Capítulo 6
Isla Zeohl, durante la caza de brujas...
Seguro que Afrodita se había equivocado. Es decir, no tenía idea de si un dios podía cometer errores, pero ella había descrito a la tal Levic con total generosidad, afirmando que era astuta; pero ahora, mirándola en aquel bar de mala muerte coqueteando de forma tonta con los clientes, empezaba a desconfiar de su palabra.
De cualquier forma, decidió quedarse a vigilar, seguro de que allí encontraría a muchos próximos culpables para llevar a la horca. Menos de dos minutos después de que se sentara en una mesa lejana, la tal Levic Alcott se acercó a él, tomando lugar en la butaca del frente.
—Así que viniste.— Fue lo primero que salió de sus rosados labios. Era más que obvio que Afrodita le había avisado.
Erick la miró con incredulidad. Dos segundos antes ella parecía alegre, y ahora, su seriedad le daba un aire diferente.
—¿Qué podrías hacer tú para ayudarme?— preguntó sin rodeos. Él no había ido allí para divertirse ni hacer amigos, y no iba a perder el tiempo en charlas innecesarias.
Levic emitió una leve risa.
—Yo sé mucho sobre maldiciones, dioses griegos y demás atrocidades. Pero también sé como romperlas, como matarlos...
—¿Cómo?— apresuró emocionado.
Levic negó mientras mordía su labio.
—Este no es el lugar. Te veré a medianoche.
Sin decir la localización exacta, se levantó de su lugar.
—¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
Levic giró el rostro, mostrando absoluto odio y desprecio por lo que los dioses le habían hecho.
—Yo soy una de sus maldiciones.
Actualidad...
Han puesto precio a tu cabeza.
Selene Harrison se sintió extraña ante la forma en que la purga pretendía alcanzarla, bajo el sucio y estúpido truco de contratar asesinos. Miró a Jason Mayer, deseando obtener alguna clase de apoyo verbal, mas el se mantuvo en silencio.
—Malditas tramposas.
—¿Confundida?— fue lo único que al chico se le ocurrió.
—¡Por supuesto que sí!— gritó— Y más aún, estaba preparada para arrancarle el jodido corazón a cualquiera de ellas, o ambas, pero, ¿Qué se supone que haga con humanos? ¿Y por qué demonios contratar uno? Las balas no pueden matarme.
Él tenía la respuesta, y sentía una gran urgencia por decirle los detalles.
—Hace 3 días tus hermanas fueron al CAVA-12, y ofrecieron una jugosa cantidad al que pudiera capturarte viva. Aunque, bueno, al principio nadie quería hacer el trabajo, y me imagino que sabes la razón.
Por supuesto, el CAVA-12 era un famoso bar donde solían reunirse algunos miembros de las 3 pandillas más peligrosas de Santa Fe, una colonia bastante conocida por su historial delictivo. Era también, el sitio donde su padre trabajaba como médico, prestando la mayor parte de sus servicios a golpes, quemaduras, puñaladas y demás heridas sin llamar a la policía, sin avisar a las otras pandillas sobre el paradero de los heridos, sin chantajes... James Harrison no hacía más que atender pacientes, ganándose así el respeto de todos.
Claro que Selene comprendía a la perfección por qué nadie deseaba ir tras su cabeza.
—¿Quién aceptó?
—La única persona allí que no pertenecía a ningún bando de Santa Fe, la cazarrecompensas especial de John Bateson— señaló una carpeta que Selene no dudó en revisar, encontrando la foto de una pelirroja y una hoja llena de sus datos: Ámbar O'Neill, una asesina con devoción ciega a un monstruo, y nadie había desentrañado la razón. Aun así, Selene no quería, de ninguna forma, tener que matarla para salvar su pellejo.
—Claro que ella tiene otros planes para ti.
—Me quiere muerta— contestó haciendo una mueca rara.
—Ella cobró el adelanto, pero Bateson le dio órdenes específicas de llevarle tu cadáver.
Harry resopló.
—Qué popular me he vuelto.
Doblaron en la esquina derecha hacia Roma, un sitio poco transitado con solo tres automóviles delante del Golf en que ellos estaban. El semáforo cambió para darles el paso, y sin tiempo a nada más, de la calle derecha salió una camioneta a toda velocidad que impactó contra la copiloto. El auto derrapó varios metros, con la mitad hecha pedazos.
Jason Mayer sintió el tibio líquido salir en un hilo de su frente, mientras un extraño ardor se apoderó de su brazo izquierdo.
—¡Harry!
Ella había visto la camioneta, y apenas tuvo tiempo para envolverse a ella y Mayer en una esfera de energía que pudiera soportar el impacto; aun así no fue tan rápida, recibiendo varios golpes antes de quedar a salvo.
La mueca de dolor era evidente: su brazo y pierna derecha dolían de forma intensa, afectando sus sentidos, y con ello, su manipulación de la bioenergía; su labio se había partido, un pequeño vidrio le había hecho un corte en el pómulo y sangraba. Emitía ligeros gemidos, intentando soportar el daño para pensar alguna forma de salir de aquella situación. Por la ventana rota observó a un hombre salir con algún tipo de arma de fuego que no lograba identificar; ella no lo sabía, pero aquel era uno de los trabajadores a cargo de Ámbar O'Neill, la asesina que había logrado (de forma indirecta) emboscar a su presa.
Algunos vecinos se asomaron por sus ventanas para descubrir qué había sido aquel extraño estruendo, cerrando las cortinas en cuanto comprendieron que estaba a punto de llevarse a cabo una matanza. Gritos fueron escuchados y los autos delante del Golf subieron la velocidad para huir; los chicos estaban solos.
Nada más a un par de personas les interesaba tal evento, y ninguna metería las narices sin importar el resultado.
—J-Jason— Pronunció Selene en voz baja, mientras arrancaba su cinturón de seguridad con la mano izquierda. Observó que Mayer tenía problemas con el suyo, y procedió a romperlo también. El joven no supo si aquello se debía a su fuerza divina o a los musculosos brazos de la chica. Sea como fuere, se dijo, en ese momento sólo debía pensar en huir con vida.
El cazarrecompensas comprobó que no había nadie mirándolo, antes de intentar acercarse al maltrecho Golf. Harry comenzó a sentir miedo sabiendo las limitaciones que tenían sus poderes ahora que experimentaba dolor, y en un intento por frenar el paso del asesino, con la pierna izquierda pateó la puerta, que salió disparada; apenas tuvo tiempo de hacerse a un lado mientras el metal se estrellaba contra el cofre de su camioneta, y enfurecido, tomó su arma apuntando a Selene, preguntándose qué demonios había sido aquella muestra de fuerza bruta.
En un edificio cercano, Ámbar se hacía la misma pregunta, deseando obtener respuestas a través de su peón. El otro espectador no hizo más que sonreír desde su ventana
Jason logró salir del auto, desenfundando su propio 9mm listo para defender a Harry. Usaba sólo la mano derecha.
—Mayer— lo reconoció— entrometido como siempre.
—Uno de los siervos de O'Neill— respondió, tratando de ganar tiempo— causándole dolor a mi trasero, como siempre.
Él sonrió, mirando a su presa bajar del auto, tambaleándose mientras jadeaba y rengueaba por el dolor. Harry se esforzaba por concentrarse. Joder, ¡Era la única que podía detener al asesino si atacaba!
Y justo como temía, así fue.
—Dispara— ordenó Ámbar al cazarrecompensas.
Obedeció. La bala no llegó a su destino, siendo un escudo de energía verde el obstáculo de la pequeña pieza metálica, ante la atónita mirada de quienes no estaban comprendiendo que sucedía. Con la espasmódica mano alzada hacia aquel hombre, Harry cayó de rodillas mientras un terrible dolor se apoderaba de su cabeza, como si resquebrajaran su cerebro cual papel. Unas extrañas marcas verdosas parecidas a ramificaciones comenzaron a hacerse visibles en su sien.
Ámbar no podía creerlo. ¿Acaso se había vuelto loca? ¿Qué carajo había sido eso? No, tenía que ser alguna especie de truco, al cual no lograba darle una explicación sensata. Su cuerpo comenzó a temblar sopesando la posibilidad de estar sufriendo alguna especie de alucinación, delirio, ilusión o lo que demonios fuera. ¿Qué había sido esa energía verde?
Una nueva onda fue enviada hacia el arma, que salió disparada de la mano del cazarrecompensas ya que la sostenía sin fuerza. No se inmutó, aun en shock por lo que estaba sucediendo.
Una nueva punzada obligó a Harry a recargar la cabeza sobre el asfalto, mientras su cuerpo entero temblaba sumergido en el terrible dolor. Jason Mayer no sabía muy bien que ocurría, pero tenía en claro que no podía dejar escapar al asesino. Apuntó a la sien de aquel, decidido a llevarlo consigo para interrogatorio.
Ámbar lo supo de inmediato, y no podía confiar en que su peón cerrara la maldita boca en cuanto el detective preguntara sobre ella. No, no podía permitir que se lo llevaran, así que le disparó directo a la cabeza, y la sangre salpicó al ahora pálido rostro de Mayer.
Ya que O'Neill había revelado su ubicación en la escena, no podía perder el tiempo en un tiroteo. Ya lo dejaría para después.
Jason tomó la misma decisión.
—¡Harry!— gritó él, dándose la vuelta para ayudar a la joven, quien aún gemía presa del dolor.
El otro espectador se sintió complacido, pues no sólo pudo comprobar que Selene Harrison era la semidiosa que Afrodita había prometido, sino que también tenía a O'Neill para descubrir pistas sobre el paradero de Bateson.
—Jefa, las encontré—reportó a través de su celular.
—Sigue a Ámbar— ordenó Levic Alcott. Ella sabía que, como el perro fiel que era, O'Neill volvería con Jonathan Bateson, avergonzada por haber fallado en la misión de asesinar a la persona que (según ella) había impedido a su jefe obtener su "preciado premio".
Ambos le provocaban náuseas, y después de obligar a Elizabeth a darle información sobre Selene Harrison, sentía que le debía una, ¿y qué mejor forma de pagarle el favor que arrancando la cabeza a su agresor?
—Mátala si quieres— continuó dando instrucciones— pero Bateson es mío.
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