XL
LUNA ROJA
La mansión Sakamaki, fría y siniestra se erguía imponente en medio de la tormenta, sus muros de piedra imperturbables ante el vendaval que azotaba en sus dominios. La lluvia golpeaba con furia las ventanas, y los relámpagos iluminaban brevemente los oscuros pasillos. A pesar de la fortaleza de la gran casa, una tristeza palpable se filtraba en cada rincón, imposible de negar. Dentro, los seis hermanos restantes que habitaban en aquel lugar, intentaban ignorar la melancolía que acompañaba al clima tempestuoso. Sin embargo, el peso de los recuerdos y las emociones reprimidas, se hacía sentir con cada trueno que resonaba en la distancia, reflejando una tormenta interna que ninguno de ellos podía evitar...
Los violentos golpes y la destrucción causados por cierto atractivo vampiro de cabellos albinos no paraban de cesar, pues su rabia estaba alimentada por la tristeza. Había aceptado el plan de sus hermanos con la esperanza de que su amada flor de cerezo estuviera a salvo de las atrocidades de su padre. Si eso significaba alejarla de ellos, él estaba dispuesto a hacer ese sacrificio.
Pero todo fue en vano.
Subaru Sakamaki estaba harto; de sus hermanos, su padre, su tío; de todos aquellos que lo convencieron de seguir un plan que solo trajo dolor y furia a su corazón.
Sin embargo, no era el único sumido en la culpa y la ira. Mientras lidiaba con su propio tormento, el resto de sus medio hermanos optaban por desahogar sus penas de manera más brutal; maltrataban física y sádicamente a aldeanos y novias, buscando ver reflejada en ellos la piedad y el dolor que ellos mismos sentían.
En la oscuridad de la mansión Sakamaki, la sangre carmesí fluía sin cesar, teñida por la violencia desatada. Nadie podía decir quién había desencadenado este ciclo de destrucción y sufrimiento.
•••
Mientras, en las orillas del pueblo más cercano del bosque; entre los callejos más oscuros y arrinconados de las sombras, las lámparas apenas alcanzaban a iluminar la casa del placer y lujuria carnal de los mortales. El bien llamado "Distrito Rojo", donde las mujeres y hombres ofrecían sus negocios, acechaba un vampiro peli marrón rojizo de brillantes ojos verde esmeralda. Su presencia era como un eco silencioso entre susurros de clientes y suspiros de las mujeres que vendían sus favores en aquellas noches pesadas de pecado y desesperación, después de todo, era el quinto hijo de una gran dinastía familiar con mucha riqueza y poder en sus manos.
En medio de la penumbra, el vampiro estaba muy bien acompañado en los brazos de una hermosa mujer, quien al igual que ella, solo deseaba diversión; besos, coquetos, y roces, ambos estaban en un placer incontrolable. Su olor a perfume barato, no combinaba con su exquisito olor a sangre, pero a eso no le importo demasiado al lujurioso vampiro.
-. Ne...~ Laito-kun... ¿Te vas tan pronto?... -. Susurro una voz chillona pero madura de cierta mujer de aquel prostíbulo de los barrios rojos, tras haber estado en una noche de pasión con el joven rico tan experimentado. Para ella, era su primera vez estando con un hombre afuera en los oscuros callejones cerca de las demás casas de prostíbulos donde trabajaba; de solo pensar en ser atrapados, la atrajo y la excito al momento tras ver a su atractivo cliente que deseaba su cuerpo.
Laito: Ara, ara, ara... Sabes que si... Pero... Creo que requiero algo más... Dulce~
Los gritos no tardaron de llegar para esa pobre mujer humana risueña. El vampiro lujurioso no tardo en degollar su garganta con una mordida gracias a la ayuda de sus filosos colmillos. El eco de los gritos se desvaneció rápidamente en la noche, sustituido por el silencio pesado y cargado que llenó el callejón. Los brillantes ojos verde esmeralda admiraban con brillante placer, la sangre carmesí de su víctima; el rostro pálido y sereno de la mujer ahora sin vida entre sus brazos era un gran espectáculo de observar. Suspirando sin ningún alivio en su corazón, se dio cuenta que sin importar de cuantas mujeres estuvieran en su lecho carnal, el recordatorio de su cruel existencia, aun perduraba en su corazón.
Siendo el más joven de sus dos hermanos de sangre, Laito no podía dejar de desahogar sus penas con mujeres y sexo para olvidar todo rastro de culpa de su mente por lo que había hecho; su amada flor de cerezo, tan pura y deseada, se fue para nunca más volver.
Aun cargaba con la culpa, pero es lo menos que podía hacer para aliviar su pena.
•••
Caminando de regreso, sus pasos parecían tranquilos y serenos, ocultándose de las miradas quisquillosas de los mortales humanos; hombres, mujeres, niños y ancianos estaban tranquilamente disfrutando de sus vidas comunes. Laito estaba apunto de teletransportarse para volver a la mansión, hasta que miro curiosamente, la llegada repentina de varios indigentes y colonos en la villa.
El desagradable olor a sudor, tierra y cenizas, lo asqueo; ver las desagradables pieles sucias de aquellas apestosas presas humanas, no se comparaban a las maravillosas ofrendas que su amable Padre les entregaba listas para la cosecha. Sin embargo, el vampiro detecto un olor exquisito entre todos ellos; sangre caliente y jugosa que lo llamaba para ser reclamado. Laito no tardo en correr para buscar el portador de tal peculiar manjar; a su vista, se encontró con una mujer joven, envuelta de harapos sucios y mugrientos, que no le permitían ver su rostro o su piel.
-. Una moneda señor...
Laito: ... -. Curioso, el vampiro observo a la pelicular joven de piel lechosa, y cabello rubio cenizo bajar su mirada. Asumió que dicha mujer era otra indigente más del pueblo, quien, a pesar de su ropa, debía admitir que tenia cierto encanto en su sangre. Si no fuera por su apariencia andrajosa, seguramente habría caído en sus encantos y trataría de hacerla suya.
-. Es usted muy amable señor... -. Respondió amablemente la mujer, tras obtener dos monedas de plata por parte del joven castaño rojizo, quien no paraba de mirarla tan lascivamente en su persona.
Laito: Seguramente, Reiji me golpearía por caer tan bajo~ -. Pensó el vampiro de ojos verde esmeralda, mientras no paraba de apreciar a la joven, tratando de descifrar que había detrás de esas ropas, y como seria si le entregara la ropa más fina en su persona para convertirla en su próxima victima.
-. Bruja. La maldad se acerca.
Laito: ¿Mmm?... -. Confundido, el joven volteó hacia la misma dirección que estaba mirando la extraña mujer; para su sorpresa, miró como cierta dama de cabellos castaños y ojos rosados le sonría coquetamente. Quien hubiera pensando que su ausencia en la mansión, le haría estar en problemas con su detestable hermano mayor.
Hilde: Amo Laito, no creo que deba estar en estos barrios solo. No es adecuado.
Laito: Ara, ara, ara~... Hilde-chan, que sorpresa~ -. Exclamo el vampiro hacia su ex amante.
-. ¡Bruja!, ¡Bruja!, ¡Bruja! -. Grito aterrada la extraña indigente. Laito se quedo confundido ante su carácter, pero sin darle mucha importancia, vio como se marchaba entre los demás pueblerinos del lugar.
Hilde: Ignore eso señor. Después de todo, son dementes que llegaron a nuestras tierras por la colonización...
Laito: ...Como digas Hilde...
Hilde: ...
•••
Esa misma noche, en la residencia familiar del apellido Sakamaki, los seis hijos herederos del Clan, no tardaron en enterarse de la nueva orden impuesta por su bien llamado "Padre" o "Señor".
Sus peculiares incidentes que habían estado albergando en el mundo humano eran inamisibles, sobrellevando el acuerdo preestablecido por parte de los Cazadores de Vampiros de la iglesia, el Rey debía tomar cartas en el asunto ante la rebeldía de sus hijos para darles su ejemplo.
Fueron castigados severamente por haber asesinado a varios lugareños cerca del pueblo, incluyendo a sus dos más recientes novias de sacrificio en las últimas doce horas; mantener las apariencias y ser discretos ante las miradas curiosas de los humanos era crucial para su supervivencia en este mundo. El Rey, enfurecido por su imprudencia, decidió que esa noche de luna llena sería un recordatorio de su error; obligándolos a permanecer hambrientos, sin derecho de ir a cazar hasta nuevo aviso.
Los hermanos, acostumbrados a ser los depredadores, se encontraban momentáneamente vulnerables, enfrentándose a la ira de su progenitor y a las consecuencias de sus propios actos descontrolados.
Ayato: ¡Esto es el colmo! -. Exclamo enojado, el tercer hermano del clan, tras escuchar las noticias por parte del hijo primogénito, ante la nueva orden directa de su padre; la cual lo estaba sobrellevando muy mal, por no poder saciar su sed de sangre en esta noche infernal.
Reiji: Deja de quejarte Ayato. Todo esto es por tu culpa.
Laito: Pero Reiji-kun~ ¿Quién pensaría que morirán tan pronto por una simple cortada?
Reiji: Degollarlas, y luego ocultar sus cadáveres en el fondo del lago, no es nada apropiado en nuestra casa.
Subaru: ¡¿Y desde cuándo este es un hogar!? -. Grito enfurecido el más menor del grupo. Cansando de escuchar que eran una gran familia. Cuando en realidad, lo único que les unía solo era el hecho de que estaban ligados familiarmente con ese hombre; quien solo les ha traído dolor en sus personas, y que a pesar de todo, sus hermanos todavía adoraban para ser reconocidos para ser el próximo heredero de la corona.
Shu: Solo mencionó eso. Nada del otro mundo. -. Respondió el hijo mayor de la familia que, a diferencia de sus otros hermanos, estaba descansando tranquilo.
Subaru: ¡Tsk!
Reiji: Subaru. Debes comportarte, de lo contrario no cenaras esta noche.
Subaru: Como si me importara. -. Respondió el albino de ojos rubí, quien con enojo y rencor se retiró de la gran lujosa mesa del comedor de la mansión; mientras algunos sirvientes espectrales servían la comida con algo de vino, quien, a órdenes de la sirvienta más leal de la familia, optaron por servir en su lugar por sangre fresca, para saciar la sed incontrolable de los herederos del clan.
Hilde: Me tomé la libertad de extraer la sangre restante de las dos anteriores novias. Espero que esto sea suficiente para que... Duren esta noche.
Reiji: Esta bien Hilde. Pueden retirarse. -. Respondió serio el vampiro de cabellos azabache, mientras trataba de ocultar sus intentos sádicos y animales tras el poco abastecimiento de la sangre humana. Pues el pecaminoso intento de ira de sus hermanos menores con el último alimento vivo rodear en esta casa, trajo consecuencias en sus acciones en esta noche para algunos vampiros. La desesperación por la sangre humana, fue una total tortura para todos, pero ellos mismos se lo buscaron.
Después de todo, la frustración y enfado por el castigo impuesto por su Padre, fue algo inexplicable. Tal pareciera que su verdadero motivo, no fue porque estaba molesto por su comportamiento hacia los humanos, al contrario, sabían que estaba más que furioso por haberle insistido sobre la muerte de la Princesa del Clan, ya que nunca fueron informados oficialmente sobre alguna respuesta o detalle, e inclusive se les prohibió realizar cualquier otra tumba en los jardines de la mansión.
Los seis hermanos Sakamaki, tuvieron que desobedecer esa petición a escondidas, conformándose con cavar a las afueras de la mansión, un pequeña lapida al lado de su madre; dejando todos los días, rosas blancas recién cortadas para prevalecer su memoria.
-. Sakura... ¿Por qué tuviste ser tú?...
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~Omake~
En los fríos y lujosos jardines de la residencia Sakamaki, la impresionante belleza de la majestuosa mansión se revelaba como un deleite para la vista humana. Cada detalle de la meticulosa infraestructura del lugar, desde los elegantes arcos hasta las finas tallas de sus columnas, hablaba de una dedicación exquisita y un cuidado inigualable. Los jardines, rebosantes de vida con flores de colores vibrantes y árboles frondosos, parecían un paraíso terrenal que invitaba a los mortales a soñar con una vida de lujo y comodidad.
Caminando por los senderos impecablemente diseñados, un peculiar hombre caminaba en los más oscuros rincones de la mansión teñida de un rojo más intenso y violento que cualquier otra. Los vampiros, movidos por un hambre insaciable y una sed incontrolable, se preparaban para desatar el caos.
Cualquier mujer que se encontrara fuera, independientemente de quién fuera, se convertiría en un objetivo. Solo el olor de su sangre sería suficiente para atraer a los depredadores.
Y esa noche lo depredadores salieron a cazar.
-. Llego el momento.
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