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XLI

LUNA ROJA (Part. 2)

En una noche oscura y tormentosa, la majestuosa mansión Sakamaki se alzaba imponente sobre la colina, envuelta en una atmósfera densa y opresiva. Las antiguas paredes de piedra, cubiertas de sombras danzantes por la luz del fuego, resonaban con el eco de risas y murmullos lejanos. En la sala principal, la luz tenue de la chimenea proyectaba sombras danzantes sobre las paredes; seis pares de ojos miraban el calor de las llamas de la chimenea del vestíbulo de la mansión, mientras bebían copas de vino, tras su poco abastecimiento de aquel manjar exquisito, pero maravilloso aroma a sangre, que tanto les afectaba tras aquella noche de luna llena.

Sumidos en silencio, los hijos del Rey Vampiro; intentaban distraerse con el suave resplandor de las llamas, pero sus mentes no podían escapar del deseo insaciable que los atormentaba; las copas de vino eran un intento frágil de mantener sus bestias salvajes en su interior. Su hambre por la sangre latía en sus venas, amenazando con desbordarse a cualquier humano que osara entrar en sus dominios para ser su próxima víctima.

No habría compasión para su siguiente comida.

Kanato: ¡N-no podré aguantar más!... -. Grito el cuarto hermano más joven, acompañado de su inseparable oso de peluche; incapaz de soportar el castigo de su padre tras haber bebido el ultimo vino de su copa. Sus emociones de perversidad e inocencia estaban por quebrar la poca cordura que tenía.

Reiji: Tendrás que hacerlo. -. Respondió elegante y severo el segundo hermano del clan; reflejando en su porte impecable al sostener señeramente la copa de vino tinto en su mano.

Ayato: Demonios. Me conformo con un animal ahora mismo. -. Gimió frustrado el tercer trillizo del grupo; con su característico aire de superioridad y rebeldía. El vampiro se encontraba medio tumbado en su silla habitual, abatido por la sed de sangre en su cuerpo; de no ser por su Padre o de Reiji, habría salido a cazar, pero las consecuencias serían terribles.

Shu: Falta poco para que esto termine. -. Exclamo firme pero tranquilo el hijo mayor de la familia; mostrando indiferencia ante la situación, recostado tranquilamente en el sillón de la sala, observando el fuego con ojos soñolientos pero vigilantes hacia sus hermanos menores si era necesario recurrir a la fuerza.

Laito: Fu, fu, fu...~ pero Shu-san, estas siendo demasiado injusto con nosotros. Ni siquiera tuviste la amabilidad de permitirme traer algún manjar para nosotros. -. Declaro el quinto hermano trillizo; lanzando miradas insinuantes a sus hermanos, disfrutando del ambiente cargado de tensión.

Subaru: ¡Todos ustedes son una molestia! -. Exclamo enojado el ultimo hijo menor de la familia, mientras se apartaba del grupo al desaparecer de la sala; estando tranquilo en el pasillo de la mansión, luchando contra los demonios internos que lo atormentaban.

En sus 1600 años de siglos con vida, estaba tratando de mantener su bestia interna tras el llamado de la sangre humana. Su odioso "Padre" si que era un verdadero bastardo que solo los utilizaba como piezas de ajedrez en su siniestro juego.

Sumido en sus pensamientos, fue interrumpido por el sonido de una hermosa melodía; la voz de una mujer joven, dulce y melancólica, resonaba con una extraña familiaridad que erizó su piel.

•••

Intrigado y alerta, Subaru siguió el sonido de la canción, sus pasos resonando suavemente sobre el suelo de mármol. A medida que avanzaba, la melodía se hacía más clara, guiándolo hacia una figura desconocida en la penumbra; llegando a la entrada principal de la mansión, se dio cuenta, que la puerta había sido abierta.

Subaru se detuvo en seco y contuvo la respiración. Frente a él, bañada por la luz plateada, estaba una extraña desconocida; la mujer, ajena a su presencia, cantaba con una pasión que parecía invocar recuerdos olvidados y emociones profundas.

Beadle, Beadle,

no good hiding i saw you.

Are you in there still, beadle,

beadle, beadle, dear beadle

beadle deedle deedle

deedle deedle dumpling

beadle dumpling

ba deedle deedle deedle

deedle deedle deedle deedle

deedle deedle deedle deedle

deedle deedle...

Subaru: ¿Qué haces aquí? -. Respondió con voz firme, pero sin hostilidad evidente, mientras evaluaba la situación con precaución.

El vampiro se había acercado sigilosamente, moviéndose entre las sombras con la destreza de un depredador. Sus ojos carmesíes, penetrantes y cautelosos, se posaron en la figura de la mujer. Ella estaba parada junto a una de las ventanas, su silueta apenas iluminada por la luz lunar que se filtraba a través de los pesados cortinajes.

La mujer era joven, con rasgos delicados y una tez pálida; llevando ropa sucia y desgastada, vestigios de un largo viaje o quizás de un destino cruel. Su cabello estaba enmarañado y sucio, sus ropas gastadas y harapientas como si hubiera vagado por días. A pesar de su apariencia descuidada, había algo en su presencia que intrigó al vampiro.

-. ¡El mal se acerca señor!, ¡El hedor del mal está aquí!, ¡El diablo está aquí! Tenga cuidado, señor. -. La extraña manera de hablar de la joven, confundió aún más al vampiro; quien tan solo olfatear su aroma, quedo fascinó con el olor tan fresco y exótico a sangre, que le era imposible resistirse ante el llamado de su bestia interna.

***: Subaru-kun... ¿Quién es?

Subaru: ...

Para el joven vampiro, no fue una sorpresa que el resto de sus hermanos detectaran la presencia humana de la misteriosa joven por su sangre. Sus hermanos aparecieron uno tras uno; atraídos por la inconfundible fragancia de la sangre humana que la mujer irradiaba.

Subaru notó los gestos de repudio en los rostros de sus hermanos mayores, los cuales esperaban algo mejor que una pobre indigente del bosque; Shu, frunció el ceño ligeramente, tras haber sido interrumpido de su sueño.

Reiji, siempre metódico y preciso, ajustó sus lentes con un gesto de disgusto ante los malos modales de la mujer.

Ayato, con su arrogancia característica, mostró abiertamente su desdén, cruzando los brazos sobre el pecho mientras lanzaba miradas de desprecio hacia su presa.

Kanato, con su naturaleza caprichosa y temperamental, esperaba a una muñeca mucho más linda, pero se conformaría tras oler el aroma tan dulce que lo llamaba.

En cambio, Laito, siendo el más juguetón y seductor de todos, sonrió de manera divertida al reconocer su presencia; siendo la misma mujer que se cruzo en su camino en el pueblo. Muchos lo llamarían una leve coincidencia, pero para el vampiro le resulto fantástico al pensar lo que sufriría su presa al ser demasiado curiosa. Después de todo, la joven todavía tenia remedio si les pedía a sus sirvientes que la bañaran y la vistieran para la ocasión.

El ambiente tenso se palpaba en el aire, cargado con la sed de sangre de los vampiros y la presencia indefensa de la misteriosa mujer humana.

Kanato: Ella huele demasiado bien para venir de las calles... Ne~, ¿Verdad Teddy?

-. Ese nombre... ¿Acaso no los conozco? -. Pregunto la extraña, alzando poco a poco a su mirada, quien, con disgusto, el resto de los vampiros miraban asqueados el sucio rostro de la joven mirarlos con gran curiosidad, pero a la vez llena de alivio y paz en su mirada.

La mujer, ajena al peligro que representaba para su vida, continuó observándolos, mientras poco a poco, los seis hermanos terminaban por acorralar sin tener salida.

Ayato: No conformaremos contigo en su lugar.

•••

La mujer, incapaz de resistirse a la fuerza combinada de los vampiros, fue llevada hacia el vestíbulo, donde la luz de las antorchas arrojaba sombras fantasmagóricas sobre las paredes. Su canto se desvaneció en un susurro tembloroso.

Los hermanos Sakamaki rodearon a la mujer con una mezcla de fascinación y hambre. El hijo mayor fue el primero en acercarse, extendiendo una mano para tomar el brazo de su presa con firmeza, siendo Reiji el que terminara de romper fuertemente la mano de la joven tras haber sido acorralada.

Ayato y Kanato flanquearon a la mujer, sus ojos brillando con una codicia palpable mientras compartían miradas llenas de anticipación, buscando lugar para morder uno de los hombros de su victima. En cambio, su otro hermano, Laito; con su sonrisa enigmática, sostuvo el muslo de los frágiles pies de la mujer con una mezcla de sensualidad y determinación ante la posición.

Sin embargo, para el más joven; Subaru, había sentido una mezcla de incomodidad y conflicto interno sobre lo que estaba haciendo, pero incapaz de soportar más su hambre, se dejo llevar tras sostener el ultimo brazo de la desconocida.

Los ojos de los Sakamaki brillaban con anhelo mientras se preparaban para el banquete que se avecinaba, cada uno listo para hundir sus colmillos en la carne suave y dulce de su presa humana.

Ayato: Ore-sama será tú primero en todo.

Kanato: No eres para nada divertida.

Laito: ¿Por qué no muestras una cara de terror en su lugar?, Bitch-chan...~

Reiji: No tienes escapatoria.

Subaru: Solo terminemos con esto de una vez.

Shu: Creo que esta lista.


-. Cerrando sus ojos, solo vio oscuridad...

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