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31. Verdades a medias


Disfruten el capítulo.

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—Entonces ¿básicamente se lo pedirá? —su asistente colocó de vuelta el retrato que trajo Silvana, sobre el escritorio.

—Ciertamente creo que cualquier cosa que haga me dirigirá al mismo rumbo.

—¿Tan confiada está de su enamoramiento?

Lo estaba. Las cosas con la rubia iban mejor que nunca e independientemente de los planes que tenía en puerta, la idea de seguir con Renata la atraía aún más.

—O podría orillarla a que le ayude —sugirió Javier.

—¿Qué quieres decir?

Le planteó la posibilidad de presionar de forma inconsciente a la rubia, argumentando que su prima planeaba quedarse con la herencia a menos que consiguiera casarse antes.

La pelinegra se tornó pensativa. La idea de Javier no era del todo mala y hasta con un poco de suerte Renata accedería sin problema a casarse.

Pero por otro lado, estaba aquella sensación de culpa que de un tiempo a otro le venía atosigando.

¿Y si Renata descubre la verdad? De toda la serie de trabas que empleó para conseguir que fuera su novia.

Todo un desfile de mentiras que en su momento no le importó hacer, hasta que cayó en su propio juego, en el del amor.

—¿Qué le parece?

—Lo analizaré mejor —el hombre asintió saliendo de la oficina.

Al quedarse sola, tomó de vuelta su lugar observando con detenimiento el regalo que Renata le hizo, no pudo evitar sonreír recordando los bellos momentos que durante su paso “conquistandola” experimentó.

—Me tienes a tus pies —susurró avergonzada.

[…]

—A Renata le gustará más aquel vestido rojo —Mario, que también se encontraba en la mansión, se asomó a la habitación de su hermana para revisar cómo iba. 

—¿No tienes algo más que hacer? —Dejó los trajes sobre la cama volviendo al tocador.

—Descuida. Ya estoy listo —modeló a ella para hacerle notar su look—. Solo venía a ver como ibas. Pero espero que tomes mi consejo.

Silvana lo observó salir y cuando se halló sola. Regresó al frente de los vestidos, está vez eligiendo la opción que aconsejo su hermano.

Al bajar, Mario ya la esperaba para despedirse.

—Te ves muy bien. Vas a robar muchos suspiros. En especial a una rubia en especial.

—No digas locuras.

—je je je. Ven aquí —la envolvió entre brazos despidiéndose—. Estoy muy feliz por tí. Cuídate.

—Gracias, pequeño.

Tenía poco tiempo de haber llegado afuera del departamento. En lo que esperaba que saliera Renata, decidió bajar a ajustarse el zíper del vestido.

De repente sintió unas manos tomar su trabajo y con un leve esfuerzo consiguió subirlo mejor.

Giro a ver a la persona que en definitiva sabía de quién se trataba. Lo que no tomó en consideración fue la belleza que sus ojos verían.

La chica venía vestida de un elegante esmoquin negro, pantalón pitillo que hacía juego con unas zapatillas de tacón alto. Una camisa con diseño en la línea de los botones que se complementaba con un moño negro atado al cuello. Impecable y delicado a simple vista, pero lo que hizo sacar un suspiro fue el cambio de color en su cabello que caía en cascada a sus costados, usaba un sombrero cordobés negro que intensificaba más el aire de misterio.

—Yo, es decir tú… Te ves muy… —Renata se acercó a ella plantándole un beso.

—También estás hecha un bombón, Sil. ¿Nos vamos?

—Claro —sonrió cual enamorada. 

El chófer emprendió el viaje hasta el sitio del evento. Mientras esperaban a llegar se sumergieron en una entretenida plática sacando a relucir algunos temas de los planes a futuro.

—Antes de que lo olvide. Te aviso que tenemos una pequeña reunión la próxima semana referente al apoyo académico y tu integración a la selección universitaria.

—De acuerdo. Estoy emocionada. Está nueva etapa que viene aunque me causa pavor, es algo que siempre espere sucediera.

—Te lo mereces. Se que lo sabrás aprovechar —la atrajó con cariño entre sus brazos para permanecer juntas hasta su destino final.

Tal vez fue la forma en que se dió su plática que Renata de buenas a primeras se animó con cuestionarla con algo que le traía recuerdos de sus inicios.

—Sil. Hace tiempo quería preguntarte algo.

—Dime, ¿qué ocurre?

—Siento la necesidad de preguntarte ¿Por qué en un inicio cuando nos conocimos querías que yo fuera tu novia de mentiras?

Silvana se quedó callada. Pensó por un momento en revelarle la verdad y que finalmente el amor que nació de esa relación fuera capaz de producir su perdón. Pero por más que quiso hacerlo, las palabras no salieron de su boca.

Tomó un respiro decidida para hablar con la verdad, pero cuando lo iba hacer se vieron interrumpidas por el pitido del claxon que anunciaba la llegada al lugar.

***

Paola que no tenía mucho tiempo de haber llegado se dirigió hasta donde Ana en medio del ajetreado ambiente en el que se encontraba siendo una de las organizadoras.

—Estupenda fiesta, Anita.

—¿Así te parece?

—Totalmente.

Sonrió encantada. Sonrisa que se esfumó apenas ver por la puerta principal a la pareja de jóvenes llegando.

—¡No! ¡No puede ser!

—¿Qué ocurre? —cuestionó al verla preocupada. Ella le indicó la razón y también se sorprendió. Quienes recién llegaban como invitados fueron Romina en compañía de sus padres y el hombre que era su prometido, Jesús Cazares—. ¡No puede ser!

Ambas se alertaron porque según indicaba el mensaje de Renata pronto ingresaría.

—¡No! Olvide el detalle de Romina.

—¿Cómo lo pudiste olvidar, Ana? Renata no estará feliz de que su ex novia esté en la misma fiesta y sobre todo, con su prometido.

La joven se apresuró a saludarlos, y tomando uso de su trabajo como organizadora, pidió que dirigieran a toda la familia hasta el extremo norte del salón para evitar un encuentro con la otra pareja que ingresaría.

Volvió con Paola que se mantenía alerta en la entrada.

—Buen trabajo. Ahora solo debemos mantener a Renata y su novia en el extremo contrario.

Plantearon la posibilidad de poner sobre aviso a la pelinegra y que de cierta manera les ayudará a no ocasionar un encuentro. No es que Renata se molestara pero una de las cosas que querían evitar era que ella no recordara la terrible escena al enterarse de su infidelidad y pensaron que Silvana las apoyaría.

Sin saber que Silvana poseía poca confianza en los demás.

—Me parece bien. Solo ten cuidado de lo que dirás, Paola.

—Si, por supuesto.

Pasaron unos minutos hasta que vieron a su amiga llegar de la mano de Silvana. Ambas lucían extremadamente bellas y era notorio. Por más que trataron de pasar desapercibidas, algunos de los invitados tenían los ojos puestos en ellas. Sería difícil mantenerlas con un perfil bajo.

—Renata, ¡Estás tremenda amiga! —Ana siendo la primera en saludarla las acompañó hasta su mesa donde Paola las esperaría.

—Lucen preciosas, Ren —fue lo que dijo la otra al verla llegar—. Me da gusto que estés. Que ambas estén aquí —sonrió a Silvana que no hacía más que ver la expresión de felicidad de su novia.

—Gracias por invitarme. Mira que también es una sorpresa para mí, el estar aquí. Compartiendo la dicha de cerrar el año con las personas que más me importan.

Las chicas caminaron al otro extremo del enorme salón también ocultándose del acceso principal y levemente de la pista.

—Renata ¿Podrías ayudarme en el baño con mi vestido? Es que creo que no abroche bien mi brasier —susurró Ana poniendo en acción su plan.

—Nunca cambias, Ana. Vamos —se levantó de la mesa, comentándole a la pelinegra que se ausentaría un momento—. No tardo, amor.

Paola se sorprendió de la imagen que ambas conservaban en el rostro. Sin duda, era notorio el amor que ambas derrochaban.

—Wow. Eso sí que no me lo imaginaba.

—¿Ocurre algo?

—Es que las dos lucen muy… enamoradas.

—Y lo estamos —completó con orgullo.

—Hasta hace un tiempo dijiste que solo te gustaba. ¿Qué ha cambiado?

—Todo. Simplemente, me deje llevar. Ella es como decirlo, perfecta.

Asintió feliz por la aceptación de sus palabras.

—Tal vez ya no sea necesario decirle lo de Romina —susurró para sí. Pero sin percatarse que Silvana la pudo escuchar.

—¿Qué dijiste? ¿Su ex novia está aquí?

Paola se lamentó hacía sus adentros.

Tú y tu bocota Paola. Se regañó internamente. Silvana de inmediato quiso saber qué era lo que las mantenía en alerta. No quería, pero dado el temperamento que comenzó a mostrar tuvo que hablar.

—No es nada que preocupé solo…

—Dime la verdad ¿Qué ocurre? ¿No sé supone que todo lo de ellas acabó hace tiempo?

—No, no. Quiero decir si. Ya no hay nada —se trabó en su respuesta, poniendo en duda su honestidad.

—Dime ¿Ellas se siguen viendo? —el rostro de Silvana comenzaba a enfurecer.

—No, no es lo que piensas.

—Dime.

—De… de acuerdo. Ellas solo se han visto un par de ocasiones pero nada que implique… —no pudo seguir hablando cuando la vió levantarse abrumada—. Silvana no pienses mal. Ellas no.

—Silencio —intentó tranquilizarse, lo que menos deseaba era armar un espectáculo entre tanta gente porque la reconocerían. Necesitaba investigar pero sabía que siendo Ana amiga de Renata no le diría nada. Así que tuvo que inventar que todo estaba bien para no levantar sospechas—. Solo me tomó por sorpresa. Descuida.

—Lo que menos quiero es que se molesten por esto.

—Tranquila, no sucederá. Solo dime ¿Se llegaron a ver? —la vió directo a los ojos pero Paola no respondió. Eso la impacientó aún más—. Solo quiero saber. Por favor.

Pensó la joven ¿Podría decirle? Y de ser así ¿cómo afectaría su relación?

Hizo lo que su razón dictó y le mintió. No quería que se desatará un infierno para ambas y siendo cosas del pasado, ahí debían permanecer.

—Entiendo. Y despreocúpate, no pasa nada —pero si pasaban muchas cosas. Venían a su mente un desfile de inseguridades. Fue como si de pronto ya no se sintiera agusto estando en medio de toda esa gente y sobre todo, cerca de Renata.

La rubia y Ana volvieron. Para ese entonces, ya todo se había calmado —entre comillas— porque falsamente Silvana le dijo que todo estaba bien a la joven para no levantar sospechas y ahora restaba ”disfrutar” la velada.

—Iré un momento afuera para responder el teléfono, Mario está algo insistente. —se excusó la pelinegra. Ya quería salir del asfixiante estado en el que se sentía.

—¿Quieres que te acompañe? —Renata se apresuró a preguntar. Silvana notó el semblante preocupado de Paola al observar la escena y con el mayor control que pudo hizo que todo se viera como si nada pasara.

—Descuida, amor. Iré sola —le dió un beso en la frente y eso la dejó tranquila.  

—Está bien.

Silvana pasó de largo ignorando a todo el mundo. Se dirigió a uno de los balcones que daban a los jardines. Se sentía atosigada entre la gente. Por un buen rato siguió aguantando las risas de todas ellas pero no podía más, necesitaba saber con urgencia que era lo que escondían.

En medio de su revuelto de inquietudes, un hombre que estaba de invitado en la fiesta, salió al mismo balcón luego de notar a la persona y de a dónde se dirigía. La reconoció y también tenía asuntos personales que tratar.

—Buenas noches, señorita Kofmant —se acercó, extendiendo su saludo.

—Disculpe, ¿Nos conocemos?

—No permítame presentarme, soy el Señor Fuentes.

Era el padre de Romina.

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Penúltimo capítulo de la primera parte de la historia.

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Nos leemos luego.

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