Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8

10 de enero, 2:37 a. m.

La junta que Aarón había celebrado fue lo más corta posible para evitar levantar sospechas entre las Túnicas, durando apenas 2 horas. En algún momento de aquella clandestina reunión, los participantes se creyeron descubiertos cuando Bruce y otros 2 guardianes fueron llamados ante la Túnica Blanca Petra. Afortunadamente, el trío logró enviar a Aarón un mensaje codificado anunciando que marcharían a una misión de emergencia, y que la rebelión estaba a salvo.

Ahora, Reynoso ultimaba detalles, tratando de que cualquier mínimo inconveniente estuviera calculado. Claro que, hubo uno que de ninguna forma hubiera podido considerar:

Bruce entró a la habitación azotando la puerta, como fiel mensajero de malas noticias.

—¡Arrestaron a Cayla!— le costó mucho trabajo decirlo sin gritar—¡La ejecutarán a las 9 de la mañana!

Idiota, para eso faltaban menos de siete horas. Esa maldita Anderson sí que sabía cómo arruinarle los planes en el momento más inoportuno.

Aunque Aarón quería gritar, respiró hondo tratando de mantener la calma, pues de su capacidad de tomar decisiones correctas dependía el éxito de la misión.

—Llama a los demás, tendremos que actuar antes de la ejecución. Que todo el mundo se prepare, tal vez no podamos resolver esto de forma pacífica.

Olimpo...

Con la urgencia de un dios muerto a manos de otra de las bastardas, Hera convocó una reunión de emergencia. Los asistentes se encontraban nerviosos ante la inevitable crisis que se aproximaba, sabiendo que en cuestión de nada la reina del Olimpo se enfrentaría a Zeus en una batalla de poder que seguramente culminaría de forma sangrienta; habría que ser muy cuidadosos al momento de elegir un bando.

Los dioses Poseidón, Hermes, Selene, Démeter y todos aquellos con hijos o nietos semidioses conocidos habían sido excluidos por obvias razones. A pesar de haber procreado a su propio bastardo, Apolo se había mantenido en estratégica neutralidad, lo cual le confería la ventaja de asistir a la reunión clandestina convocada por la colérica gobernante.

Por su parte, Afrodita gozaba de tranquilidad. Su arriesgado plan de utilizar a Cayla Anderson para matar al imbécil de Bóreas estaba dando jugosos frutos, solo había que continuar esperando con paciencia.

No pasó mucho tiempo cuando un centenar de plumas comenzaron a danzar en círculos en el centro del salón, revelando a la diosa Hera ataviada en una armadura negra y una capa de plumas de pavo real.

—Saben bien a qué han venido—comenzó su discurso, sin grandes ceremonias ni dudas— Bóreas está muerto. Su propia hija lo asesinó, no sin antes torturarlo en dolorosa agonía.

Ya todos estaban enterados de los detalles, y las preguntas comenzaban a surgir en sus mentes: si una bastarda era capaz de hacerle eso a su propio padre, ¿Qué no le harían al resto de los dioses? Para ellos, la explosión de violento enojo no gozaba de ninguna razón válida para que Cayla hubiera sido tan cruel.

—Zeus se negó a la cacería de los semidioses—continuó Hera— y al hacerlo, ha provocado una nueva crisis: ya hemos perdido a 3 dioses y nuestra existencia ha sido puesta en peligro gracias a sus equivocadas acciones. Es claro que él ya no es apto para gobernar.

Apolo comenzó a temer por el resultado, pues sabía que Hera aspiraba a la solitud del trono, motivada por la cegadora ira contra su esposo. Aquello no era más que una buena excusa para lograr poner al resto de los dioses contra Zeus, con la purga como respaldo.

—Por ello he decidido apoyar e iniciar la ejecución de los hijos bastardos escondidos por el mundo. Responderé por nuestra propia seguridad, aunque deba confrontar a mi propio esposo.

Los dioses menores como Deimos, Enio, Ilitia, etc., apoyaron el discurso de inmediato, obviando las intenciones de Hera.

Hefesto miró a Apolo con preocupación, puesto que también apoyaba a Zeus en su controversial decisión de proteger a los semidioses. El dios Sol negó con la cabeza, ya que no debían delatarse. Mientras tanto, Artemisa profería su deseo de matar ella misma a las asesinas de dioses.

— ¡Hera tiene razón!— apoyó Enio, alzando los brazos para atraer la atención del resto— las decisiones de Zeus no han hecho más que colocarnos frente al peligro. Por años nos ha negado defender nuestra existencia, y si seguimos obedeciendo sus absurdas órdenes, es claro que terminaremos muertos.

—Nuestra diosa nos ofrece solución—secundó Ares, provocando una sonrisa no sólo en Hera, sino también en Afrodita. Dividir al Olimpo mismo entre quienes continuarían apoyando a Zeus y quienes se le unirían a Hera en una lucha por el poder, sacaría del juego a muchos de los dioses que representaban una amenaza para sus planes. El alboroto que estaba por suceder, les llevaría aún más cerca de la victoria.

El cielo retumbó, el piso del Olimpo partiéndose en pedazos tras el estallido de un poderoso rayo que cegó brevemente a los dioses y reveló la figura del gobernante supremo.

—¿Cómo se atreven?— gritó furioso.

—¿Cómo te atreves tú a dejar que nos maten? — la rabia de Hera superaba con creces su temor hacia Zeus— ni siquiera has impartido castigo a las bastardas.

—Les advertí mantenerse alejados. Pandia, Herse y Bóreas pagaron las consecuencias de sus actos.

—Esto no estaría pasando si hubieras cumplido la Ley Anti Mestiza— mientras Hera hablaba, varios dioses comenzaron a colocarse tras ella, mostrando su silencioso apoyo a la diosa— tus decisiones le costaron la vida a 3 de los nuestros.

—Acéptalo, padre— habló Atenea, con la decepción dibujada en su bello rostro —Debes ceder el trono.

—No se atrevan a cometer una estupidez de la cual se arrepentirán muy pronto.— Advirtió Zeus.

—Entonces, así es como va a ser— decidida, Hera lanzó varias cuchillas con forma de plumas hacia el gobernante, que fueron detenidas por Hefesto, quien cubrió al dios con un impenetrable escudo.

Hera miró a su hijo con desprecio, dispuesta a matarlo también cuando frente a sus pies se formó una barrera de fuego que le impidió el paso; Apolo había decidido exponerse a favor de Zeus, puesto que su honor y lealtad le obligaban a hacerlo.

—Considérense muertos. — Amenazó Hera, dando al resto de dioses la señal para comenzar el ataque.

8:04 a. m.

El cielo relampagueaba, cubierto de espesas nubes grises que en cualquier momento desatarían una lluvia terrible. Los vientos feroces sacudían los árboles más viejos y hacían temblar los cables de electricidad, mientras la temperatura oscilaba entre el frío y el calor.

—Los dioses deben estar librando su propia batalla— advirtió Aarón a su equipo, quien se encontraba escondido en uno de los muchos túneles bajo el Templo de Amatista. Sus dedos jugaban con el comunicador, mientras respiraba de forma tosca por la boca.

—Las cosas podrían complicarse— respondió Bruce por su propio aparato.

—Van a complicarse— aseguró el líder.

Haber acelerado el ataque contra las Túnicas había imposibilitado la oportunidad de pulir detalles y conseguir recursos: no tenían suficientes comunicadores, armas o archivos incriminatorios, por lo cual tuvieron que dar el equipo sólo a los miembros más importantes de la misión; Zenobia no podría mantener comunicados a todos durante el juicio, ya que su poder telepático requería de mucha concentración y un gasto de energía que podría matarla.

Y ese problema solo era la punta del iceberg.

Los Apóstatas comenzaron a llegar al patio de ejecuciones en silencio. Algunos se mantenían cabizbajos mientras otros miraban con curiosidad y horror al pelotón de fusilamiento descansando en la misma pared donde pronto quedaría salpicada la sangre de Cayla Anderson. Nadie sabía muy bien la razón por la cual había sido condenada de forma tan abrupta, y Alda empezó a temer que tal situación pudiera acobardar a los partidarios de Aarón.

¿Todo listo, Zenobia?preguntó por su comunicador en cuanto tuvo la oportunidad.

Quintanar inutilizó los sellos antimagia de la prisión con aceite de palo santo y Selene irá a buscar a Cayla. Cuando la tenga a salvo, dará la señal.

Las celdas eran especiales, pues el metal de los barrotes y la piedra de las paredes habían sido mezclados con polvo de hueso de las anteriores Túnicas Blancas para volverlas resistentes a la fuerza divina de los mestizos, además de que en los muros se hallaban pintados los sellos antimagia.

Sin embargo, eso ya no sería ningún problema para la furiosa Harrison.

A las 8:42 a.m. Cayla Anderson jugaba con sus esposas mientras pensaba en una forma para escapar de los guardias que pronto irían por ella, y así pudiera buscar a los Parra y ponerlos a salvo.

El tiempo se le acababa. Sabía que no podía intentar huir a base de golpes y patadas, ya que sus habilidades cuerpo a cuerpo no eran precisamente las mejores.

—Es hora— anunció un guardia del pelotón recién llegado, sacándola de sus pensamientos. Sin mucho tacto la tomaron por los brazos y la arrastraron fuera de la celda, comenzando el camino hacia la muerte hasta que fueron interrumpidos por la espeluznante figura de Selene Harrison.

Estaba cubierta de sangre seca, con el cabello revuelto como un estropajo y apestaba a sudor y basura mojada. Las ojeras pronunciadas sólo contribuían a darle una apariencia de lunática.

—¡Alto!— exigió uno de los guardias, apuntando con un arma de bajo calibre.

—Entreguenme a Cayla, no quiero hacerles daño—iba en serio, la única sangre que anhelaba entre sus manos era la de Machinskaya. Sin embargo, la guardia no se iba a dejar intimidar tan fácil.

—¡Levanta las manos! ¡Tienes orden de arresto!

Ella hizo lo solicitado, sin ninguna intención real de rendirse.

Harry extendió los brazos hacia adelante, enviando dos ondas de energía que impactaron contra aquellos que llevaban a Anderson por los brazos. Ellos salieron disparados hacia atrás, mientras K se tambaleó antes de caer también.

—Maldita ojos de acero, eres una brusca— masculló.

El tercer guardia disparó, sin tiempo para pensar en lo del sello antimagia. Los proyectiles ni siquiera tocaron a la bastarda, y aprovechando el nerviosismo de aquel arrancó la reja de la celda izquierda y la arrojó contra él, aunque no tan fuerte para evitar romperle los huesos.

Sin más tiempo que perder se acercó a Cayla, ayudándole a levantarse.

—¿Estás bien?

—¿Por el golpe o el encierro?

Harry se encogió de hombros. Sacó su kit de ganzúas y comenzó a trabajar en las esposas antimagia, ya que las llaves no se encontraban por ningún lado.

Aderson chasqueó la lengua, intentando soportar el hedor que la otra desprendía.

—Me siento como una maldita princesa rescatada de la Torre.

Selene rio.

—No eres mi tipo, Anderson.

Y las esposas al fin cedieron. Cayla masajeó sus laceradas muñecas al mismo tiempo que Selene dio aviso del éxito de su misión.

—Tengo que sacar a Eva de aquí— dijo Anderson, con la urgencia saliendo por sus poros.

—Bien, yo iré por la cabeza de Machinskaya.

Con el paso 1 completado, Alda tenía luz verde para iniciar la fase 2.

—Ahora— anunció con calma a los pelotones. Solo esperaba que el infierno no se desatara.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro