9. Reunión
Disfruten el capítulo.
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Siendo aún temprano, Renata tuvo que volver a clases. No fue problema al contar con el permiso de la directora para acceder a la preparatoria justo en la hora del receso. Sus amigas al verla llegar, se acercaron a preguntarle cómo le había ido.
Recordó el trato que hizo con Silvana y de que no debía hablar de ello. Tampoco podía contarles que dicha mujer, se trataba de la misma a la que besó aquella desdichada noche.
Por lo que se vio en la necesidad de omitir todo tipo de detalles para evitar problemas.
Muchos más, de los que ya tenía.
—Nos da emoción que estés teniendo esta oportunidad.
—Sabes que te queremos mucho y reconocemos tus esfuerzos. ¡Felicidades, Ren!
—Gracias chicas —las abrazó por igual.
—Si. Si. Todo muy lindo y así, pero… no se volverá una verdadera felicitación sino lo celebramos —explicó una Ana efusiva.
—Cierto. ¡Tenemos que organizar algo!
—No chicas. De verdad, no creo que sea prudente ahora. Estoy sin trabajo y necesito buscar algo con urgencia, antes de pensar en fiestas.
Paola la reconfortó, sabía de los problemas que le aquejan y esperaba que la noticia que le tenía la pusiera de mejor humor.
—Díselo de una vez —intervino Ana cómplice.
—¿Decirme que?
—Okay. Escucha —relató alegre—. Un amigo de mi papá tiene un restaurante en la ciudad, muy cerca del centro. Le comenté tu situación y… accedió a darte una entrevista.
—¡Oh! ¿De verdad? —se emocionó—. ¡Cielos, no sé qué decirte!
—Eh… Tal vez un te amo amiga. Eres maravillosa, podría resolverlo.
—¡Ay, las amo niñas! Son extraordinarias.
Renata no cabía de la felicidad. La noticia le vino de maravilla y sólo necesitaba que todo saliera bien, debía dar una buena impresión y de aceptarla, alcanzaría a cubrir sus gastos del mes.
Estaba decidida a no aceptar el dinero de Silvana y si esa mujer creía que podía humillarla como lo hizo, se equivocaba.
[…]
La fiesta se encontraba en el punto máximo de la noche. Paola se había encargado de invitar a casi toda la preparatoria, por lo que el evento iría para largo.
Todo el mundo se divertía sin parar. Había gente esparcida por todo el espacio que abarcaba la casa de Ana. Algunos disfrutaban de la piscina, otros se mantenían bebiendo mientras conversaban y unos más —como en el caso de Renata— bailaban emocionados junto a su grupo de amigos.
Por momentos, los pensamientos negativos la traían a la realidad sintiéndose culpable del error que cometió al aceptar dicho acuerdo con Silvana Kofmant. Era inevitable y casi imposible no hacerlo, pero el hecho de que pronto firmaría su sentencia con aquella mujer la ponía angustiosa.
En esos instantes, es cuando más necesitaba de la compañía de alguien que la reconforte, su novia por ejemplo. Por desgracia, Romina tenía un interés nulo por las fiestas. Sus pasatiempos principales se centraban en pasar sus vacaciones como voluntaria en un centro de adopción para mascotas y también se veía involucrada en los negocios de su padre, al asistir regularmente a las reuniones o eventos.
Comprendía que sus mundos eran distintos en esos aspectos y asimilando las cosas, tarde o temprano tendrían que enfrentar la cruda realidad.
Para la mañana siguiente, la fiesta estaba más que concluida, a donde uno volteara había indicios de diversión y tomaría tiempo volver a tener todo en orden.
En la segunda planta, donde se encuentran las habitaciones, descansaban tranquilamente las tres amigas luego de tener pocas horas de haber subido. Renata pensó dormir toda la mañana pero no contaba con que el timbre del celular le negara el privilegio. Debido a la insistencia de quien sea que le llamara, no tuvo más remedio que levantarse a responder. Al observar la pantalla se percató que era un número desconocido.
No le daba confianza pero respondió sólo porque luego de cortar la llamada, el mismo número volvió a aparecer.
Apenas escuchó la voz sintió un frío sucumbir en su cuerpo.
—No me vuelvas a colgar —recalcó—. Sin excusas. Mi chófer te pasará a recoger a tu casa. Sé puntual. Odio la demora.
—Si, pero… —no pudo terminar de hablar porque Silvana cortó la llamada.
Sus palabras fueron exactas y precisas. Ni siquiera un saludo acompañó sus órdenes porque eso fue lo que expresó, una orden.
Le quitó relevancia que supiera su dirección. Después de todo, ella hizo una investigación y estaba segura que aquello incluía su número telefónico y dirección. No deseaba quebrarse la cabeza en ello.
Además, escucharla de esa forma, tan demandante.
¡Dios, que mujer tan irritante! Pensó con desagrado. Renata siempre había tolerado a las personas, pero ella, Silvana Kofmant. Sobrepasaba su límite.
Por un momento deseó ignorar el trato y se preguntó si de verdad sería capaz de arruinar su vida en dado caso que no cumpliera con lo estipulado.
¿Qué tanto valía? Mucho, infirió afligida. Y por su propio bien, debía hacerlo pues no quería comprobarlo por cuenta propia.
No tuvo opciones, se alistó para salir cuanto antes de la casa de su amiga.
—¿Por qué te vas, Renata? Sabes que hoy hay suspensión de clases.
—Quédate, vamos a desayunar.
—Me encantaría chicas pero tengo que hacer algo de suma importancia. Referente a los trámites del apoyo.
—Oh. Claro. Está bien. Pediré a alguien para que te lleve a casa.
—Gracias.
Llegando a su departamento, Renata tomó una ducha rápida, tenía el tiempo justo y no debía demorar en nada más. Una vez en la habitación, buscó en el armario el vestido que tenía pensado usar para la reunión, algo semi formal, nada ostentoso y llamativo.
Ya solo quedaba esperar a que el chófer llegará. Según la hora marcada, faltaban un par de minutos para que el personal de Silvana apareciera.
Se escuchó el timbre sonar. La rubia salió a prisa tomándole por sorpresa la presencia de alguien inesperado.
—Romi ¿Qué haces aquí? —se acercó a saludarla.
—Vine a verte. Supuse que estarías en casa de Ana, pero me dijo que te fuiste temprano por asuntos de la beca.
—Uhm… si —no quería que le recordaran—. Ahora mismo estoy por salir.
—Oh, en ese caso nos vemos después —estaba por irse.
—¿Qué tal más tarde? —se apresuró a decir al notar el semblante de su novia.
—Si. Me encantaría —respondió más animada—. Si quieres puedo esperar contigo.
—Por supuesto.
Ingresaron de vuelta al departamento. Renata sirvió un par de vasos con jugo antes de volver a la sala. Ahí, en la comodidad del sofá le dio un pequeño resúmen de la celebración que organizaron sus amigas la tarde anterior.
—Básicamente fue Ana la que me empujó a la alberca.
—Ella me da miedo a veces —sonrió divertida luego de escuchar el resto de la historia.
—jajaja. No hay nada que temer. Sólo trata de no relacionarte tanto con ella para evitar sus travesuras.
—Lo tomaré en cuenta.
Renata la observó curiosa, se acercó un poco más y atrapada por sus propios deseos buscó el comienzo de sus labios dónde la otra aceptó sin negación. Dejó que el calor del momento la tomara, haciendo que poco a poco su fuego interior encendiera el interruptor en ella.
Con delicadeza, delineó con la yema de sus dedos el contorno de su rostro mientras lentamente descendía sobre su piel hasta la altura de la cintura donde no se detuvo de juguetear con el inicio de su blusa.
¿Podría… pedirle que me deje quitárselo? Pensó acalorada, cosa que negó de inmediato. En su lugar, decidió continuar besándola comenzando a recorrer otras partes con sus labios, como su barbilla o su cuello.
—Dios… —susurró Renata al sentir escalofríos por las sensaciones que le transmitía la respiración agitada de Romina tan cerca de sus oídos—. Será, será mejor que paremos. ¿No lo creés?
—Estoy de acuerdo… —abrió los ojos. Notó que la rubia la veía y sintiéndose avergonzada decidió desviar la vista a cualquier otro lado que no fuera a su novia—. Eso fue muy…
—¿Intenso?
—No. Lindo —habló con vergüenza. Renata sonrió robándole un último beso antes de que el timbre las interrumpiera.
Más tarde, la rubia se encontraba camino a las oficinas de industrias Kofmant —al menos eso creía— pero un desvío a la carretera la alertó que no era la empresa donde se dirigían.
—Disculpe. ¿A dónde exactamente vamos?
El chófer demoró en responder, cuando lo hizo le explicó en términos generales que se dirigía a reunirse con la señorita Silvana Kofmant.
Minutos después, ingresaron a los aposentos de una lujosa residencia que se hallaba cimentada a las afueras de la ciudad.
Al bajarse del auto una mujer del servicio la abordó en la entrada pidiéndole que la acompañara al salón principal. Con cierto grado de timidez la siguió por los pasillos observando con curiosidad cada espacio a su alrededor.
Desconocía la magnitud de su fortuna pero analizando con detenimiento la situación, está se salía de su respuesta conduciendole a la pregunta: ¿Por qué una mujer como Silvana buscaría a alguien como ella para fingir una relación?
Esperaba poder disipar sus dudas, más adelante. Aunque ya no tenía tanto tiempo. Ese día se encontraba marcado como el inicio de un tratado entre la desgracia y la oportunidad. Sin duda, algo que traería serias consecuencias a su vida y más aún porque no sabía cómo sentirse con el embrollo en el que se metió.
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Nos leemos luego.
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