32. Amar sin amor ( FIN/INICIO II )
Disfruten el capítulo final.
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El hombre se acercó amablemente aunque la pelinegra no tenía humor para entablar una conversación. Distinguió la figura al frente de ella notando a la persona.
Silvana sabía de quién se trataba. Después de todo, estuvo al tanto de la quiebra de su empresa, por lo que estaba segura que su acercamiento se debía a querer hacer negociaciones con ella.
Pero no fue eso lo que lo trajo hasta ese lugar. El tema a tratar era más personal. Se trataba de algo que lo inquietaba referente a los gustos de su hija…
“... Al volver a la habitación, la mujer le hizo saber a su esposo de los cambios repentinos de Romina al querer retirar el compromiso con su prometido.
Él, estaba al tanto de la situación. Al igual que su esposa le desconcertaba la situación infiriendo perspicaz de que posiblemente se hallaba enamorada de alguien más.
En su despachó, luego de una investigación a fondo. El detective a cargo le entregó todo lo que pudo recapitular de la vida de su hija. Y cuál fue su sorpresa que en efecto, ella estaba enamorada de alguien más.
Lo que no se imaginó fue que esa persona se tratara de una mujer.
—Mi hija no puede ser lesbiana —vociferó molestó al notar las fotos que captó el detective. Muchas venían tomadas de la institución en dónde estudiaban. Y otras, hacían referencia a una fiesta a la que ella asistió sin su consentimiento.
—Quiero que investigues a esa niña —señaló a la joven de la fotografía. Se trataba de Renata.
Con dicha información en mano, pudo saber cuestiones interesantes, una de ellas fue la relación que la rubia mantenía con la empresaria de industrias Kofmant.
—Así que eres una cazafortunas —susurró para él. No dejaría que aquella niña de aspecto inocente se saliera con la suya.
Era su deber advertirle a Silvana Kofmant de la clase de mujer que era Renata Sears…”
—Es usted el padre de Romina —respondió la pelinegra cortante.
—¿Conoce a mi hija?
—Me pareció recordarla por la preparatoria a la que apoyé recientemente.
—Ciertamente. Usted financió algunos apoyos y tengo entendido que también le otorgó una beca universitaria a una de las estudiantes de ahí, Renata Sears ¿o me equivoco?
—Es correcto —estaba por regresar adentro, no quería seguir hablando con el hombre.
—Mire señorita. La razón por la que me encuentro aquí frente a usted, es para advertirte de algo que la involucra —la vió dudosa y aprovechó su oportunidad—. He seguido su trayectoria profesional y francamente me tiene desconcertado las decisiones que usted ha tomado en los últimos meses.
—¿A que se refiere? —cuestionó la pelinegra molesta. ¿Quién se creía él para decir que hacía las cosas mal? Viniendo de alguien que perdió su empresa, era prácticamente absurdo.
—Según los medios, usted ha iniciado una relación amorosa con alguien pero creo necesario que sepa la clase de mujer que es.
Eso la intrigó, pero en medio de su sentir más profundo, no quería que nadie le dijera algo de ella.
—¿Si sabe que mi hija estuvo en una relación con esa joven? ¿Y que ella no es lo que aparenta ser?
—¿De qué habla?
El señor Fuentes debía poner algunas cosas inciertas a lo que diría, así podría ser más fácil hacer entender a Silvana el riesgo que corre si no se aleja de ella. Y por supuesto, hacerle pagar a esa mujer por la vergüenza que sintió al enterarse que su hija tenía interés por las mujeres.
—Usted comprenderá que hay mujeres dispuestas a todo por conseguir su cometido. Mi hija es una persona noble. Para Renata fue una presa fácil al enamorarla y así lograr muchas cosas.
—¿Cuáles cosas? —se interesó. No quería pero las dudas volvieran a tomarla.
—Consiguiendo dinero fácil. Esa jóven Renata ha sabido atraer a mi hija hasta hacerla poner en mi contra y tomando dinero sin mi consentimiento —mintió—. Si no me cree, puede notar en estas fotos como ha sabido jugar con las dos al mismo tiempo.
Silvana tomó el sobre y aunque dudosa, lo abrió observando fotografías que no eran de su agrado.
Ella no lo sabía pero esas fotos eran antiguas antes de comenzar su relación, aunque le desconcertó más una. Según el hombre esa foto no tuvo mucho tiempo de haber sido tomada. Algo que no le agradaba porque entonces eso significaba que la estaban engañando.
Una vez más.
—Como verá, no se puede fiar de esa mujer. No es más que una…
—Ya escuché suficiente —lo detuvo de seguir. Estaba intranquila y su mal humor de disparo a los cielos.
—Claro. Pero piense bien con quién se relaciona. No creo que sea tan ingenua para caer ante ella.
¿Ingenua? No. Ya no. Pensó agitada.
El señor Fuentes sonrió en señal de victoria dado que había logrado su cometido.
Silvana se fue a prisa de ahí. Ya no quería saber nada de nadie. Los demonios que la perseguían, estaban de vuelta y con más fuerza.
Pero aunque le encantaría reprocharle a Renata sus mentiras, no lo haría. La necesitaba para obtener la presidencia.
¿En qué punto de había segado a la realidad? ¿Fue verdad que Renata la supo manejar hasta hacerle caer a sus encantos mentirosos?
—Falso. Todo fue falso —se recriminó—. Maldita seas, Renata —susurró herida.
—¿Ocurre algo, Sil? —la rubia había encontrado a su novia cerca del balcón. La notó un poco perdida en sus pensamientos, preocupándose.
Silvana recordó cuando se conocieron y entonces lo vio en sus ojos, la misma mirada seductora con la que trató de envolverla aquella ocasión, era la misma con la que la miraba al estar frente de ella.
Cerró los ojos para tomar aire y meditar mejor las cosas. Sabía que no había marcha atrás. Tomaría ahora ella el control y la haría doblegarse hasta verla pagar, haciendo lo que mejor sabía hacer, fingir amor.
Fue entonces cuando todo cambió al abrir los ojos. Recordó el motivo por el cual se había enredado con ella y guardó toda su rabia para dirigirlo a un único objetivo.
Volverse la presidenta de Industrias Kofmant y lograr su cometido en el mercado Europeo.
Nada ni nadie la haría desviarse de su meta.
Ya no más.
Caminaron adentrándose al jardín para platicar mejor.
—No pasa nada. Es sólo que…
—¿Qué ocurre? —ambas se sentaron en una banca muy cerca de una fuente a escasos metros del balcón.
—Estoy preocupada, recientemente me enteré de algo que pone en peligro a la compañía de mi padre —fingió
—¿Qué pasa?
—No sé si deba contártelo.
—Sil, eres mi novia y quiero escucharte.
—De acuerdo —puso en práctica su plan—. Es solo que no sé qué hacer. Hace unos días me enteré por una fuente, que mi prima quién actualmente se encuentra como presidenta interina quiere adueñarse de todo lo que mi padre nos dejó a Mario y a mí.
—¡Dios mío! Eso es muy bajo.
—Lo es.
—Y… ¿No hay nada que se pueda hacer?
—Solo hay una cosa pero no sé si pueda hacerlo.
—¿Qué es?
—El testamento de mi padre, en el redactó una cláusula que dice que si no me caso en menos de cuatro meses todo pasará a manos de mi prima y ella misma me dijo que una vez se cumpla el plazo me echará a mi hermano y a mí a la calle.
—Es terrible.
—No sé lo que haré. Siento decírtelo pero me llegó de repente aquel recuerdo y no quise molestarte en este día.
—Sil, amor —la tomó de las mejillas—. Tú sabes que me importa mucho tu felicidad. No me gusta verte triste o preocupada. Así que si eso es lo que se necesita para detener a tu prima, lo podemos hacer si tú quieres —se levantó del asiento para luego marcar la pausa de su repentina decisión.
Amaba como nunca imaginó querer a alguien. Y por ella, por Silvana, es que se atrevería a hacer la mayor locura de su vida.
Ignorando las trabas que planeó el padre de Romina y el cambio de realidad a la que Silvana se tornó, pues ya no confiaba en la rubia.
A pesar de haber sido todo un engaño.
Tan predispuesta. ¡Qué falsa eres Renata!, pensó la pelinegra.
—¿Te quieres casar conmigo, Sil? —esbozando una sonrisa inocente de felicidad.
***
Romina se había levantado al tocador, hacía rato que su padre no regresaba decidiendo ir a buscarlo.
Uno de los meseros le mencionó haber visto a su padre afuera por el jardín. Ella sin más, salió rumbo al sitio para continuar buscándolo.
Lo que nunca creyó encontrarse fue una escena que la dejó totalmente noqueada. Sus palabras fueron certeras, ella le pedía matrimonio a la mujer de aspecto serio y mirada penetrante.
Jamás imaginó que Renata de verdad estuviera tan dispuesta a tomar aquel paso y sobre todo, le dolió tanto que ella fuera la que le propuso matrimonio a esa mujer. ¿Acaso lo que ellas vivieron no fue suficiente para una segunda oportunidad?
Sin poderlo soportar. Romina salió deprisa del lugar, sintiendo el corazón hacerse añicos ante el dolor.
—¿Ocurre algo, cielo? —preguntó preocupado su prometido.
—No, estoy bien —tomó de la copa de vino bebiendo hasta el fondo. No siendo suficiente para hacerle olvidar lo que había visto.
Entre la cena y las palabras brindadas por los anfitriones, algunos de los asistentes comenzaron a irse. Los padres de Romina fueron uno de ellos.
Le pidieron a Jesús cuidar a su novia argumentando que regresarían a casa antes, pero que sin problema podían disfrutar de la velada.
—No se preocupe señor. Cuidaré a Romina.
—Te la encargo mucho hijo.
Pero Romina ya no se sentía con ánimos de estar ahí. Y también, el estado etílico en el que quiso sumergirse surgía efecto. No estaba borracha, eso fue seguro. Solo le brindó el suficiente valor para dotarla de vitalidad y querer hacer lo que nunca se atrevió con Renata.
***
—¿Estás segura de esto, Renata? No quisiera…
Ella asintió. Quería seguir apoyándola como en su momento la pelinegra lo hizo. Y estaba dispuesta a contraer matrimonio si con ello la otra podría salvar su empresa.
—En ese caso. Si quiero hacerlo. Quiero casarme contigo.
Presa de la emoción, Renata disfruto al máximo de la fiesta. Porque ahora según las circunstancias, cambios importantes vendrían a su vida.
Y por extraño que pareciera esos cambios sonaban alentadores porque aunque su matrimonio fuera un compromiso arreglado, el amor que ambas sentían bien valía una oportunidad en un contexto nuevo.
Siendo la esposa de Silvana Kofmant.
[…]
—Gracias por haber estado conmigo, Sil. Me divertí como no tienes idea.
—Lo mismo digo —fue cortante. Estaba por volver al auto pero la rubia la detuvo.
—No te vayas. Quédate a dormir.
« Si supieras en cuantos aspectos me rompí, volverías a encontrarte con alguien desconocido…»
Silvana miró a la joven rubia con rencor. Ni siquiera respondió a su petición cuando la tomó de la mano para llevarla adentro.
Ahí, en medio de las sombras, habiéndose cegado ante los murmullos maléficos que la invaden. Se entregó a la oscuridad de su perversión.
Tras un arranque de furia. Silvana tomó el cuerpo de su novia para palparlo con desespero mientras la llevaba hasta el sofá.
—Espera. Vayamos a la cama —susurró la rubia agitada.
—No. Aquí, lo deseo. Te deseo.
—Silvana… —se sumergió presa de la excitación ante las incesantes caricias que la otra le otorgaba.
—No. No digas nada —Porque oír tu voz me hace recordar tus engaños, pensó—. Solo anheló tus suspiros.
La besó con descaro entre su cuerpo al haberla despojado de sus prendas. No era amor lo que sentía, Silvana tenía tanto dolor intoxicando su alma que daba lo mismo estar ahí o irse.
Amar sin ser amado.
La desconfianza amenazó con quedarse en su corazón. Porque al final del día, siempre, no importa cómo, las heridas del pasado regresaban tomando formas y siluetas distintas.
Ahora, de una mujer con rostro de angel.
Y está vez, no la dejaría ir tan fácil...
« Duele, pero he aprendido:
a no confiar demasiado,
a no dar mucho cariño
y a ser consciente de la realidad en la que vivo. Porque así como me ves,
que todo luce bien,
irremediablemente
Siempre estaré rota… »
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F I N
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*** A V I S O ***
Está historia NO termina aquí. Tenemos un segundo libro disponible en MI PERFIL para su disfrute, titulado:
LA ESPOSA PERFECTA
Esto se pondrá intenso.
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Nos leemos luego.
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