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4. Recompensa


Disfruten el capítulo

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Dos días habían transcurrido luego de los eventos sucedidos aquella noche. Y como si siguiera reproduciéndose una loca película en su cabeza, los recuerdos con
—la mujer que la abofeteó— la seguían atormentando. En específico, sus palabras, tachandola de ser inmoral e interesada.

¿Cómo se le ocurrió pensarlo? La simple idea de que la conocieran así, le producía malestar y un vacío en la boca del estómago.

—¡Te odio, quién quiera que seas!—masculló enojada. Dejó fluir su enojo hasta encontrar la suficiente paz que necesitaba para tranquilizarse—. Uhm… olvídalo de una buena vez —observó nuevamente su reflejo en el cristal.

Para su suerte, luego del embrollo. Paola decidió confrontar a su novio y tras una plática acalorada, ambos llegaron a la conclusión de que se tomarían un tiempo para reflexionar sobre su relación.

¡Puff! Tan sencillo como eso, pensó Renata indignada. Igual, a ninguna se le fue ocurriendo en un inicio pero ya lo hecho, hecho estaba. Aún así, no guardaba rencor a sus amigas. Paola en especial, estaba muy avergonzada con la rubia por todo lo que la obligaron a hacer. Aceptó sus disculpas simplemente porque no podía enojarse con ellas.

Eran buenas mujeres. Algo locas, pero buenas amigas.

Renata salió un momento a correr para despejar su mente de los recuerdos que la orillaron a conocer a esa despreciable mujer de cabellera negra y piel bronceada. Por lo que, siendo una mañana fresca, un par de kilómetros y su música favorita acompañándola era el plan perfecto para encontrar la calma y distraerse. 

[…]

Días después, se estaría sucitando un partido de fútbol importante. El equipo de la preparatoria del Occidente comandado por Renata, se enfrentaría con la preparatoria Norte de la ciudad, cómo parte del torneo organizado por diferentes planteles educativos.

Aquel juego en específico, era uno de los más esperados debido a que ambos colegios han mantenido cierta rivalidad por ser las dos mejores preparatorias, tanto en el ámbito académico como en el deportivo. Por tal razón, la directora pidió dar un buen partido puesto que eso implicaba ganarle a su rival natural y como extra, había conseguido que asistieran algunas empresas que buscan patrocinios en sus universidades para tomar los perfiles de jugadores con mayor potencial cabiendo la posibilidad de que le otorgarán —en caso de que se desarrollará un buen papel— un apoyo al equipo e institución.

En los vestidores, el equipo se alistaba. El uniforme constaba de una playera blanca con una franja roja a un costado, unos short rojos y medias blancas. Todas se mostraban ansiosas, deseosas de que iniciará de una vez el juego.

Renata ya estaba lista, se encontraba sentada al otro extremo del lugar a solas. Su vestimenta a diferencia de las otras, constaba de una camisa roja con short blanco y medias rojas. Terminó de atarse la melena rubia en una coleta alta anexando como toque final, una banda blanca en su cabeza.

Por ahora, se mantenía tranquila tratando de no pensar tanto en ello porque podría desconcentrarse, pero se vio interrumpida por el sonido de su celular. Revisó que tenía tres mensajes, siendo dos de ellos de sus amigas, Paola y Ana quienes le enviaban buenas vibras. El tercer destinatario la hizo extender una enorme sonrisa, se trataba de la persona que consideraba especial en su corazón por el grado de amor que sentía. Ella le informaba que llegaría levemente atrasada debido al tráfico, pero que por nada del mundo se perdería su partido.

Su nombre, Romina. Su delito, ser una chica ultra noble, delicada y muy hermosa. Una joven que estudiaba en la misma preparatoria y que la ha tenido vuelta loca desde que la conoció.

Por desgracia, Romina no tenía interés por las mujeres. Lo que la dejaba con cero oportunidades para conquistarla y la rubia lo supo desde que se enteró que alguna joven valiente se le declaró y ella sin más, le dijo que no.

Así que sus sentimientos no tenderían a aspirar más que en sus sueños.

Al entrar al campo de juego, la rubia se percató que las gradas estaban abarrotadas de gente. La gran mayoría eran estudiantes y profesores que venían a apoyar fielmente a sus preparatorias. Eso la entusiasmaba y pensaba no defraudar a los que confiaban en ella como la guardameta de sus compañeras.

Todo estaba listo, tras el pitido del árbitro el partido dio inicio. De inmediato, ambos equipos se desglosaron a lo largo del terreno de juego manteniendo las posiciones estratégicas asignadas.

Habían transcurrido medio tiempo del partido, para ese momento el marcador había llegado a un gol a favor del equipo de la preparatoria del Occidente.

Las oportunidades en ambos estaban por igual pero sin duda, el equipo de Renata se aventuraban a la victoria. Y si lo hacían, sumarían un juego más a los seis partidos ganados hasta el momento.

Faltaban cinco minutos para concluir. El equipo de la preparatoria del Norte consiguió un tiro de esquina, lo que ponía en peligro el marcador final.

Los jugadores se posicionaron, luego de que Renata diera órdenes a sus compañeras para la defensa. El árbitro corrió el tiempo. La joven que se encargaría de patear, lanzó el esférico elevándose en el aire hasta recibirla una de sus jugadoras. Está a su vez volvió a elevarla lanzando cerca de la portería donde hábilmente Renata intentó tomarlo dando un gran salto en el aire. La jugadora contraria se percató de la oportunidad y se aventuró a obtener el balón de igual manera pero en su necesidad de conseguirlo, fue tanta la fuerza ejercida que golpeó accidentalmente el abdomen a la rubia.

El balón fue retenido por la portera pese a caer abruptamente al césped quejándose por el golpe recibido.

El partido concluyó y la bulla se hizo presente por lo ocurrido en el último segundo. De inmediato, los paramédicos ingresaron al campo para llevarla a la enfermería.

Veinte minutos después, la doctora salió de la habitación para dejarla descansar y que la pastilla surtiera efecto. Estaba por quedarse dormida cuando el sonido en la puerta la interrumpió.

Creyó que sería la doctora viniendo a inspeccionar que todo estuviera bien, pero se topó con la sorpresa que se trataba de Romina, su castaña favorita.

—¿Cómo te sientes? —Su semblante era de preocupación. Acarició su rostro en un gesto amable que no pasó desapercibido para la rubia.

—Me… mejor —tartamudeo.

—Me alegro. Cuando te ví en el suelo no pude evitar sentir impotencia al no saber qué hacer.

—Gracias por pre… preocuparte.

—¿Te puedo preguntar…? —se acercó más—. ¿Por qué te pones nerviosa cuando hablo contigo? ¿Te molesta mi presencia? —cuestionó seria. No era la primera vez que lo notaba y comenzaba a creer que algo ocurría.

Por otra parte, Renata no sabía que decirle. Y si descubría que estaba enamorada de ella probablemente se alejaría y todo se iría por el drenaje.

—No te agrado ¿Cierto? —dijo decaída—. Es eso ¿No?

—¡¿Qué?! —entró en pánico cuando la vió levantarse apunto de irse—. ¡No! ¡Auch! —se reclinó de más al frente al tratar de detenerla. 

—¿Qué haces? Regresa a tu lugar, sólo iba por un asiento —le ayudó a recostarse—. Entonces, dime. Si no es eso, ¿qué es?

—Es que… me pones mal —vió a Romina arquear una ceja, extrañada por su respuesta.

—Osea, si te caigo mal.

—¡No! Eso no.

—Lo siento. Honestamente no te comprendo.

Demonios, ¿qué hago? Pensó la rubia.

—Me refiero a que tú… me, me agradas mucho. Eres bonita e inteligente. La mejor chica que conozco. Tú…

—¿Yo te gustó? —se atrevió a decir. Causando un sobresalto a su ya agitado corazón.

¿Cómo se le salió todo de las manos? No estaba en condiciones, se encontraba malherida, agotada y sobre todo, no quería sufrir un rechazo directo sin siquiera haber tenido la oportunidad de prepararse.

Pero todo fue dicho, no había forma de negar responsabilidades. Y si las cosas se suscitaron así, más valía afrontarlas con la cabeza en alto.

Total, ya no tenía nada que perder.

—Si —cerró los ojos—. Y entenderé que ya no me quieras hablar o estar cerca de mí. Sa… sabré respetar tu opinión —completó temerosa y con los ánimos decaídos.

—Sabes, ya me había dado cuenta. Por tu manera de ser conmigo, tu comportamiento. No sé, creo que es lindo.

—¿No te alejaras?

—¿Por qué piensas que me iré?

—Bu… bueno yo dije que me gustas y, sé que no tengo oportunidad alguna porque no gustas de mi.

—¿Y quién dice que no?

—¿Eh?

Romina la tomó de la mano. Aferrada a esta, la vió a los ojos recitando las palabras que mantenía en secreto y que no pudo ocultar más.

—Verte herida. Me hizo dar cuenta, que no quiero mantener ocultos estos sentimientos por ti. Me gustas también Renata, mucho. 

—Eso es… ¿verdad?

—Si y aunque me hubiera encantado que te me declararas, creo que fue más bonito así.

—Pense que me rechazarías. Es… es decir, oí que una chica lo hizo y le dijiste que no. Por eso creo que no eras…

—No estoy segura de que me gusten las mujeres pero contigo es distinto —la rubia sonrió embelesada.

—Romina, ¿quieres ser mi… mi novia?

—Con una condición.

—La que quieras.

—Que me prometas dejar de tartamudear.

La rubia asintió emocionada, Romina sonrió y feliz, aceptó la propuesta que dejó sellar con un tierno beso en la punta de los labios.

Quién pensaría que su accidente traería consigo una bonita oportunidad de amar y ser feliz con la mujer de sus sueños, aquella que por tanto tiempo espero encontrar.

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Levanté la mano ¿cuántas queremos a una Romina en su vida?

😍😊😍

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