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Capítulo 7

Como bien se esperaba de la policía en Zeohl, nadie acudió en su ayuda. Selene y Jason agradecieron tal incompetencia, ya que no sabían que mierda iban a inventarse cuando los llamaran a declarar, aunque eso significaba que tampoco podrían llamar a la aseguradora por los daños al auto.

Con gran esfuerzo y un terrible dolor de cabeza como consecuencia, Selene se transportó junto a Mayer al baño del consultorio de su padre, sin pensar en las inconveniencias: ¿había alguien dentro? Por fortuna tal lugar casi nunca se utilizaba, ya que, para empezar, carecía de puerta. James Harrison escuchó ruido, pero se encontraba atendiendo a una anciana y no quiso asustarla, por lo cual terminó de redactar la receta médica para despedirla y averiguar lo que estaba sucediendo. Palideció al ver a su hija y aquel chico con diversos golpes y hemorragias.

—¡Harry!— ignoró por completo a su acompañante para revisar las serpenteantes marcas verdosas en la piel de su hija, señal clara de que había utilizado de forma excesiva sus poderes.

—Ellas enviaron una asesina...

—Eso no tiene sentido.— Al mismo tiempo, continuaba revisando todas las heridas— Saben muy bien que las balas no pueden matarte.

—Ellas sí. La humana no, pero igual Jason es vulnerable.

Entonces James reparó al fin en el chico, que se había arrastrado hacia la pared para mantenerse sentado.

—¿No te he visto antes?

—Apóstata de bajo nivel— se presentó un poco avergonzado.

—¿Y qué haces aquí? ¿Ayudas a mi hija?

—Papá, esto no es un interrogatorio.

James guardó silencio, examinando el brazo de Harry.

—En definitiva, está roto. Tienes que sanar rápido o no vas a poder enfrentar a tus hermanas en estas condiciones. Llamaré a Zenobia.

Harry hizo un gesto negativo.

—No la involucres en esto. Ella decidió mantenerse al margen.

James comenzó a rascar su cabeza, nervioso.

—Si, seguro.

—Ah espera— su tono fue mucho más sarcástico de lo que hubiera deseado— tú la has seguido viendo, ¿verdad?

—Ella no se ha olvidado de ti— se apresuró a explicar— sabes que Machinskaya la vigila, y no es como que pueda aparecer por aquí como si nada. Pero esto es una emergencia.

—Carajo. —Contestó Harry.

Lejos de allí...

Adán (la persona que trabajaba para Levic), no tuvo ningún problema en seguir a Ámbar, quien estaba demasiado nerviosa para prestar atención; había ignorado tres señales de alto y casi atropelló a un perro, ajena a su entorno con un único pensamiento rondando: ¿Qué carajo había sucedido?

Tras 47 minutos conduciendo llegó al hogar temporal de Bateson, una casa de dos pisos con las ventanas rotas pero protegidas por barras de hierro y cartones, para evitar miradas de curiosos. O'Neill no tuvo el cuidado de cerrar con candado, corriendo directo a las escaleras a su encuentro con John, quien ocupaba su tiempo en mirar por décima vez el álbum de fotografías que había tomado de Elizabeth sin su consentimiento.

—¿Está hecho?— no la miró, esperando la única respuesta posible.

—No pude. Ella...

John giró y le lanzó el celular al rostro. El pómulo de Ámbar se inflamó de inmediato.

—¡Idiota! ¿Qué tan difícil es deshacerse de una niña?

—Ella...— no sabía cómo explicar lo que había visto, sabiendo que John podía lanzarle algún otro objeto si se atrevía a decir algo que él no quería escuchar.

—¿Ella qué?

—Ella es una maldita bruja.

Ningún objeto impactó contra su rostro esta vez, pues ni Jonathan Bateson estaba preparado para dicha respuesta.

—¿Qué?

—Ella... ella hizo algo con las manos, evitó que los disparos, pues... le impactaran. Seguro está poseída...

Su explicación fue interrumpida por la firme mano de John que ahora se encontraba alrededor de su cuello, empujándola hasta la pared, donde azotó su cabeza.

—Es la forma más estúpida de justificar tu incompetencia.— El agarre se hacía cada vez más fuerte, y Ámbar se retorcía y pegaba en el brazo de su agresor— ¿Una bruja? ¿Acaso te parezco un maldito niño al que puedes engañar?

Adán rio saliendo de su escondite, revelando su elegante figura enfundada en gabardina, con las uñas pintadas de forma cuidadosa y el cabello castaño bien recogido en una cola alta.

—Ay, ya sé, cariño— interrumpió— yo tampoco pude creerlo la primera vez que me lo dijeron, pero es la maldita verdad.

John se sintió asustado, aflojando el agarre. Ámbar se colocó delante de él y apuntó su arma al intruso. Adán negó con un movimiento de la mano.

—Eso no va a funcionar, linda.

Disparó. No iba a esperar a que ocurriera algo que pudiera poner a John en peligro. La sangre comenzó a brotar de la frente de Adán, pero él seguía allí, de pie y sonriendo.

—Te lo dije.– Esta vez fue su turno de apuntar, saboreando el terror que invadía a aquel par— ahora, van a responder mis preguntas... ¡Claro! solo si quieren que esto suceda de la mejor forma posible.

Adán bloqueaba la única salida, así que la huida no le preocupaba en absoluto.

O'Neill disparó hasta vaciar su cartucho, pero Adán continuaba impasible, soportando el dolor, pues no era la primera vez que pasaba por algo similar.

—Oh, querida, eso fue estúpido.

John sucumbió al miedo, moviéndose hacia la ventana. El cuerpo de la asesina ya no le protegía más, así que Adán disparó. Bateson cayó mientras la sangre chorreaba de su pierna.

—¡John!—gritó Ámbar.

—La bala no le perforó la pierna, sólo lo rozó. Aún así, sentirá mucho dolor y tengo tan buena puntería como para repetir esa lesión.

Ambos temblaban, y Ámbar comenzó a llorar. Los tenía en la palma de la mano.

—Te diré lo que quieras, pero por favor, no le hagas daño.

—Yo no le haré nada, mientras tú cooperes.

Ella asintió avergonzada. A John no le importaba más que su propia vida, y por primera vez se sintió temeroso de perderla.

—Bien. Vas a decirme el nombre de quién te contrató para matar a esa niña, Selene.

—Fueron dos personas, Pamela y Hanna Pries.

—¿Qué sabes de ellas?

—No encontré información sobre ellas. Sus nombres eran falsos, no parecían tener registros,ni quisiera actividad en redes sociales...

Adán disparó una vez más, errando a propósito.

—No estás dándome nada útil.

—¡Por favor no le hagas daño! Solo tengo un par de retratos que hice de ellas, están en la carpeta azul en el archivero de la otra habitación.

—¿Y el archivo de Selene Harrison?

—No, no lo tengo aquí, está en mi casa.

Adán suspiró.

—Eres una inútil.

Y disparó a la cabeza de Ámbar. John gritó al ver a su más fiel mascota empapada en sangre.

—Tú vienes conmigo. — Sentenció Adán, y Bateson pudo ver su reflejo a través de los fríos orbes marrón del asesino.

—Di-dijiste que no me- me harías daño.

—Prometí que yo no. Pero no prometí nada en nombre de mi jefa.

Dos días después de aquel encuentro con la asesina que sus hermanas habían enviado, Selene Harrison se topó con la noticia de que el cuerpo sin vida de Ámbar, con un único y certero disparo a la cabeza, había sido encontrado a las 7:33 a. m. fuera del tribunal con una nota que solo decía "de nada". Treinta minutos después, la cabeza de Bateson se descubrió envuelta en papel de regalo, con un moño de macabra decoración. Fue dejado a doscientos metros de distancia, y el resto del cuerpo fue hallándose pieza por pieza en los alrededores. Había sido dejado allí de forma descarada, sin ninguna preocupación por ocultar el crimen. Nadie lo sabía, pero Levic Alcott había cumplido su promesa hacia Elizabeth García, al mismo tiempo que había enviado un mensaje a las hermanas de Selene: nadie excepto ella obtendrían su corazón.

Harry no estaba segura de qué pensar o sentir con exactitud. No quería alegrarse, pero se sentía aliviada por tres razones:

1) No haber tenido que matarla ella misma.

2) Ya no ser acechada por dicha asesina.

3) Su amiga ya no sería perseguida por ese asqueroso ser.

Pero no le gustaba sentirse así. Mordió su segunda dona, y disfrutó tanto del sabor que en definitiva no podía negar su tranquilidad ante la situación.

—¿Quién pudo haberlos matado?— preguntó Harry con sorpresa.

A Jason nada en su actitud le pareció extraño. Ambos habían acordado reunirse al término de las clases de Harry, sin falta todos los días. Solo se habían visto dos veces después del incidente y la preocupación era visible, no sólo en su rostro, sino también en su falta de una ducha. Que Ámbar apareciera muerta, inevitablemente evocaría su alivio. Y que él hubiera logrado recuperar su archivo de investigación, mantendría aquel sentimiento.

—Me sorprende, un poco, que no hayas considerado a tus hermanas. —Dijo mientras colocaba unas carpetas en la mesa frente al sofá.

—No las creo tan estúpidas como para matar a un humano así, ellas habrían sido "cautelosas" como cuando lo intentaron conmigo.

—De acuerdo con mi contacto en el departamento de policía, el cuerpo de John sufrió múltiples heridas antes de morir, así que en definitiva hubo mucho odio en este crimen.

Selene rascó su cabeza.

—¿Tienes contactos en la policía?

—Es parte del trabajo de detective.

—¿Saben quién es el responsable?

Jason bebió de su café.

—Al igual que yo, no encontraron evidencia.

Después del intento de asesinato, Mayer se infiltró en el apartamento donde Ámbar se había hospedado las últimas dos semanas, descubriendo que no había pisado el lugar después de su fracaso. Jason pensó que debía aprovechar el momento para investigar mejor a la asesina, rebuscando entre sus cosas hasta encontrar dos objetos importantes: una libreta con distintas direcciones y el archivo de investigación de Selene Harrison. La libreta de direcciones le condujo al escondite de Bateson, donde para su horror descubrió varias manchas de sangre, por lo que decidió llamar a su colega en la policía para que el denunciara el posible crimen. Claro, para cuando los uniformados llegaron, Jason ya había recopilado cuanta información había podido.

—Todo esto es muy extraño— pronunció Harry, mientras mascaba su dona.

—Ahora que Ámbar está muerta, creo que hay un 50% de probabilidades de que tus hermanas vengan directamente por ti, así que debemos prepararnos para...

Un trozo del bocado se atascó en la garganta de la chica, tosiendo con brusquedad.

—¿Debemos?— no sabía si sentía curiosidad, molestia o sólo estaba sorprendida. —Creo que ya te has involucrado lo suficiente. Deberías irte mientras tengas la oportunidad.

Pero Jason...

—N-no... no puedo— respondió masajeando sus nudillos.

Aquel extraño sentimiento creció dentro de Harry.

—¿Por qué? No creo que hagas esto por las reparaciones que te debo— se mordió el labio, sintiendo la necesidad de escupir la duda que la había invadido desde el momento en que se encontró al chico fuera de la universidad­— ¿Qué te prometió Aarón a cambio de ayudarme?

Jasón hizo una mueca, evidenciando que ella había acertado.

—Tu... que...­ bueno...— ¿Qué iba a decir exactamente? Se sintió avergonzado, aunque no sabía si era por el trato que había hecho con el hijo de Zeus o por haber sido descubierto.

Selene negó con la cabeza.

—No me malinterpretes. No me molesta en absoluto que hayas hecho un trato, sé que nadie arriesgaría el trasero por puro amor a la humanidad— rascó su cabeza otra vez, pues comenzaba a picarle— solo no puedo entender que cosa te prometió a cambio como para que decidieras venir.

¿Podría decírselo? Estaba siendo más comprensiva de lo que Jason hubiera esperado. Harry estaba intentando depositar su confianza en él, ¿podría hacer lo mismo a cambio? Al menos podía intentarlo.

—Yo...

La puerta se abrió y James Harrison entró aventando su chaqueta. Era seguido por una cansada Zenobia, quien desde había decidió ayudar a los Harrison en su lucha contra las diosas, pues (aunque su estudiante no lo sabía) ella era experta en sobrevivir a la ira de los olímpicos.

—Nada. No pude encontrar información sobre Ámbar— James se sentó junto a su hija, tomando una dona de la caja.

—Nuestro trabajo es infructuoso.— Lamentó Zen.

—Habrá que trabajar con la poca información que tenemos— sugirió Jason, mirando aún la noticia.

Rancho de Avellaneda, ubicación desconocida...

En el pequeño bar dentro de una de las residencias de Levic Alcott, un grupo de más de veinte personas celebraban la hazaña de su líder, felices por ver fuera del juego a la escoria de Bateson. Las palabras del reportero eran satisfactorias, siendo un entretenimiento comparable a ver un estreno en el cine.

Levic entró, provocando que todos elevaran sus copas.

—Nada mal, jefa— felicitó uno de ellos.

Sonrió, sentándose al mismo tiempo que ya le habían servido un trago.

—Este golpe no fue sólo mío, Adán merece tantos halagos como yo.

—¿Dónde está él?— preguntó una adolescente.

—Vigilando. Mientras tanto, nosotros debemos prepararnos. —Se levantó, Sosteniendo su bebida para atraer la atención de los presentes. —Compañeros, estamos a punto de dar el primer paso para derrocar el régimen de los dioses. Pronto, no solo obtendremos los corazones de dos diosas, sino también la sangre de un semidios que nos permitirá traer al mundo humano a potenciales aliados.

Los vítores no se hicieron esperar. Algunos incluso derramaron su cerveza.

—Este golpe debe ser perfecto— continuo— Para garantizar el éxito, nos dividiremos en dos grupos: el primero será liderado por Aarón. Su objetivo será conseguir la sangre y los corazones. El otro grupo estará a mi cargo, marcharemos hacia el Templo Ígneo y tomaremos la caja de Pandora. ¿Cuento con ustedes?

Los gritos se intensificaron. Al igual que la grandiosa Levic Alcott, muchos llevaban más de cien años esperando aquel momento. Ahora, más cerca de su objetivo, era inevitable la sensación de felicidad e impaciencia.

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