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Capítulo 5

Los murmullos inundaron la sala de juicios. Como pocas veces había sucedido, la veintena de semidioses comenzaron a manifestar su desacuerdo en la comodidad de los susurros, provocando cierta irritación en la Túnica Blanca Petra.

Ella solía mantenerse callada, dejando a los demás hacer el trabajo; sin embargo, aquel día le pareció ofensivo que los semidioses no aceptaran el "merecido castigo de James Harrison". Nada odiaba más que la réplica.

-¡Orden!- ante su rasposa voz, todos guardaron silencio- ¿alguien quiere hacer un comentario al respecto?

Ella sabía que todos serían cobardes y no se atreverían a contestar. Al menos, eso era lo que esperaba.

Zenobia estaba a punto de levantarse cuando la enérgica Anderson tomó la delantera.

-Yo-las caras de miedo y asombro por parte del resto no se hicieron esperar. Ni siquiera Alda, una de las tres únicas humanas autorizadas para estar allí, esperaba tal arrebato.- Esto es injusto.

Petra no estaba feliz con la siempre problemática Cayla. Zenobia se sintió conmovida por el acto de rebeldía, pero prefería que todos lo aceptaran sin tanta discusión; era la única forma de mantener a salvo a Selene, y el horrible secreto que solo ellas dos sabían.

-Le recuerdo, señorita Anderson, que de camino a prisión James Harrison confesó el crimen contra las diosas.

-Su señoría- respondió con cierto deje de sarcasmo- sé que usted es tan astuta como para elaborar un mejor engaño.

Zenobia apretó los puños. Cada vez le era más difícil contener la rabia y la sed de venganza, sintiendo que en cualquier momento se lanzaría contra Machinskaya y le arrancaría el corazón de un doloroso mordisco; la imprudencia de Cayla iba a provocar un paro cardíaco en más de un Apóstata.

-¿Insinúa que no hacemos las cosas de forma correcta?- inquirió Machinskaya, en apoyo a su compañera.

-Lo que afirmo, es que hay inconsistencias en el caso del señor Harrison.- No esperó a que cualquiera de las Túnicas replicara, tomando una gran bocanada de aire para continuar- Ustedes dicen que él afirmó haber asesinado a las diosas arrancando sus corazones, pero todos aquí sabemos que un humano común no tiene la fuerza para hacer tal acto. Además, no está aquí para contar su versión de la historia.

Zenobia empezó a desear que cerrara la maldita boca.

-Harrison admitió haber utilizado una daga bañada en la sangre de su hija, arma que recuperamos y mostramos ante ustedes, por si lo ha olvidado- esta vez, Kendall intervino.

-¿Acaso utilizó las dagas para romper las costillas, venas y arterias que protegían y conectaban al corazón?

Tenía razón. Todos lo sabían, pero las Túnicas estaban más desesperadas por mantener su fachada y culpar a alguien para salvarse de la ira de los dioses, que aceptar la maldita verdad. Solo deseaban poner a alguien como ejemplo, para que ninguno nunca deseara desobedecer de nuevo.

En cambio, solo provocaban desconfianza e incertidumbre.

-Suficiente, Anderson- ordenó Petra. No podía permitir que ella o sus estúpidos compañeros siguieran hablando, pues cada palabra sólo los hacía quedar en mayor ridículo- la decisión ya ha sido tomada, todos ustedes solo fueron convocados aquí para hacérselas saber. Las réplicas no están permitidas.

¡Oh, desdichada Petra! Ella acababa de hacer más profundo el odio hacia los suyos.

Nadie tuvo la osadía de hablar, aún cuando el enojo y frustración envenenaba cualquier sentimiento que desease emerger en el interior de cada Apóstata allí reunido. Solo Cayla Anderson tuvo el valor para continuar de pie.

-La sesión ha finalizado. El veredicto se mantiene: James Harrison será llevado a las mazmorras.

El silencio se volvía cada vez más pesado, y todos deseaban irse pronto.

A Frederick le daba igual, llevaba todo el juicio jugando en secreto aquel famoso videojuego de minar y apilar cubos.

-Retírense- ordenó con suavidad la Túnica Blanca Thomas.

Zenobia no podía continuar allí, y decidió que tenía que retirarse antes de que la dominara el deseo por arrancarle la cabeza a Machinskaya. A mitad del camino fue alcanzada por Alda, quien tenía preocupantes sospechas.

-Hablaré con Priscila, veré si puede corroborar la versión de las Túnicas.

-No te molestes, Alda.

-Pudo haber sucedido algo más- continuó ella, ignorando a la Apóstata-puede que le hayan hecho una cosa terrible a James.

Zenobia se detuvo en seco, mirando a Alda mientras trataba de decidir si sentía enfado hacia ella, o una asfixiante necesidad por decirle la verdad.

-Perdóname, yo no...

-Tienes razón. Le hicieron algo terrible: está muerto- trató de soportar el llanto, temerosa de llamar la atención.

Como casi siempre, Alda no supo qué decir y Zenobia decidió continuar, pero a través de una conexión mental.

-Machinskaya emboscó a los Harrison. Selene está viva, pero destrozada por esto, quiere a la Túnica muerta.

Alda por fin pudo reaccionar.

-Han llegado demasiado lejos esta vez.

-Debe haber algo que pueda hacer. Si no los detenemos, matarán a mi estudiante.

Aquellas palabras le dieron una idea a Alda, y decidió que debía aprovechar la oportunidad.

-Hay algo- afirmó- pero primero, necesito que establezcas una conexión telepática con Aarón Reynoso.

A Zen no le fue difícil adivinar lo que Alda quería.

-Apresúrate, o alguien sospechara si seguimos caminando en silencio- ordenó.

La urgencia por salvar a Harry era mayor que las sospechas de Zenobia, por lo cual inició sin más el procedimiento.

La lujuria y el deseo pronto se encontraron en su camino, guiándola hasta los pensamientos eróticos de Reynoso; era tan jodidamente fácil calentarle la berenjena que por un momento Zenobia pensó que había invadido la mente de Zeus por error.

El chico se percató con rapidez de que su cabeza se sentía más pesada, por lo cual dedujo que había sido invadida; no era la primera intrusión que experimentaba.

-Aarón, soy yo. Alda. Tenemos serios problemas, las Túnicas volvieron a convocar una reunión sin ti, y decidieron que van a matar a los Harrison. Ahora mismo ya asesinaron a James.

Él ya lo sabía. Alda no era la única a su favor, siempre tenía fuentes confiables que le hacían llegar todas las noticias respecto a las Túnicas, Tenía un contacto en la morgue que ya le había enviado el expediente del difunto, y de hecho, Jericó y Bruce ya estaban en su habitación preparando todo lo necesario para armar un plan.

-Estoy enterado, y debo decir que han desafiado mi autoridad por última vez. Han estado retrasando la ceremonia de mi titulación, me han dejado fuera de cada juicio y ahora toman vidas sin importarles nada.

Estaba más enojado que nunca, y eso era bueno. Los planes que tanto había estado deseando llevar a cabo tenían una excusa para ver la luz sin ser cuestionados por los miembros de los Templos.

-Aarón, sugiero que si deseas atacarlos, sea ahora. La confianza de los semidioses hacia los ancianos es más baja que nunca. La moral está por los suelos, saben que las Túnicas sacrificarán a quien sea con tal de mantenerse a salvo.

Zenobia, quien se había mantenido callada hasta entonces, decidió intervenir.

-Los ayudaré, si a cambio nos dejan a Harry y a mí encargarnos de Machinskaya.

Aunque ella no podía verlo, Aarón sonrió. Zenobia también estaba en su lista personal de "semidioses que mantener vivos y cerca", y el trato que estaba ofreciendo era imposible rechazar, más cuando ella siempre se había mantenido al margen sin importar lo que ocurriera dentro de los templos.

-Atacaremos en una semana, antes de que se den cuenta de que Selene Harrison mató a un pelotón. Si les demostramos al resto de Apóstatas que nosotros nos preocupamos por el bienestar de todos, será más fácil obtener su confianza y apoyo. Comenzaré a reunir a nuestros aliados en el Templo del Nigromante, y tu, Alda, reúne a los de Amatista. Zenobia mantendrá la conexión telepática para que podamos trazar un plan de ataque.

Tan pronto terminó la charla, Aarón, continuó con los preparativos, sintiendo un ansioso deseo por dar el golpe contra los ancianos.

-Bruce, reúne a nuestros aliados dentro del Templo. Investiga si hay alguien más dispuesto a luchar.- El mencionado asintió, saliendo con rapidez de la habitación de su jefe- Jericó, envía un mensaje a nuestros aliados fuera del Templo. Ya es hora de cobrar favores.

Barrio Bajo...

No recordaba cómo, pero Selene Harrison se había metido en una vieja casa abandonada del siempre descuidado Barrio Bajo, y se había hecho un ovillo en un sucio rincón. Gruñía cosas ininteligibles mientras las lágrimas fluían y se mezclaban con sangre y mucosidad, que de vez en cuando limpiaba con la ropa prestada.

En un momento dado, el cabello se le pegó al rostro y reparó al fin en que también lo tenía cubierto de sangre. Un olor fétido comenzó a emanar de él, y asustada se levantó de un salto, buscando entre los vidrios rotos alguno que se viera afilado.

-No, no, no lo quiero, ¡no lo quiero!- murmuraba al principio, pero con cada nueva palabra comenzó a elevar la voz, al mismo tiempo que cortaba su enredada trenza de forma tan irregular que al final le quedaron varios mechones largos; se sintió más ligera, pero no pudo deshacerse del aroma a muerte. Al final, no le quedó más que continuar llorando.

En la casa de los Mayer, Jason también lloraba. Zenobia le había terminado confesando todo, desde la muerte de James hasta el posible frenesí asesino de Harry, solo con el propósito de mantenerlo al margen tal y como la joven semidiosa lo deseaba.

-¡Hey!- llamó su hermana a la puerta, tratando de obtener su atención- Hace un buen rato que no veo a Harry por aquí, pensé que tu y ella quizá se habían ido a un sitio más privado- se burló, y al no obtener respuesta presto más atención a Jay- ¿espera, que sucede?

-James Harrison está muerto. Las Túnicas son las responsables.

Alice no supo qué decir.

-¿Y Harry?

-Ella, ella se fue apenas supo que algo andaba mal.

-¿Va a regresar?

Jason titubeó. Esa era justo la pregunta que rogaba no le hiciera,

-No, no lo creo. Mató al pelotón que ejecutó a su padre.

Escuchar sobre asesinatos jamás se volvería un tema sencillo para Alice, sin importar cuantas veces lo hubiera vivido en el pasado. De hecho, comenzaba a experimentar cierto temor.

-T-tal vez ella no es buena para ti.

-No es eso lo que me preocupa- contestó, dudoso de sus siguientes palabras- estaba pensando en el trato que me trajo hasta aquí.

-Estabas pensando en papá.

-Si- decidió al fin compartir sus preocupaciones con su hermana- antes de involucrarme en todo esto, pensé que saber quién nos lo había arrebatado era lo único que necesitaba para poder cerrar esa parte de mi vida. Pero ahora, viendo a Harry destruirse por el suyo, me pregunto si seré capaz de soportar la verdad.

Alice comprendió que su hermano tenía miedo de perder el control, de mancharse las manos y arrepentirse por ello toda su vida; sin embargo, también era consciente de todo el odio que ambos habían albergado durante tantos años.

-Lo que sea que tú decidas hacer, Jay-Jay- tomó su mano, reconfortándolo-yo estaré aquí para apoyarte.

El otorgó una leve sonrisa como respuesta, y su hermana decidió continuar.

-Después de todo, tú lo conociste mejor que yo.- De repente, Alice sintió tristeza- y yo ni siquiera pude decirle quien soy en verdad.

Jason abrazó a su hermana, intentando hacerla sentir mejor.

-¿Crees que me hubiera querido?- inquirió ella.

-Él estaría orgulloso de verte feliz. Te hubiera llevado a comprar tu primera falda.

-Seguro escogería una bellísima.

-No, hubiera sido horrible, tenía un pésimo gusto para la ropa.

Ambosrieron. Al menos, siempre se tendrían el uno al otro.

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