9. Sangre y jaspe
Y supo lo que sucedió cuando por la mañana del Martes, cuando era la hora del almuerzo y estaba formado solo (Aaron no se había presentado) en la fila para comprar algún jugo, o quizás se atrevería a comprar una gelatina. Estaba apoyado en la barra, con los ojos entrecerrados porque tenía sueño y la noche anterior no había podido dormir por el ruido de sus pensamientos.
Detrás de él, por tres personas de distancia, ella y esa amiga se unieron a la fila. Leon no tardó en mirarla como solía hacer, en reducir todo nuevamente a sus rizos. Pero ella le regresó la mirada, y era una mirada de asco y desaprobación.
Espera, ¿qué?
Ella acercó sus labios a la oreja de su amiga, le susurró algo. De pronto, se fue y su amiga fue quien se acercó a Leon:
-Carol... -comenzó a decir la chica.
Leon sonrió. ¡Se llamaba Carol! Esa chica, esa hermosa chica no sólo era Libra, sino también Carol.
-Dice que no te quiere cerca.
-¿Eh? ¿Por qué?
-Tú amigo el rubiecito nos contó lo que haces, pervertido. Así que aléjate de Carol.
Oh..., Dios.
-¡¿Qué fue lo que te contó?! No es verdad, Aaron miente, él está demente, no le creas. Dile a Carol que no le crea, yo no hago nada, yo sólo..
-Y Aaron dijo que lo negarías.
-¡Espera! No te vayas, déjame.., por favor, no puedes, dile a ella que....
La chica lo miró con confusión y rechazo, como quien mira a un pobre mendigo aferrado a que le entregues dinero. Leon la tomó por los hombros, y aquello agudizó la expresión de la contraria.
-Apártate, me das asco.
Leon sintió como si..., estuviera muriéndose por octava vez en la semana. Estaba en caída libre otra vez.
-Me gusta muchísimo, ella no puede odiarme, yo no podría soportar si ella me odia.
-Tú eres el jodido demente.
Sangre. Se ahogaba en sangre. No tan literalmente, pero había picado con demasiada fuerza su garganta, y ahora el vómito le lastimaba la herida interna y...
No importaba. En un parpadeó estaba desborronandose en la cafetería, al siguiente estaba en el cubículo, y al siguiente estaba en el autobús, con un niño en el asiento de al lado, quien cantaba a todo pulmón una estúpida canción americana. Ir a casa, y lidiar con una mujer que sabes que es tu madre y al mismo tiempo, no lo es más. El telescopio se burlaría de él, se quedaría solo en la habitación, con sus pensamientos. Su madre querría que él comiera...
No podía irse a casa. Tenía que ir con Marilyn, la única persona que parecía saber cosas y conocer realmente el rumbo de la vida. Quizás Aaron también estuviera ahí, pero Leon no lo había visto en todo el día. Marilyn....
Entonces bajo del autobús en donde usualmente bajaría Aaron.
Marilyn.
Tocó la puerta, varias, muchas veces. Casi con furia, casi con ganas de ponerse a llorar por que nadie la abría. Alguien, por favor, ábrame la puerta.
-¡Soy Leon! Leon Sawyer -quizás decir su apellido iba a dar más posibilidad de que la puerta se abriera.
Leon se asomó por la ventana, y mientras lo hacía, una chica cubierta por una larga manta sacó la cabeza por la puerta.
-¡Marilyn! Oh, Dios, no sabes lo horrible que...
Y Leon miró sus ojos, sus ojos siempre cubiertos por maquillaje azul metálico. Ese día no era la excepción, pero el ojo izquierdo estaba hinchado, entrecerrado y de un color rojizo. Leon se quedó sin aliento. El rostro de Marilyn se ruborizó, parecía que estaba a punto de... Y lloró. Se puso a llorar. Bajó el rostro como Leon solía hacer, soltó la manta y esta cayó al suelo en un golpe seco. Ella se cubrió la cara.
-¿Qué pasó? Dime, por favor.
Ella no contestó, y no tenía por qué hacerlo, pues Leon estaba al corriente de todo sin necesidad de explicación. Entonces él levantó los brazos, en duda sobre si darle un abrazo o no, pero Marilyn se abalanzó antes de pudiera decidirse. Leon quedó ahí, con la cabeza sobre el hombro de ella, con el cabello pálido picandole la cara y los brazos blancos aferrados. Oh.
Ella también. Marilyn, también demostraba no ser eso que Leon creía, también demostraba eso, así como Rachel, así como Aaron y Carol, así como él mismo. Se puso a llorar. Que desastre; dos muchachos, bajó el horrible cielo nublado y en la entrada de esa casa asquerosa, ambos con los rostros enrojecidos y los ojos cerrados violentamente. Ambos sollozando por lo alto, sin miedo del otro, casi como tirarse a agonizar junto con otro soldado herido de bala.
Estuvieron minutos enteros ahí, hasta que la brisa helada los hizo entrar. Con los ojos hundidos, Leon terminó dando vueltas en el cobertor de Marilyn mientras ella se sentaba en el suelo, con el rastro de lágrimas todavía presentes.
¿Dónde estaba Aaron? ¿Su madre estaría ya preocupada? No importaba. Nunca importó.
-Estoy cansada.
-Yo también.
-Lo siento, creí que podía ayudarte.
-Está bien. Tus problemas son peores.
-Deberías irte a casa, Leon.
-Déjalo así.
Otros minutos de silencio. El viento daba contra las tejas y la ventana, parecía que todo se había reducido a esa patética manta, a Marilyn y el olor a kitty-mau .
-¿Cómo alivias el dolor y los problemas? -preguntó Leon al cabo de un rato, su voz seguía sonando como un pesado murmullo.
-No lo sé. Al menos no con los míos; y creí que tus problemas eran más ligeros y podían arreglarse fácilmente. Pero ahora, viéndote, envuelto en la manta, con pinta de que vas a volver a llorar en cualquier segundo, sólo me queda decir que me equivoque.
Leon quería que ella siguiera hablando, sobre cualquier cosa, el sonido de su voz mataba sus pensamientos por cortos segundos.
-A veces pienso que nada en este mundo puede hacerme feliz, ni siquiera yo mismo. Quizás lo merezco -volteó a verla-. Hoy me hice vomitar demasiadas veces, aunque no salía nada.
-No lo mereces, tú no. Nunca haces nada malo.
Entonces Marilyn asomó la cabeza por el borde de la cama. Estiró la mano y tomó la muñeca del chico.
-Tú también eres genial -agregó Leon.
Se quedaron en silencio, los ojos azulados de ella se perdieron en los castaños de él, y viceversa. Casi parecía que querían sanarse mutuamente sólo con ello. Leon vio..., el ojo..., hinchado..., el labio reventado que no había visto antes...
-¿Te puedo contar un secreto? Mi forma de sobrellevar todo es con jaspe. Si no estuvieras aquí, ya hubiera fumado todo lo que tengo. Al fin y al cabo Aaron no ha regresado.
Leon se concentró en eso, en la mención del jaspe. Por primera vez el nombre de aquella droga sonaba como una posibilidad, como esa solución mágica que tanto te vendían, como algo deseable. Abrió mucho los ojos, ¿y si ello callaba su cabeza por un rato? ¿Y si ello le hacía olvidarse del por qué de todo?
No, no es cierto. Jaspe no es una posibilidad.
Pero si lo pensaba, ya se había lastimado muchísimo, durante mucho tiempo. Sus costillas se veían, ya no podía participar en la clase de deportes sin sentir que se iba a morir, el reflejo del vómito ya no era tan fácil de conseguir.., Oh. Sí, incluso en ese aspecto estaba jodido. ¿Qué mal haría un poco de jaspe? Aunque sólo por una ocasión, sólo porque de verdad no hay nadie ni nada más que pueda ayudar. Sólo porque hoy es un día de mierda.
-Marilyn, quiero probar -dijo.
-¿Qué? ¿El jaspe? Estás demente. Yo nunca te daría algo como eso, Leon.
-Lo sé. Es una tontería. Hoy no estoy pensando bien -sentía que su pecho volvía a subir y bajar, otra vez las lágrimas-. Pero no sé qué más hacer, tampoco quiero pensar en soluciones. Estoy cansado. No podré pasar de esta noche si sigo con todos esos pensamientos en todos lados.
-Leon, tranquilízate, por favor. No llores...
Ella se levantó, se acercó a la cama y...también comenzó a llorar. Ninguno de los dos podía seguir soportando, y la presencia del otro era sólo un peso más a la vez que un alivio.
-Sólo está vez, ¿por favor? Hazlo por mí, nunca más volveré a pedirte. Lo juro. Sólo esta vez.
Marilyn sollozó con más intensidad. Finalmente se agachó para dar una especie de abrazo y dijo:
-Sólo una.
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