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8. Chantaje


Disfruten el capítulo.

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El elevador se abrió y con ello dio paso a la persona que trataría con Renata.

La mujer observó que en la sala no se encontraba nadie, al menos no sentada. De inmediato, fijó sus ojos a los ventanales donde visualizó la silueta de la joven mientras observaba el andar de la ciudad. Se quedó pasmada por un momento. Luego, comenzó a caminar en dirección a la mesa haciendo reaccionar a la otra de su presencia.

La rubia a su vez, volvió de inmediato a su lugar y se sentó casi a un lado de ella. Cuando por fin la observó, quedó en shock por notar de quién se trataba. De todas las personas en el mundo con las que no deseaba encontrarse jamás el primer lugar lo tenía ella, Silvana Kofmant.

No sabía qué decir o, imaginarse. ¿La recordará? Por supuesto que sí, se dijo. Lo que vivieron no fueron cosas fáciles de olvidar.

—¿Sabes por qué estás aquí? —se dirigió a ella por primera vez después de su incidente en el club.

—Si —trató de no sonar nerviosa—. Y de antemano le agradezco el apoyo que me están brindando. De verdad…

—Guarda el agradecimiento para después —su mirada estaba fija en la postura inquieta de la joven—. Hablemos de lo que te trajo aquí. En primer lugar, de que irá el apoyo y cuáles serán tus obligaciones como acreedora de esto.

—Si. Está bien.

Los siguientes minutos fueron muy tensos por parte de Renata. En su mente no paraba de recordar los eventos en el club, el coqueteo y la culminación de un beso. Tampoco le ayuda la mirada fría que arrojaba Silvana en cada palabra que expresaba. 

—Lo entendiste —concluyó la pelinegra. Renata solo asintió sin pronunciar palabra debido a que la mitad del tiempo no prestó atención.

—Ahora —se levantó de repente avanzando a un minibar que se ubicaba al fondo de la sala, sirviéndose una copa de vino—. Estuve investigando sobre ti. No lo tomes mal, solo quiero corroborar que la persona que ocupará nuestro apoyo de verdad lo necesita.

—Uhm… sí y ¿qué encontró?

Silvana la observó con sutileza mientras bebía de la copa.

—Nada relevante. Eres una alumna sobresaliente. La mejor de tu generación. Tienes una buena relación con los profesores y alumnos. Sin olvidar, que perteneces al equipo femenil de fútbol.

—Si. Eso es correcto —sonrió orgullosa al escuchar que reconocía todo aquello que sí era.

—Desafortunadamente —avanzó de vuelta a la mesa, Renata la veía expectante ante la última palabra mencionada—. Me veo en la necesidad de rechazar el apoyo.

La rubia se mostró confundida. Ya la habían aceptado desde mucho antes y ahora se lo negaban. ¿Por qué se daba el cambio?

La situación la dejaba en un complicado problema pues ya no tenía trabajo sino que además debía encontrar la manera de seguir estudiando.

—Pero ¿Por qué? —se sintió molesta.

—No lo sé. Tú dímelo —colocó sobre la mesa una identificación para que la observara. Renata se percató que era suya, la misma que llevaba días buscando.

—Yo… —no supo qué decir.

—¿Sabías que este documento es falso?

—Uhm. Si, pero… —la interrumpió.

—También ¿Sabías que jóvenes como tú, no deben estar en clubes nocturnos cuando no se tiene la mayoría de edad?

—Si. Lo sé, pero…

—Sin olvidar, lo denigrante que se ve una mujer cazando a personas para conseguir dinero —soltó con desprecio a un lado de ella.

—¡No, no, no! ¡Eso no es así! —se levantó de golpe—. Las cosas no pasaron de esa forma. Déjeme explicar...

—¡Silencio! ¡No me interrumpas! —avanzó unos pasos para quedar de frente. La joven era hermosa, lo aceptó. Tentadora, con esa carita de niña buena y mirada dulce, ahora comprendía todo. Lo fácil que Renata podía hacer caer a sus presas al engatusar con sus encantos. Se acercó a centímetros de su rostro, visualizando sus labios y luego sus ojos que la veían dilatados. Silvana desvío la mirada hasta ubicarse a un costado muy cerca de su oído—. Sabes, ahora me puedo dar a la idea y entender tus impresionantes calificaciones —susurró, haciendo reaccionar a Renata.

—¡¡¡Basta!!! —dijo alterada—. ¡Usted, no sabe nada de mí! No tiene derecho de llamarme como lo hizo. Las cosas no pasaron…

—Ahorrémonos las excusas ¿Si? —volvió a acortar la distancia—. Qué te quede claro una cosa, aquí la que lleva las de perder eres tú. Por lo que… —se alejó de ella—. Te tengo una propuesta, que si todo sale a la perfección nos dejará muy satisfechas a ambas.

—No me acostaré contigo —estaba molesta.

—No hablo de sexo, niña.

—¿Entonces?

—Estoy hablando de que te deberás hacer pasar por mi novia. Por tres meses —un silencio inundó la sala. Silencio que fue roto por una efusiva rubia.

—¡¿Qué?! Estas loca. Yo jamás buscaría ser tu novia.

—¿No? Y entonces, ¿qué tratabas de hacer cuando me besaste?

—Mira. Yo…

—Si aceptas. No sólo te apoyaremos con lo que ya teníamos en pie, sino que además te daré un generoso pago mensual hasta que termines tus estudios. ¿Qué dices?

Renata se quedó pensativa, asimilando lo que le proponía. Era una oferta que le venía como anillo al dedo, pues los problemas financieros apenas estarían por iniciar. Por otro lado, se sentía humillada. Y aceptar algo así, no era correcto. Ella siempre se valió de su esfuerzo y que alguien llegara a ofrecerle eso, no estaría bien. Su orgullo era superior.

Despegó los ojos de la mesa y observó a la pelinegra. Tomó un poco de aire antes de responder, mientras trataba de tranquilizar su agitado corazón.

—Sabes que, ya no tengo nada que hacer aquí. Me vale un cacahuate si me apoyas o no. Buscaré por otro lado, donde no tengan que recurrir a chantajes absurdos. Me largo de aquí —tomó su bolso alistándose para irse.

—Oh. Si crees que eso es un chantaje, estás muy equivocada  —habló engreída—. Mañana mismo haré llegar a tu escuela este documento y parte del vídeo de vigilancia del lugar donde te encontrabas aquel día. La directora no tardará en atar cabos y darse cuenta, de que su alumna estrella es pura falsedad.

Silvana comenzó a alistar sus documentos para retirarse del lugar. Con ello, la esperanza de conseguir a su novia de mentira se veía lejano. Aunque en el fondo, sabía que tenía a Renata en sus manos. La rubia sintió un escalofrío al pensar lo que sucedería si se supiera sobre el incidente en la preparatoria. Sería expulsada de inmediato. No le quedaba más remedio que aceptar.

—¡Espera! —deteniendo a la pelinegra antes de tomar la salida—. No, por favor —habló con un nudo en la garganta—. Yo…

—¿Tú qué? —se impacientó.

—Yo acepto el trato. Seré tu novia de mentiras.

—Me parece sabía tu decisión.

Renata mantuvo la mirada cabizbaja.

—Mañana mi chófer pasará por tí a la escuela, para arreglar nuestro contrato. Por ahora, puedes irte. ¡Ah! Una cosa más. No puedes contarle a nadie de esto. ¿Entendiste? —concluyó para salir del lugar.

Renata se quedó pasmada del giro que dio la reunión y las cosas que estaría obligada a hacer. Se sentía desfallecer y le costaba trabajo articular palabra alguna. ¿Cómo había llegado a ese punto? No estaba segura si lo lograría. Más sin en cambio, era un hecho.

Se convertiría en la novia de Silvana Kofmant.

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Nos leemos luego.

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