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Inmóvil

DANTE YOUNG

Le doy un beso fugaz en la mejilla a mamá cuando rodeo la isla de la cocina. Ella sonríe mientras mira la pantalla y en un susurro me saluda con un «Hola, mi amor», ya que está trabajando en el Ipad.
Después me sirvo exprimido de naranja y, a su vez, le palmeo la espalda a mi hermana, la misma que realiza apuntes en su agenda.

—¿Papá? —pregunto.

—Mucho trabajo —contesta Dámaris.

La miro por unos segundos. Luego agregamos;

Como siempre —canturreamos al unísono.

—Da lo mejor de sí —dice mamá. Luego levanta la mirada—, no sean duros. Después de todo, él es el jefe.

Hago una mueca.

—No lo recuerdes —reí. Luego me llevo una tostada a la boca. —Todavía no puedo olvidar su exasperación porque el abuelo decidió jubilarse.

—¡Por poco se infarta! —Mi hermana rompe a carcajadas—. Le hice un sticker.

—Envíalo —animo. Ella rápidamente lo manda al grupo familiar. —Qué pálido —abrumado, declaro al verlo de cerca.

—Chicos... —suspira mamá. Pero queda helada en el momento que abre el mensaje. —¡Dios! Es Gasper.

La burla nos hace reír.

Te lo dije —modula Dámaris al verme—. Por cierto, ¿va a venir Lisa, Dan?

Subo los hombros.

—Alex le rompió el corazón a Lisa —confieso—. Quería estar sola. Yo respeté su decisión.

Mamá refunfuña por lo que le ocurrió a mi amiga. A cambio, Dámaris juega con las cejas.

—Me debe una disculpa por insultarme —triunfante, declara—. Todavía la recuerdo chillar.

Ríe siendo maliciosa.

—Dámaris —hago una pausa antes de agregar—, tampoco me creyó —recuerdo siendo obvio—. Ella estaba ciega. Pero recapacitó y empezó terapia.

Mi hermana blanquea la mirada.

—Menos mal.

—Mi vida —advierte mamá.

En respuesta, Dámaris hace un ademán restándole importancia, y en silencio acomoda las cosas para partir a la preparatoria.

—No voy a tolerar que me haya llamado zorra cuando fue su novio la persona que me acosó. Te recuerdo que fuimos a denunciarlo juntas.

—¿Qué?

Mamá se agarra la cabeza.

—Podría haberlo puesto en su lugar —farfulla.

—¡Qué!

—No, mamá —contesta—. Tampoco quería que le diera un infarto. Por eso me encargué yo misma de la situación.

La fulmino con la mirada.

—¿Qué hiciste, Dam? —insisto molesto.

—Deberías preguntarle a Lisa —susurra y sonríe en el momento que me enfrenta.

«Desquiciadas.» Pienso.

—No tienen remedio —suspiro y veo a mamá—. No deben meterse con esa gente.

Ella finge espantarse, pero la curva en la comisura de sus labios me hace suspirar.

—Yo soy la ley, mi amor —recuerda. A continuación, me besa la frente antes de abandonar la cocina—. ¡No se olviden de almorzar! ¡Y si ocurre algo llámenme, sin excepciones!

—¡Está bien!

Se me borra la sonrisa. No porqué estime al estúpido de Alex, de hecho, es un imbécil que únicamente piensa en sí mismo. Pero es el imbécil que eligió mi mejor amiga y en base a eso ocurrieron muchos incidentes que generó, por un tiempo, un muro entre nosotros.
No suelo opinar de las relaciones ajenas, es decir, lo que haga con su culo o vagina me tiene sin cuidado. Sin embargo, otras personas se vieron involucradas por sus rabietas y la perversión de ese sujeto.
El hecho de que mamá y Dámaris se hayan involucrado para espantar a Alex me genera escalofríos. En primer lugar, a mamá no le gustan los juegos, va directo al grano y si tiene que arruinarte la vida lo hará. No hay excepciones. Esto sí primero arruinaste la de alguien más, según ella, tiene sentido de justicia.

Y mi hermana es una copia en carácter de mamá, porque luego es el calco de papá.

—¡Dam! —grito en el momento que escucho el motor del auto—. ¡Espérame!

—¡Apúrate! ¡Se hace tarde!

Agarro una manzana para guardarla en la mochila y salgo disparado al vehículo de mi hermana mayor.

—No te ibas a ir sin mí —digo, sentándome a su lado.

—Nope —responde—. ¿Tienes expectativas?

—No, ¿tú? —pregunto—. Es tu último año.

—Ya organicé una fiesta.

Arqueo ambas cejas.

—¿Sí?

—¡Sí! Hablé con mamá y papá. Ya tenemos fecha —Ella me sonríe divertida.

—¿Vas a aprovechar su aniversario?

—¡Por supuesto! ¡Oh, Dios! ¡Taylor Swift! —grita—. Sube, por favor.

Me limito a estirar el brazo para darle volumen a la canción favorita de Dámaris, «Cruel Summer».

—And it's new, the shape of your body. It's blue, the feeling I've got! And it's ooh, whoa, oh.

Ella canturrea mientras golpea el volante acorde al ritmo de la canción y me hace señas para que la acompañe.

—¡Vamos! Sé que la sabes.

—Espera. —Quito la canción.

—¡Eh! —grita molesta.

—¿Cuál es la que siempre tarareas? De Mariah Carey.

Ella hace un movimiento con las cejas.

—Eres un perro descarado —escupe. A cambio, hago un pequeño baile—. Obsessed.

—And I was like, why you so obsessed with me?

Me acerco a ella al cantar y es inevitable que ambos empecemos a movernos como gusanos en el asiento.

El gusto de Dámarias por la música es un mundo por conocer. Desde Michael Jackson a Linkin Park y, por supuesto, lo que sé lo aprendí de ella. No quiero ser un exagerado, pero Dam desde que tengo uso de razón es mi mejor amiga. ¡She is number one!

—Llegamos.

Es deprimente que la música se detenga. Pero hay que prepararse mentalmente para enfrentar el primer día de mi anteúltimo año en la preparatoria.

—¡Eh, Young!

Yo levanto la mano cuando bajo del auto. Por su parte, Dámaris se limita a mirar a través de los lentes de sol a la persona que nos saluda. Se trata de uno de sus compañeros, pero ni siquiera se inmuta.
De hecho, ella es una persona agradable, pero le disgusta que la llamen como si fuera un perro. ¿A mí? A mí me da igual. No le doy importancia.

—Voy a esperarte. No es necesario que uses el autobús.

Me encojo. «Prefiero caminar.»

—Bien, ¿vamos a almorzar juntos? —pregunto. Y me acerco a ella para que vea la mirada de perro mojado que hago—. Dam.

—Dante. —Me irgo gracias a que me llama por mi nombre—. Tómalo con calma. Te llevas bien con todo el mundo, ¿sí?

—¿Tú también vas a cambiarme por un pene? —indignado, reprocho. A su vez, frunzo el ceño. —Olvídalo. Cupido no solo les flecha el corazón, también el cerebro.

Acomodo la mochila seguidamente de empezar a caminar a la entrada de la preparatoria.

«¿Quién se cree?»

—¡Dante!

No voy a voltear. ¿Por qué debería hacerlo? Estoy molesto con ella. Además, en qué momento pasó. ¿Por qué no me lo contó? ¿Cuándo sucedió? ¡Por qué mi hermana no nos dijo que tiene pareja!
Bufo.
Me siento frustrado. Y no hay razón para estar celoso, quiero decir, lo que ella haga con su vagina me importa un cuerno. Pero me molesta que no haya tenido la confianza de decírmelo. ¡Soy su hermano menor! ¡El único! ¡El favorito de la familia!

—¡Young!

«¿Qué les pasa?»

Me giro gracias a los gritos de las personas. Y lo cierto es que me percato rápidamente de la razón de tanto alboroto. Un estudiante de último año perdió el control de su motocicleta, la misma que se dirige hacia a mí. Claramente, debería moverme, aunque me quedo helado en el sitio.
Sucede tan rápido que el cuerpo se enfría, las manos sudan y mi capacidad de reacción es golpeada por el pánico.

—¡Dante!

Mi mano es envuelta por la de Lisa, quien me da un tirón para evitar una tragedia. Luego el estruendo llega a mis oídos, sacándome del trance en el que caí.

—¿Estás bien?

La veo de reojo, más no respondo y observo la entrada hecha un desastre por un estúpido.
Entonces muevo los hombros para tratar de reaccionar.

—No hay problema —respondo a secas—. Solo me asusté.

Me sincero.

Esta es la razón número uno porqué no quiero tener un vehículo. Aunque mamá y papá han insistido en más de una oportunidad. Me genera pavor tener un accidente, el peligro y la sangre, tal vez sea un exagerado. Pero lo cierto es que pensarlo me revuelve el estómago.

—¡Dan!

Mi hermana se aferra a mi rostro tan rápido como puede. Ella lo examina con cuidado y la mueca de preocupación es evidente. Por lo que, le sonrío para que pueda calmarse, aun así, ambos sabemos que solo tuve suerte.

—Gracias, Lisa.

Le agradezco a mi mejor amiga, quien asiente y se voltea para ver el accidente detrás de nosotros.

—Eh, Young. ¿Estás bien?

Aunque el aturdimiento debe durar poco, porque los estudiantes empiezan con el batallón de preguntas.

***

—Máx estaba drogado y alcoholizado —explica Lisa—, por esa razón perdió el control de la motocicleta.

—Tks.

Ella muerde la manzana y asiente efusivamente antes de agregar:

—Será suspendido —afirma—. Y agradece que Dámaris no le haya contado a tu mamá. No únicamente le suspenden la licencia, también el alma.

Las palabras me generan escalofríos.

—Estás exagerando —digo—. Por cierto, ¿qué sucedió con Alex?

—¿El innombrable? —pregunta divertida—. El karma hizo de las suyas —hace una pausa— o Young adelantó las cosas.

En el momento que Lisa nombra a mi hermana me limito a observarla desde la distancia en la cafetería. Ella es popular. Yo también lo soy, pero no al mismo nivel que Dámaris.
La favorita del público se encuentra rodeada de chicas y chicos mientras almuerza. Aunque quién no sería fanático de ella, es bonita, tiene dinero y es babilónica, hasta que su cerebro hace corto circuito. También es conocida por ello.

—¿Qué hizo? —Levanto la mirada, porque Lisa está sentada en la mesa.

—Arruinó su auto.

«No preguntaré cómo.»

—Para un materialista es un golpe bajo —sonrío—. Se lo merecía por imbécil.

—Pudo haber sido más creativa —murmura.

La pelirroja se encoge.

—¿Qué quiere decir con eso?

—¡Hola! Young y Anderson, ¿qué tal?

Me exalto cuando Ethan golpea la mesa. «Hoy voy a morir del susto.» al mismo tiempo, las chicas a nuestro alrededor empiezan a murmurar por su llegada. Honestamente, no las culpo, Ethan es realmente un espectáculo para los ojos.

Lo miro mal antes de ponerme de pie y marcharme. Pero solo lo hago porqué me gusta molestarlo.

—Ruidoso.

—Eres un tonto —ataca Lisa.

—Por favor —insiste Ethan—. ¡Estoy emocionado! Seré el capitán del equipo.

—De lo único que serás capitán es de los idiotas.

Lisa rompe a carcajadas por el comentario. Asimismo, miro el rostro desanimado del castaño de ojos verdes, quien nos sigue con una mueca de tristeza.

—Pensándolo bien —hago una pausa—, podríamos ir a las prácticas —susurro. Él me mira por unos segundos, por lo que corto el contacto visual para agregar—. ¿Qué piensas, Lisa?

Le guiño el ojo con el objetivo de que siga con el juego. Y el rostro de Ethan se ilumina por lo dicho.

—Oh, podré animarte con mis porras —pícara, dice mientras rodea la cintura de él—. Seremos tus fanáticos.

—¿De verdad?

—¡Por su puesto!

—Cuidado, Dante.

No lo escucho porque busco la manzana en la mochila. Y logro agarrarla, pero se me cae al suelo porque además de estúpido tengo las manos de mantequilla.
Ella rueda y choca con un par de zapatillas. Y jamás habría pensado en encontrarme con alguien como él. La razón de que la manzana sea agarrada por unas manos grandes me obliga a tragar con dificultad.

«Demian Miller.»

Me quedo boquiabierto.

En el momento que miro los ojos negros delante de mí. Me siento estupefacto. El chico que está parado enfrente es todo lo contrario a lo que estoy acostumbrado.

Un chico malo.

Me intimida, pero más lo hace el pensamiento que tengo cuando Demian muerde la manzana sin despegar el contacto visual. Negro contra azul y azul contra negro. Y me pregunto si, en realidad, estoy seguro de que detrás de su accionar hay un mensaje subliminal.

Y siento que no estoy equivocado.

© THE ALPHA OFC

***

Demian Miller en Multimedia.

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