Jael había hecho un pacto con aquel demonio ese día. No sabía cómo, pero tenía que hablarlo con su madre seriamente. Estaba algo nerviosa, pues aquella forma de pago que había ofrecido era inmensa y catástrofica. Ni siquiera se había tentado un poquito el corazón para si quiera dudarlo mientras lo decía.

Jael era despiadada cuando quería y ese día no fue la excepción. Cusack se había sorprendido bastante cuando ella sugirió eso, pues no se imaginaba que esta albergara tanta maldad en su corazón.

—Me estás diciendo que tú le ofreciste... —Clío fue interrumpida de inmediato por la mano de su hija.

—Shh... Mamá baja la voz un poco —siseó la pelirroja mirando hacia todas partes para cerciorarse de que no hubiera nadie cerca.

—Jael, ¿estás loca o qué? ¿Cómo pudiste siquiera ofrecer algo como eso? Pudiste darle tu cuerpo o algo de dinero —dijo la mujer con una risita graciosa mientras decía esto último.

—¡Mamá! —la chica enseguida se puso colorada en cuanto escuchó las palabras de su madre.

—Seamos honestas, los hombres no dudarían ni un poco si les ofrecieras tu cuerpo —afirmó la mujer con una amplia sonrisa pícara.

—¡Sí, pero no tengo esas intenciones con él! —mintió, pues en verdad era todo lo contrario, ella lo pensó en ese momento más no lo dijo —Además, él ni siquiera parece notarme. Los demonios tienen intereses muy diferentes a los de un hombre normal —agregó la chica con tristeza, pues Cusack se veía indiferente cada que se reunían y eso la desanimaba bastante.

—Querida, un hombre no se conquista de la noche a la mañana —afirmó recordando su juventud, justo cuando andaba tras el padre de Amatista —Cómo sea, ahora solo debemos esperar a que llegue el gran día para salir cuanto antes de Galia —suspiró con pesadez, pues no podía imaginar irse del lugar en el que había vivido por tanto tiempo.

—¡Mamá, no pienso seguir esa clase de consejos tuyos! —aseguró avergonzada cubriendo su rostro —Y admito que... Me gustaría quedarme aquí para ver lo que sucede —agregó, aun con ese lindo color decorando sus mejillas.

—Eso sería peligroso, pero si eso deseas no te detendré.

—Sólo bromeo, mamá. Pondría mi vida en riesgo y no quiero eso —mintió, pues en verdad ansiaba ver el caos que ella misma provocaría.

Su madre sonrió al escucharla retractarse, pues no estaba del todo contenta con lo que ella había hecho y no le agradaba que pusiera su vida en riesgo más de lo que ya estaba.

—Supongo que ahora sólo necesito volver a ver a ese par para terminar con los ajustes necesarios para ese día —dijo la chica algo pensativa —Las cosas se pondrán intensas a partir de aquí...

Luego de aquella reunión de madre e hija, en otra parte del mundo, para ser exacta, en el purgatorio, se encontraban un par de hermanos discutiendo acaloradamente sobre un tema muy inquietante para uno de ellos.

—¡Eres un idiota, Zel! ¿Cómo te atreviste a besarte con ese anciano? —exclamó furioso aquel rubio que anteriormente había presenciado una escena que lo había asqueado demasiado.

—¡Cierra la boca, Meliodas! No voy a contestar algo de lo que no quiero hablar contigo —refutó el chico cansado de escuchar los reclamos que le venía dando su hermano mayor desde hace un rato.

—Eres una mierda de hermano. Ni siquiera puedo imaginar cuánto tiempo has de llevar así con él —contestó el rubio, aun más molesto de lo que ya estaba.

—Y yo no puedo creer que seas un asqueroso metiche que se masturba a donde sea que le dé la gana —arremetió el menor luego de escuchar la ofensa de su hermano.

—Eso es diferente —murmuró un poco avergonzado.

—Creo que eso es peor.

—¡Peor es que alguien de tu edad se bese con un hombre mayor! —exclamó alterado, alzando los brazos para exagerar su respuesta.

—No soy un puto niño, Meliodas —respondió el peli negro, ya harto de la palabrería del contrario —Sé lo que hago y con quién lo hago. Así que deja de fingir preocupación por mí.

—¡Cállate! ¡No sabes nada! Sólo eres un puto crío que intenta portarse como un adulto... Ahora comprendo por qué siempre has sido tan rarito y por qué ni siquiera tenías interés en la puta princesa ramera y... —el rubio pronto cerró la boca al escuchar que alguien más venía.

—Basta ya de peleas, hermanos. No me gusta que ustedes dos hagan este tipo de cosas —dijo un peli plata, entrando a la habitación en cuanto hubo escuchado su acalorada discusión.

—¡Estarossa, que bueno que llegas! Quiero contarte lo que hizo este cerdo maricón —expresó el rubio con alegría al ver a su otro hermano.

—¡Vaya, qué apodo tan despectivo de tu parte, Meliodas! Aunque suena interesante lo que tienes para contarme. Vamos, te escucho —la expresión del más alto era de absoluta calma y serenidad, al contrario que la del eufórico Meliodas que se moría de ganas por desprestigiar al peli negro con palabras que estaban de más.

—¡Zeldris y su maestro afeminado se besaron! Por fortuna los encontré a tiempo y pude detener sus guarradas —afirmó el chico un tanto alterado —Dan asco, ¿cierto? —agregó.

—¡Oh qué inesperado! pero déjame decirte algo, hermano. El amor no tiene género y muchas veces la edad es lo de menos... Y en otros casos, la raza tampoco importa... —dijo, recordando con cariño su actual relación.

—¡Mierda! ¿para qué pedí tu ayuda? ¡si tú estás enamorado de esa repulsiva humana! —vociferó el mayor.

—Gracias Estarossa —agradeció el menor con algo de timidez tras escuchar a su hermano de en medio hablar de esa forma tan sabia. Sus amables palabras revolvieron algo en su mente y por un momento dudó, pues se sintió culpable por lo que estaba a punto de hacer con la mujer de él. Y antes de pensar en más motivos para abandonar la misión, detuvo sus pensamientos de tajo y se dio cuenta de que era mejor que así sucedieran las cosas. Después de todo, en el purgatorio no había cabida para un demonio híbrido.

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¡Hola a todos! Me alegra estar de vuelta y haber podido traerles este corto, pero entretenido capítulo.

Espero que todos se encuentren bien a pesar de las cosas que han estado aconteciendo, no olviden seguir las indicaciones correspondientes que les han sido otorgadas en sus respectivos países💛

Sin más, me despido.

An Airad