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Mordida

DEMIAN MILLER

Se trata de una mirada hipnótica. En la vida pensé qué podía llegar a encontrar un color de ojos similar; azul turquesa. Me pregunto sí será la palidez en la piel contraria lo que los hace lucir tan descaradamente.

En ese instante no supe deducirlo, específicamente, a la hora de ingreso pude divisarla a la distancia segundos antes del accidente. Ella transmitía pánico. Una emoción que jamás había visto antes, ni siquiera en mis rivales clandestinos o en las mujeres que lo prometen todo. ¿La seguridad? Ella desapareció. Se esfumó en ese instante y el miedo se apoderó en su totalidad del cuerpo.

En el momento que me limito a morder la manzana no puedo evitar sentir curiosidad por la singularidad de una mirada transparente.

El dueño del azul turquesa que me contempla ensimismado es ni más ni menos que Dante Young. El hermano menor de la chica Young que cursa el último año conmigo.
A simple vista, un hijo de mamá y papá, quien se encuentra rodeado de lujos y facilidades envidiables. Un chico ingenuo que podría ser arrastrado fácilmente a un mundo oscuro como el mío.

Soy consciente cuando me pregunto cómo se verá su mirada en la jaula. ¿Él sentirá miedo? ¿Acaso va a rogarme o llamará a su madre? Una mujer con la facultad de arruinarle la vida a cualquiera por los contactos que tiene en la justicia.

Me pregunto, Dante Young. ¿Qué mirada pondrás al pelear contra mí? La seguridad que tienes desaparecerá o me harás frente.

«Estoy ansioso por descubrirlo.»

***

DANTE YOUNG

—Dante.

Miro de reojo a Ethan.

Él abandonó la postura quebrada para mirar a los ojos a Demian. La persona que está de pie enfrente de nosotros, mordiendo mí manzana. Está claro que la posición de mis amigos es firme respecto al chico malo de la preparatoria, pero por qué debería mostrarme hostil. ¿Es necesario? No soy un pequeño de preescolar que no sabe lo que hace y buscar pleitos en donde no los hay claramente no es lo mío. De hecho, no estoy interesado en embarcarme en una guerra innecesaria de miradas.

—Miller —saludo.

Las cejas contrarias se enarcan cuando pronuncio su nombre. Luego muerde la manzana y lentamente mastica el bocado. Al mismo tiempo, desvío la mirada y me percato de que todos tienen los ojos puestos en nosotros. Suspiro. Y vuelvo a él.
Entonces una curva nace en la comisura de los labios. Y ante esta mueca el gesto de Demian se desvanece.
A continuación, me lanza la manzana y la agarro en el aire. No me atrevo a bajar la mano. Por lo que, elevo una de las cejas.

—Gracias. —Me acerco a él y extiendo la manzana—. Pero ya fue mordida.

«¿Por qué debería echarme para atrás?» Pienso y soy determinado al verlo a los ojos.

Demian infla el pecho y la camiseta negra se ajusta a sus pectorales, al igual que a los rectos mayores del abdomen. Con este gesto me doy cuenta de que él sabe que es fuerte.
Yo también lo soy, pero en tamaño estoy por debajo de él. Una cabeza. Aunque me mantenga en forma estoy a años luz de querer los músculos del armatoste enfrente de mí.

—Cómela.

—Vámonos, Dante —preocupada, susurra Lisa a mi espalda.

—Esperen un momento.

Sonrío.

Sin embargo, en el momento que vuelvo con Demian, el calor asciende por mi sistema inmunológico y siento frío gracias a ello.

—La tomaré —dice con simpleza.

Él mantiene una de las manos en el bolsillo del pantalón mientras la disponible agarra con cuidado la fruta sobre la mía. No me mira a los ojos. Y el contacto visual se corta gracias a que sus pestañas negras se encuentran hacia abajo.
No obstante, en el momento que nuestras miradas se vuelven a conectar, él muerde la manzana una vez más. Aunque esta vez hace que la quijada al masticar marque los músculos de la mandíbula.

Trago duro.

—Vámonos.

Me rindo. No porqué sea un cobarde que fue intimidado, sino porque me va a explotar el corazón. De hecho, salir ileso de un encuentro con Demian Miller es un logro que no pienso olvidar.

«Siento escalofríos.»

***

—¿Qué fue eso?

La mueca desconcertada de Lisa lo dice todo mientras disfrutamos de una tarde soleada.
Sin embargo, me encojo y le resto importancia porque no vale la pena recordar un momento vago que no se volverá a repetir.

—Es solo un mal sabor de boca —dice Ethan.

Levanto la mirada y lo miro desde el suelo mientras él está recargado en el árbol.

—Solo me cruce con Miller —declaro—. Lo están pensando demasiado.

Tengo que insistir porque, desde que salimos de la cafetería, siguen dándole vueltas al asunto.
Además, se supone que deberíamos estar viendo el entrenamiento del equipo de fútbol americano. Pero Ethan se acercó a nosotros a establecer una charla mientras los demás tomaban un descanso. Aunque ya debería haber regresado con su equipo hace media hora.

—Es desagradable. —La pelirroja se exalta a mi lado—. ¡Si algo tiene que salir mal, saldrá mal!

—¡La ley de Murphy! —exclama Ethan y sonríe divertido—. No se trata de tu relación con Alex, Lisa. Dan ni siquiera topa a Demian y viceversa.

—Tampoco creo en las casualidades, Ethan —reprocha.

—Bueno —suspira derrotado—. Alex es un pandillero que se metió con una niña de casa, o sea, tú —escupe y Lisa se prende fuego—. Además de ser un cliché, como sueles decir, fue predecible su ruptura. Nada bueno sale de ese tipo de relaciones.

Ella hace un mohín y apoya la cabeza en mi hombro.

—¿En qué piensas?

Miro a mis amigos.

—Que son unos exagerados.

Ethan acerca con cuidado el casco a mi rostro y sonríe.

—Basta de Demian —dice—. Me da escalofríos.

Lisa a modo de respuesta se frota los hombros, haciéndonos reír a los dos.

—Estuviste a punto de morir del susto por segunda vez en el día, Dan. Es un nuevo récord —apunta.

—Tres —corrijo y veo de mala manera al ojiverde—. Lamentablemente.

—No me mires así —reprocha.

—¡Ethan!

—Tengo que irme.

Él a modo de despedida nos toca la cabeza antes de salir corriendo.

Lisa y yo observamos embobados la espalda de Ethan, la cual es ancha y tiene unos buenos brazos ejercitados.

Suspiro.

—En fin —farfullo—. Creo que es hora de qué me cuentes cómo pasaron las cosas o vas a seguir evitándolo. ¿Eh, Lisa?

La pelirroja atrae las piernas al pecho para apoyar el mentón en las rodillas.

—Me engañaba —responde—. Eso es todo.

Blanqueo la mirada.

—Habrá sido una sorpresa.

—¡No ayudas! —rabiosa, recrimina.

—Solo decía. —Hago un ademán de rendición—. Espero que sirva de lección, Lisa.

Ella oprime los labios. Pero honestamente quiero decirle lo que me guardé por haber respetado su duelo.

—Me dejaste solo —murmuro—. ¿Es lo que hace una mejor amiga? —pregunto. Luego respiro antes de continuar. —Creí que eras más inteligente.

—Estaba ciega por amor.

—No salgas con esa mierda —molesto, susurro—. Me diste la espalda y me trataste de mentiroso. Lo elegiste a él. Lo elegiste a él a pesar de todas las pruebas que los demás te enseñaron. Ethan salió lastimado por ese imbécil, mi hermana sufrió acoso y... creíste que me interesaba Alex. —Me señalo—. Me rompiste el corazón. Sí a eso le llamas amistad... —suspiro—. Estoy seguro que también tienes una idea errónea de lo qué es el amor.

Me limito a observar el campo de juego con la finalidad de no perder el control de las lágrimas.

«Tengo derecho a desahogarme. A decirte que tus acciones me lastimaron.»

—Te conozco, más que nadie —afirmo con impotencia—. Y tú a mí.

Lisa libera un quejido.

—Y aun así decidiste creerle a un completo extraño —escupo—. Yo solo quería que no salieras herida y el tiro me salió por la culata, porque terminé enredado en una jodida relación de mierda.

Soy duro. Lo sé. Pero me siento decepcionado porqué no confió en mí solo por recibir palabras bonitas y momentos efímeros. Yo entiendo que ella pensó que Alex era el amor de su vida. Aun así, nada bueno sale de una relación que intóxica el alma y hace que pierdas la cabeza.

Ella se aisló y esa fue su perdición.

—Él me quería.

—No, Lisa —hago una pausa—. Tú lo querías.

El mentón le tiembla y las lágrimas se deslizan por las mejillas. El maquillaje se corre y los labios torcidos se oprimen para no quejarse.

Y a mí me parte el corazón verla hecha pedazos. Sin embargo, fue ella quien me apartó e hizo a un lado a las personas que la querían. Después de todo, priorizó el placer, el éxtasis de meterse sustancias ilícitas sobre un ambiente sano.

Hago una mueca.

Ella solo quería estar con él. Aunque fuera su perdición. Hoy Lisa Anderson está a mi lado porqué encontró a Alex enredado en las sábanas de alguien más, sino estaría postrada en una camilla por haber consumido hasta el cansancio esa mierda. No era adicta, Lisa solo lo hacía por "amor".

—¿Qué diferencia hay? —pregunta en un hilo de voz.

—¿Qué diferencia hay? —repito. Estoy indignado. Y siento que mis cuerdas vocales se rompen—. Que estabas dispuesta a hacer cualquier cosa por él cuando Alex solo te usaba para su conveniencia. Un maldito morboso que disfrutaba lastimarte e involucrar a los demás para alimentar su ego.

Me cubro los ojos y respiro con dificultad.

—Perdón.

—Mientes.

Relamo los labios mientras escucho el llanto de mi amiga.

—No me mientas —ruego. Y la miro a los ojos. —Pero estás perdonada, porque estoy feliz de que hoy estés aquí.

Una curva nace en la comisura de mis labios cuando nos encontramos.
A continuación, extiendo los brazos en su dirección para estrecharla con fuerza. Ella se lanza a ellos como si hubiese esperado este momento desde hace un año.

—No vuelvas a asustarme.

—Solo sí puedo llamarte jodido gay de mierda —ríe—. ¿O prefieres gata rompe hogares? —Ella ríe, pero se ahoga por el nudo que tiene en la garganta.

—Cada día estás más creativa. —Sonrío—. Ten cuidado o vas a ahogarte con esa lengua venenosa que tienes.

—Bueno. —Ella se limpia las lágrimas—. Si algo puede salir mal, saldrá mal.

Enarco una de las cejas.

—Fue un desastre que nos consumió a todos.

—La ley de Murphy.

Hago una mueca. Y blanqueo la mirada cuando la escucho canturrear. Ya me estoy cansando de sus ocurrencias solo por casualidades que a todos nos importan un cuerno.

—Lisa —me quejo—. Ambos sabíamos que no iba a suceder como en los estúpidos libros de romance adolescente.

—Por esa razón —dice y se encoge—, la ley de Murphy. Si la tostada tiene que caer de un lado, caerá del lado de la mermelada.

—¿Lo leíste en Internet? —Me siento indignado—. Ya deja eso, por favor. Busca algo más con qué obsesionarte, Lisa.

—Oh, vamos —escupe.

Entonces recibo un codazo.

—¡Eh!

—Solo admite que esa mordida te puso cachondo.

Frunzo el ceño tanto como puedo. De hecho, no encuentro las palabras que puedan describir lo incómodo que me hace sentir Lisa con sus ocurrencias.

—Solo quería joderme. —Ruedo los ojos—. Agradezco que no me rompió la cara. Es una buena anécdota, ¿no crees?

Ella me mira con picardía. Es más, dudo que pueda arrancarle esa clase de pensamientos inoportunos. Pero al menos hace que las cosas suenen más descabelladas de lo que podrían llegar a ser.

—Me quedaré con eso —dice—. Pero tienes razón, ¿Demian Miller? ¿Interesado en Dante Young? —silba—. Eres encantador.

—Dios.

Ruedo los ojos.

—Todos saben sobre la orientación sexual de Dante Young. Y, aun así, las chicas lo intentaron hasta el cansancio con él.

Me pongo de pie.

—No hables como si no estuviera aquí —bufo—. Me tengo que ir.

—¿Me darías tu número? —grita.

La miro de reojo.

—No me intereso en mis amigos —concluyo y le guiño un ojo—. No soy un idiota.

Entonces se lleva una mano al corazón y está claro que murmura un "auch".

@ THE ALPHA OFC

***

Gracias por leer.
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