La Putivuelta
En el capítulo anterior nuestros queridos inútiles llegaron por fin a Barcelona tras varias dificultades. Justo a la hora de la cena, Sonia, una antigua amiga de Jaime aparece para saludarle pues hacía mucho que no sabía de él.
—¡Jaime hijo de puta cuánto tiempo! —dijo Sonia dirigiéndose a Jaime. Este trató de darle un abrazo que le concedió pero muy brevemente pasando a dirigirse bastante feliz a la familia de Jaime—. ¡Holaaaa!
Jaime se encogió de hombros algo ofendido y se dirigió junto con la chica, que se encontraba saludando al primo de Jaime y a los amigos.
—¿Qué tal, Carlos, Martín? —dijo saludándoles con la mano. A los amigos de Jaime también les dio la mano, aunque hizo cobra a Braulio y Sergio quienes querían darle dos besos.
La gente se encontraba sonriendo, aunque un poco incómoda en cierta medida, de repente llegaron los bocadillos que prepararon la abuela de Jaime y sus dos tías. Todos se reunieron en el enorme patio para cenar. Sonia se sentó junto a Jaime y Carlos, Sergio al lado de Martín, pues quería intentar hablar con el primo de Jaime y Chandrika se situaba en el medio, junto con Fátima y José María.
—Oye, vosotros dos —dijo Sonia dirigiéndose a Carlos y Jaime—. ¿Vais a ir después a la fiesta del náutico? A la fiesta de la playa, me refiero —comentaba dando un muerdo al bocadillo.
—Eh... —Jaime miró a su primo y él no sabía muy bien qué decir—. No sé ¿Carlos?
—A ver —dijo el muchacho—. A mí me apetece ir, el problema es que vosotros os vais mañana por la mañana y me gustaría quedarme con vosot...
—¿Cómo que se van mañana? —interrumpió Sonia—. ¿No te quedas las vacaciones? —dijo decepcionada.
—Creo que mi prima no te informó de que solo me quedaba un día ¿Verdad?
—Eh... pues no —dijo algo más triste—. Maldita sea. ¿Y se puede saber dónde os vais? —preguntó con cierta intriga.
—A los pirineos, a pasar allí una semana.
—Oh, genial ¿Me puedo acoplar? —dijo directamente sin previo aviso. Jaime se quedó en blanco.
***
Mientras tanto, Sergio trataba de entablar una conversación con Martín. Jaime le había comentado bastante a Sergio de su primo Martín, y comenzaba a tener bastante curiosidad. Martín era un chico de 18 años recién cumplidos, pelo corto y rubio y de complexión corpulenta.
—Oye, ¿Tú eres amigo de Jaime no? —preguntó Martín al ver que Sergio trataba de iniciar una conversación pero no se atrevía.
—Digamos que sí, aunque no solemos vernos mucho.
—Y eso por qué?
—Soy de Madrid y el vive en Extremadura. No podemos vernos muy a menudo —dijo tratando de sonreír—. Por cierto, Jaime me ha hablado bastante de ti jaja.
El chico sonrió bastante, notándose una sonrisa blanquecina y con un toque pícaro.
—¿Ah sí? Oye, pues también me hablaba él de un chaval de Madrid. Tú no serás Sergio ¿Verdad?
Sergio comenzó a reír bastante y a asentir con la cabeza.
—No me lo puedo creer. Sí sí. Ahora tengo curiosidad de saber qué te ha contado este
—La verdad que yo también —sonrió.
***
—A ver... es un poco precipitado ¿No crees? —preguntaba Jaime a Sonia.
—Totalmente de acuerdo —asintió—. Pero a ser sincera eras el último plan que tenía para los 15 días de vacaciones. Las zorras de mis amigas me dejaron plantada en último momento, iba a ir sola pero... estoy cansada de ir sola a los sitios —dijo frunciendo el ceño algo desganada
—A mí no me importa, es por ellos —dijo señalando a sus amigos—. No saben nada de que vienes, ni tampoco lo hemos consultado, a parte de que no te conocen —Jaime se encontraba algo preocupado, pues ya consiguió meter a Sergio de sopetón sin consultar nada con sus amigos y no quería hacer lo mismo con Sonia. Pero al mismo tiempo quería que viniera.
—Eso tiene arreglo —dijo la chica—. Veniros a la fiesta del puerto y nos conocemos más. Luego me dices qué cosas tengo que llevar
—Eso también es un tema para hablar —mencionó Jaime.
—¿De qué habláis? —mencionó Mireia que se encontraba al lado de Sonia.
Sonia se volvió hacia ella.
—Ah, le estaba comentando a Jaime si quisierais veniros a una fiesta que hay en el puerto.
Mireia miró a Jaime con una sonrisa.
—¡Sí sí sí! —dijo entusiasmada.
José María también se enteró.
—¿El qué? ¿He oído fiesta? —dijo asomando la cabeza mirando a Sonia y Jaime.
—Puaj, fiesta —aborrecía Fátima con cara de asco mientras daba un muerdo a su bocadillo de pollo—. ¿Dónde es?
—En el puerto —dijo Sonia en tono un poco más alto, pues Sergio y Martín comenzaban a hacer mucho ruido hablando. De repente hubo un breve silencio.
—Tío, a mí me contó que te pusiste a tocar una guitarra o no se qué con un muelle del flexo o algo así —comentaba Martín a Sergio entre risas.
Sergio comenzó a reír con comida en la boca y se atragantó con un cacho de bocadillo al coger aire, comenzando a toser enérgicamente, escupiendo un trozo del pan que cayó justo en el plato de Fátima. Era gracioso verle luchando por respirar hasta que le dio una arcada y potó una cosa blanca en el suelo con trocitos bien detallados del bocadillo. Se levantó de debajo de la mesa con algo de la babilla tras vomitar.
De repente hubo un estrepitoso silencio, hasta que Fátima tiró el bocadillo agresivamente contra el plato.
—¡Ya no tengo hambre! —dijo enfadada.
Todas las miradas se dirigieron a Sergio, que se limpió la baba con la manga como ante la expectación de la gente. Jaime lo miraba con los ojos bien abiertos y la boca ligeramente abierta, y Sonia con cara de asco. Esperaban una respuesta por parte de Sergio.
—Eh... —mirando a su alrededor—Ah... a ver, al menos no he manchado los pantalones de nadie ¿No? —miró a Martín para comprobarlo. Estos estaban limpios—Pues... —dio una pausa dramática hasta que volvió a darle una arcada al mirar el vómito otra vez—. ¡Mierda! ¡Voy al baño! —se levantó y salió corriendo.
El silencio continuó hasta que Jaime se dirigió hacia la mini piscina hinchable y encendió la manguera para evitar que se dieran cuenta sus tías. Una vez limpiado todo se dirigió hacia sus amigos.
—No habéis visto absolutamente nada. Estábamos hablando de la fiesta del puerto esa.
Sonia apoyó la moción.
—La verdad que sí. El caso, ¿Os apetece ir a la fiesta del puerto?
—¡Sí! —gritaron casi todos. Aunque a Braulio y a Fátima no les apetecía mucho, fueron por cambiar un poco de aires. Martín y Chandrika ya tenían sus planes hechos y no querían ir. Sin embargo, Carlos sí se apuntó.
Acabaron sus bocadillos y se levantaron de sus sillas. Jaime y Carlos se despidieron de sus tías y abuela y esperaron a Sergio. Una vez Sergio se recuperó más o menos se dirigió hacia Jaime con algo de vergüenza mientras salían de casa.
—Jaime... —preguntó avergonzado y en voz baja. Aunque el otro no parecía estar muy molesto.
—Dime —dijo con un tono seco.
—Quería simplemente disculparme por lo de antes... No sé que me pas...
De repente Jaime comenzó a reír bastante. Sergio también comenzó a reír aunque no sabía muy bien de qué.
—¿Qué te pasa? —dijo aún entre risas.
—Tío, es que no me jodas. Estás perdonadísimo pero eres un cabronazo. De repente potas por la puta cara —dijo riendo aún más fuerte. Sergio respondió aliviado pensando que las había cagado.
—Vale, eso me alivia algo más.
—Aunque deberías controlar más tus potaciones —dijo Sonia que había puesto la oreja.
—¡A mí me quitó el hambre! —exclamó Fátima ofendida—. Con lo rico que estaba el bocata.
—Para mí es lo equivalente a un jueves por la noche, en cualquier discoteca comentaba José María.
—¿Sueles ir mucho de discoteca? —preguntó Sonia interesada. Posteriormente ambos se dirigieron un poco más hacia delante.
Mientras tanto, durante el camino Sergio trataba de llevarse bien con Fátima.
—A ver, tengo algo de dinero, ¿Quieres que te invite a algo?
—No! —decía enfadada.
—¿No quieres coca cola? —preguntó.
—No.
—Te invito a pizza
—¡No me gusta la pizza!
—¿¡Qué!? ¿Esa mierda es legal?
—Para mí sí. No me gusta el pan, no me gusta el tomate y no me gusta el queso
—Que no le gusta el queso... —susurró para sí mismo con los dientes—. ¿Bocadillo de calamares? —probó a ofrecerle con una sonrisa—. Regalo especial de madrileño.
—Ugh que asco, eso es pez. No me gustan los peces —aborrecía quitando con la mano.
Sergio la miró confuso.
—Te invito a una cerveza
—¡Menos! ¡No voy a beber cerveza! —dijo indignada.
—Eh... —Sergio se dirigió a Jaime—. ¿Qué mierda le gusta? —le susurró
—¡Nunca lo adivinarás! —Fátima se dirigió ofendida un poco más hacia delante a hablar con Braulio.
—¡Oye si quieres el bocata de calamares me lo das a mí! Que también me has traumado —dijo Braulio desde el fondo, pero fue ignorado.
Sergio y Jaime la miraron mientras se iba.
—Vale... —dijo Jaime—. Si quieres que te acepte algo... dale pollo. Es comida especial para Fátima. Y si a esa madre le añades curry, será tu buena amiga de por vida.
—¿Curry? —dijo extrañado—. Como para adivinar esa mierda.
—Siempre puedes recurrir al pollo.
—¿Sólo pollo? —preguntó extrañado.
—Solo pollo. Bueno, y chocolate, que eso gusta a todos.
—Me lo apunto...
***
Pasado un rato en el cual estuvieron charlando, bajaron por unas calles hasta dar a una gran avenida próxima al paseo marítimo.
—¿Este es el paseo marítimo? —preguntó Braulio junto con Fátima.
—Sí... —respondió Sonia—. Aunque realmente el paseo marítimo está tras las vías del tren —dijo señalando unas vallas.
—¿Y cómo llegamos ahí? —dijo Braulio—. ¿Por un túnel?
—Si, lo has adivinado —sonrió Sonia—. El túnel no está muy lejos.
—Ahí mismo —señaló Carlos a una pared que había enfrente de ellos, tras esa pared se encontraban unas escaleras que bajaban al túnel que daba al paseo marítimo.
—Genial —dijo Fátima bajando las escaleras.
—Chica espérate —Sonia la detuvo—. No vayas tan rápido ni tú sola.
—¿Por qué? —preguntó Fátima algo asustada
—Porque este túnel es algo peligroso y más si vas solo —decía Carlos mientras Sonia asentía.
—Vale —asintió con algo de miedo.
—¿Pero qué pasa? —preguntó Mireia
—Hace tiempo intentaron asaltarme justo aquí, conseguí defenderme pero... no sé vosotros.
—Tú tranquila —respondió Sergio—. A esos les metemos bien de guantazos y se quedan con las ganas
Ella se encogió de hombros.
—Está bien, si tú lo dices... Te creo.
El grupo cruzó el túnel y subió las escaleras. En seguida una brisa marina rozó a nuestros protagonistas.
—Hmmm —decía Jaime con los ojos cerrados oliendo—. Huele a mar... casita... —de repente pisó una cosa blanda que había en el suelo.
—¡Hijo di puta! —Jaime abrió los ojos y vio a un moro sentado de piernas cruzadas sobre un tendal con numerosos productos para vender: bolsos, pulseras, figuras raras, y algunos materiales típicos de allí como barbas falsas, navajas, manuales de okupación... Jaime levantó el pie del sitio que había pisado y debajo se encontraba un bolso negro.
—Eh... vaya... Siento haberte pisado el tinglado —se disculpó Jaime.
—¡¡Di pirdón nada!! ¿Ah? Isti bolso ser bolso caro, bolso bueno, bolso costar 50 iuros.
—¿¡Qué!? —comentó Jaime visiblemente molesto. En ese momento Sonia intervino apartando a Jaime.
—Déjame anda, ya me encargo yo del moro —dijo guiñándole un ojo a Jaime. Acto seguido se dirigió al hombre que seguía sentado en el suelo. Se agachó un poco—. ¿Puedo ver el bolso?
—Puedes verlo y tienes que comprarlo, tiene marca de suela ahí y ya no comprarme bolso gente.
Sonia miró fijamente el bolso lo levantó hacia arriba y lo examinó con detenimiento. De repente sacó su monedero. El resto observaba fijamente frunciendo el ceño.
—¿50 euros has dicho? —el moro asintió entusiasmado.
—Te vas a gastar...? —Sergio estaba rallado mirando a Sonia, pero ella extendió su brazo callando a Sergio.
De su monedero saca un billete de 50 del monopoly. El moro se da cuenta.
—Siñora, este billete es falso
—¿Y el bolso de marca "Pochola Herrera" no lo es? —le tiró el bolso de manera brusca—. Esa mierda vale 12 euros como mucho y me lo quiere vender por 50. Así que muy simple o me acepta el bolso por cinco euros o le demando a la policía por estafa.
—Siete —trató de regatearle el moro
—Cuatro —dijo Sonia con una sonrisa sacando el móvil.
—Española estúpida, no vas a regatear por lo bajo. Dejémoslo en 6.
—Que llamo a la policía... —amenazaba con voz algo más aguda—. Dos... y como me vuelvas a regatear me lo llevo por 20 céntimos.
—Vale vale, dejémoslo en dos —dijo el moro finalmente.
—Así me gusta —sonreía sacando dos monedas de un euro—. Y a ver si timamos menos eh... cabrón —le dejó las monedas ahí mismo.
—Qawada (cabrona—dijo susurrando en Árabe.
—¡Emshi tjara! (Vete a cagar) —le dijo Sonia algo más alto y acto seguido se dirigió a Jaime quien la miraba con el ceño fruncido mientras esta se colocaba el bolso—. Listo. Ese moro es un tocapelotas, siempre intenta colarte alguna mierda por un precio jodidamente alto. A mí no me dice nada porque nunca le hago caso pero a la gente que viene aquí pff.
—¿Qué hacías con un billete del monopoly? —preguntó José María.
—Ah... te sorprenderá la de veces que he pagado en fiestas con billetes del monopoly y ha colado
—¿¡Qué!?
Sonia sacó una pistola de su mochila junto con bolsas sospechosas y las guardó en el bolso que acababa de comprar pero nadie se dio cuenta, pues lo hizo con total naturalidad.
—Cuando ya están a punto de cerrar discoteca y la gente está jodidamente borracha, les dices que les pagas por x cosa y te aceptan. Tienes que elegir bien, obviamente no vas a abrir la discoteca y le vas a dar al guarda un billete del monopoly, porque te vas presa al calabozo pero hacer negocios a altas horas de la madrugada renta bastante.
—Me caes genial, la verdad
—Mujer de negocios —dijo encogiéndose de hombros—. Ahora vayamos a la fiesta de una vez.
Nuestros queridos inútiles entraron en el club Nautico. Era un trozo de la playa de Vilassar de Mar reservado a un grupo de socios. Allí había restaurante, un minipuerto con barcos y yates etc. Era finales de agosto y por esa época suelen hacer una fiesta con todos los socios. Si no eras socio podías acceder mediante una invitación. Sonia invitaba a 3 y Carlos invitaba a otros 3.
—Doncs són 3 invitacions per persona. No és així? —preguntaba la señora a Sonia y Carlos. Era una señora mayor con pelo blanco y gafas grandes. Sergio la miraba raro. Y José María también.
—¿Cómo es que entiendo todo perfectamente? —se preguntaba Fátima mirándolos.
—Pinche idioma culero. Es Español raro. —susurraba Sergio con cara de enfadado.
—No cambia nada —decía José María—. Solo acortan las frases.
—Ya... Y aparte tienen acento raro —dijo Sergio con mala cara.
De repente Jaime apareció en medio de los cuatro con cara de mala ostia.
—¿Podéis dejar de comentar mierdas delante de la señora? —Jaime la señaló. Esta los estaba mirando fijamente mientras se ajustaba las gafas.
—¡Putos inmigrantes!
—Eh... —Sergio miró hacia otro lado tomando la invitación de Carlos y entrando dentro sin decir una sola palabra.
El resto hizo completamente lo mismo. Entrando los ocho dieron directo hacia un balcón. Se encontraban en una planta alta con primera vista a la playa, bajando las escaleras había otro bar junto a la arena de la playa con mucha gente allí y música de fiesta. La playa del club se encontraba limitada por rocas a ambos extremos.
—Hala como mola —decía Mireia al ver todo el lugar decorado con luces de fiesta —. ¿Dónde está la barra? —preguntó exigente.
—¡Eso! —gritaba José María—. ¿¡Donde cojones está la barra!?
Sonia señaló a una puerta donde estaba la barra de manera algo tímida.
—¡¡AAAAAAHHH!! BARRA —José María abrió la puerta agresivamente dirigiéndose a la barra y Sergio detrás suya dando saltitos de alegría. A los pocos segundos entró Mireia bastante más calmada.
***
—Un Jagger con Monster para usted —la chica, algo más joven, dio el vaso a José María y se dirigió amablemente a Sergio—. ¿Y usted que quiere?
—Otro Jagger con Monster —dijo mirando el cubata de José María con recelo.
—Claro, marchando —de repente se acercó otro empleado a hablar con la camarera susurrando cosas y cuchicheando—. Ay, es cierto, se me olvidaba pediros el DNI para poderos dar alcohol.
José María y Mireia mostraron su DNI y Sergio el suyo. La mujer miró los DNI de José María y Mireia y les dejó irse con su cubata, pero se detuvo algo más de rato con el DNI de Sergio.
—Disculpa... ¿Tienes 17 años? ¿No tienes 18 verdad?
—Los cumplo en octubre —dijo Sergio con una sonrisa—. Me quedan dos meses, es decir, nada para los diechiocho —intensificó la sonrisa pareciendo retrasado.
*Algunos momentos después*
—¡Y va, y me dice que no me da el cubata "pir qui tiinis diicisiti iñis"! "Iris miy piquiñi" —se quejaba ofendido a Jaime, quien luchaba por no reírse. Pues comenzaba a poner caras y a imitar a la tipa.
—A ver ¿Pero enserio querías beber después de haber potado así?
—¡¡SÍ!! ¡Además eso no tiene nada que ver! Puta camarera zorra de mierda. La metería el DNI por el culo haber si así deja de decir tantas gilipolleces la muy puta. De pequeña la pegaban o algo porque no puede ser que esté tan amargada, cago en la puta ya con lo feliz que estaba —seguía insultando mientras se dirigía encorvado hacia algún lugar random y Jaime seguía descojonándose. Se encontraban en el puerto, algo alejado del bar donde habían pedido el cubata.
—¿A dónde vas? —preguntaba Jaime con una sonrisa.
—¡¡A cagarme en todo!! —gritó malhumorado.
—El baño está para el otro lado —advirtió Carlos. De repente se dio la vuelta y pasó por enfrente de Jaime y Carlos.
—Ñiñiñiñi —dijo bajando unos escalones para dirigirse hacia el bar. Sin embargo pisó mal y casi se ostia terriblemente contra el suelo.
De repente Carlos se dirigió a Jaime.
—Tu amigo es un poco rencoroso ¿No?
—Mi amigo es gilipollas. —Carlos comenzó a reír y continuaron hablando ambos primos hasta que Mireia apareció detrás suya con el cubata en la mano.
—Holaa —dijo fijándose en Carlos.
***
Mientras tanto, Sonia y José María se encontraban en medio de toda la multitud junto a la arena y con toda la música de fiesta. José María se había bebido el cubata bastante rápido y estaba algo más contento de lo normal, de repente Sonia vio a unos tipos cerca de ella y se acercó a él.
—Oye —dijo acercándose a José María—. ¿Podrías sujetarme un momento esto? —le dio el arma a José María. El chico cambió su cara totalmente de borracho emporrado a sorprendido.
—¿¡Qué cojones haces con un...!? —Sonia le tapó la boca.
—SHHH ¡Cállate! Necesito que te la guardes un momento
—¿Pero tiene permisos esta mierda?
Sonia lo miró aburrida.
—No. Tampoco está homologada. ¡Simplemente sujétala!
—¿Y si nos pilla la poli?
Sonia ignoraba a José María mientras seguía hurgando en el bolso negro. Sacó una bolsa más pequeña y muy bien envuelta y se la dio a José María.
—¿Y esto que es? —dijo oliendo la bolsa—. ¿¡Cocaí...!? —Sonia le dio una colleja—. ¡Ah!
—Como no te calles te voy a meter un alpargatazo por la boca que vas a flipar. Joder, pensaba que eras más de calle, más MDLR. Te falta pavimento público.
—Pero si he salido de fiesta y he consumido coc... —Sonia le dio otra colleja y siguió con la mano levantada expectante—. Vale vale ya lo pillo.
—Sujétame el cachorrillo un momento y la comida también, ahora vengo.
—Me parece correcto darme eso a mí —mientras decía eso y guardaba la droga, Sonia se alejó del lugar un poco dirigiéndose a unos canis que había allí. A los pocos segundos José María se quedó con la pistola en mano sin saber donde guardarla, pues no le cabía en los bolsillos—. Oye, Sonia ¿Sonia? —ya no estaba.
—Pst ¡Pst! —decía Sonia llamando al grupo de canis—. ¡Pitas pitas pitas! —los canis vinieron hacia ella sedientos de droga.
—¡Mira tú si está aquí la pava de las verduras! Qué ricas están —decía un chaval con los dientes bastante negros de tanto fumar y una voz que denotaba altas consumiciones de porros.
—¿¡Qué tienes niña!? —preguntó otro, un chaval algo más bajito.
—No he conseguido mucha cosa —dijo mostrando su bolso vacío—. Pero tengo lechuga, de la buena, de la risa —dijo levantando una ceja y sonriendo.
Al fondo se observaba a José María tratando de guardarse el arma, pero no le cabía en el bolsillo. La gente de alrededor comenzaba a mirarlo raro y temeroso. Decidió ponerse el arma bajo la camiseta.
—¿Cuánto tienes?
—15 gramos
—¡Ostiaaaa! —decía el cani—. ¿A cuanto está?
—5 euros el gramo
En ese momento a uno de los canis le dio un tic nervioso pestañeando un ojo muy rápidamente hasta uno de sus amigos le dio una ostia.
—Tú!! ¡Despierta Josep, nen! que está barato. Saca la pasta del trabajo y nos fumamos unos pitis ahí en el puerto.
—¡Ay coño, que zoy cencible a los cambios... eh... no me acuerdo que iba a decí —se exaltó de un hipo de repente—. Ah sí... que estás mu... que ereh mu guapa
Sonia lo miró con cara de cabreada. Al fondo se observaba una señora increpando a José María por ser sospechoso y José María tratando de defenderse débilmente, acto seguido huía del lugar a dirección más segura.
—Lo sé. Ahora si no os importa, el dinero, o me voy a otra gente.
—Ejejejeje —rió uno de ellos acercando su brazo lentamente hasta tocar una teta de Sonia—. ¡Teta! Esta se hartó y agarró por los huevos a dos de ellos.
—¡¡Ah!! nen que me quedo sin descendencia
—Mis pendientes reales... —decía Josep con voz bastante débil
—Vamos a ver jodidas escorias, no tengo tiempo para toqueteos, a parte que me dais asco. Así que o sacáis el dinero ya o me lío a ostias y no sale nadie vivo ¿Entendido? —decía susurrando y mirando a los dos desafiante
—Vale vale vale... ¡Suelta! —Sonia los soltó y los canis le dieron el dinero para conseguir la droga.
***
Mientras tanto Fátima y Braulio se habían ido al restaurante, en la planta de arriba donde no se escuchaba tanto jaleo, pues no les gustaba demasiado el ambiente a fiesta.
—Voy a pedir coca cola ¿Tú quieres? —preguntó Braulio.
—Pídeme una Fanta, de limón si tienen.
—Vale —Braulio se levantó y pidió de beber para ella y para él.
Al cabo de un rato, Braulio regresó con las bebidas junto con un pequeño bol con aperitivos. Cuando se sentó junto con Fátima recibió una llamada de José María.
—¡Braulio! ¿¡Dónde coño estás!? —al fondo se escuchaban algunas voces.
—Sentado con Fátima ¿Por qué?
—Holaa —saludó alegremente con la Fanta.
—Sonia me ha dejado el cachorrillo y... ¿¡Con quien hablas!? ¿Qué llevas ahí? —José María le metió un puñetazo en el estómago a un tipo random que interrumpía la llamada—. Y esto se está liando
—¿Cachorro? ¿De qué narices me hab...?
—Joder Braulio, pium pium
—¡Ahh! —dijo sonriendo—. ¿Y por qué cojones te ha dejado un ar...?
—¡No tengo ni puta idea pero estoy a punto de coser a tiros a la g... ¡¡Visca Catalunya lliure, fill da puta!! —José María le metió un cabezazo a la señora para que se callase—. ¿¡Dónde coño estáis!?
—Yo ahora mismo estoy tranquilo con Fátima no me apetecen problemas.
—Braulio hijo de pu... —Braulio colgó el teléfono y continuó hablando con Fátima.
***
Mientras tanto Mireia y Carlos se encontraban algo alejados hablando mientras Jaime estaba bebiendo cubata a solas esperando a Sergio cuando de repente se acercan dos chicas a hablar con él con movimientos extraños para ligar. Jaime enarcó una ceja al ver que una de ellas estaba bien rica.
—Hola guapo —mencionó una chica subiéndose ligeramente la falda, mostrando parte de sus bragas—. ¿Por qué tan solo? ¿Podemos hacerte compañía? —dijeron colocándose alrededor de él.
Jaime bebió un trago con cierta sorpresa.
—Eh... eh, pues claro, vámonos a algún lugar —dijo mirando hacia atrás esperando que no viniese Sergio—. Más alejado.
Las chicas aceptaron y se fueron a la zona final del puerto tras unas barcas. Se dirigieron bastante en silencio sin decir ni una palabras.
—Queremos follar —cortó la chica rubia de sopetón. Jaime las miró completamente sorprendido y muy rallado, bebiendo del vaso bastante más nervioso de lo normal.
—Pero... ¿Así? ¿Sin más? No tengo condones...
La chica le mostró un paquete de condones. Jaime los miró detenidamente.
—¿No estarán pinchados no? —la chica le mostró esta vez unas pastillas anticonceptivas. Jaime comenzó a sentir un escalofrío y a permanecer completamente rallado. Nunca desde aquella experiencia en el bar gay le habían tirado ficha tan rápido.
—Entonces qué? ¿Te hace o no? —preguntó la chica desafiante.
—Bueeeeno, si vamos a saco, vamos a saco —acto seguido se lanzó a una de las chicas, le dio un beso en la boca y la chica comenzó a excitarse. Es en ese momento cuando el móvil de Jaime suena a todo volumen.
—¡¡No!! —Jaime se despega de la chica y coge el móvil para ver quien es. Es José María y en un momento duda si cogerlo o no y decide cogerlo—. Es un momentito —comentó a la chica quien rodaba los ojos—. ¡Qué! (...) ¡No te voy a ayudar con nada y menos ir para allá, me pillas ocupado! (...) ¿De qué puto cachorro me hablas? no molestes, José María —acto seguido colgó—. Ya está —dijo sonriendo. Esta vez la chica se lanza a besar a Jaime, dándose la vuelta.
***
En ese momento Sergio había regresado del baño y se encontró con Mireia, la cual estaba mandando mensajes con el móvil. Carlos había quedado con un amigo y Mireia decidió quedarse en el sitio con los amigos. En el puerto había menos gente que en la playa lo cual hacía que se pudiera hablar más cómodo.
—¿Mireia? —preguntó Sergio al verla con el móvil. Ella levantó la mirada
—¡Ey, Sergio! —dijo alegre de verlo—Estaba hablando con estos pero no me responde nadie. ¿Sabes donde se ha metido Jaime? Estaba aquí hace nada.
—Pues habrá ido al baño o algo. Yo no me lo he encontrado de camino —preguntó mirando detrás de una barca, al fondo, vio a un chico de espaldas morreándose con una tía mientras otra chica le besaba por la zona de la cintura. Sergio se dirigió brevemente a Mireia—. Ese se parece a Jaime —dijo mirándolo fijamente, de repente vio al tío coger a la chica y empotrarla contra la barca—. Pero Jaime no liga ni queriendo el cabrón, ¿Lo buscamos en la playa?
—Vamos a buscar al negro puto —Mireia se dirigió junto con Sergio hacia la playa para buscar a la gente.
—¿Y me pillas un cubata? —dijo sonriendo—. Por fi por fi por fiiiiii —suplicaba
—¡Que sí! Pesado. Te pillo un cubata
—¡Yuju! —alzó los brazos triunfante.
—Pinche niño alcohólico
***
—Aquí tienes, niña, los 75 pavos —le dijo uno de los canis, quien juntó todo el dinero
—Que os aproveche, chavales —acto seguido, Sonia se dirigió hacia donde estaba José María.
Mientras tanto, José María estaba siendo perseguido por un grupo mixto de viejitas violentas y chavales jóvenes que olían la droga.
—¿¡Qué merda tens ahí fill da puta!? —gritaba una señora.
En ese momento uno de los hombres intentó dar un puñetazo a José María, este lo bloqueó y sacó la pistola apuntando al hombre y disparando al pecho. Comenzó a haber un montón de gritos por parte de la multitud y un enorme jaleo. Justo en ese entonces Sonia apareció quitándole el arma.
—¿¡Qué mierda haces!? ¡¡Contra civiles no, hijo de puta!! —tras el disparo comenzó a haber otros foco de peleas por que sí y a pegarse unos contra otros.
—¡¡No venías y estaban muy agresivos los cabrones!! ¿Es una pistola de gas no?
—¡¡¡Sí pero es ilegal cabronazo!!! —otros canis con pistola de aire dispararon a Sonia y José María mientras la fiesta se iba sumiendo en un enorme caos—¡Sígueme! —dijo Sonia metiéndose dentro del bar tras una columna.
—¿A dónde vamos?
—¡Al puerto! necesitamos una barca —Sonia se asomó y vio que dos de los chavales los estaban envolviendo
—¿¡Cómo!? ¿De noche?
—Ve contra el de la derecha!
José María apareció en frente de uno de los chavales, le apartó el arma y le dio un puñetazo en la cara, este trató de defenderse con el arma pero le dio un cabezazo en los dientes tirándolo al suelo. Por su parte, Sonia se dirigió a otro de los chicos y levantó su pierna hasta la cabeza, el chico le disparó rozándole el brazo y esta le disparó en la pierna.
—¡Vamos!
Los chicos atravesaron la columna dirigiéndose por la arena hacia la piscina y después hacia el puerto cuando se encontraron a Sergio y Mireia peleando contra dos random. Sergio había tumbado a uno de un cabezazo y Mireia estaba en una intensa pelea a ostias contra una tía agarrándose de los pelos.
Sonia y José María vieron que venía más gente a pelearse y decidieron llevarse a los dos mongolitos hacia el puerto. La gente comenzaba a perseguirlos y se adentraron un poco más entre barcas y más barcas que había. De repente vieron a Jaime a punto de quitarse la camiseta en frente de la chica.
—¿¡Jaime!? —gritaba Mireia sorprendida
—¡¡Jaime!! —Sergio apartaba la vista traumado
—¡¡¡Qué hijo de puta!!! —gritaba José María—. ¿¡Por eso me colgaste, cabrón!?
—¡¡Gran momento de intimidad!! ¿Eh? —dijo la chica molesta poniéndose nuevamente la camiseta y yéndose corriendo junto con la otra chica rubia bastante ofendida.
Comenzó a haber un momento de silencio.
—Bueno, pues ya me habéis jodido el lío... Hijos de puta —decía enfadado
—Ya tendremos tiempos para líos —decía Sonia cogiendo del brazo a Jaime y dándole la camiseta—.Tenemos que salir de aquí
—¿Por qué? —dijo Jaime poniéndose la camiseta
—Porque la hemos liado —decía José María.
—Qué novedad... —Jaime se encogió de hombros.
—Vamos por las rocas de la playa hasta llegar a sitio seguro —comentaba Sonia abriendo una valla que daba hacia las rocas que daban a la siguiente playa.
—¿Y Braulio y Fátima? —preguntaba Jaime
—Ya les llamaremos después —susurraba Sonia tratando de mantener el equilibrio por las rocas.
CONTINUARÁ.
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