Desayuno en casa
DANTE YOUNG
El sentimiento es reconfortante. Se trata de un vago recuerdo de ser presionado por alguien que me obliga a bajar la cabeza. Todavía puedo escuchar y sentir su respiración. Me siento inquieto cuando lo hago, pero la sensación es agradable, incluso si aferrarme a él terminan por destruirme.
Me remuevo sobre la cama para seguir con el sueño, pero la sensación de estar contra la pared es asfixiante.
«No puedo creer que estoy siendo aplastado por ese par de idiotas.»
—Mi cabeza va a estallar —refunfuño—. Lisa... ¿Noah? Podrían... —Me quedo en silencio—. ¿Dónde? ¿Qué estoy haciendo aquí?
La habitación es pequeña. No hay fotografías. Simplemente, lo básico para subsistir.
Hay dos puertas blancas y de una proviene el sonido del agua al caer.
«¿Quién eres?»
No se trata de la casa de Lisa, tampoco la de Noah. Entonces adónde me encuentro.
Con rapidez palpo los bolsillos del pantalón. No hay nada. El móvil lo habré dejado en mi habitación, por lo que asumo que perseguí a alguien hasta su hogar, lo cual es extraño viniendo de mí.
La sensación de peligro me genera un extraño dolor de estómago. Además, no puedo evitar sentirme sudoroso por la calefacción. Aunque en el estado que me encontraba no creo haber seguido a alguien que no conociera o tuviera confianza.
Habré estado borracho, pero sé lo que me conviene.
El sonido de perillas al cerrar el agua hacen que me ponga de pie sin pensarlo dos veces.
«¡Mierda! ¿Estoy temblando?»
Por alguna razón, no puedo hablar. La voz se estanca en la garganta gracias al pánico que me genera estar encerrado en un lugar desconocido.
«¿Quéhago?¿Quéhago?¿Quéhago?»
No puedo pensar con claridad.
Me lanzo a la puerta, de la cual no proviene ningún sonido, y con desesperación trato de abrirla.
—¿Tratas de huir?
Cuando escucho una voz automáticamente dejo de forcejear. Me quedo en blanco. Los pensamientos se alborotan y el nacimiento de un nudo en el estómago me genera dolor.
Ahora es cuando me lleno de valor para voltear en dirección a la persona que me habla. Aunque lo quisiera de esa manera es imposible, ya que no puedo moverme. El shock de conocer a quien se movió a un lado de mí y se recostó en la pared me hace temblar.
—¿Miller? —hablo en voz baja.
Es como si se tratara de una película de terror. Ahora mismo soy incapaz de creer lo que ven mis ojos. ¡Es inaudito!
—¿Qué hago aquí?
Él desvía la mirada y la comisura de sus labios se curva en una dirección.
—Bueno... —suspira—. Fuiste muy travieso.
Bajo la cabeza al suelo, aterrorizado.
«Soy un idiota.»
—¡Lo siento!
Junto las manos de manera suplicante.
Tengo que rogar por mi vida. No quiero morir joven. Sé que he sido alguien arrogante, también codicioso, incluso pienso siempre de forma descarada cuando se trata de él. ¡No merezco vivir, pero en mi defensa...! ¡Olvídenlo!
Yo fui quien se tiró primero. Aunque tenga lagunas de la noche anterior por alguna razón sigo sintiendo su respiración cerca.
—¡No era mi intención! —estallo gracias a las emociones—. ¡Estaba confundido! —insisto casi perdiendo la voz—. No quería incomodarte, ni siquiera sé cómo llegué aquí.
—¿Terminaste?
Subo los hombros.
Me siento terriblemente mal.
—¿Qué fue lo que hice? —avergonzado, pregunto entre lamentos—. No era consciente. ¡Mierda! Yo de verdad que...
Él arquea ambas cejas.
—Basta —hace una pausa larga antes de decir—. Tú intentaste besarme. ¿Crees que voy a perdonarte?
Me quedo sin aliento.
—¿Qué? —Me quedo sin aire. —¿En serio?
—No.
El alma vuelve al cuerpo, pero por alguna razón no me siento satisfecho. Es decir, todavía no sé por qué estoy aquí.
¡Dormí en su cama! Y lo más probable es que también con él.
—¿Nosotros...?
Presiono los labios con fuerza.
«Tragame tierra. ¡Te lo suplico!»
—No —dice entre dientes—. No me aprovecho de gente borracha. Transpiras alcohol.
—¡Eh! —reclamo, molesto—. Podrías bajar la calefacción, ¿lo sabes? ¡Nos estás cocinando! —señalo, alarmado—. Además huelo bien solo... —titubeo—. Olvídalo.
«¿Acaso eres consciente de lo que está pasando?»
Por alguna razón siento que Demian es capaz de leerme la mente.
—Eres escandaloso —sus palabras se escuchan como una burla—. Me diviertes.
Me derrito.
Será por la calefacción o por la honesta sonrisa que Miller tiene en la cara. ¡No importa! ¿Acaso debería importarme?
Tengo que dejar de pensar en él.
—Necesito volver a casa. —Me resigno luego de unos segundos. —¿Podrías...?
Le doy una mirada rápida a la puerta, por lo que él parece pensarlo.
—No desayuné.
—¿Y? —Blanqueo la mirada. —Quiero volver a casa.
—A menos que me des unas cuantas sobras de ese gran refrigerador no te acompañaré —refunfuña fingiendo molestia—. Ayer perdí la paciencia.
Hago una mueca.
«¿En serio? ¿Él estaba cuidando de mi trasero?»
Arrugo la nariz para no reír.
—Abre la puerta, Miller. Deja de jugar —río—. Quiero irme.
No quiero hacer preguntas sobre lo que ocurrió la noche anterior. De hecho, hacerlo sería vergonzoso. Aunque tampoco creo que sea necesario recordar lo que ocurrió. Seré específico. Mi cadera no duele. Lo único que siento es un dolor insoportable de cabeza y el cuerpo sudoroso por la maldita calefacción.
«¡Dios mío! Voy a cocinarme.»
—Abre, Miller —subo el tono de voz.
—Vaya carácter, niñato —carcajea con fuerza—. Está bien.
El sonido de la puerta al abrirse me produce felicidad.
—Te lo agradezco —declaro con sarcasmo—. ¡Adiós!
¡Terrible! ¿Cómo puedo decirlo sin escucharme como una mierda? ¿Dónde carajos estoy?
Me quedo estático en el momento que veo el espeluznante pasillo.
«¡Oops!»
—¿No vas a acompañarme? —pregunto aparentando firmeza—. Después de todo, ibas de salida, ¿no es así?
Él arquea una de las cejas e infla el pecho mostrándose satisfecho.
—Estoy ansioso por saber qué desayuno vas a hacer, niñato.
«¿Qué podría salir mal?»
Trago con esfuerzo.
***
Aún sigo preguntándome cómo es que llegué a la casa de Demian. Pero por el momento voy a dejar de darle importancia. Quiero decir, en algún momento él tendrá que decirlo o tendré que recordarlo a la fuerza.
Y prometo no volver a beber. El alcohol no es sano, ni siquiera para ahogar las penas.
«Solo tuve que dormir.»
Todavía sigo maldiciendo mi suerte. Aunque muy en el fondo me intriga saber cómo llegué a esta situación tan particular.
—¡Querido!
—María.
Me quedo estático al escuchar a María, la ama de casa.
Después giro en el sitio para encontrarla intentando poner unas cuantas bolsas en los cestos de basura.
—Buenos días.
Sonrío sintiéndome ansioso. Y automáticamente pierdo los colores del rostro cuando veo a Demian acercarse a la mujer.
—Déjeme ayudarla.
—¡Oh! Es mi trabajo, querido.
María se niega, pero su petición a Demian parece no importarle.
Y sé que debería sentirme avergonzado por no ofrecerme en su lugar. Pero ayudarla es una odisea. María es alguien orgullosa. Suele decir "¡Es mi trabajo!" o "¡Estos jóvenes no escuchan a sus mayores!" cuando Dámaris y yo intentamos darle una mano.
Así que no me sorprende que en este momento esté reprendiendo a mi nuevo amigo. Pero en el fondo sé que ella está siendo encantada por la amabilidad de Demian.
—No vuelvas a ensuciarte por mí, eh.
—No es nada —dice—. Algunas bolsas eran pesadas.
Ella ríe por la modestia.
—¡Qué joven encantador! —Las mejillas de la mujer se encienden. —¿Eres un nuevo amigo de mi pequeño niño?
—¡María!
Hago una mueca.
—¡Ah! —ríe—. Lo siento, querido. A veces olvido que eres alguien vergonzoso.
Exhalo con fuerza.
—¿Ah, sí? Creo que es todo lo contrario —responde con una sonrisa lobuna.
En ese instante nuestras miradas se cruzan, pero estoy obligado a desviarla.
—Perdón, María —digo y hago una pausa ante el silencio de ambos—: Pero estamos hambrientos. No hemos desayunado.
Me excuso.
Tampoco espero una respuesta porque ingreso a la casa como alma que carga el diablo. Honestamente, Demian suele hacer comentarios espeluznantes.
«Si sigue así va a matarme.»
—Mira nada más. —Él silba detrás de mí. —Ya no es un desastre.
—¿Perdón?
Me giro con el ceño fruncido tras oír sus palabras.
—Ayer fue un desastre —suspira mientras ojea la instancia—. Esa mujer hace un buen trabajo.
«Él aceptó la invitación.»
El hecho desconcierta y, a la vez, espabila cuando veo sus ojos oscuros posarse en mí.
Sin embargo, el repentino pensamiento me obliga a sonreír porque de alguna manera me siento consentido. Seré arrogante. Me siento orgulloso de que Demian haya asistido a la fiesta porque lo invité.
Después de todo, él odia esa clase de cosas o al menos eso es lo que dice la gente.
—Gracias por venir.
La comisura de los labios se curva con encanto.
Luego me giro y camino a la cocina sabiendo que él me sigue sin protestar.
—Toma asiento. Siéntete como en casa —animo. A su vez, me acomodo en un taburete. —No soy bueno en la cocina, pero si quieres puedo hacer huevos revueltos por ti.
Siento pena por mi confesión, más cuando no deja de verme como si estuviera analizando cada palabra que digo y gesto que hago.
«¿Lo estoy pensando demasiado?»
—Lo lamento, tal vez, los huevos revueltos no son lo tuyo. —Arqueo una ceja. —¿Fruta?
—Bien.
—¿Qué?
Lo miro desconcertado. No obstante, en el momento que sonríe enseñando los dientes siento que mi corazón va a estallar. Y ahora comprendo las emociones de Lisa. Cada acción parece relevante. Aunque no sea un interés romántico realmente es agradable a la vista.
Él hace que me sienta avergonzado. Qué repugnante situación.
Sonrío.
—Huevos revueltos.
—¿Sí? —pregunto. Luego entre risas agrego—: A menos que estés dispuesto a comer carbón.
—Confío en que lo harás bien.
Él se sienta a mí lado con sus piernas abiertas, encerrando las mías, y en el momento que apoya el antebrazo en la isla se inclina en mi dirección.
—Vas a hacerte daño.
Antes no solía darle importancia, hasta hoy.
Dejo de morder el labio inferior y agacho la cabeza, porque me genera pudor que vea mi boca y estemos tan cerca del otro.
—Está bien.
A pesar de la ansiedad por saber que puedo cometer un error entiendo que está bien dejarme llevar. Aún soy un adolescente y en algún momento tengo que hacer nuevos amigos.
Me pregunto si en realidad estaré junto al chico del que todos hablan en la preparatoria. De todos modos, mientras tanto, quiero disfrutar estar a su lado porque es divertido, desconcertante y agradable.
—Por cierto —volteo para verlo—, gracias por evitar una tragedia con Alex, Miller.
© THE ALPHA OFC
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