Dos
Jael había librado una ardua batalla contra algunos demonios rojos con la ayuda de algunas personas que residían en la destrozada Galia, reino que difícilmente volvería a resurgir de entre las cenizas por segunda vez.
—Vaya, sigues con vida —dijo aquel peli negro, mientras se acercaba a la mujer que se limpiaba la sangre que había ensuciado su rostro.
—Ah, eres tú otra vez. Pensé que ya no volvería a verte, traidor —tras escuchar las palabras de ella, el chico se limitó a sonreír.
—Tonta, nunca debes confiar en los demonios. ¿Acaso no te dijo eso tu madre? Ah mi error, tu madre también te traicionó —soltó una risita y la chica chasqueó la lengua recordando ese amargo momento.
—Lo que suceda conmigo es punto y aparte —espetó.
—Te equivocas, eso me importa y mucho —vociferó, endureciendo la expresión de su rostro.
—¿Disculpa? —ella lo miró totalmente confundida. ¿Cómo mierda a él iba interesarle su aburrida y monótona vida?
—No te quiero ver cerca de él de nuevo —dijo de repente.
—¿Te refieres a Cusack? Bueno, no se dónde mierda esté y no me importa —mintió, pues en verdad estaba que se moría por saberlo.
—¡Mientes! ¡Deja de tratar de ocultarlo! Sé perfectamente que él te gusta —el chico se mostró bastante celoso.
—Y si así fuera, ¿qué? ¿Acaso vas a pelear por él? —Jael no pudo evitar reírse por la manera tan desesperada en que Zeldris trataba de sacarle la verdad. Se notaba a leguas que mostraba cierto interés romántico por él y eso la dejó perpleja, pues jamás se imaginó que alguien tan serio como él se sintiera así por ese demonio mayor.
—¡Sí, pelearé por él porque lo amo! —exclamó y un rubor pintó sus mejillas de un tono rojizo.
La joven se quedó boquiabierta al escuchar aquella revelación, pues nunca se imaginó que él también tuviera esa clase de sentimientos hacia ese hombre, creía que sólo era su imaginación, pero no. Efectivamente el demonio Zeldris estaba locamente enamorado de su maestro.
—Vaya problema —murmuró ella mientras se llevaba una mano al rostro, pues no podía asimilar que ese pequeño chico estuviera interesado en su propio mentor.
—¡Tú eres el problema! ¡Desde que apareciste supe que serías un obstáculo entre él y yo! —exclamó, bastante molesto y su mano se deslizó hacia la empuñadura de su espada —Y por eso... Ahora que tengo la oportunidad perfecta para acabar contigo, no voy a despreciar este jugoso momento...
El peli negro se abalanzó hacia Jael, quien no traía ni un arma consigo, pues la espada que estaba usando para asesinar demonios se había roto mientras intentaba sacarla del cuerpo de aquel monstruo de color rojo.
<<Tiene todas las de ganar>> pensó la chica, quien se echó a correr luego de ver el filo de la hoja de aquella espada.
—Cobarde... —murmuró el mandamiento de la piedad, sacando sus alas de oscuridad para ir tras ella.
Mientras eso sucedía entre ese par, otra batalla se estaba lidiando entre una mujer de cabellos violeta y un demonio de cabello rosado cuyo rostro estaba adornado por dos flechas que se situaban justo debajo de su ojo izquierdo.
—Deberías rendirte ahora, luchar se te ha vuelto cada vez más complicado. Puedo sentirlo a través de tu miedo, por tu respiración y el horrible movimiento de tus entrañas... Seguramente estás por dar a luz, ¿no es así? —le decía al oído el demonio de largo bigote, a la joven princesa, mientras su barriga era acariciada por la espada de oscuridad de él.
—¡Sé perfectamente que ya no puedo continuar más con esto! —exclamó, con todas sus fuerzas y se las arregló para aproximarse aún más hacia el precipicio junto a él, quien todavía la tomaba del cuello.
—¿Qué carajo crees que haces? —exclamó Cusack alarmado, en cuanto se percató de que ella planeaba lanzarse directamente hacia su muerte.
—¡Me voy a suicidar! —le respondió y cuando él menos esperó, ella dio un salto. Ambos caían hacia la nada, y mientras eso pasaba Cusack se lamentó por no tener una buena pelea contra ella.
<<No se suponía que su muerte fuera de esta manera>> pensó el peli rosa, quien soltó a la mujer justo cuando su cuerpo se encontraba descendiendo.
—Estarossa... Perdóname... Me hubiese gustado verte una vez más... Ahora ya no sé qué será de nuestro bebé... —murmuró la joven, mientras cerraba los ojos y extendía sus brazos para sentir la fuerte brisa del viento acariciar su cuerpo mientras caía —Espero que al menos puedas ver a nuestro pequeño antes de que sea demasiado tarde —dijo, antes de que su cuerpo se estrellara contra el suelo, donde un inmenso charco de sangre comenzó a formarse debajo de su cuerpo el cual crujió de una manera horrible cuando golpeó el suelo rocoso.
Cusack llegó al lugar tan pronto vio que Amatista dejó de moverse y suspiró hondo al ver que el trabajo que le había sido encomendado ya estaba hecho, aunque no estaba conforme pues no había hecho gran cosa.
—Seguramente el bebé murió también —se dijo, y pronto ante sus ojos, el vientre de la princesa comenzó a moverse —¿Sigue con vida? —murmuró bastante asombrado y tomó su espada nuevamente con la intención de atravesar su cuerpo para acabar con esa pequeña vida, pero algo en él le impidió hacerlo y comenzó a derramar algunas lágrimas que cayeron sobre el cuerpo de Amatista —¿Qué mierda he hecho? —se preguntó a sí mismo, mientras observaba el movimiento continuo en el vientre de ella —Orillé a esta chica a que acabara con su vida —dijo en voz baja, bastante arrepentido, pues de algún modo recordó que ella nunca le había hecho nada como para ganarse un final como este que tenía frente a sus ojos —Era una maldita ramera, pero aún cuando me acosté con ella, me trató demasiado bien, incluso mejor de lo que me trata el joven amo —tras decir eso, se puso de cuclillas frente a ella y con su espada de oscuridad comenzó a realizar un fino corte sobre su barriga, con la intención de sacar el bebé que llevaba dentro antes de que fuera demasiado tarde.
El segador dormilón realizó aquella labor con sumo cuidado y en cuanto dio con aquel pequeño ser que se hallaba dentro de la princesa, quedó bastante sorprendido y más lágrimas se hicieron presentes.
Mientras el demonio peli rosa se encontraba asistiendo aquel alumbramiento, Zeldris intentaba buscar a Jael, quien en cuanto tuvo oportunidad, se escondió de él.
—Zeldris... —murmuró una voz masculina detrás de él y el chico no tuvo más opción que darse la vuelta.
—Oh Estarossa, qué casualidad —el peli negro fingió alegría y el albino se cruzó de brazos.
—¿Dónde está Amatista? —lo cuestionó.
—Muerta, es lo más probable —respondió desinteresado y el mayor se aproximó a él, tomándolo fuertemente del cuello.
—Escoria, ¿cómo te atreves a insinuar algo como eso? —el albino lo levantó del suelo sin tanto esfuerzo y el menor soltó un quejido.
—¿No es obvio? Sólo mira este lugar, está hecho mierda. Nadie podría sobrevivir a esto —apenas pudo decir.
—Es tu culpa que esto sea un puto desorden —dijo entre dientes, bastante cabreado.
—No sólo es cosa mía, obtuve el permiso de padre para que esto fuera posible —admitió sonriente, sin saber que ese viejo se lo había permitido sólo para que Estarossa lo matara y así Meliodas fuera el único heredero al trono sin tener dos estorbos con el mismo objetivo en mente.
—Ustedes son de lo peor —gruñó, mientras lo dejaba caer de nalgas al suelo.
Zeldris se levantó y sacudió su trasero, que se había llenado de polvo mientras observaba al peli plata desaparecer entre aquel callejón donde lo había encontrado buscando a Jael.
La pelirroja por su parte, corría a prisa buscando un buen escondite y cuando menos esperó divisó a lo lejos la figura de aquel demonio que la hacía suspirar. Estaba de suerte, pues su soledad era motivo suficiente como para poder acercársele y poder estar a salvo con él. Al principio pensó que era mejor olvidarse de él, pero conforme pasaba el tiempo se dio cuenta de que eso sería imposible y retomó ese deseo por estar a su lado, cosa que agradecería más tarde, pues el segador dormilón, había decidido abandonar a Zeldris....
Cusack se encontraba de espaldas, sosteniendo algo entre sus brazos mientras se movía de un modo bastante particular.
—¿Cusack? —la voz de la mujer lo sacó de sus pensamientos y él se dio la media vuelta.
—¡Mira Jael, son gemelas! —dijo el demonio bastante enternecido cargando a dos pequeñas niñas albinas.
La chica frunció el ceño y se acercó para ver de qué estaba hablando y cuando estuvo lo suficientemente cerca, se percató de que su media hermana yacía en el suelo, sin vida, bajo un charco de sangre y con el vientre abierto.
—¿Qué carajo hiciste? —le preguntó, asqueada sin despegarle la vista al cadáver de su infortunada hermana.
—¡No es mi culpa! bueno, sólo un poco... ¡pero fue su decisión haber saltado! —aseguró el demonio, quien arrullaba a las bebitas con bastante delicadeza, a las cuales había limpiado y arropado usando trozos de la tela del vestido de Amatista.
—¡Oh por todos los cielos! —murmuró tratando de asimilar lo que tenía enfrente y pronto su mirada se enfocó en las pequeñas —¿Qué vas a hacer con ellas? —ambos se miraron unos instantes y una sonrisa se plasmó en el ensangrentado rostro de Cusack.
—Me gustaría que las criaramos juntos —le susurró.
—Pero su padre las buscará...
—No importa, nos iremos lejos de todo esto.
—Insinúas que... ¿Viviremos juntos? —el rostro de la mujer se iluminó y una bella sonrisa se hizo presente en sus labios, pues por fin estaría al lado del demonio que adoraba con todo su ser.
—Pues claro —afirmó sonriente—Entonces... ¿Aceptas hacerte cargo de estas bebés junto conmigo? —le preguntó y pronto un sonido metálico comenzó a escucharse cerca.
Jael se tomó unos segundos para asimilarlo, pues todavía no podía creerlo y mientras ella seguía embelesada con un millón de pensamientos lindos con ese demonio viviendo junto a ella, Cusack comenzó a impacientarse bastante, porque sabía que Estarossa estaba muy cerca de ellos.
—Sí, acepto —fue lo último que Estarossa logró escuchar antes de llegar a ese lugar, donde su mujer yacía muerta y con el vientre vacío.
—¡Amatista! —gritó tan fuerte como sus pulmones se lo permitieron, mientras se aferraba al cuerpo de ella con fuerza, como si sus lamentos y abrazos fueran a despertarla.
A lo lejos, un chico de cabellos negros miraba la escena con una amplia sonrisa llena de satisfacción. Mientras se regodeaba por el sufrimiento de su hermano, no notó que alguien lo estaba acechando muy de cerca.
—Todavía no es tiempo —dijo para sí, el rubio, quien había sido acompañado por su viejo maestro.
<<Menos mal que decidiste dejarlo... Pero... será mejor que no vuelvas nunca, sino ellos van a matarte>>, pensó el anciano bastante aliviado luego de percibir que su otra mitad ya se encontraba demasiado lejos de allí, acompañado por otras tres almas; una humana y dos híbridas.
Luego de aquel día, Estarossa no volvió jamás al inframundo. Se pasó gran parte del tiempo buscando a aquel bebé que había sido arrancado del vientre de su amada, sin saber que en realidad eran dos. Dos pequeñas, inocentes almas que estaban siendo criadas por Cusack y Jael, quienes las cuidaban como si fueran sus propias hijas.
De vez en cuando el peli rosa pensaba en su amo, a quien seguía amando, pero que había abandonado por el simple deseo de hacer algo diferente con su vida.
Se sentía culpable por la muerte de Amatista. Verla muerta de esa forma no era algo que él hubiera querido, sintió que su final no debía haber sido ese, sino uno mas cruel, pero ahora ya no podía hacer nada al respecto. La única manera en que podía apaciguarse era estando con esta pelirroja, esa mujer que lo amaba incondicionalmente y se lo hacía saber cada día de su vida. Por primera vez Cusack se sintió amado, pero recordar la tristeza que seguramente envolvía a Estarossa lo hacía sentirse culpable, pero el cuidar de sus bellas gemelas lo hacían olvidar un poco ese pesar.
Odessa y Rashel eran los nombres que el segador dormilón había elegido para "sus pequeñas hijas", ellas eran tan idénticas a Estarossa, con sus cabellos platinados y el mismo tono bronceado de su piel que parecía de porcelana fina.
<<Lo siento, Estarossa... >>pensó Cusack, quien arrullaba a Rashel, mientras Jael alimentaba a la pequeña Odessa, iluminados por la luz de una tenue vela que se iba apagando como las esperanzas de aquel albino por encontrar lo que era suyo.
Bonus
El albino estaba sentado en la orilla de aquella solitaria playa, sus pies estaban mojados a causa del suave oleaje del mar. Las estrellas brillaban en lo alto mientras un suave suspiro salía de su boca producto del recuerdo del bebé que nunca pudo conocer y del cual había dejado de buscar hacía ya un tiempo, pues ahora había hecho su vida nuevamente y para su desgracia de la misma forma; con una princesa que empezó siendo su aprendiz, pero que a diferencia de la otra, esta si se había enfocado en aprender de él.
—Estarossa... ¿Otra vez estás aquí? —sus pensamientos fueron interrumpidos por la dulce voz de una mujer de cabellos rubios.
—Ekaterina... No pensé que fueras a seguirme —contestó el demonio, algo sorprendido, tratando de ocultar su melancolía.
—No podía dejar a un lado la soledad de mi perfecto esposo —dijo la joven, mientras elevaba su brazo izquierdo al cielo, admirando la brillante sortija que adornaba su dedo anular.
—No soy perfecto —apenas pudo decir el demonio, con una ligera sonrisa en su rostro.
—Eres el mejor en todos los aspectos y también eres un buen mentor. Gracias a que me dejaste ser tu aprendiz fue que pude tener el valor de aceptar la corona y volver a mi reino... Y gracias a eso, es que ahora estamos juntos... —le dijo tímidamente y se aproximó a él para depositar un corto beso en su mejilla, la cual estaba fría y salada debido a que llevaba un rato contemplado las olas del mar mientras lloraba en silencio.
—Te amo, Ekaterina... —la voz del demonio se escuchó como un susurro y atrajo el cuerpo de su amada hacia el suyo para abrazarla.
La mujer cerró los ojos y rodeó su fornido cuerpo, mientras inhalaba la suave esencia que lo caracterizaba.
<<Cuando el momento llegue, te contaré todo aquello que no sabes sobre mí>>pensó el albino, mientras miraba cómo ella se acurrucaba entre sus brazos cómodamente, soltando suspiros encantadores, ignorando totalmente todo lo que él le ocultaba: que en realidad era un demonio de élite... que ya era un príncipe... que ya había estado comprometido y que tenía un dolor en el alma por no tener aquello que le habían arrebatado...
♠️♠️♠️
Y es así cómo otra de mis historias llega a su fin...
Agradezco con todo el corazón el apoyo que recibió esta pequeña obra y por los comentarios y votos que me dejaron. Espero que el final haya sido de su agrado y que las dudas que tuvieron hayan sido aclaradas en este último capítulo.
No tenía pensado un final del todo feliz para Estarossa, pero creo que ya merecía que llegara alguien que lo amara verdaderamente y por eso agregué a Ekaterina en este bonus final.
Ella vendría siendo como una versión de todas nosotras que amamos incondicionalmente al Mandamiento del Amor sin importar lo solitario y melancólico que sea.
¡Muchas gracias!💛
An Airad
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