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Exhibición +18

Habían pasado ya unas semanas después de aquel encuentro ardiente entre la princesa de cabellos color violeta y el fornido demonio peli plata. Parecía que la relación entre ellos había cambiado un poco, aunque la verdad todo se debía al sexo. Estarossa la tomaba de vez en cuando, en cualquier lugar que se le viniera en gana y ella a veces pretendía no querer hacerlo. La verdad es que la ojiazul gozaba al verlo sufrir rogándole a ella por un poco de atención, por un poco de placer, por hacerla suya una y otra vez. Sin descanso, sin piedad.

Con frecuencia Zeldris los había encontrado en pleno acto en los pasillos del castillo del Rey Demonio, a veces a plena luz del día, en otras de noche, con o sin ropa, estando en silencio o armando un escándalo con sus gritos y gemidos placenteros. La verdad nada les importaba, solo querían disfrutar y saciarse con sus cuerpos empapados en sudor.

En aquella ocasión, lo habían hecho en lo alto de un balcón, uno que daba a la habitación del joven peli negro, quien estaba avergonzado mirando la escena. Veía a su hermano tomando de las caderas a aquella chica humana mientras su cuerpo se movía a modo de vaivén contra él. Los sonidos obscenos que salían de ella eran fuertes gemidos que para nada parecían fingidos, esa perra en verdad estaba disfrutando del acto. Su cuerpo se meneaba hacía adelante golpeando su pecho descubierto contra el barandal que parecía que en cualquier momento podría desmoronarse al igual que esa chica debido a las fuertes y salvajes embestidas de Estarossa.

—Joven príncipe, lleva un rato de pie frente a la ventana, ¿puedo saber que está mirando? —preguntó Cusack de repente, pues se encontraba con él en ese momento.

—Ah, no es nada —contestó nervioso el peli negro mirando hacia otro lado.

—¿De verdad? —el peli rosa se aproximó a él y se llevó las manos a la boca sorprendido.

—Ya no es novedad verlos así —murmuró el menor apenado pues su maestro lo había pillado.

—¡Príncipe Zeldris! ¡No me diga que ha visto más escenas como esa! —exclamó el peli rosa quedando boquiabierto ante la respuesta de él.

—Para ser honesto, perdí la cuenta de las veces que los he encontrado así —murmuró un poco celoso pues él todavía conservaba su pureza.

—Es el colmo con Estarossa y esa mujer vulgar que trajo consigo, eso solo comprueba que los humanos son seres lascivos e indecentes —suspiró —tu hermano es solo un maldito impulsivo.

—Oye Cusack, modera tus palabras —farfulló el chico por eso último, aunque después de todo, el mayor tenía razón, el mandamiento del amor se dejaba guiar demasiado por sus bajos instintos.

—Lo… lo siento joven amo —se disculpó enseguida el peli rosa con una reverencia.

—Mucho mejor —sonrió el chico y se sentó en una silla que se encontraba próxima a él.

—Por cierto, olvidé mencionarle algo importante que ha estado pasando entorno a esa mujer —hizo una pausa aquel demonio de aspecto delicado para obtener la atención del menor.

—¿A qué te refieres con eso? —preguntó interesado.

—Que hace ya algún tiempo me he dedicado a investigar un poco más sobre su vida. Por alguna razón no me convence del todo que ella esté aquí, así que me vi en la necesidad de ir personalmente a su reino.

—Pero que demo… ¿Cómo te atreviste a hacer algo como eso sin antes avisarme? —respondió el chico un poco molesto.

—La razón es obvia, usted no me lo hubiese permitido y eso era una limitante para mí —contestó severo el demonio.

—Como sea, ¿y qué fue lo que descubriste? —preguntó aún más interesado.

—Justamente eso que usted ha estado contemplando hace un instante —sonrió y el menor se ruborizó avergonzado —esa mujer es una simple ramera con un solo objetivo y por lo tanto he pensado que debido a lo zorra que es con Estarossa, ella pretende fortalecer su reino a como dé lugar con ayuda de él.  

—¿Estás diciendo que esa mujer solo está utilizando a mi hermano? —preguntó algo furioso pues detestaba que los humanos se pasaran de listos.

—En efecto, me da la impresión de que ella está siendo una doble cara con nosotros —afirmó el más alto alisando su largo bigote.

—Maldición, creí que ella era un buen partido para Estarossa —chasqueó la lengua contra sus dientes y se quedó en silencio por un instante —Cusack, creo que debemos deshacernos de ella cuanto antes, me da pena por lo del hijo que espera, pero es lo mejor.  

—Excelente. Me agrada su idea, príncipe Zeldris. Cuente conmigo para hacer el trabajo sucio —sonrió el peli rosa mostrando ahora unos dientes tan afilados como los de un hambriento tiburón.

—La princesa Amatista debe morir esta noche —afirmó el chico con una sonrisa igual de maligna que la de su maestro.

Por su parte, la joven que aun disfrutaba de los placeres que aquel mandamiento le otorgaba, ni se esperaba que dos sujetos estuvieran conspirando en su contra a escasos metros de ella. Sin duda, las cosas empeorarían a partir de ahora.

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Perdón por la demora mis nenas o nenes, las ideas no fluían últimamente y menos con la pérdida de mi cel :'c prometo actualizar con más frecuencia aunque sean capítulos cortos, pero muy entretenidos.

Hasta luego💛

An Airad

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