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Prólogo

Existen lugares en el mundo que desafían la comprensión humana. Lugares donde las reglas de la realidad no existen, donde lo conocido se desvanece y lo inexplicable toma el control. Estos sitios no aparecen en los mapas, no se mencionan en las guías turísticas, y rara vez son recordados por quienes los han visto. Pero están ahí, ocultos entre los pliegues del tiempo y el espacio, esperando a aquellos lo suficientemente curiosos —o lo suficientemente desesperados— para cruzarlos.

En estos lugares, la maldad no es una abstracción, sino una presencia constante. No es el mal que conocemos, el que se esconde en los actos crueles de las personas o en las injusticias del mundo. No, este es un mal más antiguo, más profundo, que existe desde antes de que el hombre caminara sobre la tierra. Es una fuerza que no necesita justificación ni razón, porque su naturaleza es simplemente ser. Y en el corazón de un bosque olvidado, en una aldea que no debería existir, la entidad espera.

"Kthar'nath zhal'drak, veth'shar ghal'tor."
(Aquí, la oscuridad no duerme, solo espera)

La luz no necesita de la oscuridad para existir. Brilla por sí misma, ilumina, da vida. Pero la oscuridad... la oscuridad necesita de la luz. Sin ella, no habría sombras, no habría contrastes, no habría miedo. La oscuridad es, en esencia, una parásita de la luz. Se alimenta, la distorsiona, la corrompe. Y en esa corrupción, encuentra su poder.

Esta verdad, simple pero profunda, es la clave para entender lo que ocurre en ese sitio. Porque allí, no es el vacío que queda cuando la luz se va, sino algo que crece, que se expande, que consume. Y las personas que habitan ese lugar... son tan peligrosas, iguales a la fuerza que las gobierna. No son víctimas, sino cómplices. No son presas, sino cazadoras.

"Vrak'thul mord'esh, khal'dran nor'veth."
(Ellos caminan entre nosotros, pero no son de aquí)

La aldea no tiene nombre, o al menos ninguno que pueda ser pronunciado en un idioma humano. Está escondida en lo más profundo de un bosque que parece no tener fin, rodeada de árboles tan altos que sus ramas se pierden en el cielo. Desde lejos, parece un lugar tranquilo, casi idílico. Las casas, construidas con madera envejecida, se alzan sobre pilares que las mantienen separadas del suelo, como si flotaran en el aire. El césped que cubre el suelo es perfecto, uniforme, parecía que nunca había sido pisado. Un lago oscuro que casi no refleja el cielo, y un cementerio con lazos negros ondeando al viento completa el paisaje.

Esta tranquilidad es solo una ilusión, una máscara que oculta la verdadera naturaleza del lugar. Porque ahí, nada es lo que parece. Las casas no están vacías, sino habitadas por algo que no puede ser visto. El lago no es agua, sino una sustancia espesa y negra que parece moverse por sí misma. Y el cementerio... el cementerio no es un lugar de descanso, sino un recordatorio de lo que le espera a quienes se atreven a entrar.

"Drak'shar veth'nor, thal'kran mor'deth."
(El lago llama, pero no respondas)

Muchos han llegado allí, atraídos por su misterio o por la promesa de refugio. Algunos eran viajeros perdidos, otros buscadores de lo desconocido, y otros simplemente personas desesperadas que no tenían a dónde más ir. Ninguno ha salido de allí. Algunos desaparecen sin dejar rastro, como si la tierra misma los hubiera tragado. Otros son encontrados días o semanas después, vagando por el bosque, sus mentes destrozadas y sus cuerpos marcados con símbolos que no pueden explicar. Y otros... otros nunca son vistos de nuevo.

Los que regresan, si es que se les puede llamar así, no son los mismos. Hablan en un idioma que nadie reconoce, sus ojos reflejan un vacío que no debería ser posible, y sus cuerpos parecen cascaras de lo que fueron, estaban siendo consumidos desde dentro. Dicen cosas que no tienen sentido, frases fragmentadas que hablan de una presencia antigua, de un pacto sellado en sangre, de una maldad que no puede ser nombrada.

"Nor'veth khal'drak, zhal'tor mord'esh."
(El pacto está sellado, y la sombra crece)

La maldad que habita ahí no es un accidente, ni un capricho de la naturaleza. Es algo que fue puesto allí, algo que fue convocado. Las personas que viven en ese lugar, si es que aún pueden ser llamadas personas, son parte de ese pacto. Han entregado su humanidad a cambio de algo que ni siquiera pueden comprender. Son guardianes, siervos, sacrificios. Y están dispuestos a hacer lo que sea necesario para proteger su secreto.

Porque no es solo un lugar. Es una trampa, una celda, un altar. Y lo que espera allí, en las profundidades del lago o en los alrededores de las casas flotantes, no es solo una deidad antigua y malévola. Es algo peor. Es la manifestación en carne de todo lo que tememos, de todo lo que no queremos ver. Es la oscuridad que necesita de la luz para existir, y una vez liberada, no dejará nada a su paso.

"Nor'veth khal'drak Zha'rath, veth'shar."
(No podrás escapar de Zha'rath, el Devorador de Almas)

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