Nunca digas nunca. Estoy segura de que llegará la mujer que te quiera a ti y a nuestro pequeño. Yo me encargaré de eso.

—¿Y qué pasará con Dylan Emily? ¿Qué hay de nuestro hijo?

—Entenderá que me tuve que ir, pero tú le harás saber que siempre estaré a su lado, que siempre estaré cuidando de los dos.

—No me dejes por favor. Te lo suplico— le ruego en un mar de lágrimas?

—¿Me das un beso?

Asiento y veo como me voy acercando a ella y le doy un tierno y corto beso.

En esa parte del sueño sé que estoy hecho un mar de lágrimas.
No puedo ni siquiera emitir palabra a causa del gran dolor que siento dentro de mí. Algo me está desgarrando como un pedazo de tela y siento añicos el corazón.

Me miro y decido ya no seguir observando, por lo que giro mi cabeza para no ver lo que sigue.
Porque la continuación de esto es algo que no puedo ver, no puedo revivirlo de nuevo. Eso me destrozaría más de lo que lo hizo en ese momento.
Así que hago un esfuerzo sobrehumano y me fuerzo a despertar.

«Despierta» me ordeno mientras presiono mis ojos y mis puños.

«Despierta. Despierta»

Mis ojos se abren de golpe y la negrura de la noche me invade la vista. Estoy en mi habitación hiperventilando, con el pecho subiendo y bajando a causa del sueño y mojado del cuerpo y el cabello a causa del sudor.

Giro mi cabeza hacia mí mueble de noche y veo la hora en el reloj que está sobre él. Son las tres de la mañana y sé que debo volver a dormir porque dentro de unas horas estaré exhausto, pero a la vez tengo terror de volver a soñar con lo mismo.
Así que salgo de la cama y me dirijo al baño para darme una ducha.

El agua fría termina por despertarme y a la vez refrescarme.
Por un momento se me olvida el dolor que he sentido al recordar a mi esposa.

Cuando salgo me dirijo de nuevo a mi habitación y opto por ponerme el traje para el trabajo puesto que ya no pienso volver a la cama.

Pienso en el sueño—o más bien recuerdo— que he tenido y en lo que me había dicho April la noche anterior.

Me acerco al clóset y saco la fotografía de Emily.

A continuación la saco de su portarretrato y la meto en el bolsillo de mi pantalón.

No me quedo en mi habitación, sino que bajo a la planta baja para entrar en la cocina, en donde sorpresivamente me topo con April sentaba al otro lado de la mesa.

—Adam— dice sorprendida—. Buenos días. Creí que estarías durmiendo.

—Se supone pero no podía dormir.

—Yo tampoco. Pero siéntate, te puedo preparar el desayuno si quieres o...

—No. Así está bien.

Deslizo la silla frente a ella y me siento.

—Quiero decirte que estuve pensando en lo de anoche y lo voy hacer.

—¿En verdad?— Cuestiona abriendo un poco los ojos y con una sonrisa en los labios. Una sonrisa que marca un hoyuelo en su mejilla y deja ver sus dientes alineados y perfectamente blancos.

—Sí. Voy a mandar a hacer su fotografía en grande y la voy a poner en la sala.

—Eso sería estupendo—dice sonriendo y con un gran brillo en los ojos.— Me alegra que lo hayas pensado y que te decidieras. Le va a encantar a Dylan.

—En realidad Dylan tiene una pequeña foto de ella, pero no es lo mismo, está deteriorada y vieja. Casi no se aprecia el rostro de su madre y creo que será mejor que la vea todos los días al llegar de la escuela y cuando éste aquí.

—Sí, yo también lo creo.

Nos miramos por un momento y al parecer ninguno de los dos sabe qué más decir. Hasta que ella rompe el silencio.

—Adam, quisiera pedirte un favor.

—Claro ¿cuál?.

—¿Podrías llegar temprano a casa? Es que por la tarde necesito salir con alguien.

—Eh... Claro, pero...

—Ah, no te preocupes no regresaré tarde— responde antes de si quiera formular la pregunta—. Sólo saldré con Alan.

«¿Alan? ¿Quién demonios es ese tipo?»

Es entonces cuando la pregunta sale de mi boca sin siquiera haber tenido la oportunidad de pensármelo por un momento.

—April, ¿te puedo preguntar algo?

—Sí.

—¿Quién es Alan?

Suspira subiendo los hombros y se piensa por un momento la respuesta.

—Bueno, Alan es...

Y justo cuando estoy a punto de saber quién es la persona misteriosa que apareció aquél día en la fiesta, una voz por detrás la interrumpe.

—Papi tuve una pesadilla.

Dylan entra a la cocina y se para frente a nosotros tallándose los ojos.

—Ay pequeño— dice April acercándose a él—.No te preocupes ya pasó. Es muy temprano y debes ir de nuevo a dormir.

—No, ya no quiero.

—¿Qué te parece si subo contigo y me quedo hasta que despiertes de nuevo?

Dylan asiente y ella se levanta para tomarlo de la mano e irse con él, dejándome solo.

Me quedo totalmente intrigado porque me iba a decir quién es ese tal Alan.
Pero hay algo que me cuestiona lo siguiente: ¿Y por qué te importa tanto quién es ese Alan?

Y es que esa es la cuestión.
¿Por qué me importaba tanto saber quién era?¿Por qué?

















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