Alcohol
DANTE YOUNG
Después de todo, soy un adolescente que intenta escapar de la realidad en la que se ha metido.
No puedo siquiera pensar con claridad porque la música revienta los oídos. Y el alcohol quema la garganta mientras los cuerpos se vuelven cálidos al rozarse.Soy incapaz de definir cómo me siento. Es más, estoy lejos de saberlo. Pero trato de intentarlo con el poco material que tengo, quiero decir, "solo sé que no sé nada".
Mi hermana puede culparme de lo que ocurre. Y Lisa, al igual que Ethan, tiene el pase libre para señalarme todo lo que quiera. Por su puesto, cómo podría olvidarlo, soportaré que papá y mamá me hablen de sexo porque si algo tenía que salir mal, salió mal.
Ya no importa lo que ellos crean que está bien. De hecho, ni siquiera yo sé que es lo mejor para mí. Aunque voy a fingir saberlo mientras la gente se amontona en mi enorme casa para pasar el fin de semana.
Podría haberlo pensado con más claridad. Lo sé. Pero puedo cometer errores. Repito. Solo soy un adolescente. Y ser el mismo de siempre es aburrido. Vamos a ver. Me gustaría pensar que tuve la suerte de aquellos protagonistas de romance adolescente y creer que justamente el chico malo me está mirando solo a mí.
No obstante, no funciona de esa manera en la vida real. Está lejos de ser así.
Demian Miller solo es una cara bonita con un mal genio.
—Oh, Young.
Unas manos atrevidas se aferran a mis hombros. Ellas acarician la piel desnuda porqué me han arrebatado la camisa y el alcohol colaboró con las chicas que intentan enredarse conmigo. ¡Por Dios! ¡Soy gay!
Pero aquí están, intentando robarme siquiera un beso.
—Me llevas a...
Mi sonrisa se desvanece en el momento que Sidney se posiciona delante de mí. Una chica muy hermosa consumida por el mal hábito de meterse con imbéciles. Pero ella no es tan mala, ni yo tan bueno.
La agarro cuidadosamente de los brazos. Le sonrío con gentileza. Ella también lo hace, pero no soy alguien que genere falsas expectativas y mucho menos cuando se trata de la cena de mi mejor amigo.
—Sidney estás con Ethan —susurro en su oído—. No soy esa clase de persona.
Ella blanquea la mirada y me empuja al momento de ser rechazada. Suspiro. Luego llevo una mano a la cabeza mientras busco con la mirada al par de idiotas que estuve ignorando desde la mañana.
Aunque ver al ojiverde recargado en la pared, viéndome de brazos cruzados es interesante. De hecho, agradezco que Ethan comprenda que las vaginas no son mi especialidad.
—Ahora es cuando intentas alejarme de tu chica —bromeo con malicia.
—No me digas —ríe—. La rechazaste por qué quieres que te folle en su lugar.
Entonces apoyo la cabeza en su hombro. Él aprieta con cuidado mi antebrazo.
—Día de mierda.
—Ve a la cama. —Él me agarra de los hombros—. No eres bueno con el alcohol, Dante —suspira—. Ni siquiera me trataste de idiota por lo que dije.
—Me duele la cabeza.
No puedo concentrarme. La música retumba en mi cabeza. Soy incapaz de oírlo, pero sé que está descontento porque mueve los labios muy rápido y su entrecejo arrugado es adorable.
«¿Qué está diciéndome?»
—Chicos.
Me muevo con torpeza a la hora de ver a la persona que se aferra a nosotros. Seguidamente, arqueo una de las cejas, mostrándome incrédulo. Supongo que hoy todas tuvieron la misma idea de entrometerse en donde no las llaman.
Aunque sentir que Ethan me pelliza la cintura me advierte de la mala manera en que estoy viendo a la chica a un lado de nosotros.
No puedo escuchar lo que él le dice cuando se acerca a ella, pero asumo que fue rechazada. Quiero decir, la sonrisa encantadora se desvanece y la postura coqueta se quiebra.
«Ha sido predecible.»
Pienso. Intento no reír. Aunque, por un momento, verlo a los ojos me remueve el estómago. Y en el momento que se acerca pongo una mano en su cara para alejarlo. Asimismo, desvío la mirada porque no puedo creer lo que acabo de pensar de Ethan.
«Sinvergüenza.»
Me quejo de los pensamientos intrusivos mientras veo de reojo su camisa desprendida. Refunfuño. Me siento nauseabundo cuando todo lo que se me cruza por la cabeza es una buena idea.
—Dante.
Trago con dificultad. Y miro a Ethan a los ojos, pero la alarma se enciende cuando desvío la atención a la boca de mi mejor amigo.
—Me voy.
—Eh.
Me llama. A cambio, me giro y me acerco tontamente a su oído.
—La fiesta terminó para mí —confieso. Pero en el momento que nos miramos mi estómago nuevamente se revuelve. —Te encargo mi camisa.
Me deshago del agarre en el brazo para subir por las escaleras.
No obstante, se trata de una odisea, en el estado en el que me encuentro tengo que gatear porque un paso en falso y caeré sobre la multitud de idiotas.
En resumen, no soy un buen tomador, ya que solo hicieron falta tres o cinco tragos para que mis sentidos se nublen y la racionalidad desaparezca.
Me pase con la bebida. También sobre pensando lo que ocurrió de camino a casa. Habría sido más fácil si Demian dejaba pasar a Alex, mejor aún, si desde un principio no nos hubiésemos cruzado.
«Es frustrante.»
—La maldita cabeza —refunfuño.
Al mismo tiempo, me paso la mano por ella.
—Hueles a alcohol.
Me sobresalto.
—De dónde saliste —me quejo—. Vas a hacer que se me salga el corazón.
Respiro con dificultad. Y tengo que apoyar la espalda en la pared para ver a Lisa un tanto desarreglada. Ella juega con las cejas y me ojea sin discreción.
—Veo que no pierdes el tiempo.
—¿Y tú?
Luego señalo la boca de mi mejor amiga, ya que su labial se corrió.
Por ende, sube los hombros.
—Detalles —dice—. ¿Piensas irte a la cama?
—No quiero hacer una estupidez.
Lisa sonríe con malicia.
—Bueno —murmura. Seguidamente, pasa por mi lado—, vas a tener que esperar.
—¿Qué?
Ella sigue por el pasillo para ir a la planta baja.
No obstante, antes de desaparecer, se da media vuelta y hace un ademán. Lisa se cubre la boca y señala la puerta junto a mí.
—Tienes huéspedes.
«Por una mierda.»
De estar en el cielo paso al infierno en un abrir y cerrar de ojos. La simple idea de saber que hay personas revolcándose en mi maldita cama me pone los pelos de punta. Es más, tenso la mandíbula con fuerza cuando me aferro al pomo de la puerta.
—¡Eres un imbécil!
En el momento que abro la puerta mi cuerpo es empujado por una cabellera rubia que sale del lugar.
Por un segundo pensé que me iba a encontrar con dos personas sobre la cama, pero lo cierto es que hoy soy un imán de problemas. Y por el impacto el estado de ebriedad que creía tener desapareció. Por lo que, mis sentidos están más despiertos que nunca.
«No puedo creerlo.»
Trago con esfuerzo.
Veo a la única persona que está de pie en medio de la habitación.
—¿Lo siento?
Qué puedo decir cuando interrumpí un momento íntimo. Aunque por la reacción de la persona que salió de aquí las cosas no iban por buen camino.
—Young.
Me enderezo en el momento que mi nombre es pronunciado por una voz profunda y las hormonas hacen lo suyo con la imagen que tengo delante. De hecho, los sucesos anteriores a este encuentro batallan por ser el protagonista en mi cabeza.
«En qué me estoy metiendo.»
—De... ¿Miller?
Recito confundido. Después paso la lengua por el labio inferior y asumo lo que ocurre.
Los pensamientos se esfuman y las ganas de evadir lo razonable hacen que el corazón se precipite. Puedo oír mis latidos. Y la idea de lanzarme a la boca de este atractivo muchacho me pone inquieto.
Aunque el pensamiento sea interesante, lo cierto es que tengo que apoyarme en la puerta al cerrarla para poder estabilizarme.
—¿Viniste?
Es descabellado tenerlo enfrente y más en mi habitación.
—Tú me invitaste.
—Ah.
Me río.
Sé que ahora mismo me veo estúpido, borracho y desarreglado. Pero voy a fingir que no pasa nada como lo hice todo este tiempo cada vez que Demian aparece.
—Por cierto —balbuceo—, la camiseta.
Él arquea una de las cejas y sonríe de lado. Y, quiero arrancarme la imagen de Demian Miller de la cabeza. Honestamente, cada gesto que hace es jodidamente atractivo. Él solo aparece para generar nudos en la garganta o, tal vez, esto sucede porque estoy borracho.
El cuerpo pesa cuando me acerco al escritorio. Pero es la única manera para ya no estar en deuda con él.
—Gracias.
Aunque torpemente las piernas se enredan cuando me doy la vuelta y la silla giratoria se interpone en mi camino. De todos modos, por fortuna o desgracia, la mano de Demian se aferra a mi brazo desnudo y me mantiene de pie.
La silla cayó al suelo.
—Ya veo.
El aprieta el agarre e inconscientemente me erizo de pies a cabeza. La reacción del cuerpo es instantánea y me preocupa que pueda darse cuenta.
No obstante, debido a la estupidez y la borrachera, soy incapaz de pensar con claridad.
—¿Qué? —pregunto.
Entonces Demian esboza una sonrisa traviesa que logra acelerar el corazón cuando levanta la mirada.
—Eres fuerte —susurra—, ya veo por qué Alex se quedó sin dentadura.
El suspiro cerca de mi rostro hace que ría y la razón no es por haber desportillado a Alex, sino porque nuestra cercanía me pone ansioso.
—Se lo merecía.
Él desvía la mirada y afloja con cuidado el agarre hasta liberarme por completo. A pesar de tener unas manos ásperas al tacto logra ser suave tanto que siento que voy a explotar en cualquier momento.
«¿Por qué estoy borracho?»
Relamo mis labios.
—Gracias.
Él se gira dándome la espalda. Así que, puedo observar gracias a la luz que se filtra por las persianas la inmensidad de este hombre.
—Eres igual a tu madre, Young.
Tenso la mandíbula. No es precisamente lo que quería oír. Un momento. ¿Qué quería escuchar?
Muevo la cabeza de un lado a otro. A su vez, con la mirada sigo los movimientos de Demian. Él agarró un cuadro sobre la mesa de noche. Entonces la realidad de estar a solas con él me obliga a tragar con dificultad y asumir que ahora mismo estoy frito. Si alguien nos encuentra estaré condenado de por vida.
Bajo la mirada.
«¿Dónde está mi camisa?»
—Sí —respondo. Al mismo tiempo, rebusco en mi guardarropa. —Me lo dicen a menudo.
Me pongo una camisa y, por alguna razón, el alma me vuelve al cuerpo. Al menos puedo sentirme más cómodo.
—¿Quieres algo de beber? —pregunto.
—No.
—¿Entonces?
—Estás más hablador. —Él me mira de reojo—. Así está bien.
«Solo haces que me sienta avergonzado.»
—Escucha —hago una pausa cuando lo veo girarse—; ¿por qué?
Demian arquea una de sus cejas robustas. De hecho, que haya dejado caer el cuerpo sobre la cama y me mire desde esa posición me hace sentir intimidado.
—No es como que quieras ser mi amigo de la noche a la mañana.
Lo miro desconcertado, es más, tengo que oprimir los labios porque me sentía incapaz de poder decirlo.
—¿Cuál es el problema?
—Eres descuidado.
Él sube ambas cejas y sonríe de lado. Luego se recuesta y desvía la mirada.
—¿Qué es lo que quieres?
Entonces camino hacia la cama y me quedo a un lado de ella mientras él mira en dirección a la ventana. No voltea. De hecho, se ve cómodo.
Aunque en el momento que se gira para verme a los ojos debo retener la respiración. Y me encojo. Subo los hombros cuando bajo la cabeza.
—Habría sido mejor sí...
Cierro los ojos y suspiro con pesadez.
Me siento frustrado cuando no debería ni siquiera estarlo, menos por él.
«¿Qué quieres de mí, Demian Miller?»
A continuación, el sonido de las colchas al ser removidas y el suave toque en las rodillas me obliga a abrir los ojos.
Él está sentado en mi cama en busca de la mirada que trato de evitar. Aun así, es imposible hacerlo. Las piernas a cada lado de mi cuerpo que rozan mis extremidades. El brillo en sus ojos oscuros y la suave sonrisa hacen que tense la mandíbula.
—Cuál es el problema de que hayas llamado mi atención —dice—. ¿Acaso no he sido amable contigo?
Es odioso, pero más lo es cuando ni siquiera mide las consecuencias de sus acciones al acercarse a mí. Y sus palabras me molestan, porqué él no es el ingenuo que se le agita el corazón por algo tan trivial.
El hecho de apoyar la cabeza en mi estómago me revuelve todo lo que soy.
—¿Qué quieres...?
Sus manos viajan a mi cintura, la cual palmea antes de ponerse de pie y quedar más alto.
Entonces me sonríe, mostrándose animado.
—Te invito a una fiesta de verdad, Young.
Dejo de respirar.
—¿Qué?
—Sígueme.
***
Deva Williams, en su juventud, en Multimedia.
N/A: Canónicamente, Dante es igual de hermoso que Deva. De rasgos delicados y ojos azul turquesa lo que en principio llamó la atención de Demian. 😉
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