29. Encuentros
Disfruten el capítulo.
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Silvana no lograba percibir en qué punto de su angustiante recorrido fue convencida por Renata para afrontar uno de sus tantos miedos que mantiene oculto, de los cuales nunca ha sido capaz de mencionar.
—¡No me sueltes, Renata! —se preocupó al ya no sentir el suelo bajo sus pies.
—No lo haré. Avanza despacio —la impulsó hasta que llegaron a la zona con poco oleaje.
—¿Por qué estamos haciendo esto?
—Ya te lo dije, es para que pierdas el miedo.
—¡No, no tengo miedo! ¡Ah! ¡Algo me tocó abajo! —su rostro reflejaba angustia y ya contaba la hora para que salieran de ahí.
—No sabía que eras muy gritona.
—¡Cállate! —vió sonreír a la rubia con su desplante de nerviosismo—. ¿De que te ríes?
—Relájate, Silvana. No pasa nada.
—¿Cómo me voy a relajar? ¡No, no, no me sueltes!
—No lo haré.
—¡Ya estamos muy lejos de la orilla!
—Sí y será mejor que te sujetes bien a mí.
—¡Renata, agárrame!
—Tranquila —la mantuvo abrazada mientras ambas sentían el oleaje tranquilo del mar—. No tengas miedo si hago esto. ¿De acuerdo?
—¡Ah! ¡No me sueltes!
—Recuerda lo que practicamos. Abre los ojos.
Así lo hizo y observó que sus pies se desenvolvían mejor. Momentos antes, Renata le había enseñado a moverse para poder estar a flote, y sólo faltaba perder el miedo para soltarse.
—Lo haces bien —aplaudió la rubia. Creyó que demoraría más tiempo enseñándole pero Silvana era buena aprendiz.
—¿Así lo crees?
—Totalmente. No dejes de moverte. Voy a alejarme un poco.
—¡No, no, no me sueltes! —se alarmó al ver lo que hacía.
Volvió hasta donde estaba Silvana abrazándola para calmarla—. ¿Confías en mí?
¿Podía confiar en ella? Era una buena pregunta que a medida que la iba conociendo, la respuesta se volvía cada vez más clara.
Ella asintió. Renata la fue soltando hasta alejarse a una distancia considerable. En un principio, Silvana se sintió aterrada haciendo que si pulso se elevará y los nervios la tomaran pero pronto todas sus dudas iban siendo disipadas por la voz de la rubia que no dejaba de animarla a lograrlo.
—¡Eso es, amor!
El resto del día lo disfrutaron descansando en la orilla de la playa hasta que llegó la hora de volver a la ciudad.
—¿Estás lista, Renata? —se asomó a la habitación.
—Si, en un momento bajo —respondió mientras guardaba un par de cosas en su maleta.
—Está bien, no demores.
—Voy en seguida.
Aunque dijera a Silvana que se encontraba bien, la realidad es que no era así. Se sentía triste, era una época difícil para ella y por mucho tiempo, trató de ocultarse de ello.
Le dió gusto recordar las palabras de la pelinegra, le hizo sentir bien lo mencionado. A pesar de todo, si tenía gente esperándola, a quienes les gustaría compartir el último día del año con ella.
Entonces haría el esfuerzo porque fuera así.
El viaje fue tranquilo sin ningún contratiempo. Para la media noche ya estaban llegando a la ciudad. Silvana había pasado al departamento de Renata para dejarla primero.
—Gracias. Me divertí mucho, Silvana.
—Yo también —se acercó a darle un beso antes de irse—. Buenas noches.
—Sil.
—¿Qué sucede? —regresó unos pasos justo cuando la otra la llamaba.
—Uhm. Ya es tarde. ¿Por qué no te quedas?
—No lo creo. Mañana tengo que…
—Anda. Quédate a dormir.
Suspiró alarmada. No quería caer a sus peticiones pero era difícil no hacerlo. Respiró hondo. —De acuerdo, me quedaré. Vamos, hay que descansar.
La rubia sonrió victoriosa.
No dijo nada más.
Estando en la cama siguieron platicando de cosas triviales hasta que el sueño comenzaba a ganarles.
—Renata.
—mmm…
—De verdad. Disfruté estar contigo —soltó con la necesidad de expresarlo.
—¿Si? —respondió somnolienta. Estaba más dormida que despierta.
—Si, como nunca antes lo había hecho —¡Por Dios! ¿Qué estoy diciendo? Se dijo al detenerse a pensar lo que pronunció. Y es que, todo brotaba hasta la superficie reventando en simples y sinceras palabras—. También te agradezco por enseñarme a nadar. ¿Sabes que puedes ser algo fastidiosa, a veces? Pero lo cierto es… que me encanta que seas así. ¿Renata?
Volteó a ver a la rubia pero ya estaba profundamente dormida. Tomó la orilla de las sábanas y la cubrió mejor.
—Descansa, hermosa.
[...]
En industrias Kofmant se alistaban para la reunión de la mañana.
—Dile a los jefes de área que pasen a la sala. —mencionó Mónica a la secretaria.
—Sí, señorita.
Todos estaban presentes y pronto daría inicio, al menos hasta que Silvana llegará, llevaba diez minutos de retraso lo que era inusual en su persona.
Esa mañana tuvo que salir del departamento de su novia como alma que lleva el diablo. Porque Renata no había conectado a la corriente eléctrica correctamente el celular de Silvana haciendo que se descargará y no pudiera sonar su alarma.
—En un momento daremos inicio, una vez Silvana este… ¡Ah! Acaba de llegar.
Ingresó sin importarle las miradas puestas en ella.
—Ya que todos estamos aquí. Demos inicio a esta reunión.
La mayoría de lo mencionado no fue de gran importancia para Silvana. Algunas cosas fueron aclaraciones y reglamentos que se aplicarían en las áreas para mejorar la eficiencia en la producción, a fin de obtener mejores resultados. Pero todo dió un giro cuando comenzaron a hablar de los proyectos de inversión hacia los nuevos mercados.
—Estuve revisando todos los proyectos. Es una buena idea expandir la compañía. Pero en este momento no lo veo idóneo o favorable para nosotros, más bien me parece arriesgado, así que he tomado la decisión de rechazar los que se tienen contemplado en el mercado Europeo.
—¡No, no, no! ¡No te atrevas a rechazar ese proyecto Mónica! —La pelinegra gritó haciendo que todos, incluyendo su prima, giraran a verla.
—No está en discusión —habló serena, queriendo retomar los puntos.
—¡Tú no eres nadie para disponer o quitar aquí! —Grito exaltada Silvana.
—Te equivocas —respondió—. Soy la presidenta de Industrias Kofmant —dijo con seguridad—. Y como tal, tengo el poder de hacer lo que a mí me plazca, y a quien no le parezca se puede ir por esa enorme puerta.
Silvana hizo señas a los jefes para que se retiraran, reafirmando la presidenta. Hasta quedarse únicamente las dos.
—¿Qué crees que haces al retarme frente a todos, Silvana?
—¡No! ¡Qué crees que haces tú, para desacreditar algo que ya estaba previsto y aprobado!
—Me pareció muy ambicioso, no lo creo conveniente.
—¡Eso no lo decides tú!
—¿Te lo vuelvo a mencionar? Soy la presidenta.
—Por ahora lo eres, pero sabes que yo ascenderé muy pronto.
—Siempre y cuando logres casarte, lo que me recuerda ¿Cómo vas con eso? ¿Ya tenemos fecha? —la vió desviar la mirada—. ¡Ja! Eso pensé. Si ya no hay nada que decir, puedes ir…
—Me casaré con mi novia en tres meses. —pronunció firme, sorprendiendo a su prima la determinación de sus palabras.
—¿Lo dices de verdad?
—Yo no bromeo.
—Hasta cierto punto, es difícil de creer. Dime ¿Cuándo me presentarás a la afortunada?
—No tengo porque rendirte cuentas a tí.
—¡Oh! Vamos sólo me gustaría conocerla.
—La conocerás en su debido tiempo. Por ahora, dejaremos está discusión aquí. No quiero que deseches mi proyecto.
—Está bien. Te daré un plazo. Después ya no podré hacer nada por ayudarte.
—En efecto. Lo conseguiré.
—Siempre dando la última palabra. Sólo una cosa más ¿Por qué tanto Interés por ese mercado?
—Ninguno más allá del económico.
—Entiendo —mencionó nada convencida de su respuesta.
Silvana entró a su oficina molesta por las decisiones que Mónica empezaba a tomar en la empresa. La alarmaba porque todo lo que comenzaba a hacer le perjudicaba si quería ingresar a otros mercados, especialmente en Europa.
—Entonces ¿tres meses? —comentó Javier luego de escuchar la discusión.
—Lo dije sin pensar. No sé si Renata acepte en ese tiempo.
—¿Creé lograrlo?
—No, estoy segura. Pero debe ser así. De lo contrario, Mónica desechará mis proyectos.
—¿Tan importantes son?
—En efecto. Trabajé muy duro para lograrlo, como para que Mónica llegué y lo detenga.
—Y ¿qué hará?
—Necesito pensar. Por ahora, debo salir.
—¿A dónde va?
***
Era una mañana agradable quizá demasiado como para salir a la plaza central a desayunar. Después de que Silvana saliera muy aprisa del departamento quiso dar la vuelta en lo que esperaba a que su novia se desocupara y así ir juntas con Mario.
Se sentía mal por ocasionar que Silvana llegara tarde al trabajo y a pesar de que le dijo que no, sus acciones dijeron lo contrario.
Al terminar de desayunar, entró a una tienda de obsequios para buscar algo que pudiera darle como regalo de disculpas por el incidente de la mañana.
Recorrió algunos anaqueles hasta encontrar en la parte de enmedio unos marcos para fotos, pareciendole idóneo ante lo que tenía en mente hacer.
—Es un lindo marco —comentó una chica que estaba ahí, viendo el mismo anaquel.
—¿Lo crees? —preguntó sin observar.
—Si. Ideal para un obsequio.
—Esa es la intención —sonrió hacia ella pareciendole haberla visto antes—. ¡Te… te conozco!
—La señorita del bar. Renata ¿Cierto?
—Si. Tú eres Alondra.
—La misma. Es una verdadera suerte encontrarte aquí. Pensé que nunca te volvería a ver —pronunció amable.
—¡Qué pequeño es el mundo!
—Ya lo creo —susurró feliz.
Se detuvieron a platicar un momento en la cafetería de la plaza. Renata tenía algo de tiempo antes de que su novia llegará por ella, así que no había problema quedarse esperando acompañada.
—¿En serio querías una excusa para irte esa noche?
—Si, es que me aburren aquellos lugares, pero quién conozco me obligó a ir. Por fortuna gracias a tu descuido fue que me pude librar.
—Entonces creo que me debes las gracias.
—Ja ja ja… ¿Quieres que te dé las gracias por ensuciar mi vestido?.
—¿Pensé que dijiste que no te interesaban las cosas materiales? —Respondió sonriente.
—Y no me interesan. Gracias —susurró atenta. Quería seguir conversando pero ya debía irse—. Me dió gusto verte Renata. Espero que sigamos frecuentado.
—Sí, por supuesto.
—¿Por qué no me das tu número para quedar un día?
En principio, Renata estuvo dudosa en hacerlo. Pero la joven parecía ser agradable, así que no habría problema alguno.
—Bueno. Quedamos otro día. Nos vemos, Renata.
La vió irse, cuando revisó el celular notó un par de mensajes de su novia avisando que estaba cerca.
***
Paola se mostró encantada con la noticia que Silvana le dió respecto a la llegada de su amiga.
—De verdad, ¿La convenciste?
—No fue fácil pero terminó por aceptar.
—¡Genial! La buscaré mañana. La familia de Ana suele organizar una fiesta el último día del año y quisiéramos que ambas asistan.
—Lo… tendré en cuenta. Hasta luego —vió a Renata salir del ascensor, por lo que tuvo que colgar al verla acercándose.
—Hola. ¿Llevás tiempo esperando?
—No.
—¿Cómo te fue en la reunión?
—Prefiero no hablar de eso —se apresuró a acercarse en busca del contacto con su boca. Estuvieron así por un rato, tentándose y acariciándose—. Detengámonos aquí o no lograremos parar.
—Si. Tienes razón —aprovechó que la pelinegra se ajustaba el cinturón para sacar el regalo—. Toma.
—¿Y esto?
—Pues tenía pensado dártelo más adelante pero dado los acontecimientos de la mañana, me pareció conveniente hacerlo ahora.
Rompió el envoltorio, detectando al instante un marco platinado para fotos, al girarlo se percató que ya tenía una fotografía colocada: era de Renata y ella cuando salieron a su primera cita.
—No era necesario.
—¿Te gusta? Probablemente es demasiado cursi ¿Verdad?
Silvana lo observó, apreciando los detalles del marco y en especial la fotografía dentro.
—Me encanta. Gracias.
—Siento que hayas llegado tarde ¿Me perdonas?
Cursi o no, le gustó el detalle que tuvo, porque esos mismos son los que solía hacer. Silvana la volteó a ver neutral, la que de inmediato cambió a una mirada de felicidad.
—No tienes ni que decirlo —le tendió un último beso antes de salir a su siguiente destino.
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Nos leemos luego.
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