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¿Quién eres?

DANTE YOUNG

—Voy a matarte.

Me aferro a la camisa de Ethan y él tiene que agarrarse del pupitre para no caer al suelo por el sacudón.

El hecho de acorralarlo me genera un mal sabor de boca. No me gusta. Aunque lo merezca por haberme abandonado. ¡Por poco me muero del susto y del gusto!
Y no solo Lisa va a atormentarme con preguntas, también lo hará Dámaris que no me dirige la palabra. ¡Desde que Demian apareció solo genera problemas!

—¿Qué?

—¡Qué! —grito—. ¿No me ves?

Me desconcierta la cara de estúpido que tiene. Además, la idea de que me esté escaneando agrava las emociones que están por hacer erupción dentro de mí.

—Te queda grande —carraspea.

Entonces vuelvo a aferrarme al cuello de la camisa para acercarme a él.

—Porqué no es mía —digo entre dientes.

Entonces, rabioso, me giro en el sitio y señalo el estampado de la camiseta. ¿QUIÉN MÁS IRÍA A ESE GIMNASIO?

—Tú cerebro relaciona información o también tengo que decírtelo.

Me siento un completo desquiciado, es más, la cabeza me duele por la rabieta que estoy haciendo.
Por ende, tengo escalofríos y me deprimo por lo que hago.

«¿Por qué lo pienso tanto?»

No debería comportarme así. Quiero decir, Ethan también me prestó sus camisetas en innumerables ocasiones.
Además, por qué tengo que tratar mal a Ethan. Él se fue. Está en todo su derecho de hacerlo. ¡No soy el maldito centro de atención!
Demian, mejor dicho, Miller solo me tendió la mano. Eso es todo.

—Olvídalo —suspiro resignado—. Estoy siendo paranoico. Lo siento, Ethan.

No obstante, me quedo sin palabras, él me agarra de los hombros y los aprieta. Esto me eriza de pies a cabeza y su reacción, tal vez, me atemoriza un poco porque me tomó por sorpresa.

—¿Qué haces con su camiseta?

—Él me la prestó.

Ethan abre la boca por la sorpresa.

—Eres un idiota.

Hago una mueca.

—¿Yo? —susurro, y veo en dirección a la puerta para confirmar que nadie esté en el salón—. Me dejaste solo en los vestidores, ¡y no tenía una camiseta!

—¿Cómo?

—¡Olvidé mi camiseta y Miller me prestó la suya!

—¿Qué?

Ambos volteamos y encontramos a Lisa, quien se muestra confusa y realmente se ve asustada al vernos tan cerca.

—¿Tú? —balbucea. Luego pasa la lengua por el labio inferior. —¿Tienes algo con Miller y no nos lo dijiste?

Abro la boca. Estoy más que impactado por la pregunta. ¿Cómo ella puede pensar algo así?

—¿Qué? No —respondo, sintiéndome desorientado—. Yo no tengo nada con él.

Ella se acerca decidida.

—¿Y cómo explicas esto?

Lisa señala de mala manera la prenda negra.

—Él fue amable —insisto.

—¡Deja de negarlo!

—Por favor, Lisa... —digo en voz baja—. Es solo un malentendido.

Me erizo por el absurdo momento en el que me veo expuesto. Es más, ya ni siquiera me sorprende lo que ocurre. Pero me asusta que sigan pensando que yo les estaba ocultando algo así, ni en un millón de años lo haría. ¡No soy un mentiroso! ¡Tampoco me gusta ocultarle cosas a mis amigos! ¡Y mucho menos relacionarme con gente que trae problemas!
Además, después del encuentro con Dámaris me siento tenso. Los demás están empezando a dudar de mí como si realmente estuviera ocultando algo. ¡Me siento señalado! ¡Y es horrible!

Hago un mohín.

—Ustedes tampoco van a creerme —farfullo.

Me siento en la silla con una sensación de derrota. Y el barullo de los alumnos al ingresar al salón me obliga a estar ausente.
No quiero ver a Lisa y Ethan a la cara. Tampoco espero que sigan hablándome. Estoy cansado. Y la situación excede de mí y fue la gota que rebalsó el vaso.

No entiendo por qué se empecinan en creer en una relación ficticia. Y peor es señalar a un chico que ni siquiera sabemos cómo es en realidad.
Su personalidad está basada en rumores. Aunque algunas cosas sean ciertas puedo asegurar que no es un chico malo. Quiero decir, si lo fuera, yo habría sido golpeado desde el primer encuentro. Él solo ha sido amable y no tengo porqué seguir pensando que lo que ocurre está mal.

Supongo que Miller solo quiere un amigo. Después de todo, las personas como él suelen tener problemas para socializar o eso creo.

***

En el momento que Dámaris me ve caminar hacia ella sus ojos marrones se abren por completo. Aunque ya no importa. Lo que piensa ella o crean mis amigos es irrelevante. Yo sé cómo ocurrieron las cosas y no voy a disculparme con nadie, incluso si debo explicar lo que ocurrió.

Ellos no me creen. Entonces yo tampoco tengo que rendirle cuentas.

«Estoy agotado.»

—Iré a pie.

Cruzo por su lado e ignoro a sus compañeros que están recargados en su auto. No quiero ir con ella. Es asqueroso ser ignorado por un malentendido.
Cuando pueda hablaré con mamá, pero primero tengo que esperar a que vuelva de su aniversario con papá.

Estoy cansado de seguir siendo señalado cuando no hice nada.

—Dante.

Aun así, agito la mano para restarle importancia.
Ni sueñe que voy a detenerme y escuchar reproches como si fuera un niño, más cuando va a darlos enfrente de tantas personas.

«Olvídalo, Dámaris. No vale la pena seguir así.»

Está claro que este no será mi año, pero pretendo ser positivo e ignorar todo aquello que trate de estropear mi buen humor.
¡Las cosas no pueden empeorar! Mamá siempre me enseñó a ver el lado bueno de las cosas. Así que, un rumor absurdo no va a ponerme de rodillas.
Después de todo, soy un Young.
Pongo la raqueta debajo del brazo para rebuscar la manzana que guardé antes de salir.

—¡Vaya! Pero a quién tenemos aquí.

Por alguna razón, aquella voz se me hace conocida. Pero no presto atención porque mi objetivo es llegar a casa y descansar.
Luego de un día largo me espera una noche movida.

—El nuevo perro de Miller.

Paro en seco. No puedo evitar escuchar las palabras de Alex. El ex de Lisa, la persona que nos trajo un montón de problemas.
A continuación, me giro en el sitio para encontrarme con el grupo de último año, específicamente, los chicos malos de la preparatoria.

—Eh.

Saludo. Y sigo con mi camino, porque no quiero relacionarme con esta gente y mucho menos oler a humo de cigarrillo. Sería otro problema.
Aunque no puedo evitar ver a Demian, él es el único que no está fumando. Me gustaría saber por qué está con este grupo. Aunque lo intuyo.

«Dime con quién andas y te diré quien eres.»

El refrán toma sentido cuando lo veo entre tantos idiotas.

—Dante Young.

Alex pasa el brazo sobre mis hombros y me tenso cuando me acerca a él. A cambio, lo miro mal. Es más, enarco una ceja viendo a todos ansiosos por la situación.

—Hace tiempo no voy a tu casa —susurra en mi oído.

Me quedo en silencio. Lo odio. ¿Cómo fue que este sujeto se hizo pasar por nuestro amigo? No lo entiendo. Siento que quería burlarse de Lisa, Ethan y de mí. Y debo darle mérito porque fingió muy bien.
Lo hizo tan bien que logró comer en la misma mesa que mi familia.

«Repugnante.»

—¿Me extrañaste? —pregunta. Y libera el humo en mi cara.

Le doy un manotazo para tomar distancia porque los demás empiezan a reír.
No quiero ser el bufón de nadie, menos cuando tuve una mañana de mierda.

—Piérdete.

—¿O qué? —escupe—. ¿Acaso piensas seguir los pasos de la perra de tu hermana? —rompe a carcajadas—. No es tu esencia, Dan.

Él se aferra a mi hombro con una mano y lo aprieta con fuerza, por lo que hago una mueca. Y trago con dificultad el nudo que se formó en la garganta.

—Esa perra me debe un automóvil.

—Piénsalo así —interrumpo—. La sacaste barata.

No puedo creer que tengo los huevos de burlarme de él. Pero no voy a dejarme, incluso si estoy metido en la cueva del lobo.

La comisura de mis labios se curva y soy malicioso cuando lo veo a los ojos. No me inmuto cuando se acerca a mí y me agarra del brazo con violencia.

—¿Vas a golpearme? —divertido, pregunto. Entonces arqueo ambas cejas. —Si fuera tú tendría que tener más cuidado, ya vas a cumplir la mayoría de edad.

—Marica de mierda.

—¡Eh! ¿Qué haces?

Empiezo a forcejear con Alex, pero su agarre en mi muñeca es firme. Al mismo tiempo, ver que acerca el cigarrillo a la palma de mi mano me aterra. Por lo que no lo pienso dos veces antes de defenderme. Por ende, aprieto con fuerza la mano sobre el mango de la raqueta antes de estamparle las cuerdas en la cabeza.

Escucho el suspiro de sus amigos al alejarme mientras respiro con dificultad. Y con rapidez diviso como hice un corte en su labio inferior. Aunque ver la sangre descender de él me produce náuseas.

«Vas a defenderte, incluso si no te gusta.»

Repito las palabras de mamá para calmar los latidos frenéticos del corazón.

—No puedo creer que un marica tenga los huevos de golpearme.

Él escupe sangre, por lo que agarro con ambas manos la raqueta y me atrevo a levantarla para volver a golpearlo. Las manos me sudan y siento que voy a desmayarme en cualquier momento.
En primer lugar, yo no quería hacerlo. ¡No me gusta la violencia! Pero fui obligado. Tampoco iba a permitir que me dejara una marca de cigarrillo como lo hizo con Lisa.

En estos momentos siento que se me va a salir el corazón del pecho y tengo miedo, porque las manos se empaparon. Y muy pronto voy a hiperventilarme. Mis piernas se entumecieron, pero sé que a pesar del miedo estoy obligado a actuar o va a comerme vivo.

—Alex.

La voz baja, pero resonante de Demian lo detiene a unos escasos metros de mí. Entonces mi corazón se sobresalta.

—Golpea a Young y serás expulsado. Tenemos prohibido llamar la atención.

Me genera alivio verlo a un lado de Alex, más lo hace la idea de que lo detuvo porque estaba apunto de romperme los huesos.

«No me abandones.»

Le ruego a la suerte y si existe un Dios que no sea capaz de abandonarme ahora.
Tuve que haber traído conmigo el rosario que me regaló mi abuela, según ella, es un amuleto que me va a cuidar. Y no hace falta decir porqué me lo regaló.

—No se va a enterar.

Me quedo helado cuando lo veo girar y estirar el puño en mi dirección, el cual va dirigido a mi cara. Y no puedo hacer nada para detenerlo, porque tengo miedo.
De todos modos, la campana suena para mí.
Demian agarra del hombro a Alex y lo empuja hacia atrás, interponiéndose entre nosotros. Exhalo con fuerza. Y ver la inmensa espalda de él me ayuda a volver sobre mis cabales o al menos distraerme con otra cosa que no sea mi muerte.

—¡Te dije que no!

Aunque el grito de Demian me sobresalta. De hecho, me quedo estupefacto mientras veo a Alex palidecer en el suelo.
Y muy en el fondo sé que esta es la persona de los rumores.

«Pero por qué te interpones.»

Respiro con dificultad. Me siento un tonto por ser incapaz de asimilar la violencia.

—Me voy —farfullo.

Y salgo de ahí como alma que carga el Diablo.

No sé quién eres. Si la persona de los rumores o la que me ayudó hoy en la mañana y ahora. Pero gracias de nuevo, Miller. Yo voy a devolver lo que hiciste por mí, Demian.

© THE ALPHA OFC

***

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