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04

Jennie gimió al sentir las gotas frías del lubricante caer en su entrada. Lisa las esparció por el rosado botón admirando la hermosa vista, con su otra mano, desenrollaba el condón sobre su pene, suspirando miró a Jennie como esperando que le interrumpiera y que parara allí mismo pero Jennie solo se retorcia debajo. Inhalando deslizó un dedo dentro de Jennie, un calor envolvió su dedo y ella gimió, lo movió unos escasos segundos cuando otro dedo lo acompañó, quería entrar y ya. Bajando la cabeza mordió un glúteo y Jennie casi gritó por la impresión, riendo apretó la baja espalda de Jennie.

Ella presionó su mejilla contra la cama y respiró hondo un par de veces, tratando de aniquilar ese maldito temblor en todo su cuerpo. Ya tenía tres dedos en su interior, quería más. Eso no era suficiente. Más.

— Lisa... — le llamó y Lisa entendió el mensaje en su estrangulada voz. Ella sacó los dedos y Jennie jadeó al sentir un vacío, pero este sentimiento murió cuando Lisa alineó su polla en su entrada, Lisa lubricó su pene envuelto en el preservativo sin dejar de ver a la hermosa chica extendida sobre su cama. Gulando su polla, hasta la apretada entrada.

Jadeó con frenesí al sentir como los glúteos de Jennie le absorbían y su estrecha entrada. Jennie gimió cuando Lisa comenzó a moverse, a la primera embestida sintió todo su cuerpo vibrar. Su interior se sentía como millones de mariposas revoloteando violentamente, sus dedos rozaban el cielo cuando Lisa dio contra su punto dulce.

Lisa sonrió, sus comisuras ampliándose con cada empuje de sus caderas. Jadeó, el ambiente estaba completamente sensible y caliente. Jennie apretaba y empuñaba las sábanas bajo suyo, sus gritos acallados por la cama, tomándola de los cabellos pelinegros tiró de su cabeza hacia atrás para un duro beso, frío y cruel.

Jennie sintió el pecho de Lisa pegarse a ella Incorporándose, apartó a Lisa con un empujón.

Lisa la miró sin entender. Ella cayó sobre la cama, Jennie subió sobre Lisa entre sus manos, a horcajadas, alineó el pene de Lisa y se deslizó por él con lentitud sin apartar los ojos de ella que abría su boca con gemidos mudos. Lisa apretó sus dedos en las caderas de Jennie. dedujo que dejaría marcas pero no le importaba en lo más mínimo, aún menos quién las viera. Jennie llegó hasta ella por otro beso. Su lengua barrió el cuello de Jennie, mordisqueó y chupó la hermosa piel, la castaña gemía sin dejar de montarla, bajando y subiendo sobre su pene con los ojos cerrados disfrutando de las sensaciones que ella estaba haciéndole sentir.

Observó cómo su pene se perdia dentro de Jennie, era el jodido cielo. Con un ángel encima de ella, los gemidos de Jennie no se escuchaban por la fuerte música que seguía repitiéndose y repitiéndose. La canción de alguna forma relatando sus atormentados sentimientos hacia la chica montándola.

¿Hace cuánto tiempo siente esto por Jennie?

— Más — gritó Jennie.

Una perezosa sonrisa satisfecha en su rostro. La pelinegra vio las marcas violáceas sobre la hermosa piel de Jennie.

Lisa sintió ese inevitable sentimiento de posesión hacia Jennie, y amaba poseerla.

— ¡Más, Lisa! — gritó otra vez.

Tomando a Jennie, rodaron por la cama, posicionó a la castaña sobre su espalda, agarró sus piernas y las abrió  hasta el límite teniendo una hermosa vista del botón rosa donde enterró su polla. empezó a besar su cuello y salió solo dejando el glande dentro del cuerpo de la castaña para volver a empujarse dentro.

— Jódeme — demandó con fuerza y voz rota.

Tiró de su cuerpo acercándola y entró en ella, una y otra vez. El sudor corriendo por su rostro y el de Jennie, la hermosa cara contraida y excitada, le endurecía más. Jennie estaba tan malditamente apretada. Su mandíbula se cerró con fuerza, con una mano tomó el los pezones de Jennie y comenzó a tocarla, estrellaba su pene contra la entrada de Jennie, gritos, sudor, gemidos, jadeos, llenaban la habitación.

Jennie estaba totalmente perdida, la estimulación dentro suyo y la mano de Lisa tocándola le enloquecía, su punto dulce siendo golpeado duramente con cada estocada.

— Lili — sollozó.

Restaba importancia si el resto de su casa les escuchaban, quería más y tendría más. Lisa disminuyó la fuerza de sus embestidas molestando a Jennie.

— Dime cuánto quieres mi pene. — Rió al ver la molesta expresión en el rostro de Jennie — Por favor — pidió.

Lisa no se movió.

— ¡Muévete, joder! — lanzó necesitada, Lisa sólo serpenteaba dentro suyo, muy lento, muy agonizante, muy despacio.

— ¿Cuánto quieres mi pene? — repitió dejando suaves besos en su cuello.

— ¿En serio? ¿Harás esto ahora? — Asintió.

Jennie resopló, impaciente

— Amo tu pene — susurró bajito.

Lisa se hizo la tonta.

— ¿Qué? No te oigo muy bien.

Jennie se ruborizó en varios tonos rojos haciéndole ver aún más follable.

— Dije que amo tu pene. — Lisa sonrió victoriosa.

La pelinegra tomó los labios de Jennie y ascendió las embestidas con fuerza. La castaña podía decir que sentía como estaba partiéndose en dos, sus uñas recorriendo la espalda de Lisa dejando marcas rojas y profundas, sus dientes atraparon el labio inferior de Lisa tirando de él.

Los empujes estaban haciéndole gritar placenteramente, la neblina la cegó y su orgasmo se hacía presente.

— Joder, joder, joder — exclamaba mientras empujaba contra Lisa y profundizaba las estocadas.

Su corazón latiendo a mil por segundo y finalmente llegó a su clímax, su respiración errática y su aliento atrapados en sus pulmones. Sus ojos rodaron al sentir como Lisa la levantó de la cama y se estrellaba contra su culo. Sus músculos se contrajeron casi dolorosamente al pene de Lisa.

La pelinegra gruñó mientras se corría con fuerza cegadora. Ella cayó encima de Jennie, la canción llegaba a su parte final cuando se miraron. Su corazón resonaba en sus oídos cuando Lisa peinó sus húmedos cabellos y llegó a sus labios y la besó lentamente. Este beso fue distinto, era suave, tierno y delicado. Jennie entrelazó su lengua acariciando el rostro de Lisa, no sabía por qué pero su corazón se aceleró en el momento en el que la pelinegra tomó sus nudillos y depositó un beso allí. Lisa se preparó para declararse.

Dándose ánimos. habló.

— Jennie, ¿Sabes qué significas mucho para mí? ¿Verdad? — preguntó.

Jennie sonrió y asintió.

— Tú significas mucho más para mí de lo que te imaginas. No estaba tan segura pero ahora lo estoy. Yo estoy enamorada de ti, pequeña — bajó la voz convirtiéndolo casi en un susurro, sonrió atontada cuando Jennie abrió los ojos apresuradamente y le miró.

— ¿Qué? — preguntó

— Estoy enamorada de ti — dijo con más seguridad.

Lisa se sorprendió cuando Jennie le empujó por los hombros y la castaña se sentó, dándole la espalda.

Iba a preguntar si estaba bien cuando Jennie la volvió a mirar con cejas fruncidas.

— Deja de bromear, Lisa. — Sacudió la cabeza.

— No estoy jugando Jen, yo te quiero — se defendió.

Jennie sonrió, negándose a creer lo que oía. Era estúpido pensar eso.

— Claro que no, tú... tú eres como una hermana para mí — exclamó, incrédula.

Lisa subió las cejas, sorpresa llenando su rostro.

— ¿Desde cuándo las hermanas se follan entre sí? — interrogó.

El enfado brotando de su boca. Estaba declarándose y Jennie decía que eran como hermanas, esto se volvió ridículo.

Lisa estaba sintiéndose patética. Jennie se levantó, alejándose de la pelinegra llevándose la sábana consigo y tapando su desnudez de ella.

— No importa. Ni siquiera puedo verte de esa forma — hablaba con rapidez buscando su ropa por toda la habitación desesperada.

Quería huir lejos de ahí, lejos de Lisa. No podía estar pasándole esto a ella. La pelinegra seguía sentada en la cama mirándole seriamente. Vio a Jennie encontrar su camisa y ponérsela con velocidad. Ella sabe que Jennie queria correr de allí, la neblina desapareció y su cordura regresó.

¿Qué mierda había hecho?

Mierda, mierda, mierda, pensaba.

— ¿Pero, si puedes acostarte conmigo? — Jennie oyó dolor y reproche en los labios de Lisa, la culpa acuchilló su corazón.

Malditos consejos.

Se mordió la uña del dedo pulgar una vez vestida.

— Eso...eso es otro tema, Lisa. Sólo estás confundida. Sí, estás confundida.

Jennie parecía querer convencerse más a sí misma que a Lisa. La pelinegra se levantó, asustando a la castaña. Su cuerpo entero se tensó, ella tomó los hombros de Jennie y la sacudió.

— Te quiero — le dijo, ella negó empujando a Lisa

— ¡No, no puedes! — le gritó Jennie entrando en pánico.

— Te quiero, Jen — repitió Lisa y Jennie sólo negaba con frenesí.

— No podemos estar juntas ¿Que parte no entiendes? — la empujó por fin deshaciéndose del agarre de Lisa.

Ella apretó los labios con fuerza.. Esta situación era estúpida.

— ¿Por qué no? — gritó también enojado. — ¿No soy lo suficiente para ti o qué carajos tratas de decirme?

— ¡Eres la mejor amiga de mi papá! — exclamó Jennie. — Tengo novio, mi padre no aceptará esto, me pasas como una puta década y yo... — Tomó un profundo suspiro. — Yo no te quiero. — sentenció mirando directo a los ojos de Lisa. — Yo amo a Mino

— Entonces, ¿Por qué viniste a mí? — Lisa sonó herido.

Jennie cerró los ojos por un momento.

— Porque necesitaba consejos, tú me arrastraste a esto. ¡Entiéndelo! — bramó.

Esto estaba mal, ella no amaba a Lisa solo... le gustaba pero nada más que eso.

— ¡Fuiste tú quien vino a mí! — Apretó la muñeca de la castaña.

Jennie intentó huir pero Lisa apretaba con más fuerza. 

— Fue por una pelea con Mino, estaba enojada y no estaba pensando — explicó.

— Me usaste Jennie. — Soltó su muñeca, los brazos de Lisa cayeron a cada lado de su cuerpo aún desnuda.

Jennie se mordió los labios nerviosa, sintiéndose culpable.

Honestamente, sí, la usó.

— Lisa... — Trató de acercarse pero Lisa retrocedió.

— Lárgate — pidió.

Jennie volvió a dar otro paso. La pelinegra volvió a alejarse de ella, definitivamente no quería a Jennie cerca de ella. — Vete — gritó asustando a Jennie. — Vete a la mierda, Jennie.

De pronto, Lisa llegó hasta ella y la arrastró hasta la puerta. Jennie no podía hacer otra cosa que estar con la boca abierta y estar en shock tratando de entender por qué todo se salió de control. Una vez fuera del cuarto, volvió en sí. Girando, trató de razonar con Lisa pero calló al ver los ojos vidriosos mirarla con furia.

Jennie sintió cómo un hueco se instalaba en su pecho. Caminando hasta su cuarto, entró, cayó en la cama junto a Mino. Se sentía confundida y angustiada. Esa mirada en Lisa dejó un peso sobre sus hombros que estaba rompiéndola. Lastimó a Lisa y le dolia. El brazo de Mino se enredó en su cintura, atrayéndola hasta ella que seguía durmiendo. Jennie apretó los dientes y se abrazó a su novio. Quizá, buscando consuelo. Esa noche la castaña lloró en silencio.

Simplemente sabía que lo suyo con Lisa no funcionaría. Ella ama y seguirá amando a Mino. Cerrando los ojos dejó de pensar en todo lo que sucedió esa noche, cayendo en los brazos de Morfeo.


Al despertar, paso su mano buscando a Mino pero no lo encontró. Abriendo sus ojos sintió ser golpeado por la cegadora luz mañanera. Bostezando, poco a poco recordó todo lo que sucedió anoche.

Con pies pesados, abandonó la cama, bajó hasta la cocina no queriendo encontrarse con Lisa pero si encontró a su padre con Yuna, ambos desayunando.

— Buenos días — les saludó.

Yuna se paró y le sonrió.

— Buenos días — dijeron al unísono la pareja.

Paseando su mirada, no vio ni a Mino ni a Lisa.

— ¿Buscas a Lucas? — cuestionó su papá comiendo una tostada que Yuna le pasó.

Jennie asintió, tomando lugar a lado de la pareja. Observó a Yuna, la mujer no le caía tan mal sólo era raro ver a su padre con otra persona. Al menos esta sí parecía importarle el cuidado de su padre.

— Se fue temprano.

— Lisa también se fue por algo del trabajo o algo así — comentó su padre.

Jennie le miró con ojos abiertos.

— ¿Lisa se fue? — preguntó desconcertada. ¿Se habrá ido por su culpa? ¿A dónde iria si su departamento estaba en remodelación?

— Ella es tu novia ¿no? — Interrumpió Yuna con una sonrisa sincera. — Hacen una hermosa pareja.

— ¿Quién? ¿Lisa y yo? — Negó con la cabeza, se sentía un poco avergonzada. Ella nunca pensó en Lisa de esa manera, bueno, no pensó en aquella posibilidad.

— No, es Mino mi novio.

Yuna pareció desconcertada.

— Oh, pensé que era Lisa, por la forma en que te miraba y sonreía. Bueno, sólo es cariño. Supongo... — contestó haciendo ademanes.

¿La forma en que Lisa le miraba?

— Yo pensaba lo mismo — habló otra vez su padre, masticando perezosamente. — Siempre pensé que Lisa sería ideal para Jennie, pero a mi linda chica le gustan los idiotas como Mino.

— ¿Qué? ¿Apoyarías una relación entre Lisa y yo? — preguntó casi gritando.

El mayor dejó la tostada a un lado, encogiéndose de hombros y sentando a Yuna sobre sus piernas.

— Pero, ella es mucho mayor que yo, papá.

— No puedo criticar eso, hija — señaló a Yuna. — Ella apenas va por los veintitrés y yo por los treinta y cinco. — Rió.

— No me importaría que estés con alguien mayor, siempre y cuando la ames por bien.

Jennie tragó saliva, Yuna besó a su padre y ella se hundió en su silla. La angustia carcomiéndole.

— Disculpenme un momento — dijo a la pareja.

Ambos asintieron, corrió hasta su habitación, tomó su móvil y marcó el número de Lisa. Automáticamente fue dirigida al buzón, necesitaba disculparse con ella, actuó mal y lo sabía. Probó varias veces pero obtenía el mismo resultado, mordiéndose el labio,reprimió un grito de frustración.


Dos semanas transcurrieron desde que Lisa y ella tuvieron esa discusión. Desde entonces, Lisa no aparecía, preguntó a su padre pero el tampoco tenía idea de donde estaba Jennie. Ni siquiera contestaba su móvil y eso le desesperaba. Paseando por su habitación, decidió ir al departamento de Lisa. Jennie necesitaba saber que está bien.

Ahora, parada delante de la puerta del departamento, es un manojo de nervios. Suspirando, tocó la puerta y esperó, volvió a tocar y finalmente escuchó unos pasos. Ansiosa sintió volver a respirar cuando la pelinegra abrió la puerta.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó con el ceño fruncido.

Tragando el nudo en su garganta dijo: — Vine... vine a ver como estabas, ya nos vas por casa y me preocupabas. — Lisa sonrió con sarcasmo.

— ¿Mi hermanita está preocupada? —  Jennie la miró con culpa.

Ella se acercó y tomó la mano de Jennie entre las suyas, desesperada por tocar algo de ella.

— Hablemos — pidió.

Lisa negó

— Por favor, yo...

— ¿Lisa? — Alguien dentro de la casa llamó a Lisa.

Una pequeña chica rubia apareció vestida con la camisa de la pelinegra y unos pequeños shorts negros. Jennie sintió una punzada de celos. Ella se acercó a Lisa con una sonrisa y ella rodeó sus pequeños hombros con su brazo. De pronto ella le vio y sonrió aún más.

— Oh, hola — saludó la desconocida.

Jennie no correspondió su estúpido saludo. Girándose buscó los ojos de Lisa, esperando una explicación pero no la obtuvo.

— Vete, Jennie. — Lisa empujó suavemente a la chica dentro y antes de que cerrara la puerta en su rostro, Jennie interpuso su brazo entre el marco y la puerta, impidiendo que la cerrara. Necesitaba hablar con la pelinegra y no permitiría que esa chica sea un impedimento.

— Necesitamos hablar — gruñó.

Lisa insistió apretando la puerta contra el brazo.

— Largo — le gritó.

— Por favor — pidió con pequeñas lágrimas formándose en sus orbes. Lisa le miró por unos segundos pero para Jennie pareció una eternidad.

Cuando pensó que le daria una oportunidad de explicarle, Lisa la empujó y cerró la puerta. Logró oir los cerrojos y la llave girar y eso hizo que su pecho doliera. Jennie se inclinó hacia adelante, pegando su frente a la puerta. Suspiró temblorosamente y sintió cómo su cuerpo vibraba de la ira. Eso era su culpa. Ella alejó a Lisa y ahora que trataba de recuperarla no lo conseguía. Una lágrima corrió por su mejilla pero no dijo e hizo nada. Buscaría la forma de hablar con Lisa y explicarle lo que sentía por ella.

Estaba tan confundida.

Caminó hasta la salida viendo por última vez el pasillo vacío. Apretó los dientes y empuñó sus manos antes de salir del edificio. Lisa la observó por la mirilla. Jennie parecía en mal estado y en parte sabía que era su culpa tanto como la de ella pero Jennie pareció no aprender nada. Darle una lección no siempre estaba de más.

— ¿Por qué no le dijiste que era tu hermana? —preguntó Rosé, abrazándole. Se sentirá mal.

Lisa miró a su hermana menor y trató de sonreírle pero no lo logró.

— Ese es el objetivo, Rosé. Que se sienta mal.

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