Capítulo 12
Los Olímpicos nunca dejaban ir una oportunidad para conseguir sus metas. No importaba si tenían que mentir, asesinar o tomar las cosas por la fuerza, nada se interponía entre ellos y sus caprichos; Afrodita no era la excepción, y sacando provecho de que todos los dioses estaban luchando o escondiéndose, decidió enviar un mensaje al único sitio del mundo actual que no le era desagradable: el Rancho de Avellaneda.
Para ella fue más que sencillo pasar desapercibida, ya que aquél era de los pocos lugares que se encontraban protegidos con diversos sellos y hechizos que lo invisibilizaba exclusivamente ante dioses y semidioses; después de todo, casi ninguna otra criatura era capaz de entrometerse en asuntos de humanos.
Su visita fue corta. Convertida en paloma, voló cerca de una vigía y entregó un trozo de papel con apenas las palabras necesarias para Levic, confiando en que ella tenía la suficiente astucia como para saber qué hacer.
Templo de Amatista
Joan no mentía. No tenía idea de qué debía hacer para mantener a las Túnicas ocupadas, así que (por orden de Harry) se limitó a correr de un lado a otro a treinta metros de distancia de Machinskaya, esperando estar lejos del alcance de la anulación. Ambos intuían que el poder del chasquido era limitado, ya que no lo había utilizado más de una vez; o no podía usarlo de forma consecutiva, o solo tenía cierto radio de alcance.
Continuando con el plan, Quintanar buscó y robó un arco y un carcaj de un cadáver, y en algún punto de los 9 segundos que duró su carrera, pasó cerca de Selene y Frederick, mezclándose entre el resto de Apóstatas para evitar sospechas.
Pasaron dos segundos más. El Apóstata se detuvo para disparar 12 flechas de forma rápida y consecutiva, pero nueve de ellas fueron detenidas por la palma abierta de Eleanor, evitando lastimarse gracias a su capacidad de convertirse en oro. Las tres restantes fueron atrapadas por dos espectros que ya habían terminado de materializarse.
Joan tragó saliva, nervioso, mientras sus torpes dedos tomaban el último proyectil que le quedaba en el carcaj, convenientemente roto de la punta y el culatín.
—Mátenlo— ordenó Kendall.
Eleanor y los espectros se lanzaron sin precaución hacia el chico, cuyo pulso tembloroso hizo que la Túnica no le tomara en serio. Después de todo, nada alcanzaría para enfrentarse a los tres.
Apenas a dos metros de distancia de sus oponentes, Joan aflojó el agarre de la flecha, la cuál desapareció de sus manos y se materializó justo frente al ojo izquierdo de Kendall, siendo empujada hacia él antes de que pudiera parpadear más de dos veces. Su grito desgarrador atrajo la atención de Eleanor y las otras Túnicas, sorprendidas pero poco preocupadas al saber que eso no sería suficiente para matarlo.
Joan corrió y los espectros comenzaron a seguirle, al mismo tiempo que Eleanor, avergonzada, buscaba a Selene Harrison.
Muller sonrió de forma terrorífica. Siendo lo más discreto posible, comenzó a mover los dedos y casi al instante Kendall experimentó un dolor agonizante que se extendió desde su ojo hasta su garganta. El anciano extrajo la flecha rota pero ya era demasiado tarde, y cayó al piso sintiendo su cuerpo entumecerse.
Sabiendo que todos habían caído en la trampa, la cautelosa Petra impidió a Machinskaya intervenir.
—¿Que haz hecho?— exigió saber Eleanor, apuntando sus acusaciones hacia la astuta Selene a la par que se lanzaba a intentar romper su escudo.
Aquel había sido el imprudente plan de la Apóstata: Joan rompió a propósito una flecha para que Frederick pudiera esconder dos semillas de olivo entre las grietas de la punta, de forma que al contacto con la carne estas pudieran liberarse y germinar de forma acelerada. Solo había que ser cuidadosos y hacer creer a las Túnicas que Harry era la verdadera autora del ataque.
Las ramificaciones de la planta se abrieron paso entre los pulmones, raspando la carne y agrietando los huesos hasta que pudieron llegar al corazón, perforándolo de forma silenciosa. La sangre comenzó a brotar por las comisuras del muerto y Eleanor solo pudo mirar con horror cómo su compañero yacía quieto y con los ojos desorbitados. Por precaución, las otras Túnicas se alejaron del cuerpo.
Tres espectros más habían logrado formarse, alcanzando a la figura de oro viviente.
Con la farsa terminada, Harry se teletransportó detrás de Machinskaya, fingiendo querer atacar con sus ondas de energía. Un nuevo espectro se interpuso en su camino para recibir el impacto, mientras otro se acercaba y rasgaba la piel de su mejilla.
Selene volvió a desaparecer, materializándose está vez a diez metros frente a Petra. Otro espectro arremetió contra ella, y escurridiza huyó utilizando la misma técnica, repitiendo el procedimiento otras tres veces, impacientando a Machinskaya lo suficiente.
—Anulación— recitó en cuanto Harrison reapareció en las alturas, haciéndola caer frente a ella.
Joan sabía que eso podría ocurrir, por lo cual, cerca de la escena y muy atento, corrió para llevársela lejos de las Túnicas.
—Dime que funcionó— demandó el hijo de Hermes, sudando frío.
Un sismo le dió la respuesta que buscaba. El suelo comenzó a reventar, cortesía de los hermanos Todd que habían esperado impacientes su oportunidad.
A tropezones, la Túnica Blanca Eleanor trató de llegar hasta ellos para matarles, pero Zenobia la arrojó a un punto menos concurrido con ayuda de una onda psicoquinética, dando a los gemelos el espacio suficiente para abrir una grieta tan grande como para aprisionar allí a la anciana.
Por su parte, Fred arrojó sus últimas semillas de olivo entre varias grietas, haciéndolas crecer para aprisionar a Eleanor y los pocos guardianes que aún apoyaban a las Túnicas. Sin embargo, estas no pudieron detener a los escurridizos espectros que se dirigían a toda velocidad tras los gemelos, y varios Apóstatas, cansados y tambaleantes, se interpusieron en su camino; Machinskaya supo entonces que debía utilizar su verdadero poder, aun a riesgo de quedar ciega.
Un relámpago reventó los tímpanos de todos, sacudiendo los cimientos del Templo. La anciana aprovechó la breve distracción para cubrirse el ojo izquierdo y posar su letal mirada en los Todd. Apenas un segundo después se escuchó una especie de explosión y los cuerpos de los gemelos comenzaron a arder. El terremoto se detuvo entre sus gritos agonizantes y muchos se giraron con horror para ver lo que estaba ocurriendo, momento que los espectros aprovecharon para matar a varios de los rebeldes, incluidos Jericó y Bruce.
Frederick miró a la Túnica con atención, descubriendo que la línea de agua le sangraba de forma abundante.
—El poder de un pirolisco—concluyó, dándose cuenta de que la anciana estaba abriendo el otro ojo para su siguiente ataque—¡No dejen que los vea!—advirtió, pero ya era demasiado tarde.
Machinskaya se centró esta vez en tres guardianes entre las que se encontraba Alda, la traidora a la que le había entregado su confianza y a la que no dejaría escapar con vida.
Dos minutos más tarde Cayla Anderson llegó a escena, observando cómo el cuerpo de la mujer a la que aún amaba se desplomaba emitiendo sus últimos gemidos de angustia.
Incapaz de creerlo o de saber quién le había hecho daño, sus nublados ojos se posaron sobre Petra e invocó un hielo puntiagudo que la atravesó desde la espalda hasta el corazón. El cuerpo de la anciana quedó empalado, resbalando sobre el carámbano con inquietante lentitud al mismo tiempo que los espectros se derretían en una sustancia espesa y corrosiva. Machinskaya se alejó de forma instintiva mientras los menos afortunados morían bajo la capa viscosa de aquellos cadáveres.
Cayla se acercó entonces, empujándole la cabeza a la Túnica para hundirla más en el hielo.
—Petra...— masculló.
De repente, una planta creció frente a ella para protegerla, explotando e incendiándose al instante. Anderson cayó con violencia varios metros hacia atrás, siendo alcanzada por el fuego que le dejó algunas quemaduras de segundo grado.
Zenobia se acercó a ella para transportarla a otra parte del patio donde pudiera comenzar a curarla. Por su parte, Muller se acercó a los heridos más próximos para examinarlos.
Haber forzado su ojo izquierdo en tan poco tiempo dejó a Machinskaya debilitada, por lo cual Joan Quintanar decidió atacar, lanzando un golpe que la Túnica eludió sin problema ya que (gracias al cansancio) el hijo de Hermes se movía con mayor lentitud. Alcanzó a tomarlo por el brazo, que rompió con un fuerte golpe de su palma izquierda. No hubo tiempo para tomar sus cuchillos y matarlo, ya que una bala (cortesía de Jason Mayer) le atravesó el brazo izquierdo, y ella, furiosa, posó su vista sobre el chico, pero Harry colocó su propio cuerpo delante de él para protegerlo en caso de que su escudo de energía no sirviera.
Por fortuna la explosión no fue capaz de atravesar la barrera. Con la vista nublada, Machinskaya comprendió que había cometido un error, y si quería conservar su vista tenía que ser cuidadosa al usar sus siguientes tiros.
—Debí dejarte morir aquel día, Mayer— escupió con rabia mientras estrujaba su herida— pero no quería que él tuviera más problemas.
Ninguno de los hermanos Mayer comprendió lo que Machinskaya estaba diciendo. Alice apuntó su arma hacia ella pero no disparó, temerosa de que tuviera algún otro truco bajo la manga y preocupada porque solo le quedaban dos balas.
Harry deseó matarla en ese instante, y reparando en la herida abierta del brazo, recordó aquella vez en la que se reabrió sus propias cortadas al intentar sanarlas; entonces, tuvo otra imprudente idea.
—Hay que atacar, hacerle todas las lesiones posibles.
Machinskaya sacó al fin su par de cuchillos, esperando que nadie se atreviera a acercarse.
—¿Así nada más?— se burló Fred, quien ahora atendía el brazo de Quintanar.
—Así nada más—con ayuda de su psicoquinesis hizo levitar los proyectiles esparcidos que se encontraban en su rango de visión, apuntándolos hacia la anciana— No importa que tan pequeña sea, hagan eso y yo me encargo de lo demás.
—Bien— concedió Aarón, electrificando sus dedos. Al mismo tiempo, él y Harrison se prepararon para cargar, dando a propósito una ventana de oportunidad.
—¡Anulación!— Machinskaya chasqueó los dedos, causando que los proyectiles cayeran al piso y la electricidad se dispersara; había caído en la trampa.
Mayer disparó 7 de las 8 balas de su último cartucho y la Túnica se giró hacia él, bloqueando con dificultad sus ataques ya que no podía ver bien. Dos proyectiles lograron perforarle un hombro y rozar una mejilla.
Desde su posición, Eleanor intentó advertir a su compañera sobre el siguiente ataque, pero la mordaza de olivo se lo impidió y Priscila pudo lanzar sin problema un par de flechas que lograron incrustarse en la espalda de la anciana. Aún con el dolor y los músculos entumecidos, Machinskaya dio la vuelta para encararla, observándola fijamente mientras un nuevo brote de sangre comenzaba a escurrir de su ojo derecho, pero antes de que pudiera hacerla explotar, Zenobia utilizó sus poderes para transportarla a otro sitio, evitando el ataque con solo algunas quemaduras menores.
Aarón arrojó un par de rayos que entumecieron el cuerpo de Machinskaya, quien negándose a rendirse hizo su mejor esfuerzo para producir un débil chasquido que apenas logró alcanzar a Reynoso.
Una última flecha disparada por un valiente guardián logró asestar en el pecho, dando a Selene Harrison la ventaja que necesitaba.
—Se acabó, Machinskaya— sentenció mientras corría hacia ella, impregnando con su poder las heridas de la anciana al mismo tiempo que recordaba la escena sangrienta con la que se encontró al regresar a su refugio. Apretó los dientes, y empapada de odio no tuvo ningún inconveniente en comenzar a hacer más grandes todas las lesiones: los agujeros de bala crecieron hasta el tamaño de una pelota de béisbol, mientras los cortes se hicieron más profundos; por supuesto, no tocó las flechas, pues bajo ningún concepto iba a dejar que estas le perforaran el corazón. Machinskaya no debía morir tan rápido, no lo iba a permitir.
Sabiendo que pronto intentarían detenerla, Harry se encerró en una esfera de energía, las ramificaciones de su cuerpo comenzaron a engrosar y sus pupilas se perdieron en el fantasmagórico brillo verdoso.
—¡No, espera!— gritó Priscila.
—¡Harrison, ya basta!— ordenó Aaron. No le importaba que la anciana muriera, pero no consentía la tortura.
No obstante, solo los desgarradores gritos de la anciana y su caída lograron sacarla del trance ya que, de repente, su voz le sonó familiar, parecida a la de James.
Se detuvo unos segundos, sintiéndose asquerosa, como la misma escoria que le había quitado a su padre. Aunque ¿acaso Machinskaya no había dado la orden? ¿no merecía todo este dolor?
Miró a la anciana a los ojos, y casi pudo jurar que a través de ellos le era posible observar el rostro atemorizado de aquel guardián a quien había torturado.
Todo era muy extraño.
En un último intento por sobrevivir, Machinskaya intentó enfocar su vista en la Apóstata, pero esta se dio cuenta de inmediato y recuperando su rencor inicial, le arrancó el corazón.
—¡Harrison, se acabó!
—¡Mátalo ya!
El rostro de Mayer palideció. Parecía ser que Selene estaba decidida a mancharse de sangre, sin importar las consecuencias.
—¡Merece un juicio!
Selene colocó su pie sobre el cuerpo de Machinskaya, triturando sus huesos.
—No, no me mates... por favor— suplicó la anciana, haciendo enojar a Harry todavía más.
—A él no le perdonaste la vida— respondió. De repente, ya no pudo escuchar los gritos ni los golpes fuera de su esfera, volviendo a concentrarse en su deseo de venganza.
—Déjame ir y te diré todo lo que sé... todo lo que nadie te ha querido decir, lo que ni la misma Zenobia de Argos te ha confiado.
¿De Argos? ¡Pero qué carajo! ¿Zenobia era así de antigua?
La mencionada tragó saliva con dificultad, preocupada. Por su parte, Machinskaya notó la duda en la muchacha y decidió aprovechar la oportunidad.
—Ella nunca te lo ha dicho, ¿cierto?—comentó con burla—Para considerarte una hija, no confía lo suficiente en ti para hablarte de su asquerosa juventud.
La Túnica sabía que el uso de la bioenergía requería de mucha concentración, por lo cual intentaba perturbar los pensamientos de Harry.
—¿No te gustaría saberlo? Ella no es la dulce y recta mujer que finge ser... no, ella no se parece en nada a la persona de Argos...
—¡Cállate!—exigió Selene con fastidio mientras estrujaba el corazón de la anciana—Si, me gustaría saber sus jodidos secretos, pero no pienses ni por un momento que eso me molesta. Así que olvídate de tu estúpido intento por desconcentrarme.
Machinskaya no respondió, sabiendo que había malgastado su última carta. Cerró los ojos, esperando que su final no fuera tan doloroso.
Harry apretó los dientes, acercándose a la anciana para tomar sus cuchillos, y todos comprendieron de inmediato que planeaba extender su agonía.
—¡Espera!
—¡No lo hagas! ¡Tú no eres así!
Machinskaya cerró los ojos, rezando por alguna clase de milagro.
Y ese, tal vez, era Jason.
—Harry espera, ¡no lo hagas!— gritó, golpeando la esfera de energía con fuerza para atraer su atención.
Ella volvió a reaccionar, sintiendo como si hubiera despertado de una pesadilla. Miró con atención a la anciana, pareciendole frágil y asustada. ¿Su padre se había visto igual?
—Por favor.... ¡Detente!
Selene dejó de moverse. Con todo lo que ya había hecho, ¿acaso era diferente de Petra o Machinskaya? ¿No se había convertido en la misma escoria?
Pensó en su padre, un médico respetado que cuidó de todas las vidas que pudo, y que jamás habría hecho las atrocidades que ella estaba cometiendo.
"Vela siempre por la vida y dignidad humana'', le había enseñado.
Y ella lo había olvidado por mucho tiempo.
Cerró los ojos y exhaló, recuperando algo de calma mientras las primeras lágrimas comenzaban a escurrir hacia sus mejillas.
—No puedo hacerlo.
La energía que servía de escudo desapareció y las ramificaciones verdes en su cuerpo comenzaron a desvanecerse. Sin mucho ánimo arrojó el corazón hacia Reynoso, quien tras atraparlo dio la orden para arrestar a la Apóstata por insubordinación.
Ella solo levantó los brazos, aceptando las consecuencias de sus acciones.
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