Sentimientos
Advertencia
Este capítulo contiene delicioso yaoi.
Le pregunté a mis ovarios si debía agregar algo así y me dijeron Simón, escríbelo... y así fue.
Espero que sea de su agrado💛
An Airad
♠️♠️♠️
El sonido del nuevo día despertó a una joven de largos cabellos color violeta. Ella abrió los ojos con pereza, dejando ver el hermoso y resplandeciente azul cielo de estos. Ella dormía plácidamente al lado del mandamiento del amor, quien la tomaba de la cintura aun estando dormido y en cuyo rostro se notaba una cálida sonrisa de satisfacción. Tal parecía que ya estaba tan acostumbrado a ella y parecía no querer que esta se fuera de su lado ni por un momento.
La chica sonrió al sentir que este empezó a removerse en su lugar, no esperaba que despertara tan pronto, ya que siempre se levantaba tarde, así que decidió quedarse otro rato más acostada para acompañarlo.
Le dolía el cuerpo por lo que había sucedido la noche anterior, ya que luego de tener sexo con Cusack, Estarossa llegó poco después con la lujuria al tope y con el inmenso deseo de saciarse a su antojo hasta caer rendido.
De pronto una mueca de malestar se vio reflejada en el rostro de ella y una de sus manos fue directamente hacia su vientre, el cual acarició con cariño.
—Ya estás empezando a manifestar tu presencia —susurró, para sí la joven.
—Será un bebé muy fuerte —murmuró el peli plata de repente, pues la había alcanzado a escuchar.
—Era de esperarse al ser tú el padre —aseguró ella con una risita.
—Pues claro, además ambos tenemos sangre real ¿no? Eso también influye en algo —mencionó el demonio.
—Solo en que su ego se engrandezca —contestó, divertida.
—Bueno, entonces eso sale sobrando —admitió, aun con los ojos cerrados.
La pareja permaneció por un rato más en la cama, ambos siguieron conversando sobre su futuro hijo y las cosas que cambiarían en sus vidas con su llegada. Sin duda se notaban bastante animados y muy felices. Aunque la verdad, Amatista tenía otros planes: ella no sería la típica madre amorosa, pues cuando el bebé naciera, esperaba verse beneficiada enormemente de muchos aspectos y uno de ellos era obtener el poder para someter a otros y derrotar fuertes naciones para engrandecer la suya.
Amatista pensaba en grande, demasiado como para su edad.
Mientras ellos seguían descansando tranquilamente, en otra parte del castillo se hallaban dos hombres charlando sobre un asunto muy importante, justo en medio de una pequeña sala lo bastante aislada como para que pudieran conversar plácidamente sin ser escuchados.
El menor de ellos juntó el entrecejo mientras escuchaba lo que un hombre mayor le decía.
—Debo ir a Galia, amo Zeldris. Tengo un asunto importante por atender —dijo el peli rosa severo, de pie frente a él.
—Entiendo, supongo que has de tener tus motivos —expresó el chico, con seriedad.
—Iré a ver a una mujer —espetó el mayor, de repente.
—¿Qué mierda has dicho? —gruñó Zeldris enseguida, cambiando el semblante en su rostro drásticamente —¡Creí que irías por algo serio!
—Y lo es —contestó tajante.
—De seguro sólo vas a buscar con quién coger nuevamente —el peli negro se cruzó de brazos con desaprobación, sonando un poco ¿celoso?
—No necesito complacer mis deseos sexuales todo el tiempo, puesto que nunca lo había hecho antes —el hombre pareció avergonzarse un poco mientras respondía.
—Hasta ayer —recriminó el chico, rodando los ojos.
—Disculpe mi ineptitud, joven amo. Anoche hice que sus castos ojos fueran testigos de algo que a su edad no debía haber visto aún —el peli rosa se puso de rodillas ante este a modo de disculpa.
—No es gran cosa, así que olvídalo —murmuró Zeldris, recordando con repulsión la imagen de la princesa ramera montada sobre su atractivo maestro, quien en ese momento tenía una obscena expresión de placer en el rostro —Levántate ya, o estropearás tus botas —ordenó, tratando de olvidar aquel recuerdo amargo. Cusack se puso de pie de inmediato, luego de escuchar aquella petición —De todos modos, no es como si yo no supiera nada sobre sexo —agregó.
—¿Eso significa que usted ya...? —
el mandamiento de la piedad dio un respingo en cuanto lo escuchó decir eso.
—¡Cierra la boca, Cusack! —exclamó avergonzado —¡Eso es asunto mío! —pronto su rostro tomó el color de su ropa.
—De acuerdo, de acuerdo —el demonio sonrió divertido —Bueno, me retiro...—solo dio un par de pasos y luego se detuvo inesperadamente —Amo. Por favor no olvide comer a sus horas en los días que yo esté fuera. Usted debe estar saludable y en buena condición siempre —afirmó, preocupado e hizo una reverencia nuevamente.
Zeldris no dijo nada al respecto, se quedó en silencio un largo instante. Uno que pareció una eternidad para el peli rosa, quien esperaba con ansias al menos una corta despedida por parte de su joven alumno.
—Cusack —la voz del menor resonó en la habitación y los corazones de ese demonio de aspecto delicado comenzaron a latir a prisa, pues se había emocionado bastante al escucharlo decir su nombre.
—¿Sí, amo? —el demonio alzó la cabeza para mirarlo a la cara.
—Prometo que haré eso. Así que regresa pronto, por favor —
las mejillas de Zeldris comenzaron a adquirir aquel distinguido tono nuevamente.
Pronto e inesperadamente el cuerpo del chico fue envuelto por los fuertes y fornidos brazos de su mentor, con quien estaba demasiado apegado desde pequeño y a quien le tenía un cariño especial.
—Eso haré, joven príncipe —afirmó con voz suave, mientras acariciaba la cabeza del más bajito.
Zeldris sentía que su rostro comenzaba a tornarse caliente. Sus mejillas ardían un poco y sus ojos comenzaron a picarle.
Tenía un inmenso deseo de llorar, quizá por la emoción del momento, porque a quien tanto apreciaba estaba a punto de marcharse y quería demostrarle lo importante que era para él y decirle que su vida no era la misma cada que se iba. Estaba tan acostumbrado a su presencia, que el solo hecho de imaginar que estaría ausente le partía el alma. El pequeño no era de esos que demostraban sus sentimientos hacia otros, él siempre se lo guardaba todo, pero esta vez era diferente.
—Cusack, perdón por hacerte perder el tiempo con mi sentimentalismo. Ella te ha de estar esperando y yo solo estoy siendo muy egoísta al no dejarte ir —admitió entre sollozos.
—Amo Zeldris, aprecio que sea tan egoísta en este momento —susurró el peli rosa conmovido.
Ambos se miraron a los ojos y Zeldris agachó la mirada en cuanto se sintió demasiado observado. Le apenaba demasiado que él lo mirase de ese modo tan vergonzoso y Cusack solo sonrió al verlo así: tan sensible, tan frágil... tan lindo.
Sostuvo el pequeño rostro del menor con una de sus manos y con la otra secó sus lágrimas usando su calentador de brazos color beige.
Zeldris no entendía porqué aquel demonio estaba siendo demasiado cariñoso con él, pues este había invadido completamente su espacio personal, pero no era como si eso le molestara, al contrario, de alguna manera su cercanía le parecía bastante agradable. Tanto como para desear estar pegado a su cuerpo, abrazándolo, tocándolo, acariciándolo... Entonces sus ojos se abrieron con sorpresa al percatarse de lo que estaba pensando. ¿Qué diablos era todo eso? ¿Por qué estaba teniendo esa clase de pensamientos tan extraños hacia él? ¿Acaso habría sentido eso desde antes, pero no quería admitirlo? ¿Por qué cada que estaba con él se sentía tan cómodo y feliz? No entendía nada. Solo se sentía raro en todos los sentidos.
—No tiene porqué ocultarlo más —susurró Cusack a su oído repentinamente —Sé muy bien sobre sus sentimientos —el cuerpo de Zeldris se estremeció por completo al escuchar su voz con un tono sensual y provocativo.
—¿De qué mierda hablas? —preguntó con nerviosismo, aun con la mano del mayor sobre su rostro, la cual lo acariciaba lentamente.
Cusack no dijo nada y sólo acercó su rostro un poco más al de su alumno.
Sus alientos se mezclaron de inmediato y la respiración del chico se agitó un poco por lo nervioso que esa situación lo estaba poniendo. ¿Qué sería lo que estaba pasando por la mente de ese hombre en ese instante? Era solo cuestión de segundos para saberlo.
—Cusack, ¿qué estás haciendo? —preguntó con torpeza el peli negro, en cuanto notó que aquello comenzaba a tornarse extraño.
—Lo que debí hacer desde hace mucho —espetó.
El peli rosa de repente estampó sus labios contra los de él de una manera posesiva, cuidadosa y tierna. El chico a pesar de estar sorprendido, de todos modos aceptó sin dudar aquella inesperada muestra de cariño.
Este envolvió sus brazos alrededor del cuello del mayor y sus pequeños dedos se deslizaron sobre la larga cabellera rosada de él, deshaciendo su peinado, dejando caer al suelo ambas perlas anaranjadas que lo adornaban. Las cuales rodaron por el pulcro piso hasta llegar directamente a los pies de un rubio, quien miraba la escena desconcertado.
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