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10. Palabras

Disfruten el capítulo.

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No pasó más de dos minutos esperando a que apareciera Silvana, cuando Renata escuchó un ruido proveniente de las escaleras.

Al verla de vuelta, su primera reacción involuntaria fue ruborizarse por el encanto que emanaba su presencia. Y es que, a simple vista nadie tomaría en cuenta que una beldad como ella tendría un carácter tan fastidioso y pesado para tratar a la gente.

La pelinegra entró a la sala ignorando la presencia de su invitada. Ni siquiera se inmutó a responder la pregunta de Renata sobre por qué se reunieron en su casa y no en la oficina como pensaba. Se sirvió una copa de whisky y con la mirada le señaló a Renata si quería tomar algo, respondiendo en negación.

Finalmente, tomó asiento a un costado de ella lo que generó cierto nerviosismo a la rubia, un poco por la cercanía y otro propiamente por el tema a tratar.

—Bien. Seré clara —su voz resonó en la habitación—. No te daré detalles del porqué hago esto. Lo único que debes tomar en consideración es que si no haces lo que te ordeno, te puede ir muy mal.

—Acepte hacerlo. ¿No? ¡Deja de amenazarme con lo mismo! —respondió retante.

—No me levantes la voz y escucha —frunció el ceño. No toleraba sus reproches—, a partir de hoy tendrás que actuar como mi novia ante las personas que te ordene. Nada de comportarte como sueles hacerlo —hizo referencia a su penosa ida al bar— porque por eso te estaré dando dinero.

—¡Oye! Deja de insinuar que soy una…

—¡Silencio! Detesto que me interrumpan cuando hablo.

—…

—También tienes estrictamente prohibido que menciones acerca de esto. Amigos, familia, maestros, quien sea. ¡No puedes hacerlo!

Renata asintió de mala gana.

—A lo que me lleva al siguiente punto. Cualquier relación o “encuentros amorosos” que tengas, olvídate de ello.

—¿Qué?

—No me interesa tu vida privada pero mientras estemos en esto, tienes que cuidar tu imagen. Así que no quiero escuchar que tengas alguna noviecita o qué sé yo por ahí.

Aporreó la mesa luego de escuchar lo último. Se levantó de golpe enfrentando la fría mirada de la mujer que estaba frente a ella—. ¡No, no, no! ¡Me estás pidiendo demasiado! Yo no puedo hacer lo que me pides —soporto un nudo en la garganta— Yo… tengo novia y la amo. Así que nada de lo que digas me hará cambiar de decisión.

Silvana se levantó acercándose unos pasos a la rubia. La observó con cierto grado de burla por sus palabras —¿Amor? Jajaja. Pensó—, era lo más ridículo que una persona podía expresar.

—¿Dices amarla tanto? Entonces, si la amas tanto. ¿¡Por qué demonios me besaste!? Si dices que la amas tanto. No me vengas con una tontería ahora —habló con descaro.

—¡Te estoy diciendo que las cosas no fueron así! ¿Por qué no quieres entenderlo?

—Acabemos con esto —la pelinegra se acercó a su rostro—. O terminas con tu novia, o te juro que haré hasta lo imposible para hacer de tu vida miserable. Y qué decir de tu novia, le enviaré el vídeo de aquella noche donde claramente se ve que ingresas al lugar con un propósito.

—¡Eres una…! —el rostro de la rubia enrojeció de enojo.

—¿Soy una qué? —la enfrentó con la misma mirada retadora a pocos centímetros de ella—. Atrévete a terminar tu oración y sabrás de lo que soy capaz.

—¡Perra!

No hubo frase que la prosiguiera. Renata se sorprendió cuando en cuestión de segundos la pelinegra tomó con fuerza su rostro para besarla. Fueron instantes antes de reaccionar para tratar de alejarse, pero era difícil. Sus labios la envolvieron en un beso violento que intensificó cuando trató de adentrar su lengua. Se separó y al hacerlo, la rubia intentó arremeter con una bofetada pero la otra lo impidió al sujetar con fuerza su muñeca. 

—¡Qué te quede claro una cosa, niña! —la acorraló entre la mesa y su cuerpo—. Soy una persona que por las buenas puedo ser condescendiente. Pero si me buscas como enemiga, no querrás saber lo que te espera. Así que no te hagas la puritana cuando sabes que no lo eres.

Dicho lo último, se apartó caminando nuevamente a su lugar.

—¡Siéntate! —Ordenó con fuerza.

Renata acató la orden. Sintió que su libertad se le iba de las manos y por primera vez en su vida tuvo tantos deseos de golpear a alguien.

La siguiente media hora se dedicó únicamente a escuchar sin pronunciar palabras. Estaba tan fastidiada y agotada que ya nada le importaba.

Finalmente, firmó un documento de consentimiento sobre lo acordado y una vez acabó todo, salió de la mansión. No sin antes escuchar que estuviera atenta para cuando requiera de ella. 

—Lleva estos documentos a mi despacho —su asistente que esperaba afuera, apareció una vez ser llamado por su jefa.

—Enseguida —ordenó los papeles y volteó  a la ventana viendo a la joven subir en el auto—. ¿Es ella quien le ayudará? —preguntó curioso.

—Sí y te pediré absoluta discreción. Oíste.

—Pierda cuidado. ¿Quiere que ya prepare la reunión con su padre?

—No —se levantó—. Por ahora la dejaré en paz. Muy pronto comenzará el verdadero infierno.

***

Apenas Renata llegó a casa, sintió deseos de llorar. Estaba al borde del colapso y necesitaba con todas las fuerzas decir lo que le ocurría, antes de volverse loca.

Pero por desgracia, no había forma de hacerlo.

Como una vía posible, buscó consuelo saliendo a caminar un rato en el parque. La tarde estaba fresca mientras el viento soplaba removiendo algunas hojas de los árboles, lo que anunciaba el comienzo de la estación otoñal.

Mientras buscaba un sitio para descansar, sintió su celular vibrar. Su novia preguntó el punto de encuentro para su reunión. La rubia teniendo tanto en la cabeza lo llegó a olvidar, pero se apresuró a pedirle que se vieran ahí.

En lo que aguardaba a que llegara, pensó con detenimiento lo hablado con Silvana. No podía creer todo lo que le llegó a pasar en un día y sobre todo lo que la estaba obligando a hacer.

¿Podría dejar la relación con Romina? Se preguntó. Y de no hacerlo, ¿Cómo podría afectar en su vida?

Por más que quiso encontrar una solución, fue inútil. Por ahora dejaría todo como estaba y más adelante, vería la forma de proteger lo que tanto quería.

—Ya estoy aquí —sonrió al ver aparecer con una pequeña flor en mano. Para Romina era su forma de felicitar a su novia por la oportunidad que se le presentó gracias a sus esfuerzos. Se sentaron bajo la sombra del árbol en un silencio que fue roto por la castaña al querer saber que tal estuvo la reunión. Le dio una breve explicación —omitiendo el contrato y lo que conllevaba— del apoyo. Pero prefirió cambiar de tema para disfrutar de la tarde hablando de lo que fuera menos estresante. Cualquier cosa que sirviera de distracción.

Los siguientes días fueron tranquilos, más de lo que se podía imaginar. Era como aquella calma ante la proximidad de una destructiva tormenta.

Después de las clases Romina la invitó a su casa para pasar la tarde. Dicha invitación fue tomada con emoción siendo la primera vez en que iría y existía la posibilidad de que saludara a sus padres. En ocasiones anteriores tuvo la oportunidad de conocerlos por alguna reunión académica pero fueron breves momentos y no cruzaron más de cinco palabras.

El chófer de Romina arribó a la preparatoria llevándolas al fraccionamiento donde vivía. El auto se detuvo en frente de una residencia de dos pisos.

—Vamos —sonrió alegre su novia. Caminaron por el pasillo que las condujo a la parte trasera del hogar, donde un bonito y cuidado jardín acaparaba la vista.

Renata se percató de la mujer que se encontraba sentada a pocos metros de ellas disfrutando de su descanso.

—¿Tienes alguna actividad de la escuela, hija? —preguntó después de ver a la invitada con la que llegó.

—No, mamá. ¿Recuerdas a Renata? Ella es… —tardó en decirle. No supo si decirle la verdadera relación que tenía con ella.

—Soy su amiga. Un gusto volver a verla, señora —intervino de inmediato.

—Ah, ya te recuerdo. Un placer, señorita —contestó al saludo.

No demoraron en hablar subiendo al segundo piso para ir a la habitación de Romina. Mientras lo hacía Renata se quedó pensando sobre la presentación que tuvo ante la madre de su novia. Claramente, seguía sin decirle a sus padres lo que había entre ellas. La dejó ser y no la juzgaba. Además, un poco lo agradecía porque le quitaba cierto peso de encima, dado el secreto que tenía que cargar con respecto al noviazgo falso con Silvana. 

—¿Te gustaría ver una película? —mencionó rompiendo el silencio.

—Claro.

Después de disfrutar una película completa y dos capítulos de su serie favorita, decidió que lo mejor era irse. Se estaba haciendo tarde y aún tenía tarea que terminar.

En el lapso que demoró para volver a su departamento, meditó sobre lo que la mantenía despierta por las noches. El trato con Silvana y la manera en que cuidaría su noviazgo con Romina porque aunque le tomó tiempo, aceptó que no podría terminar con ella. La quería, aceptaba que tendrían que atravesar muchos obstáculos, y el primero que se suscitaba era contarle sobre el problema en que se metió por aquel incidente en el bar.

Intentaría ver la forma de hablarlo porque simple y sencillamente su relación lo valía.

Ella. Romina. Lo valía.

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Nos leemos luego.

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