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16. Citas


Disfruten el capítulo.

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—Deje comprenderlo. La mujer que chantajeó en un principio para que fuera su novia falsa, ahora ¿es su novia? —cuestionó Javier luego de escuchar los planes de Silvana.

—No tuve opción. Ella estaba dispuesta a dejar el acuerdo ¿Comprendes?

—Lo entiendo. Pero no era viable dejarla ir y buscar a alguien que no le ocasione tantos problemas o que esté dispuesta a obedecer simplemente.

—No —sonrió maliciosa—. El hecho es, que está situación me genera un reto para doblegar a esa niña. Además, ya muchos saben de mi relación con ella y si doy mi brazo a torcer quedaría como una tonta que no puede tener una relación estable.

—Pero ahora, ¿qué pasará con ella después de que se cumpla el plazo?

—Por desgracia, no habrá plazo esta vez. La dejaré una vez obtenga la presidencia. Mientras tanto, la tendré que soportar.

—Eso es cruel. Está jugando con sus sentimientos.

—La vida es cruel y alguien tiene que enseñarle.

Javier le extendió el reporte de investigación que pidió sobre Renata.

—Está todo acerca de ella —dió unos pasos atrás—. Solo espero que el karma no le cobre.

—¿Cómo se supone que se cobrará?

—Enamorándose para cuando ella ya la odie.

—No digas tonterías. Ella no me interesa —tomó asiento revisando el documento que le entregaron—. Si ya terminaste, ve a enviar un ramo de jazmines blancos a “mi novia”. Según esto, son sus favoritos.

—Está bien —se retiró de la oficina. Una vez a solas se rió por el comentario de su asistente—. Por favor. ¿El karma? ¡Qué locura!

La pelinegra estaba consciente de sus capacidades de persuasión y que caer en su propio juego era algo que jamás ocurriría. Besarla por ejemplo, se estaba convirtiendo en algo que debía ocurrir. Y aunque lo negara, le gustaba disfrutar de aquel peligroso contacto.

Me podría acostumbrar. Pensó. Después de todo, aquella rubia de ojos lindos y mirada risueña tenía ciertas habilidades para hacerlo. Sólo por eso la toleraría.

Pero entonces, ¿Qué era ese sentimiento que empezaba a atormentarla al estar cerca de ella?

—Probablemente solo sea el estrés —habló con inocencia.

***

Renata encontraba reconfortante pasar su domingo descansando en casa. Omitiendo por supuesto, que sus amigas se le ocurrieran visitarla llegando sin previo aviso.

El timbre sonó por incesantes segundos como solía hacerlo Ana.

—¡Puedes dejar de tocar! Me vas a descomponer otro timbre —abrió la rubia levemente molesta.  

—Pues apúrate a abrir —dijo Ana sin importancia—. Llevo “horas aquí”.

—No seas exagerada y mejor pasa. Hola, Paola —se dirigió a su otra amiga.

—Hola, Ren. 

Ambas pasaron. Mientras Paola conversaba algo referente a la clase del lunes, Ana encendía el televisor.

—¿¡Qué!? ¿¡Por qué no has pagado tu membresía!?

—Hasta fin de este mes me pagan en el trabajo.  Por lo mientras, confórmate con los canales habituales.

—Puff. ¡Porque me haces esto! —expresó dramática.

—Hablando de trabajo. ¿Cómo te está yendo con mi tío? —preguntó Paola.

—Bien. Hace unos días me felicitó por aportar una idea y ayudarle a solucionar un problema en la cocina. Además, creo que posiblemente su hija se incorpore próximamente.

—Él es una persona muy noble. Sabía que era buena opción hablar con él, de tí. Y sobre su hija. Hace mucho que no veo a Alondra. A decir verdad, la última vez que nos vimos fue en la primaria, recuerdo que era una niña muy solitaria además que su fisionomía no ayudaba mucho.

—Tal vez por eso la llevaron a estudiar al extranjero.

—No digas eso, Ana. Probablemente es alguien tan noble como su padre —defendió Renata.

—Lo noble no le quita que no sea agraciada.

—Habló la superficial —sonrió Paola tomando asiento en el sofá.

—Como sea —expresó Ana—. ¿Qué tienes para desayunar? Muero de hambre —Ya estaba en la cocina buscando en la alacena.

—Uhm… ¿Podemos hacer algo, si quieren? —Renata busco algunos vegetales y los puso sobre la mesa.

—¡Si! ¿Qué les parece si lo acompañamos con una película?

—Bien. Busca una mientras Ana y yo nos encargamos de cocinar.

—¿Qué? ¿Yo?

—Si. Así que apresúrate a picar lo que dejé sobre la mesa.

Después de media hora preparando el desayuno, se sentaron a comer en la comodidad de la sala donde disfrutaron una de las películas que Paola —a través de su cuenta de Netflix— seleccionó.

—Estuvo entretenida ¿No lo creen?

—Si. Sobre todo porque Renata se la pasó brincando del susto —se burlaron por igual.

—¡Callense! Es inevitable —la rubia se defendió.

—Lo que es inevitable, es que nos hables de tu prospecto de novia, Renatita.

—Cierto —reafirmó Paola.

Ella se lamentó. En realidad sus amigas no se detendrían de preguntar hasta por fin obtener las respuestas que necesitaban conocer. Se tomó el tiempo suficiente para pensar en lo que diría. Cuando estaba a punto de hacerlo, el timbre sonó sintiéndose aliviada por tan afortunada interrupción.

Aunque esa fortuna no duró mucho cuando sorprendida recibió en manos del mensajero un fresco arreglo de jazmines que alguien le había enviado.

—¿Qué dice? —se asomó Paola al ver que Ana tomaba el sobre que venía oculto entre las flores.

—Déjame ver. Uhm —examinó la tarjeta—. Está escrito una frase cursi. Bla, bla, bla pero no viene… aquí está. Las envía Silvana Kofmant.

—Con que Silvana Kofmant ¡Eh!

—¿Kofmant? —se quedaron pensando—. Kofmant, Kofmant… me suena. No es…

—¿No es la empresaria que llegó a la preparatoria la vez pasada?

—Cierto. Renata ¿Es ella?

—Uhm… bueno —no pudo seguir ocultándolo. Asintió ruborizada. Más por el hecho de que Silvana se tomará el tiempo de enviarle flores hasta su casa, que el que sus amigas se hayan enterado de su relación—. Si.

Emocionadas, arrojaron los cojines de los sofás apenas escucharon la confirmación de su amiga.

—¡Tú si vas con todo, amiga! —aplaudió feliz Ana—. Mira que andar con la dueña de la empresa.

—Olvidas que nuestra amiga es un bombón.

—No es para tanto, chicas.

—¡Ey! Pero cuéntanos. ¿Cómo es que congeniaron?

No podía ser cien por ciento sincera. Puesto que la relación había surgido primeramente por un tipo de “arregló”. Así que tuvo que limitar los detalles.

Les contó del día que la conoció. Mismo que fue aquel en que asistió al bar por el tema del novio —ahora exnovio— de Paola. Se quedaron impactadas cuando les dijo que se trataba de la misma mujer con la que tuvo el percance.

—¡Wow! ¡Qué pequeño es el mundo!

—Quién diría que encontrarías el amor, ahí.

—Pues no es como si me hubiera gustado en un principio —se defendió la rubia.

—Al menos se besaron. Y si tú no quedaste flechada, ella sí. Sino, ¿Por qué ahora son pareja?

Iba a agregar algo Renata cuando el timbre volvió a sonar. Está vez, fue Paola la que se adelantó a la puerta para ver de quién se trataba.

—Cariño —expresó con exageración—, te hablan.

¿Cariño? Se preguntó confundida. Generalmente cuando hacía ese tipo de comentarios era para molestar.

—¿De qué hablas? —caminó directo a ella pero cuando volteo a ver a la persona que llegó, se sorprendió—. ¿Sil… Silvana?

—Te dejo cariño —mencionó Paola antes de dejarlas solas. La pelinegra arqueó la ceja ante la escena presenciada.

—Eh… es Paola. Mi amiga.

—Descuida. No soy celosa.

—Uh. No, no es lo que…

—Solo bromeó —habló con seriedad.

—Entiendo. Uhm. ¿Qué haces aquí? —cerró la puerta para tener algo de privacidad, debido a las miradas curiosas de sus amigas.

Una vez a solas, Silvana se acercó hasta rodearla con los brazos.

—Quise venir a saludar a mi novia —susurró con voz ronca cerca de su oído. Aquello provocó un delicioso escalofrío en la rubia.

-—Ah… que, que linda —respondió nerviosa. La pelinegra se apartó luego de haber cumplido con su cometido y notar a la otra ruborizada—. ¿Quieres pasar?

—No quiero molestar —recordó que había más personas dentro y decidió que no era buen momento—. Solo vine…

—Ven. Entra —la tomó de la mano para llevarla antes de que dijera algo. A Silvana no le quedó más opción que pasar.

Animada. Renata presentó a su novia con sus amigas, quienes de inmediato la cuestionaron sobre sus intenciones con la rubia.

—Ya déjenla en paz, niñas. Y mejor busquen algo para ver en la televisión.

—No. Mejor ¿Qué les parece si salimos todas a algún lado? —comentó Ana.

—¿A dónde? —Paola la observó.

—¡Ya sé! ¡Vamos al parque de diversiones! —expresó animada Ana.

—Podría ser pero… —Renata volteó a ver a Silvana quien la observaba. Ante los repentinos planes de todas se vió acorralada, por lo que tuvo que aceptar. Haciendo emocionar a la rubia—. Muy bien. ¡Vayamos al parque!

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¿Quién más quiere ver a Silvana “divirtiéndose” en un parque de atracciones?

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Nos leemos luego.

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