18. Cosas preciosas
Iba por la calle, todas esas personas lo miraban por instantes, eran ignorantes del hecho de que estaban viendo a un muchacho y a su último trayecto en vida. Pero no importaba lo vacío del rostro de Leon, lo importante era que traía puesto una elegante camisa negra de cuello alto, que llamaba la atención de la gente. Y naturalmente, la camisa destacaba su complexión sin hacer evidente los problemas alimenticios por detrás, resaltaba lo delgado de su rostro y lo definido de su mandíbula. Era como ver, a un muchacho bien formado y en camino a su primera cita. Quizás si Leon estuviera sonriendo un poco, o quizás no tuviera la mirada tan baja, o mínimo caminara con un poco de más seguridad, seguramente hubiera conseguido algún número.
Pero el caso es que no. Nada lo detuvo de llegar al vecindario más cercano al parque de Robles. Ninguna buena anciana, ningún compañero de clase y ningún incidente. El viaje fue tan perfecto que Leon llegó a considerar que aquello era su destino.
Tocó la puerta, Marilyn le pidió que entrara. Y eso hizo Leon. Caminó lentamente, una pequeña parte de él se quería alejar, pero al mismo tiempo no dejaba de avanzar hacia delante, como un imán.
¿Iba a morir? No, no podía ser cierto. No...
Y al entrar a la habitación, la miró a ella, sentada en la cama, vistiendo un elegante vestido púrpura que dejaba al descubierto sus hombros.
Toda duda desapareció de su cabeza: no iba a volver a casa. Nunca jamás.
-Por un segundo pensé que no vendrías.
Leon se quedó en el marco de la puerta, sólo hasta que Marilyn volteó a verlo con un maquillaje en el rostro mucho más elegante y diferente al usual, fue que Leon notó que la grabadora estaba encendida. Canciones de los Beatles.
-Te ves demasiado atractivo -Marilyn sonrió un poco-. ¿Por qué no te sientas acá?
Leon asintió. Dios mío, cada paso le costaba un pensamiento. Respirar dolía, pero lo consiguió. Subió a la misma cama que ella. Ella lo observó, con una curiosa sonrisa, una sonrisa inocente, que recordaba a la de una pequeña niña.
-Ven, acércate.
Y entonces Marilyn unió sus labios de nuevo, con tanta intensidad que Leon terminó por acceder.
Lucy in the sky with diamonds
De pronto estaba ella aferrada al cuerpo de Leon. Una mano en la mejilla, otra en la espalda alta.
Lucy in the sky with diamonds
Leon hacía lo mismo, una mano en el hombro de ella... Marilyn se dejó caer sobre la cama, Leon la siguió..., creyó que al final iba a conseguirlo e iba a hacer que ella cambiara de decisión.
Leon intentó seguirle la corriente. Sí, eso iba a distraerla. No iban a morir, quizás otra vez seria aquello lo que los iba a distraer por... Pero al volver la vista a Marilyn, ella tenía un frasco de pastillas para dormir. Sonreía. El cabello extendido bajo su cabeza, el maquillaje le daba la apariencia de una princesa de las películas de Disney, como la bella durmiente o blanca nieves o..., Leon alejó su rostro del de ella con los brazos temblorosos, en cualquier momento perdería la fuerza y se caería.
Ella sonreía tiernamente otra vez. Dio una palmada en la cama para indicarle a Leon que se acostara ahí, y así lo hizo él.
-Las tenía desde hace mucho, en realidad. Siempre supe que un día iba a decidirme. Medio frasco será suficiente.
Sin tiempo de preguntar un: "¿Estás segura?", Marilyn ya estaba poniendo las pastillas en su mano y luego acercó el frasco a Leon.
Lucy and the sky with diamonds
Leon levantó la mano ahuecada, y fue contando las pastillas que caían en la palma.
-Bien, ¿algo que quieras decir? -preguntó Marilyn mientras tomaba la botella de agua de la mesa de noche.
Leon abrió mucho los ojos, pero en realidad no podía recordar qué serie de pensamientos lo llevaron a ese lugar, con esa chica y esas pastillas. No podía pronunciar nada otra vez, como con el bolígrafo y el papel. Quizás lo que pasaba es que estaba confundido, y no quería morir. O quizás sí. Igual ya era tarde para arrepentirse, ya estaban las pastillas en su mano.
-Me gustó esa vez del jaspe, y del túnel. Gracias -murmuró Leon.
-A mí también me gustó mucho.
-¿Tú vas a decir algo?
Marilyn abrió la boca pero no pronunció nada. Guardó silencio, quizás porque Leon le cortó la inspiración con su oración insípida. Ella se echó las pastillas en un movimiento aparentemente impulsivo, Leon sintió que estaba por orinarse encima...
-Te amo, Leon.
Un agresivo cosquilleo invadió a Leon. De alguna forma sabía que ese te amo era una forma de decir es tú turno. Y casi sin capacidad de elección, ya tenía las pastillas en la boca. Y luego la botella de agua. Y luego estaba echado de lado, con Marilyn al frente.
-¿Tú me amas?
-Mucho.
-Gracias.
Ella tomó la mano de él con tanta fuerza que podría lastimarle.
-Este vestido era de mi madre -dijo Marilyn.
-¿Y qué le pasó a tu madre?
-Tomó pastillas para dormir.
Picture yourself on a train in a station
With plasticine porters with looking glass ties
Suddenly someone is there at the turnstile
The girl with the kaleidoscope eyes
-¿Tienes miedo? -preguntó Leon con la voz temblorosa.
-No. Nunca había estado tan tranquila en mi vida. Tú te ves aterrado, pero estarás bien. Todo estará bien. Estamos juntos.
Leon parpadeó, estaba sudando en frío.
-Que tontería pensar que podía ayudarte, ¿verdad? Pero estabas más lastimado de lo que pensé. Y nunca pude entender por qué -susurró Marilyn.
-Está bien. Sospecho que nadie hubiera podido ayudarme de todas formas.
-Quizás.
-¿Crees en la vida después de la muerte?
-No, ¿y tú? -murmuró Marilyn.
-Tampoco.
Hubo un silencio, sus manos seguían tercamente unidas, la de Marilyn encima de la de Leon.
-Me gusto conocerte.
-A mí también.
El cuerpo de Leon comenzaba a sentirse entumecido, no era una sensación relajante, más bien era como estar atrapado en tu propio cuerpo. El tiempo se acababa. La miró a ella, radiante, hermosa, era lo más cercano a perfección que Leon conocía. Aún con los mechones disparejos, los ojos un poco hundidos, los labios pintados de un tono demasiado intenso para su piel, era hermosa. Tan hermosa que hasta parecía irreal, como un sueño, como una ilusión, como una pintura finalizada hace cientos y miles de años. ¿Cómo Leon podía merecerla? ¿Le había preguntado se porque se había enamorado supuestamente? No recordaba. No recordaba mucho de ella en general. No estaba seguro de si en realidad ella tenía diecisiete. Se perdió en sus ojos, un azul que aportaba demasiado a la sensación de que ella era irreal. Tan azules que Leon se preguntó si no serían lentes de contacto. ¿Lo serían? No sabía la respuesta. Entonces, se preguntó: ¿por qué alguien tan radiante quisiera morir? Tragó saliva. Oh, Dios. Leon entonces pensó en que jamás se preocupó por ella. Nunca, nada, ni un poco más allá de ligeras emociones, nunca la ayudó..., porque no sabía cómo. Y no sabía cómo porque no la conocía.
¿Se estaba muriendo junto con un falso amor, meramente superficial? No, Dios. No. Que idioteces. No es posible.
-Que lindo eres, Leon -decía ella con la voz aguda.
Leon se quedaba sin aliento, pero no por la sobredosis, sino porque de pronto cayó de nuevo en cuenta de que no la conocía. ¿Puedes estar enamorado de alguien a quien no conoces? Su cumpleaños, ¿cuándo? Su animal favorito, ¿cuál? Qué la llevó a esto, ¿qué fue? Oh...
Leon parpadeó. En el hospital, en la camilla, ¿estaba recordando a Marilyn o a la felicidad momentánea que las acciones de Marilyn provocaban? ¿Que deseaba realmente, a ella o sentirse querido? Necesitaba una respuesta, pero su cabeza estaba cada vez más entorpecida, cada vez se sentía menos capaz de mover su cuerpo a voluntad. Los ojos azules le seguían mirando, sonrientes, tal como la chica...
Ahora ella hablaba. Me gusta todo de ti, me gusta tu cabello, me gusta la forma de tu cuerpo, tu tono de voz, tus manos delgadas, la expresión que haces cuando sonríes, esa de bajar la mirada como si te diera vergüenza. Su voz se escuchaba debajo del agua.
Ella le observó por un par de segundos, luego guardó silencio comprensivo y se acercó aún más, para poner su cabeza sobre el pecho de él, aferrada.
Supongo que es todo, decía ella, yo también tengo sueño ahora, me gustaría escucharte una última vez, ¿puedes?
Lo siento, murmuró Leon.
Eso no, di algo agradable, algo bonito, algo que me haga soñar cosas preciosas.
Quisiera que estuviéramos dando un paseo otra vez.
Lo daremos, te amo.
Y Leon intentó mantenerse despierto, quizás si se levantaba lo suficientemente rápido y se provocaba el vómito, podría vaciar los medicamentos. Lo intentó, mucho, pero Marilyn era una fuerza descomunal contra su cuerpo entumecido. Resignado, se dio cuenta de que no iba a llorar, su cuerpo no estaba en condiciones para ello.
Ahora todo era oscuridad, en un instante que pudieron ser minutos u horas enteras, sentía el calor de ella y al otro no.
Ni siquiera le dijo te amo. Leon intentó decir esas palabras, aunque fuese en la soledad de su cabeza, pero no funcionaba. Las palabras no aparecían. ¿Y si no la amaba? No, por supuesto que la amaba, por eso había accedido a esto. La amaba, reunió su escasa fuerza para decirlo te amo, Marilyn, pero la oración nunca salía, y en lugar de eso, sorpresivamente pensó:
Quiero ir a casa.
Pero era tarde, pensar aquello no iba a despertarlo.
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