Pesadilla
Aquel lugar que tanto amaba se encontraba envuelto en llamas. Los gritos de las personas eran desgarradores y el caos era devastador. Era el escenario que menos quería ver en sus sueños esa noche, pero que de todos modos había presenciado. Por fortuna se trataba de un mal sueño. Claro, de momento...
Esa noche Estarossa la pasaría fuera de los dominios de su padre, debido a que tendría otra molesta misión que se le había encomendado horas atrás.
El clima era agradable y Amatista había decidido dejar la cama por un rato. Quería despejar su mente de aquellas imágenes nefastas que había vislumbrado en sus sueños y para eso daría un pequeño paseo nocturno por los alrededores del castillo demoníaco.
La noche era bastante tranquila debido a la falta de algunos de los diez mandamientos, así que miró aquello como la oportunidad perfecta para salir sin problemas, pero no se imaginó que se toparía con alguien indeseado en el camino.
—¡Pero qué sorpresa! —dijo una voz detrás de la princesa en cuanto esta se pasó por el pasillo que daba directo al jardín.
—Ah, eres tú —contestó la joven indiferente, sin dejar de caminar.
—Tu aspecto cambió bastante —dijo aquel demonio peli rosa con una risita molesta, observando el abultado vientre de esta.
—No me digas —murmuró incómoda, poniendo los ojos en blanco.
—Espero que no sea mío —espetó él y Amatista soltó una carcajada casi enseguida.
—¡Cielos, apenas pudiste mantener una erección! ¡Dudo mucho que tengas la capacidad para preñar a una mujer! —rio ella y la sonrisa que el demonio tenía se esfumó.
—Disculpa por ser tan viejo, pero al menos no estaba jodidamente usado como tu amado Estarossa —espetó acercándosele más.
—No es como si yo hubiera sido una santa antes de conocerlo —le contestó.
—Pues claro, siempre has sido una mujerzuela barata —se burló el mayor.
—¿Tienes algún problema con eso? —lo cuestionó.
—Para nada. No me interesa lo qué hayas hecho antes de venir aquí. Ni el largo historial de los hombres que pasaron entre tus piernas —respondió.
—Tú fuiste el número 64 —dijo la chica de repente.
—Te dije que no me interesaba —murmuró molesto.
—Bien, pues no me importa lo que digas —la joven de cabellos violeta retomó su andar.
—Ah, una cosa más —dijo el demonio luego de que ella le contestara de ese modo. Lo que tenía que decirle si iba a importarle y mucho y eso se notaría en menos de unos segundos.
—¿Qué? —la princesa se detuvo y lo miró.
—Deberías volver a tu reino, quizá pronto suceda algo interesante —dijo él antes de desaparecer frente a ella.
—Galia... —murmuró la joven recordando que no había vuelto allí por largo tiempo.
A varios metros de esa escena se encontraba un chico peli negro con los puños bien cerrados, se notaba que estaba conteniendo la ira y los celos. Detestaba a esa mujer con todo su ser y el hecho de ver a su amante con ella le hacía hervir la sangre de coraje.
El mandamiento de la piedad había sido uno de los pocos que habían logrado quedarse en el castillo sin tener nada qué hacer. Por ello, había aprovechado la ocasión para pasar tiempo junto a su amante, el cual se le había escapado repentinamente.
—¿Por qué estabas con ella? —preguntó Zeldris, quien había aparecido delante del peli rosa para sorprenderlo.
—Sólo estaba cruzando un par de palabras con ella —respondió el mayor de manera sincera con una sonrisa encantadora en el rostro.
Ver a su amado Zeldris lo hacía tan feliz.
—¿Ah sí? ¿Qué le decías? ¿Acaso le pedías algo de sexo? —el chico se cruzó de brazos enseguida.
—No estoy interesado en las mujeres. Mi prioridad es usted, mi príncipe —tan pronto hubo dicho esto, se arrodilló para besar su pequeña mano.
—Entonces levántate y vuelve a la cama conmigo —le dijo el peli negro desviando la mirada mientras recibía excitantes besos en su mano. Estaba celoso sin duda, pero le gustaba la atención que recibía por parte de su maestro. Incluso sus mimos lo hacían olvidar su mal humor.
—Como desee, Zeldris-sama —susurró el peli rosa, llevándose al menor entre sus brazos directamente a la habitación que ahora compartían.
Mientras eso sucedía en el purgatorio, en el mundo humano había una chica pelirroja que estaba apresurada empacando sus cosas. Ella y su madre partirían antes del amanecer, dejando a su suerte todo lo relacionado con el reino de Galia.
Las mujeres sabían que no tendrían una vida fácil después de lo que sucedería, pero era mejor a tener que vivir bajo las reglas de Amatista, a quien ambas odiaban con toda el alma.
—Jael, ¿ya estás lista? —preguntó la madre de esta, mientras se asomaba por la puerta de su habitación.
—Aún no, madre. Debo hacer algo antes de irnos —avisó mientras sacaba algunas últimas cosas de su guardarropas.
—Que sea rápido. Nuestro carruaje aguarda allá afuera —indicó impaciente.
—Entonces adelántate. Yo me quedaré un rato más aquí —la pelirroja se notaba bastante decidida.
—Como desees —dijo su madre, dispuesta a irse sin ella.
La pelirroja se quedó en su habitación. Pretendía esperar a los demonios para hablar con ellos al menos una última vez. Estaba segura de que después de eso jamás volvería a verlos y por esa razón, ella quería hablar con aquel peli rosa antes de marcharse para siempre. Jael estaba dispuesta a declararle su amor antes de que sucediera la masacre. Estaba perdidamente enamorada de Cusack y no le importaba si su vida estaba en riesgo o si su madre la dejaba atrás. Ella sólo quería ver a ese demonio sin importar qué.
—No tengo oportunidad con él, pero al menos quiero que sepa lo que siento... —dijo para sí misma, mientras miraba por el gran ventanal de su habitación. El cielo era precioso en ese momento, era una vista bastante perfecta pues en pocas horas amanecería y la luz del sol iluminaría el hermoso reino de Galia, pero la perfección acabaría pronto, pues un enorme portal apareció de entre las nubes y grandes ordas de demonios comenzaron a salir de aquello, dejando estupefacta a la joven de cabellos rojizos —No puede ser... —murmuró, mientras observaba que los demonios se iban agrupando y seguían llegando más y más.
—¡Jael! ¡Es una emergencia! ¡Se han adelantado! ¡Esos demonios nos han mentido! —su madre había entrado corriendo a su habitación.
—Por esa razón no nos incluyeron en sus planes, mamá... ¡Porque iban a traicionarnos! —dijo la pelirroja alarmada, tomando a su madre de la mano con la intención de abandonar el castillo cuanto antes.
♠️♠️♠️
Tengo en mente el final perfecto para esta historia💛✨
An Airad
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro