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Capítulo 14

Ocho días no eran suficientes para casi nada. Con la traición de la gran mayoría de Apóstatas, la organización dentro de los Templos era un caos y los miembros de bajo nivel no sabían si era prudente confiar en el legítimo líder, en especial cuando los había obligado a regresar al Templo del Nigromante por "razones de seguridad", mismo sitio a donde se estaban trasladando los reclusos y la poca población del Templo de Amatista.

Además el conflicto bélico de los dioses tenía a todos sumergidos en el miedo, puesto que con cada hora que pasaba, se iba extendiendo a más rincones del mundo. Y aún no tenían ni idea de que iban a hacer al respecto.

El tiempo sólo había alcanzado para dos cosas: llevar a cabo los ritos funerarios para los caídos, y arrestar a los "criminales", entre los que se encontraba Selene Harrison.

Llevaba seis días en su celda y se había duchado un promedio de 15 veces, pero no importaba cuánta agua resbalara por sus heridas, ella seguía percibiendo el olor a sangre y carne putrefacta.

—No se va, no se irá— murmuró mirándose en el espejo roto. De repente, en el reflejo percibió una extraña mancha que se desplazaba hacia su cama, y giró para ver de qué se trataba. Palideció en cuanto se dio cuenta de que en la pared estaba apoyada una persona cubierta de sangre, cuyo rostro se hallaba escondido entre sus manos.

Ella no lo comprendió, ¿acaso habían trasladado a alguien a su celda?

Con cautela comenzó a acercarse, pero de repente aquel se descubrió la cara y Selene no pudo hacer nada más que quedarse quieta en su sitio, incapaz de huir, cerrar los ojos y gritar: a quien tenía enfrente era el guardián al que había torturado hasta la muerte. Tenía un ojo reventado y la boca entreabierta. Se mantenía inmóvil, mirando a la Apóstata con expresión angustiada.

—¡Harrison!— escuchó, y asustada se giró hacia la voz. Miró con desconcierto al guardián que la observaba con seriedad.

—Eh...

—Veo que tu condición es peor de lo que Aarón imaginó.

Ella entendió después de unos segundos mientras intentaba recuperar la compostura.

—Te conoce muy bien. Creo que los rumores de que se revolcaban eran ciertos — concluyó con desprecio.

Pero Selene no se sintió ni un poco avergonzada.

—¿Y?

Durante los siguientes cinco segundos el silencio se tornó incómodo, hasta que por fin el guardián se aclaró la garganta.

—Perdimos muchos buenos guardianes y no tenemos suficientes efectivos para defendernos de lo que vendrá, así que te necesitamos en el campo de batalla. Eso sí, el jefe fue muy claro: tendrás que acudir al servicio psicoterapéutico del Templo y también someterte a evaluación psiquiátrica.

—Por mí está bien— de repente, se dio cuenta de una cosa importante — ¿qué es lo que viene?

Por su parte, en el jardín, Cayla miraba la lluvia constante que caía sobre la tumba de Alda, justo a un lado de las plantas que había sembrado años atrás.

Anderson abrazó sus piernas. ¿Como mierda debía sentirse? No estaba segura de haberla amado hasta el final, pero sin duda merecía algo mejor que morir con la carne quemada.

Debió haber arreglado las cosas cuando tuvo oportunidad. Debió haber roto con Alda hacía mucho tiempo atrás, pero prefirió dejar que ambas siguieran encadenadas a una relación que no funcionaba, simplemente por que no conocía otra cosa. Y ahora, de cualquier forma, se había quedado sin ella.

Evangeline se acercó, poniendo con timidez una mano sobre su hombro. Le hubiera gustado no molestarla, pero tenían una reunión de emergencia a la cual acudir.

—Cayla, hay que...

—Eva, ¿yo pude haberla evitado?

Aquello la tomó por sorpresa.

—¿Evitado?

Anderson suspiró.

—Alda solía regañarme porque no me gustaba meterme en sus asuntos políticos. Decía que alardeaba mucho sobre hacer lo correcto para, al final, no hacer nada.

Eva comprendió que ella se sentía culpable, y no supo cómo responder.

—No...

—No ¿qué?

Respiró hondo.

—No tengo idea de si eso hubiera cambiado algo— quería consolarla pero sabía que en ese estado, Cayla no aceptaría palabras bonitas; ella solo deseaba escuchar cualquier cosa que la hundiera más en la miseria, pero tampoco iba a darle eso— quizá de involucrarte en sus asuntos políticos, Alda estaría viva. Pero quizá Jacob y yo no lo estaríamos. Quizá te habrías expuesto ante Bóreas y él nunca se habría acercado a la isla, y continuaría abusando de niñas sin ningún castigo.

Cayla apretó los puños, meditando un par de segundos.

—¿Entonces qué debería hacer ahora?

Con Bóreas muerto, solo había una cosa:

—Involucrarte— concluyó Parra, tendiéndole la mano.

Cayla necesitaba aferrarse a cualquier cosa que pudiera justificar su existencia en ese mismo instante, por lo cual aceptó sin pensarlo demasiado.

En algún rincón del mundo...

Zeus ya no tenía la misma fuerza ni resistencia que aquella de la que había gozado durante la Titanomaquia, por lo cual ahora, tras varios días de lucha sin descanso, el agotamiento comenzaba a pasarle factura; no soportaría mucho más, y los únicos dioses que se mantenían fieles a su lado, tampoco lo harían.

Las calles de Sarajevo estaban empapadas en una mezcla de la sangre de los lugareños y la de Hécate, Ilitía y Pan, cuyos corazones habían sido arrancados por los erotes bajo instrucciones específicas de la misma Afrodita, pero solo los de las diosas habían sido triturados; el cuerpo de Pan junto con sus órganos, habían sido llevados a sitio desconocido.

—No vamos a ganar—anunció Apolo entre jadeos, quien se hallaba en Krivajevići junto a Zeus, Hermes y Hefesto. En mitad de la carretera había creado un círculo de fuego como escudo, pero que pronto se extinguiría dejándolos vulnerables a la ira de los demás— tenemos que retirarnos.

Hefesto estaba sangrando mucho. Al tener una movilidad torpe, que Ares lograra alcanzarlo era cuestión de tiempo, logrando clavar el hacha de batalla en una de sus piernas. Hermes le ayudaba a sostenerse en pie, pero el peso del dios y su propio cansancio mermaban su velocidad.

El gobernante estaba seguro de que no ganaría aquella batalla, pero su orgullo impedía dejar a Hera obtener el control del Olimpo.

—Ella no tendrá el trono.

El fuego al fin se apagó. Zeus creó electricidad de sus palmas al mismo tiempo que se lanzaba hacia la horda de divinos.

—¡Espera, Zeus!

Templo del Nigromante...

Dentro de la sala era imposible distinguir alguna voz. Todos los asistentes gritaban, ya sea con molestia, inquietud o desesperanza, puesto que los rumores respecto a aquella junta no se habían hecho esperar. Solo Harrison parecía no entender la situación, buscando con desespero a Jason Mayer para solicitar ayuda; sin embargo, el joven no parecía estar en alguna parte.

Aarón lanzó una pequeña descarga eléctrica al centro del piso, obteniendo un silencio absoluto por parte de los asistentes.

—Por lo visto, saben a qué han venido. Pero en caso de que algunos todavía no conozcan el motivo, déjenme ponerlos en contexto: cuando comenzamos los planes para la rebelión, Zenobia de Argos me hizo saber un asunto urgente...

—¿La Congregación de Cazadores está aquí?— preguntó un alarmado anciano.

—Está aquí— confirmó Reynoso— y están activos.

Una vez más el pánico se apoderó de la sala, pero Selene continuó sin comprender, sintiéndose cada vez más preocupada por su ignorancia. Con algo de vergüenza, Zen colocó la mano sobre su hombro.

—Te lo explicaré todo más tarde.

Harry asintió en silencio.

—Mientras planeábamos la rebelión, ella intento enviar dos mensajes de advertencia: uno a mi maestra Priscila, y otra al maestro Aldous del Templo Ígneo. Sin embargo, nunca logramos establecer contacto, por lo cual el día de ayer por la noche, cuando la tormenta había disminuido, decidí enviar un pequeño grupo a revisar el lugar.

Aarón exhaló profundo. Lo siguiente que iba a decir aumentaría el pánico.

—Pero las personas que fueron allí regresaron hace apenas unas horas y con el reporte de que todos los habitantes del Templo habían sido asesinados hace varios días— en los rostros de muchos Apóstatas observó confusión, y en otras, terror— y eso puede significar una cosa: que, de alguna forma, la Congregación supo de su ubicación y fue allí para matar a todos nuestro compañeros y, además, robar la "Caja de Pandora".

Los gritos inundaron de nuevo la sala.

—¡Entonces están de vuelta!

—¡Van a traerlo!

—¡Tenemos que huir!

—¿Que hacemos aquí todavía?

—La Congregación ya ha de saber la ubicación del Templo.

—No estamos seguros aquí.

A Frederick le estaba empezando a aburrir tanta palabrería. Si alguien quería largarse, que lo hiciera, pues el ya había tomado la decisión de quedarse; huir del Templo para refugiarse en su casa pondría en riesgo la vida de sus hijos, y si los Cazadores quería ir por él, los esperaría con una tacita de café.

Aarón volvió a disparar una ligera descarga.

—Esta isla ya no es segura para nosotros, así que solo nos quedaremos aquí hasta mañana al mediodía— concluyó— Empaquen sus pertenencias, ya hice los arreglos para ir hacia los Hiperbóreos, es lo más seguro por ahora.

Aarón Reynoso había dado su orden final, y nadie podría decir si aquella había sido la mejor decisión. Dispersos, quizá, hubiera sido más fácil matarlos. O quizá hubiera sido más fácil esconderse.

A Cayla ya le empezaba a fastidiar que todo no paraba de salir mal ¿no podía tener cinco jodidos minutos para su propia miseria?

Las personas comenzaron a salir corriendo, pisando y empujándose entre ellos con el miedo escapando por sus poros. Eva ordenó a Jacob no separarse de ella, pues no quería que su hijo fuera empujado o se perdiera entre la multitud.

Fuera de la sala de juicios, Harry chocó con Alice y Beth Mayer.

—¡Harry, querida! — exclamó la madre de Jason mientras le tomaba la mano — Necesito que me ayudes.

Selene se sintió nerviosa.

—¿Qué?

—Reynoso le dio la recompensa que tanto esperaba— explicó Alice—la información sobre el asesinato de nuestro padre.— De repente se sonrojó, imaginando que acababa de revelar algo que no debía—¿Tú sabías sobre esto?

Harry solo movió la cabeza en gesto afirmativo.

—Pues desde entonces ha estado encerrado en la habitación, no ha dicho nada y se negó a enseñarnos el expediente de papá. Temo que intente algo estupido y... y, y después de lo que ha pasado, no quiero que haga algo de lo que se pueda arrepentir. Menos ahora que... bueno, te he visto.

Selene sintió vergüenza. Sabía a lo que ella se refería, pero creía que no tenía derecho de molestarse con ella, puesto que era verdad.

—Haré lo que pueda— prometió, comenzando a caminar junto a ambas Mayer hacia la habitación de Jason. No se atrevió a levantar la mirada, y pronto el silencio se tornó incómodo.

—Querida, no es tu culpa— afirmó Beth, notando como Harry apretaba los labios— cuando mi Eddy murió, yo también quise destruirlo todo.

De reojo Alice pudo observar un ligero cambio en la expresión de la chica, pero no logró distinguir si se trataba de sorpresa o confort.

—Quería respuestas— continuó— Quería en mis manos a su asesino, y más de una vez soñé con el momento en que él entraría al jurado y yo le dispararía.

Harry estaba sorprendida. No imaginaba que una persona que parecía tan gentil pudiera albergar tales pensamientos.

Alice comenzó a llorar. Ella era demasiado pequeña cuando todo sucedió, por lo cual su familia no dudó en brindarle apoyo y protección para aminorar su sufrimiento; sin embargo, nunca se había detenido a reflexionar sobre el infierno que su madre y Jay-Jay habían tenido que soportar.

—Pero al final, igual que tu, ya no pude hacerlo. No solo por el hecho de que nunca atraparon al culpable, sino también porque entendí que eso no era lo que yo quería para mi. Quedarme en ese punto de mi vida no era una opción, mucho menos si quería cuidar de mis hijos. Tenía que seguir...

Selene reprimió el impulso de preguntar qué era lo que a ella le quedaba, pero Beth notó la duda.

—Querida, tu también encontrarás la fuerza para continuar, a pesar de que ahora mismo todo sea oscuro para ti.

Por fin Harry logró establecer contacto visual. Ninguna palabra fue capaz de salir de su garganta, por lo que se limitó a asentir.

Los últimos minutos transcurrieron en un silencio más cálido, que solo fue roto para dar un último agradecimiento.

Selene abrió la puerta, encontrando a su amigo comiendo una rebanada de pizza con mucha catsup, mientras sus pies jugueteaban con varios envoltorios de frituras y galletas esparcidos por el piso.

—Adivino, Alice te llamó — Jason afirmó con vergüenza, pues sabía que su estado no era el mejor.

—Está preocupada.

—Sabe que no quiero que me veas así— comentó mientras abría una lata de cerveza.

—Estuviste allí en mis peores momentos, y voy a hacer lo mismo por ti.

Ella no pudo notarlo, pero Jason se sonrojó.

—¿Estás aquí por que crees que voy a matar a Lev Machinskaya?— inquirió, anticipando una respuesta positiva.

—Entonces fue él— afirmó Harry, aunque no estaba del todo segura.

—Si, fue el— arrojó su lata— eso explica por qué Machinskaya siempre nos prestó atención. Solo vigilaba a mi familia.

Harry se sentó junto a el, tomando una cerveza.

—¿Sabes dónde está?

—¿Crees que voy a matarlo?— repitió.

—Sé que no.

Jason apretó su segunda lata y se levantó de forma brusca.

—¿Por qué crees que no puedo hacerlo?

Ella bebió con tranquilidad.

—Sé que puedes. Pero no eres un asesino.

"No como yo" evitó decir.

—¡Me quitó a papá! ¡Se lo quitó a Alice!—gritó mientras comenzaba a llorar— Ni siquiera pudo conocerla. ¡Mamá lloró por el todas las noches durante años! ¿Por que no iba a querer matarlo?

—Yo no lo pongo en duda.

—¿Entonces por qué crees que no iré a matarlo?

Harry no meditó mucho la respuesta.

—Por que terminarías igual que yo.

De repente Jason sintió mucha vergüenza. Era como si por un momento hubiera recordado todo lo que a los Harrison les había sucedido, y que de alguna forma se equiparaba a lo que sucedía a su propia familia; aunque la diferencia entre ambos jóvenes era abismal, y por mucho que la quisiera, no deseaba terminar como ella.

—Tu tienes una razón para seguir con las manos limpias. No eres un asesino.

No. No lo era. Jason Mayer había disparado en ocasiones previas, pero sus balas nunca habían tenido una trayectoria mortal y está podía, o no, ser la primera vez.

Pero, ¿A Ed le hubiera gustado eso? ¿A él mismo le gustaría? Sus compañeros y amigos del Templo eran el claro ejemplo de por qué no debía hacerlo. Selene Harrison estaba convirtiéndose en una persona diferente a la que había conocido, siempre a la sombra de la culpa.

Cayla Anderson, por el contrario, había disfrutado con matar a Bóreas, de la misma forma que Priscila del Acero Sangriento era famosa por jugar con sus"presas".

Por último estaban Zenobia, Aarón, etc., que ya no sentían gran cosa al matar.

Y todo ello le asustaba. No quería terminar como ninguno de ellos.

Jason comenzó a llorar y Harry lo abrazó con cierta timidez, esperando (por una vez) poder reconfortarlo y devolver un poco del apoyo que siempre le había mostrado.

Le hubiera gustado quedarse así un largo rato, pero aún tenía un asunto pendiente con su maestra que necesitaba aclarar; tras un par de horas, Selene Harrison marchó hacía la habitación de Zenobia, sin saber que aquello sería el comienzo de su siguiente infierno.

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